- La recuperación de las vicuñas en la Reserva Nacional Pampas Galeras en Ayacucho es importante. Hoy solo en el área protegida existen 5000 ejemplares, cifra que en los 60 representaba la población total de esta especie en el país.
- En San Martín, en los alrededores del Parque Nacional Río Abiseo, crece una industria chocolatera que ha dejado atrás los cultivos ilegales de hoja de coca y la violencia.
- Y en Cusco, dos comunidades junto al gobierno regional insisten en la necesidad de crear el Área de Conservación Regional Ausangate, la misma que protegerá al glaciar tropical más extenso del mundo.
Corina Rojas en Ayacucho, Augusto Sangama en San Martín y Donato Bermúdez en Cusco son las voces detrás de tres historias que le dan sentido a esas dos palabras que tanto se repiten en el mundo de la conservación: desarrollo sostenible.
Los tres demuestran que es posible generar los ingresos necesarios para construir un futuro de calidad sin darle la espalda a la naturaleza.
El camino es largo, difícil, con mucho sacrificio de por medio pero también con recompensas que van llegando de a pocos. Corina es la presidenta de la Comunidad Campesina de Lucanas, distrito ayacuchano que fue duramente golpeado por la violencia del conflicto armado interno y que cobró la vida de 227 personas entre los años 80 y 90. A pesar de este pasado que está muy presente en sus vidas, han podido salir adelante tras establecer una relación de colaboración entre Lucanas y la Reserva Nacional Pampas Galeras Bárbara D’Achille. El compromiso: ser parte de las acciones de conservación de la población de vicuñas y también aprovechar la fibra a través del retiro del vellón de estos animales —como se suele llamar al pelaje de las vicuñas.
El resultado de este trabajo arduo puede percibirse ahora: en los años 60 la población total de vicuñas en el país bordeaba los 5000 animales, hoy solo en la reserva se concentra esa cantidad.
De Ayacucho nos trasladamos ahora a la selva de San Martín, para conocer la historia de una comunidad que enfrentó el narcotráfico con chocolate. Augusto Sangama es presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Huicungo (Apahui) y ahora a sus 64 años, recuerda que en las décadas de los 80 y 90 la región fue tomada por los cárteles de drogas y por el grupo terrorista Sendero Luminoso. Hoy, sin embargo, es testigo de cómo los habitantes de la comunidad de Huicungo, en la región San Martín, provincia de Mariscal Cáceres, observan sus hectáreas sembradas de cacao, esas que antes eran copadas por los cultivos ilegales de hoja de coca. Solo en esta provincia existen por lo menos cuatro cooperativas que se dedican a la producción y exportación de este producto. Y esta experiencia sigue creciendo en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Río Abiseo, allí donde pobladores como Augusto Sangama se preguntan hoy por qué no pudieron vivir así siempre.
Y esa búsqueda de una vida en balance con la naturaleza es la que persiguen dos comunidades de Cusco, Sallani y Phinaya, localizadas en el distrito de Pitumarca, provincia de Canchis. Sus habitantes desean que su territorio se convierta en un área protegida y Donato Bermúdez es uno de los más de 600 comuneros que apoyan la creación del Área de Conservación Regional Ausangate. Este poblador cuenta que vivió toda su vida al pie del nevado Quelccaya, el que es considerado el glaciar tropical más extenso del mundo. Desde ahí ha sido testigo del proceso de deglaciación acelerado de este gigante de los Andes. Expertos y autoridades regionales resaltan la importancia del Quelccaya y de la laguna de Sibinacocha dentro de la cadena de nevados que componen el Ausangate. El Apu tutelar del Cusco. Es por ello que en el 2008, a través de un proyecto para la creación de áreas protegidas del Gobierno Regional del Cusco, se escogió este sector para convertirlo en una zona de protección. Han pasado ya diez años, pero aún el área no ha sido declarada. Sin embargo, sostienen que falta muy poco para celebrar su declaración y trabajan mientras tanto en los planes para mejorar la crianza de sus 9500 vicuñas y alpacas.
Este es un recorrido por tres historias que nos devuelven la esperanza en la conservación.
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1.La reserva nacional que evitó la extinción de la vicuña peruana
A 4100 metros de altura, el viento helado golpea lo que encuentra a su paso. Pero luego de 23 años viviendo en la Reserva Nacional Pampas Galeras Bárbara D’Achille, el rostro de Hernán Sosaya es recio y soporta estos embates. En lo alto de la planicie, una vicuña advierte que estamos a tan solo unos metros de ella y levanta la cabeza. “Reconoces al macho porque siempre está al frente de la manada, atento por si hay peligro”, cuenta Hernán. La vicuña empieza a alejarse y el resto del grupo la sigue en un trote ligero.
Los guardaparques de Pampas Galeras como Hernán Sosaya son expertos en el monitoreo de vicuñas. Estas son vigiladas diariamente dentro de los 65 kilómetros cuadrados de extensión de esta zona protegida, ubicada en el distrito ayacuchano de Lucanas. Lograr que ahora exista una población de más de 5000 vicuñas dentro del área no ha sido fácil. El jefe de la reserva, Allan Flores, pone en perspectiva con este dato el logro alcanzado: en los años 60 toda la población de vicuñas del país con suerte bordeaba las 5000.
