- El sobrepastoreo y la construcción de una carretera, sumados a las intensas y prolongadas sequías, generan un impacto significativo en el frágil ecosistema del altiplano de Sama.
- El agua es el recurso más afectado pese a ser un área protegida y un humedal de importancia internacional.
La Reserva Biológica de la Cordillera de Sama esta situada entre los 2020 y 4706 metros sobre el nivel del mar y esta variación altitudinal la convierte en un espacio natural muy especial, pues posee distintos climas, paisajes y ecosistemas. Esta área protegida, situada al sur de Bolivia, es además muy importante, porque fue creada sobre todo para conservar sus fuentes de agua, pues provee de este recurso al departamento de Tarija, al cual pertenece, y al valle central.
Basta observar las 20 lagunas que alberga la reserva, dos permanentes y 18 estacionales, para entender la importancia de su conservación. Y a esto se suma que la cuenca de Tajzara, que forma parte de la reserva, fue declarada como sitio Ramsar hace 18 años, es decir, es un humedal de importancia internacional.
Pero esta área protegida que se extiende a lo largo de 108 000 hectáreas, ocupando parte de las provincias de Méndez y Avilés, está hoy amenazada. La presión que ejercen la ganadería y la construcción de vías que no han sido debidamente fiscalizadas, como señalan algunos expertos entrevistados, además del cambio climático ponen en peligro a esta importante reserva y las fuentes de agua que posee.
Lee más: Parque Chiribiquete en Colombia entra a la lista de patrimonio natural y cultural de la humanidad
1.Un clima que cambia y que impacta
El calentamiento global se ha convertido en uno de sus principales enemigos para la Reserva Biológica de la Cordillera de Sama y para las comunidades que viven en esta zona.
Basta oír los testimonios de Hilda y Juvenal, dos pobladores que viven en el área y que dependen de la agricultura y la ganadería, para entender la verdadera dimensión del impacto.
Juvenal Galeán, habitante de la comunidad de Vicuñayo, situada en la Cuenca de Tajzara, cuenta que la helada es lo peor que les puede pasar en una zona donde se produce haba, papa, cebada, ajo y cebolla. Sin ir muy lejos, a mediados de marzo de este año, se reportaron heladas que terminaron afectando los cultivos de por lo menos 1000 familias en la zona alta de Tarija.
En la comunidad de Pasajes, la situación fue similar. “Este año ya hubo una granizada y eso nos ha arruinado el ajo, ya no sirve para nada porque ha destrozado la planta y lo hemos sacado sin madurar, ya no se puede vender”, narra Hilda, una comunera de Pasajes que sostiene que estos fenómenos climáticos son cada vez más frecuentes.
Pero el cambio en el clima no solo se evidencia en las constantes heladas, sino también en las sequías que son cada vez más intensas.
En el 2017, las lagunas de la cuenca de Tajzara se secaron, principalmente la laguna grande, una de las dos lagunas permanentes que conforman los humedales. Las autoridades señalaron de inmediato que era una consecuencia del cambio climático.
Lo más complicado vino después, cuanda producto de la falta de agua, especies como la soca cornuta (Fulica Cornuta), un tipo de pato, no pudieron migrar y murieron. “Cuando se secaron las lagunas no había totora, que es un tipo de alga con la que las aves hacen sus nidos y también se alimentan, lo que provocó la mortandad de una gran cantidad de aves, unas cuatrocientas que murieron en 2017”, explica Alba Gareca, quien espera que ahora con la recuperación del agua de la laguna y con la totora que empieza a crecer, se restablezca la población de aves.
Pero las sequías también generan un impacto severo en la ganadería. Los comuneros aún recuerdan cómo sus vacas y ovejas morían. “Yo tenía seis vacas y me he quedado con una nomás que tiene su ternerito. Mis ovejas también se han ido muriendo, iban a buscar agua a la laguna y se quedaban metidas en el pantano, ya no podían salir y se morían ahí”, cuenta doña Hilda.
El Plan de Manejo para la Reserva Biológica de la Cordillera de Sama, que está vigente hasta el 2026, advierte que los pronósticos de los efectos del cambio climático en la reserva se plantean como “desalentadores”.
Según el documento de trabajo, las variaciones en el clima se perciben hoy con mayor intensidad en la zona más alta de Sama. “Antes lo normal era que las lluvias comenzaran en octubre y se extendieran hasta marzo o abril, en cambio hoy comienzan en diciembre, a veces en enero. Además de ser periodos cortos, las lluvias son más agresivas, son tormentas, lluvias que causan riadas y luego les siguen períodos largos de sequía”, explica Claudia Oller, responsable de áreas protegidas de la organización medioambiental Prometa.
Lee más: Chile: nueva área reservada protegerá especies y ecosistemas del mar de Rapa Nui
2.La amenaza del sobrepastoreo
De acuerdo con el biólogo Gonzalo Torrez, los animales han comenzado a comer más de lo que la reserva puede generar como alimento y al ser un ecosistema frágil se genera un desequilibrio.
