- La extracción de huevos de esta especie para el consumo humano es la principal amenaza para la tortuga de río.
- Hasta febrero de este año, el Proyecto Quelonio, en la Reserva de la Biósfera y Estación Biológica del Beni, ha contribuido con la liberación de 70 000 petas de río en las aguas del río Maniqui.
Desde hace más de 25 años, los guardaparques de la Reserva de la Biósfera y Estación Biológica del Beni (EBB), en Bolivia, se dedican a salvar a la peta de río, una especie tortuga de agua que está amenazada debido a que traficantes, pese a las prohibiciones y el control de las autoridades, se las ingenian para extraer y comercializar ilegalmente miles de huevos de esta especie.
El proyecto Quelonio, nombre que recibe esta iniciativa, nació en el año 1992 con los objetivos de incrementar la supervivencia de los huevos y de los neonatos del Podocnemis unifilis, la segunda especie más grande de su género, después de la Tataruga (Podocnemis expansa).
Según algunos investigadores, la peta de río en Bolivia –nombre que recibe esta especie en ese país– mide entre 33,5 (machos) y 50 centímetros (hembras), y pueden pesar entre 9 y 12 kilogramos. Tiene manchas amarillas en la cabeza, que se mantienen en los machos y con el paso del tiempo se desvanecen en las hembras. Son conocidas también como tortugas de cuello lateral, ya que no pueden meter completamente sus cabezas dentro del caparazón. En vez de ello, doblan el cuello hacia los costados para introducirla, dejando una parte expuesta.
La especie se distribuye en las cuencas hidrográficas del Amazonas y del Orinoco, que incluye a países como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyana, Guayana Francesa, Surinam y Brasil. En Bolivia la peta de río ha sido reportada en los departamentos de Pando, Beni, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz.
Según Federico Moreno, director del Centro de Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) de la Universidad Autónoma del Beni (UAB), la peta de río es sensible a los cambios ambientales, por tanto, funciona como un indicador biológico para determinar las variaciones en el ecosistema, además, aporta al ciclo de nutrientes. “Al ser una especie principalmente frugívora ingresa a los bosques inundados y se transforma en un importante dispersor de semillas en la Amazonía boliviana’’, explicó.
Entre agosto y septiembre, usualmente durante la noche, depositan entre 6 y 52 huevos en las playas de los ríos, a unos 20 centímetros de profundidad, que luego incuban entre 60 y 80 días, aunque en algunos casos pueden llegar a 90, dependiendo de las precipitaciones.
Estos huevos se extraen y comercializan para el consumo humano, una actividad ilegal que ha colocado a esta especie en la categoría de Vulnerable tanto en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), como en el libro rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia.
Pese a las prohibiciones de la legislación y los controles de las autoridades, es muy frecuente encontrar huevos de peta en los diferentes mercados y restaurantes del departamento del Beni.
Al rescate de los huevos
Para salvarlas, los guardaparques de la reserva se encargan de recoger con mucho cuidado y precisión los huevos que las petas depositan en las playas del río Maniqui, para luego trasladarlos a una playa artificial que es custodiada por ellos mismos y poralgunos indígenas Tsimanes de las nueve comunidades aledañas al área protegida, que apoyan el proyecto como voluntarios.
Entre agosto y septiembre de 2017, en menos de un mes, se decomisaron 50 000 huevos de tortuga en diferentes operativos de control realizados en el departamento del Beni, señaló Ingrid Loreto Zabala, Secretaria Departamental de Medio Ambiente y Recursos Naturales, de la Gobernación del Beni.
En otro operativo realizado en septiembre de 2017, en la capital del mismo departamento, la Policía Fluvial de la Armada Boliviana decomisó más de 5377 huevos de tortuga de río. Esta incautación estuvo valorada en más de 5300 dólares americanos en los mercados ilícitos locales, según las autoridades, un precio que llega a incrementarse hasta en un 80 % en los mercados ilícitos de otros países.
En Bolivia, la Ley del Medio Ambiente establecen una pena que va hasta los tres años de cárcel para las personas que capturen y comercialicen especies de vida silvestre; mientras que el Código Penal determina hasta seis años de privación de libertad para quienes deterioren o destruyan bienes del Estado y la riqueza nacional. También existen dos decretos de veda general e indefinida, aprobados en los años noventa, que regulan las actividades de captura, acopio y acondicionamiento de animales silvestres.
