- La Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de los Murciélagos recomienda a los científicos suspender los trabajos de campo.
- Cinco científicos Latinoamericanos exponen sus temores, retos y posibilidades tecnológicas para realizar su trabajo post COVID-19.
Muchos proyectos científicos han quedado frustrados con la llegada del coronavirus. Para los investigadores de flora y fauna cuya vida estaba marcada por constantes salidas al campo, la presencia del COVID-19 significa un replanteamiento de su labor.
La inmovilización para enfrentar esta crisis sanitaria obliga a los científicos a permanecer lejos de los bosques y océanos. Sin embargo, la preocupación va más allá de los días de cuarentena que han decretado los gobiernos en muchos países del mundo.
Algunas asociaciones ya han lanzado una voz de alerta de los riesgos de la interacción que significaría tanto para los investigadores como para su objeto de estudio. Uno de estos gremios es la Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de los Murciélagos (Relcom).
En un comunicado, Relcom recomendó a los científicos que suspendan todo trabajo de campo, que involucre la manipulación de estos animales, mientras se hacen los estudios para determinar si los humanos pueden contagiar con el virus del SARS-CoV-2 a los murciélagos.
Mongabay Latam conversó con cinco científicos latinoamericanos que desarrollan sus investigaciones en la Amazonía y en el mar. Aunque aseguran que este tiempo de inmovilización servirá para terminar trabajos de gabinete pendientes, les preocupa la incertidumbre de saber cómo será su labor post pandemia.
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En busca de los jaguares
“Tenemos que inventarnos una nueva conservación”, dice Esteban Payán, director Regional para América del Sur de Panthera, organización dedicada a la protección de grandes felinos.
Para el científico colombiano dedicado al estudio del jaguar —especie emblemática de América Latina— cualquier salida al campo representa un riesgo, tomando en cuenta casos recientes como el del zoológico del Bronx, en Nueva York, Estados Unidos.
Payán se refiere, puntualmente, al caso de Nadia, una tigresa malaya (Panthera tigris jacksoni) que dio positivo al COVID-19 a inicios de abril.
Nadia y su hermana de nombre Azul, además de dos tigres de Amur o siberianos (Panthera tigris altaica) y tres leones africanos mostraron síntomas de COVID-19 como la tos seca. Debido a que se necesita aplicar anestesia general a los felinos para tomarles la prueba, el veterinario prefirió hacer el diagnóstico en un solo animal y dio positivo.
Esta es una de las razones por las que las salidas de campo, en el caso del proyecto que lidera Payán, se han suspendido más allá de que se levante o no la cuarentena. Al igual que los talleres y reuniones que tenían programados con las comunidades que viven en el área de trabajo. Por ahora, todas las coordinaciones se realizan por teléfono y mediante correo postal.
Un tema que preocupa al científico es el aumento de la caza ilegal de jaguares “Los cazadores furtivos están aprovechando que nosotros y nuestros colegas que trabajan en conservación estamos en casa. Ellos sienten que no hay quien los vea disparar ni quien los fiscalice”.
No ingresarán por ahora a territorios indígenas
“Trabajamos documentando el conocimiento tradicional y necesitamos el contacto directo con las personas”, dice Narel Paniagua Zambrana, la científica boliviana dedicada a investigar las plantas medicinales y a preservar el conocimiento que los pueblos indígenas tienen sobre ellas.
El trabajo de Paniagua se sustenta —en un 70%— en las salidas al campo y la colaboración directa con las comunidades locales. “Sería imposible continuar con mis investigaciones sin salir al campo”.
Sin embargo, lo que más le preocupa a la etnobotánica boliviana es la salud y seguridad de los pueblos indígenas. “Creo que mis riesgos son mínimos comparados con los que podrían tener las comunidades indígenas con las que trabajamos. Muchas poblaciones y grupos étnicos han desaparecido por enfermedades que hemos llevado los científicos”, agrega Paniagua en relación a una posible salida de campo en un escenario post COVID-19.
La científica, quien ha publicado varios libros sobre el uso de plantas medicinales en colaboración con pueblos indígenas, recuerda que cuando empezó la emergencia muchos científicos en todo el mundo estaban justamente aplicando para el financiamiento de nuevos proyectos. Paniagua, además, estaba por iniciar sus salidas de campo, pero todas ellas han sido canceladas por la crisis actual.
Por ahora, la investigadora se dedica a revisar y escribir los documentos académicos que muchas veces quedan pendientes por falta de tiempo.
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Una pausa en el trabajo de campo
El peruano José Luis Mena, director de la Iniciativa de Especies en WCS-Perú, tiene muchas interrogantes sobre cómo será el trabajo de campo para los científicos tras el levantamiento de la cuarentena.