La crianza de ovejas, llamas y vacas se planteó en un inicio como una salida para combatir la pobreza en estas zonas altas de Tarija, pero hoy el sobrepastoreo por la falta de forraje para los animales se ha convertido en un peligro para la reserva de Sama.
“En la zona alta se ha incentivado la cría de llamas para la producción de la lana y no se ha calculado que no puedes introducir fauna que se comerá lo poco que hay de flora. Las vacas comen todo y arrancan más de una especie a la vez, la oveja come lo que le gusta y va homogeneizando las especies de fauna porque deja lo que no le gusta, y eso va generando ciertos desequilibrios”, aclara Torrez.
Alba Gareca, ex monitora ambiental del Servicio Nacional de Áreas Protegidas, menciona como una salida la introducción de forraje altoandino, sin embargo, reconoce que por ahora no hay proyectos en marcha y que debe priorizarse la construcción de infraestructura de riego tecnificado, para dejar de desperdiciar agua y optimizar el uso de este recurso.
Gonzalo Torrez menciona que no hay que olvidar, además, otro de los impactos que genera la presencia del ganado: la capacidad que tienen de compactar la tierra quitándole oxígeno. “Lo dejan liso y sin protección, sin vegetación, lo que posteriormente favorece la erosión”.
Todos estos aspectos tienen un efecto sinérgico, explica Torrez. “Cuando los juntas a la sequía pueden tener un gran impacto y tener algo que ver con los cambios que se van observando”. Por ello, considera que es importante que en la implementación de los proyectos haya conocimiento técnico de lo que se va haciendo.
Lee más: La reserva nacional que evitó la extinción de la vicuña peruana
3.Las problemas detrás de la construcción de una carretera
Alba Gareca menciona una tercera amenaza: la construcción de vías que no respetan las normas ambientales que velan por la conservación de las áreas protegidas.
La ex monitora ambiental del Sernap se refiere a la doble vía Copacabana–Iscayachi–Yunchará que atraviesa la cuenca de Tajzara. Para Gareca, no se han hecho las obras necesarias para preservar el ecosistema, no se ha realizado el cierre ambiental que corresponde y esto ha afectado la hidrología de la zona.
“No se ha terminado la carretera y mucho menos se ha hecho el cierre ambiental que consiste en la reconformación del terreno. Para hacer un camino a veces se hacen caminos paralelos para que sigan transitando vehículos, se saca tierra de algunos lugares o se amontona tierra en un sector y luego se debe hacer la limpieza para reconformar el terreno para que sea como era antes del proyecto y eso no se ha hecho”, precisa Gareca.
Los pobladores de la zona han notado otros impactos en la reserva. Armando Condori, comunero de la localidad de Copacabana, cuenta que cuando no estaba la carretera podían “ver a las vicuñas que siempre andaban por aquí en tropitas, pero ahora no se las ve, a dónde se habrán ido, han tardado en hacer el camino y ya se han acostumbrado a otros lugares”.
La vicuña es un animal silvestre que vive naturalmente dentro de Sama. Antes de la creación de la reserva en 1991, tanto las vicuñas como los venados y cóndores eran especies amenazadas. “A partir de la creación de la reserva se les hizo un seguimiento para ver cómo evolucionaban, se prohibió la caza y la vicuña ha tenido un crecimiento exponencial”, explica la experta.
Sin embargo, sostiene Gareca, que desde hace algunos años la población de vicuñas se mantiene igual, no ha aumentado, porque no existen las condiciones que le permitan crecer, porque los caminos, los cultivos, los puentes y otras modificaciones han ido reduciendo su hábitat.
“La vicuña antes de la carretera transitaba por este corredor de fauna cuando era camino de tierra y al mismo nivel, ahora este camino tiene un corte profundo que le impide a las vicuñas cruzarlo”, sostiene.
La experta del Sernap destaca la falta de control y vigilancia de parte las autoridades. Señala que en muchos casos las empresas no toman en cuenta lo que indica la licencia ambiental que les otorga el Ministerio de Medio Ambiente y simplemente prefieren pagar lo que corresponda luego de un proceso administrativo.
El director del Servicio de Gestión Integral del Agua de la Gobernación, Alfonso Blanco López, quien mantuvo conversaciones con los funcionarios del Servicio Nacional de Áreas Protegidas en fechas pasadas, explicó hace tres meses que la Gobernación por ahora se encuentra analizando la problemática de la carretera Yunchará-Iscayachi-Copacabana y el cierre ambiental necesario para esta obra que además está inconclusa. Blanco indicó en ese momento a Mongabay Latam, que no tenían por el momento una fecha definida para responder a las inquietudes del Sernap. La pregunta es: ¿Cuál es el impacto que sigue generando esta obra en la fauna que habita la reserva de Sama?