También se ha reportado que ciudadanos brasileros ingresan clandestinamente a través de la frontera para robarse los huevos y algunos ejemplares de la Podocnemis unifilis. Además, otro lugar donde se extraen huevos de peta de río es la comunidad de Camiaco, en el municipio de Loreto en el Beni. “Autoridades indican que anualmente salen más de 3 millones de huevos y un centenar de tortugas. Es una de las peores amenazas para esta especie’’, manifestó el director del CIRA.
La comunidad de Camiaco incluso organiza la denominada “Feria de la Peta’’, como parte del aniversario de la localidad, en donde se ofrecen una variedad de platos que usan como insumo principal las tortugas.
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Los guardianes de la peta de río
Carola Vaca, directora de la Reserva EBB explica que para el Proyecto Quelonio las temporadas de colecta de huevos son bastante difíciles. Cuenta que suelen presentarse inconvenientes con algunos comuneros indígenas de la etnia Tsimane que no están involucrados con el proyecto. “En lo oscuro de la noche, nosotros bajamos a una hora a ver si las petas han puesto huevos, al regresar al cabo de otra hora, ya se han robado los huevos de tres o cuatro nidos. ¡Es algo impresionante! Así como nosotros hacemos el trabajo de colecta para llevar los huevos a la playa artificial, hay gente detrás de los nidos’’, expresó.
Los indígenas Tsimanes también extraen huevos para su consumo local, un aprovechamiento de vida silvestre permitido a los pueblos originarios de Bolivia, de acuerdo a sus usos y costumbres. Sin embargo, una gran parte de estos termina en el mercado local del municipio de San Borja. Los pescadores locales y transportistas que circulan por el río Maniqui también matan a las tortugas para sustraer sus huevos.
Vaca indicó que cuando se sustraen los huevos de unos seis nidos, con un promedio de entre 180 a 210 huevos, obtienen unos 200 bolivianos (alrededor de 30 dólares) en los mercados locales. “Estamos buscando un equilibrio para que la gente tenga una forma armoniosa de vivir con la especie, que coma huevos, siguiendo su costumbre, pero que también conserven para garantizar la viabilidad de la peta’’, expresó la conservacionista.
El estudio Parámetros reproductivos de Podocnemis unifilis en el río Beni, elaborado por los investigadores Pamela Carvajal, Guido Miranda y Robert Wallace, describe una situación parecida en el Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) Tacana, ubicado en la región amazónica del Norte del Departamento de La Paz. Durante la época del desove, cuentan los investigadores, varias comunidades de indígenas Tacanas se dedican a cazar a las tortugas adultas, principalmente a las hembras, y recolectan los huevos, que venden ocasionalmente para generar ingresos económicos.
En el caso de la TIOC Tacana, los huevos no solo son recolectados por la gente local, sino que también por personas externas al área, provenientes de los municipios de Rurrenabaque, Riberalta y Guayaramerín, del Departamento del Beni, e inclusive también por gente de ciudades brasileras, indica el estudio.
La playa artificial en la que se realiza la incubación tiene una altura mayor que las playas naturales, para evitar que las riadas dañen los huevos (otra de las causas de pérdida de nidos). Luego de la eclosión, que suele ser entre noviembre y diciembre, los custodios de la nueva generación de petas de río esperan entre 15 a 45 días, hasta que las tortuguitas recién nacidas tienen el caparazón más duro y el ombligo cicatrizado, solo entonces pueden empezar a planificar la próxima tarea: la liberación.
Hasta febrero de este año, el Proyecto Quelonio ha contribuido con la liberación de 70 000 petas de río en las aguas del río Maniqui. Con esta iniciativa, además de repoblar los ríos se busca alertar y educar a los pobladores locales para que entiendan que si no se realizan acciones en torno a la conservación y el manejo sostenible de esta especie, la peta de río podría desaparecer.
Según el estudio Bases para el manejo de la tortuga de río Podocnemis unifilis en la Reserva de la Biosfera Estación Biológica Beni, Bolivia, el crecimiento poblacional de esta especie h sido de un 5,4 % por el trabajo del Proyecto Quelonio, un efecto positivo que podría mejorar si se aumenta el porcentaje de huevos recolectados e incubados en playas protegidas.
“Cuando yo empecé a trabajar en el proyecto, en 1995, colectábamos de tres a cinco mil huevos. Esto lo hacíamos durante el mes de agosto. Después de 10 años, llegamos a colectar de 10 a 13 000 huevos, y eso nos llena de satisfacción, porque se debe al repoblamiento que venimos haciendo’’, contó orgulloso el guardaparque Jhonny Mano a Mongabay Latam.