“Lo que sucedió con la tigresa del Bronx deja muchas interrogantes y las instituciones académicas está sugiriendo limitar trabajo de campo”, menciona con relación al comunicado de Relcom. “Era obvio que podíamos transmitir a otros animales. Si además consideramos la pérdida de hábitat, la contaminación, la sobrepoblación, sería un problema añadir una enfermedad nueva con consecuencias que no tenemos la menor idea. Podemos contribuir con otra pandemia y ser un riesgo más para la fauna silvestre”.
Mena considera que mientras no exista una vacuna no se puede añadir un nuevo problema a los que ya tienen que enfrentar las especies silvestres. Cree que incluso las cámaras trampa podrían ser un vehículo de transmisión del nuevo virus.
“Es el momento de hacer una pausa y avanzar con el análisis de información de las investigaciones que hasta ahora no terminábamos”, agrega.
El trabajo fundamental de los científicos
Para el herpetólogo ecuatoriano Santiago Ron la pandemia causará múltiples efectos. “A corto plazo se anticipa una reducción en los fondos disponibles para investigación científica como producto de la crisis económica global. Un efecto probable a mediano y largo plazo es que haya una mayor inversión en ciencia y tecnología, en especial en el área de la salud”.
Cuando empezó la crisis, Ron debía iniciar un proyecto sobre conservación de anfibios con búsqueda de ADN ambiental de especies en peligro de extinción, proyecto que se ha quedado detenido. Por ahora —dice Ron— cuenta con varios proyectos que se basan en especímenes y muestras de genoma animal que colectó en el campo en el pasado.
“Puedo seguir trabajando en esas investigaciones sin ir al campo. Esto resalta la importancia de las biocolecciones para la investigación científica”, dice el herpetólogo para quien esta pandemia tiene un efecto positivo. El científico cree que la emergencia mundial ha evidenciado quienes hacen trabajos esenciales para la sociedad.
Es evidente el rol central de los científicos durante este período para orientar a la humanidad hacia la salida del laberinto del COVID-19. Su rol contrasta ampliamente con el de famosos y celebridades.
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Exploración en los océanos
“Dependiendo de cómo evolucione y se controle la pandemia, veo algunas potenciales modificaciones a las dinámicas a las que estamos acostumbrados los científicos, incluyendo los que hacen trabajo de campo”, dice Ximena Vélez Zuazo, Directora del Programa de Evaluación y Monitoreo de Biodiversidad Marina del Centro para la Conservación y Sostenibilidad del Smithsonian Conservation Biology Institute.
Entre estas modificaciones se pueden contemplar las reuniones científicas que contarán con una mayor audiencia virtual y quizás algunas migren completamente hacia estas plataformas. Con este cambio —dice la bióloga marina— se reducirá la huella de carbono que dejaban los científicos cuando realizaban viajes locales e internacionales para presentar y compartir sus trabajos.
Vélez-Zuazo también cree que se tendrá mayor cuidado con los protocolos de seguridad para realizar trabajo de campo, incluyendo pruebas previas de salud y control del número de personas en cada salida. “Son dos acciones concretas que personalmente estoy considerando en mi trabajo”.
Al igual que otros científicos, la bióloga marina señala que los estudios que realizan son una combinación de recolección de datos en campo y mucho trabajo de gabinete. “Esa parte no ha parado y es donde estamos invirtiendo todo el tiempo ahora”.
Pero el trabajo de campo no puede cancelarse del todo. Vélez-Zuazo explica que el monitoreo de la biodiversidad —que forma parte de la investigación que realiza hoy— tiene periodos mensuales, semestrales y anuales de investigación en campo y no hacerlo es prácticamente imposible. “Aún mantenemos sensores colectando datos en tiempo real remotamente, pero necesitan mantenimiento. Pronto se quedarán sin energía y sin memoria para continuar almacenando información”.
Una alternativa que considera la bióloga marina peruana para realizar investigaciones —sin salir al campo— es, precisamente, el uso de sensores remotos de bajo costo que pueden recolectar datos.
De hecho, ya se están discutiendo ideas de qué tipos de estudios deberían invertir en el desarrollo de sensores remotos, que envíen los datos en tiempo real y que minimicen la movilización de investigadores a campo. “Ya existen varios para las ciencias marinas, pero no son de bajo costo. Esto podría ser una oportunidad para llevar nuestra inventiva hacia este tipo de tecnologías”, concluye.
Imagen principal: trabajo de investigación en océanos. Foto: BMAP/CCS-SCBI.
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