- A pesar del descenso de un 76 por ciento en los índices de deforestación entre 2003 y 2015, la frecuencia de los incendios forestales en Brasil está aumentando.
- Una nueva investigación vincula el incremento de los incendios no solo a la deforestación, sino también a las intensas sequías, provocadas por el fenómeno El Niño y otros ciclos oceánicos y atmosféricos.
La intensificación de las sequías en la cuenca del Amazonas es un factor primario en el aumento de los incendios forestales, una realidad que obstaculiza los esfuerzos de Brasil por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la limitación de la deforestación, según un nuevo estudio publicado en Nature Communications.
Un equipo internacional de investigadores liderado por Luiz Aragão del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) combinó datos de satélite con inventarios de emisiones de gases de efecto invernadero y datos climáticos históricos para evaluar y comparar las efectos de la sequía y la deforestación en los incendios forestales en la Amazonía brasileña entre 2003 y 2015.
Descubrieron que los incendios forestales cada vez son más habituales, y vincularon ese aumento a las intensas sequías en la región, que cada vez son más frecuentes. Esos incendios liberan una gran cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera: el equipo calculó que, actualmente, los incendios forestales en Brasil liberan unos 450 teragramos de carbono cada año, alrededor de un tercio de las emisiones que produce la deforestación en la Amazonía.
A pesar del descenso de un 76 por ciento en los índices de deforestación entre 2003 y 2015, los incendios fueron un 36 por ciento más frecuentes durante la sequía de 2015 que en los 12 años anteriores. El estudio añade peso a la investigación publicada en 2015 que sugiere que la relación establecida previamente entre la deforestación y una subida en los incendios está empezando a ser menos importante que la relación entre los incendios forestales y la sequía.
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Reducir la deforestación sería insuficiente
“Los autores hicieron un gran trabajo al mostrar que durante las sequías, los incendios aumentan de forma desproporcionada en el Amazonas, incluso cuando los índices de deforestación van a la baja”, dice Paulo Brando, investigador del Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (IPAM) y del centro de investigación Woods Hole Research Center en Massachusetts, Estados Unidos.
“Este estudio sugiere una desconexión entre los incendios de la deforestación y los incendios propiciados por la sequía”, añadió Juan Carlos Jiménez Muñoz, experto en teledetección de la Universidad de Valencia, España. “Este descubrimiento tiene implicaciones importantes porque las acciones de las políticas centradas solo en reducir la deforestación podrían ser insuficientes para reducir las emisiones de carbono”.
Aragão, de INPE, dice que se sorprendió al descubrir que los aumentos en las cifras de incendios forestales estaban desvinculados de la deforestación hasta tal punto: “Es un resultado de importancia crítica, ya que las políticas para reducir la deforestación no serán efectivas para reducir los incendios si los procesos no se conectan” con la intensificación de las sequías por el cambio climático.
Aunque el nuevo estudio no cuantifica las razones para esta desconexión, Aragão sugiere que la grave fragmentación del bosque causada por las actividades humanas hace que sea más fácil que los incendios se extiendan a los bosques cercanos durante una sequía, lo cual significa que solo reducir la deforestación no es de gran ayuda en la prevención de incendios. Se calcula que los bosques amazónicos almacenan unos 268 miligramos de carbono por hectárea, que pueden ser liberados a la atmósfera como dióxido de carbono durante un incendio y contribuir al cambio climático.
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El efecto de El Niño
Brando avisa que, sin embargo, “estos resultados no significan que la deforestación no sea un factor importante en los incendios”. Los descubrimientos muestran “que la deforestación histórica ya ha aumentado la inflamabilidad en toda la región”.
El fenómeno de El Niño es un ciclo climático que ocurre de forma natural y altera los patrones climáticos mundiales cuando lleva agua caliente al centro y el este del océano Pacífico. Durante la fase opuesta de La Niña, agua fría fluye hasta esas mismas áreas. Ese cambio de temperaturas en el océano altera la fuerza de los vientos alisios y, durante El Niño, se traduce en menos lluvia en la cuenca del Amazonas.
