- Aunque la realidad de cada país productor es distinta, es posible detectar un mismo patrón en el avance de este cultivo. Un engranaje que se repite como una historia anunciada: deforestación, juicios, conflictos, ilegalidad e, incluso, violencia.
- Puesto que la deforestación ya no es una práctica aceptable, nuevas formas de expansión han aparecido llevando al límite los márgenes de la legalidad.
Marcelino Vilela recuerda la muerte del bosque.
—Eso era un desierto. Se morían animales de toda clase: aves, sajinos, tortugas, venados.
Vilela recuerda que 3000 hectáreas desaparecieron en menos de dos meses.
—Si usted hubiera entrado en esos tiempos por ahí… era para llorar.
Marcelino, líder de la comunidad campesina San José Obrero, en Barranquita, al norte de la región San Martín, en Perú, fue testigo de la deforestación provocada por la industria de la palma aceitera. De hecho, según un estudio reciente, casi la mitad del área de las actuales plantaciones de palma en el Perú era bosque en el año 2000.
La contradicción rodea el avance de la palma: de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, Latinoamérica alberga la mitad de los bosques tropicales restantes del mundo. Al mismo tiempo, y desde las mismas zonas geográficas, proporciona el 6 % de la producción mundial de aceite de palma y es la región en la que más se expande este cultivo a nivel mundial, según datos de la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible (RSPO)
La difícil convivencia de estas dos realidades ha traído duras consecuencias socioambientales: deforestación, juicios, conflictos, ilegalidad e, incluso, violencia. Aunque la realidad de cada país productor es distinta, es posible detectar un mismo patrón en el avance de este cultivo, un engranaje que se repite como una historia anunciada.
Un equipo de reporteros investigó los mecanismos detrás del avance de la palma en Perú, Colombia, Ecuador, Honduras, Costa Rica y Guatemala.
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Expansión y deforestación
Los efectos del avance de la palma en la salud de los bosques fue la primera señal de alarma. Solo en Indonesia, uno de los mayores productores de palma en el mundo, casi 24 millones de hectáreas de selva tropical fueron destruidas entre 1990 y 2015, según una investigación de Greenpeace que recoge datos oficiales del gobierno indonesio. El impacto negativo del cultivo en el ecosistema fue tan fuerte y visible, que importantes marcas comerciales como P&G y Nestlé tuvieron que comprometerse a usar aceite de palma sustentable, debido a la presión de organizaciones ambientales y de los propios consumidores. Otras, decidieron derechamente no usar aceite de palma en sus productos, como la cadena de supermercados del Reino Unido Iceland.