Y en toda la región Ayacucho, incluida la reserva, solo se llegaba a los 1000 ejemplares. Hernán cuenta que con la cooperación técnica alemana se comenzó un trabajo de investigación y reproducción de este camélido sudamericano, que en ese momento figuraba en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como especie En Peligro de Extinción. Las tareas para la recuperación de esta especie incluyeron la creación de una reserva que ayudará a detener este peligro. Así nació Galeras, como se le dice coloquialmente al área natural, una reserva que el 23 de mayo de 2017 cumplió 50 años de creación.
Corina Rojas sonríe mientras describe lo que ha logrado la comunidad solo en este año de gestión. Ha conseguido aumentar el sueldo de los comuneros que se dedican a la esquila a S/ 1350 (US$414) y retomar el negocio con su principal comprador de lana, la firma italiana de tejidos exclusivos Loro Piana. La comunidad campesina de Lucanas se siente orgullosa de decir que es una de las pocas organizaciones en el Perú que cuenta con certificado de procedencia y que incluso ha firmado un convenio con el Servicio Forestal y de Fauna Silvestre en el 2012 para vender su fibra bajo la marca Vicuña Perú.
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2.Perú: el cacao que salvó a un pueblo y a un área protegida del narcotráfico
Augusto Sangama confiesa que, hace veinte años, su vida no valía nada. Tampoco la del resto de habitantes de la comunidad de Huicungo, en la región San Martín, al norte del Perú. Cuenta que si alguno de ellos hubiera sido asesinado, nadie hubiera pedido explicaciones por su muerte. Eran tiempos en los que la pasta básica de cocaína se vendía como si fuera un kilo de azúcar o de arroz, así de alta era la demanda, así de presente estaba el narcotráfico. Del valle del Alto Huallaga, al que pertenece esta comunidad, los vuelos con droga salían diariamente. Augusto recuerda que la mayoría de agricultores locales se dedicaba al cultivo ilícito de la hoja de coca. Ahora a sus 64 años, cuando observa sus hectáreas de cacao, los cientos de plantones de árboles que ha sembrado y la biodiversidad del Parque Nacional Río Abiseo a salvo, le es difícil entender por qué no pudo vivir así siempre.
“Donde había coca, había plata”, recuerda Sangama. Ningún cacaotero olvida lo que sucedió en las décadas de los 80 y 90. Los cárteles de drogas y el grupo terrorista Sendero Luminoso se habían apoderado de la región. “No podías cometer un error porque te decapitaban frente a todos”, cuenta el agricultor. Son varios los que comparten estas memorias con sus hijos y nietos. “Hay que recordar cuánto hemos avanzado”, dice el agricultor, ahora presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Huicungo (Apahui).
Mucho camino se ha recorrido desde el 2000, cuando eran muy pocos los que creían que podrían vivir del cacao en San Martín. Luego de la erradicación de la hoja de coca ilegal y la captura de los principales narcoterroristas que manejaban esta zona, muchos agricultores se vieron obligados a buscar otra salida y empezaron introduciendo cítricos en sus parcelas. Los proyectos de cultivos alternativos fueron claves para el giro hacia el cacao. Ahora, solo en la provincia de Mariscal Cáceres existen por lo menos cuatro cooperativas que se dedican a la producción y exportación de este producto.
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3.Perú: la lucha por proteger al glaciar tropical más extenso del mundo
Desde la puerta de su casa, Donato solo tenía que correr unos pocos kilómetros para tocar la nieve. Cuenta que pasó muchos días sentado, mirando la montaña blanca, sintiéndola poderosa. Desde muy pequeño aprendió que había que respetarla. “Es el apu, es nuestro protector”, le repetía su madre. Mientras crecía, entendió que sin el Quelccaya no habría vida. El agua del nevado es la que alimenta al río Vilcanota y a la laguna de Sibinacocha, donde se encuentra la represa que da luz a gran parte de Cusco, sobre todo a Machu Picchu.
Desde los años 70, Phinaya no ha cambiado mucho, aunque sus pobladores pudieron percibir un cambio importante. Y se evidencia en un detalle muy simple: hoy Donato tiene que caminar hasta dos horas, desde la puerta de su casa, para poder alcanzar la nieve del glaciar. Y esta diferencia se traslada a los ríos, que ahora se llenan con más fuerza, algo en apariencia positivo pero que en el fondo representa un peligro. “Si hay bastante agua ahora, significa que el hielo se derrite más rápido”, dice Donato. No está equivocado. De acuerdo con el geólogo Lonnie Thompson, el retroceso del Quelccaya es de 60 metros anuales, un proceso de deglaciación acelerado.
El Quelccaya es la prolongación de la cordillera oriental de los Andes y pertenece también a la cordillera Vilcanota. Miguel Ángel Canal, subgerente regional de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente del Cusco, resalta la importancia de este nevado y de la laguna de Sibinacocha dentro de la cadena de nevados que componen el Ausangate. El Apu tutelar del Cusco. Y explica que este espacio “es considerado un termómetro mundial donde se investiga la relación entre el calentamiento global y el derretimiento de los glaciares”.
Es por ello que en el 2008, a través de un proyecto para la creación de áreas protegidas del Gobierno Regional del Cusco, se escogió este sector para convertirlo en una zona de protección y lo llamaron Área de Conservación Regional Ausangate.
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