El último El Niño tuvo su punto álgido en 2015 y se relacionó con una de las peores sequías que se han registrado en el Amazonas. La muerte de los árboles a causa de la sequía fue tan grave que la selva amazónica, el pulmón del planeta, dejó de absorber dióxido de carbono, aunque empezó a funcionar como sumidero de carbono de nuevo después de ese ciclo.
Aragão descubrió que este El Niño tan poderoso se combinó con otros dos procesos oceánicos que crearon la inusual sequía de 2015. La oscilación multidecadal atlántica (AMO) y la oscilación decadal del Pacífico (PDO) alteran las temperaturas oceánicas en el Pacífico durante mucho más tiempo que El Niño (con ciclos que duran entre decenas y cientos de años), pero los tres ciclos coincidieron en 2015 y crearon un año especialmente seco. Durante la sequía, muchos árboles murieron en el Amazonas o perdieron sus hojas y sirvieron como yesca para los incendios. “Los bosques, expuestos a un clima más seco y más caluroso, producen más cantidad de leña y convierten los bosques del Amazonas en un sistema propenso a los incendios”, dice el investigador de INPE.
Se espera que en el futuro el cambio climático potencie los cambios naturales que llegan con los ciclos de El Niño, la AMO y la PDO, lo cual significa que se pueden esperar más sequías como la del 2015 en el Amazonas, según Aragão.
La sinergia entre el aumento de las sequías y los bosques cada vez más secos y fragmentados ayuda a crear la leña requerida para que haya incendios. Sin embargo, hay otro componente clave necesario para que se dé un incendio: algo que encienda la chispa.
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Incendios provocados
La mayor parte de los incendios forestales que se dan hoy en día en el Amazonas son provocados, según Aragão. Normalmente, los encienden trabajadores locales contratados por las élites pudientes para desmontar la tierra para pastoreo con técnicas de roza y quema. Cuando se utiliza así, el fuego se convierte en una causa importante de deforestación, un problema complejo impulsado por ladrones de tierras, ganaderos, empresas procesadoras de carne y la insaciable demanda mundial de carne de vacuno. Mientras, el gobierno brasileño solo ofrece medidas leves para evitar esta deforestación intencionada, y con la administración de Temer se han recortado los presupuestos para protección ambiental y cuerpos de bomberos.
“Si hay más sequías es muy posible que los casos de incendios también aumenten si no se aplican políticas para reducir las fuentes de ignición”, predice Aragão.
“Para reducir la probabilidad de que haya incendios, tenemos que reducir la deforestación y tener una estrategia agresiva para hacer la transición de sistemas agrícolas que dependen de los incendios a otros en los que no se utilicen”, concuerda Brando.
Los investigadores dicen que el gobierno brasileño debería intentar ser más consciente del cambio en la dinámica de los incendios en el Amazonas y planificar estrategias de mitigación que mejoren la resistencia de los bosques contra la sequía, entre ellas la reducción de la fragmentación forestal, a la vez que se evita la deforestación para ganadería, producción de soja y otros propósitos agrícolas.
El mantenimiento de unos bosques sanos e intactos, concluyen, es la única forma de ayudar a asegurar la resistencia de los ecosistemas ante unas sequías cada vez más intensas a causa del cambio climático, de evitar más incendios forestales y de mantener controladas las emisiones de gases de efecto invernadero.
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Referencias:
Aragão, L. E., Anderson, L. O., Fonseca, M. G., Rosan, T. M., Vedovato, L. B., Wagner, F. H., … & Barlow, J. (2018). 21st Century drought-related fires counteract the decline of Amazon deforestation carbon emissions. Nature communications, 9(1), 536. Doi: 10.1038/s41467-017-02771-y
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