- En la década de 1970, los científicos descubrieron que la mitad de las precipitaciones de la Amazonía se generan por la evaporación y transpiración de la vegetación. También observaron que la creciente deforestación disminuiría ese fenómeno que produce lluvias. Todo lleva a pensar que el punto crítico de transformación de la Amazonía en sabana está muy cerca.
- Los reconocidos científicos Tom Lovejoy y Carlos Nobre sostienen que es esencial generar un margen de seguridad al mantener el nivel de deforestación por debajo del 20 %. Para evitar llegar al punto de inflexión, Brasil tiene que controlar firmemente la deforestación y sumar a eso esfuerzos de reforestación.
En la década de 1970, cuando los primeros signos de deforestación aparecían a lo largo de la carretera Belém-Brasilia, el bosque de la Amazonía parecía interminable y eterno. Era principalmente un lugar de extracción de recursos: caucho, nueces, entre otros, y un lugar de estudio científico.
A mediados de esa década, el científico brasileño Eneas Salati publicó algunos resultados asombrosos. Al analizar la proporción isotópica del oxígeno presente en el agua de lluvia recolectada en el estuario, cerca del límite con Perú, logró demostrar inequívocamente que la Amazonía generaba la mitad de sus propias precipitaciones. La humedad se recicla de cinco a seis veces a medida que la masa de aire viaja desde el Atlántico hasta los Andes. Allí, la elevación causa importantes precipitaciones, las cuales generan el sistema fluvial más grande de la Tierra, que contiene el 20 % de toda el agua de río del mundo.
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Esos resultados tiraron abajo el paradigma vigente. Hasta ese momento, no se cuestionaba el dogma de que la vegetación era una consecuencia del clima, y que ella no tenía ningún tipo de influencia sobre él. Sin embargo, se puede observar que la vegetación sí influye cuando vemos levantarse nubes de humedad de un bosque después de una tormenta, como consecuencia de la evaporación del agua de las superficies del bosque y de la transpiración de los mismos árboles y plantas. La humedad que se levanta del bosque tiene una influencia importante en el centro y este de la Amazonía, porque los factores de formación de precipitaciones de gran escala son más débiles en esas zonas.
Los resultados enseguida plantearon la cuestión del grado de deforestación que podría causar que este ciclo hidrológico se degradara hasta el punto —de inflexión— en que el bosque se empezara a secar al sur y sudeste y fuera reemplazado por una vegetación de sabana con cierto grado de degradación. Se trata de una problemática de la que se ha venido hablando en los años subsiguientes y que en 2007 el grupo de Nobre evaluó mediante modelado. La conclusión fue que el punto de inflexión estaría aproximadamente en un 40 % de forestación.
La humedad de la Amazonía juega un papel importante en las precipitaciones, la ecología y el bienestar humano también al sur: contribuye en las lluvias invernales en la cuenca del río de la Plata y en las regiones del sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y el centro-este de Argentina.
Su importancia para la agricultura brasileña (la existente y la futura) es compleja pero, aun así, significativa. La evapotranspiración de las pasturas es relativamente mínima en comparación con la de los bosques. Es por esa razón que la deforestación puede traer una temporada seca más extensa.
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Eso ya de por sí es grave, pero, además, la deforestación de la Amazonía se relaciona con el cambio climático y la presencia extendida de incendios. El primero deseca el bosque y convierte a la vegetación en yesca para los incendios del año siguiente. Por lo tanto, sería conveniente volver a evaluar el punto de inflexión a fin de incluir esos otros dos factores.
Creemos que, si los incluimos, el punto de inflexión está mucho más cerca: alrededor del 20-25 % de deforestación. Si se supera ese punto, el este, el sur y el centro de la Amazonía pueden sufrir una transformación y pasar de ser bosques lluviosos a no ser ecosistemas forestales. El grupo de modelado de Nobre hizo algunos cálculos en 2016 que consideraron el impacto sinérgico de la deforestación, el cambio climático, los crecientes incendios forestales y el efecto denominado de “fertilización carbónica” que tiene la atmósfera cuando sube la concentración de CO2, el cual se cree que es positivo para la vegetación. Los resultados apoyan totalmente esta conclusión.
Hay razones para pensar que el punto de inflexión está muy cerca. Las sequías sin precedente histórico de los años 2005, 2010 y 2015 parecen ser los primeros indicadores de tal modificación. De hecho, hay una serie de cambios, como las temperaturas más cálidas que está habiendo en la zona tropical del Atlántico norte, que están relacionadas con los cambios en la tierra. Y las graves inundaciones de 2009 y 2012 (y de 2014, en el sudoeste de la Amazonía) sugieren que el sistema amazónico está fluctuando.
Siendo esta la situación, ¿qué sería lo más conveniente de hacer? Claramente, no tiene ningún sentido descubrir el punto de inflexión y quedarse de brazos cruzados. Creemos que es esencial crear un margen de seguridad al reducir el área deforestada a menos del 20 %. La cifra oficial actual en Brasil es del 17 % pero algunas porciones del bosque que todavía sigue en pie están degradadas, y, por ende, generan menos humedad. Por lo tanto, controlar firmemente la deforestación y combinar eso con esfuerzos de reforestación sería lo razonable.
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En la Cumbre de París de 2015, Brasil se comprometió a reforestar doce millones de hectáreas para 2030 y a reducir en forma significativa la deforestación. Tal compromiso debería volver a examinarse para asegurar que el país también puede comprometerse a evitar llegar al punto crítico, no solo para beneficio propio sino de toda Sudamérica.
Brasil contribuyó en gran medida a nuestra comprensión de este cambio ambiental, en términos científicos. También debería contribuir con acciones concretas.
Referencias:
Nobre et al., 2016. The Fate of the Amazon Forests: Land-use and climate change risks and the need of a novel sustainable development paradigm. Proceedings of the National Academy of Sciences, www.pnas.org/cgi/doi/10/1073/pnas.1605516113.
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