- Un estudio científico demostró que solo un 4,5 % de las especies marinas que se han identificado en el Pacífico Sudeste tienen un código de barras genético confiable.
- Esta brecha entre la biodiversidad descrita y la información genética que existe, permite que ciertas especies se estén extinguiendo sin que ni siquiera lo sepamos.
El Pacífico Sudeste, es decir, la porción de este océano que baña las costas de Colombia, Ecuador, Perú y Chile es una de las menos conocidas en términos de biodiversidad. Para saber con mayor precisión qué tanto se conoce y qué es lo que se ignora de la vida marina en este lugar del planeta, un grupo de científicos se dio a la tarea de comparar el listado de especies identificadas por la ciencia en esta región con la información genética asociada a esta.
Lo que encontraron fue que de las 5504 especies que han sido identificadas y que figuran en la base de datos del Sistema de Información de Biodiversidad Oceánica (OBIS) para esta región —un repositorio global de reportes de especies marinas—, el 42% tiene un código de barras con su información genética registrado en la Barcode of Life Database (BOLD), un repositorio global de códigos de barra genéticos.
Pero al revisar más al detalle la información, los científicos se dieron cuenta de que muchos de esos códigos habían sido obtenidos a partir de muestras recogidas en otros lugares del mundo. Solo el 4,5% de las especies registradas para el Pacífico Sudeste tienen un código de barras que fue obtenido en esa misma región.
Raquel Siccha, jefa del proyecto de investigación, explica que a veces es posible cometer errores al identificar a una especie. Por ejemplo, dice, es posible pensar que un mismo tiburón habita tanto en el mar de Perú como en el de Sudáfrica porque morfológicamente son prácticamente iguales, pero en realidad se trata de especies distintas. La única forma de validar la información es con un análisis genético.
Al tener la mayoría de las especies del Pacífico Sudeste códigos de barras obtenidos en otros lugares del mundo “se asume que se trata de la misma especie, pero existe la posibilidad de que no lo sea”, dice la experta. En otras palabras, siguiendo con el ejemplo del tiburón, si el código de barras de la especie que habita en Perú se obtuvo de un animal muestreado en Sudáfrica, se asume que se trata de la misma especie de tiburón, pero existe la posibilidad de que no lo sea. La única manera de confirmarlo sería tener un código de barras obtenido de un animal muestreado en Perú. Pero eso solo se ha hecho con un 4,5 % de las especies identificadas en el Pacífico Sudeste.
“Yo no esperaba una cifra tan baja”, dice Jorge Ramírez, autor principal del estudio publicado en la revista Plos One. “Ese es el avance en codificación que tenemos nosotros en Sudamérica. Es muy poquito”, precisa el científico.
La gran brecha que existe entre los registros de especies y la información genética obtenida en el Pacífico Sudeste da cuenta de la importante necesidad de continuar catalogando la biodiversidad, señala el estudio, ya que podrían incluso extinguirse algunas especies que aún no se conocen. De hecho, “eso ya está pasando”, dice Ramírez, “ya estamos perdiendo especies que ni siquiera conocemos”.
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Las especies ocultas
“En general, los vertebrados tienen un porcentaje más alto de especies con códigos de barras”, detalla el estudio. Por ejemplo, el 14 % de los elasmobranquios, entre los que se encuentran los tiburones y las rayas, tienen un código de barras colectado en el Pacífico Sudeste. Los invertebrados, en cambio, como los artrópodos, donde se ubican más de mil especies entre ellas los moluscos, solo un 2,6 % tiene código de barras.
Según explica Ramírez, ello se debe a que existe un mayor interés comercial hacia los peces y, por lo mismo, el esfuerzo humano y presupuestario para realizar investigación está sobre todo puesto en esas especies.
Sin embargo, este grupo tampoco escapa a la falta de información ya que los investigadores observaron que existe en ellos una importante incertidumbre taxonómica. Eso quiere decir, explica Ramírez, que en algunos casos, como en el mero, por ejemplo, un pez muy consumido en el Perú, solamente existe una especie descrita y, sin embargo, existen varios tipos de mero. “Los meros se parecen demasiado entre ellos, entonces una persona no especialista probablemente no pueda diferenciarlos. Como no hay suficientes taxónomos, en muchos grupos es fácil equivocarse”, explica Siccha. “También puede ocurrir, precisa, que haya una especie que nadie conozca, que nunca ha sido descrita y que es tan parecida morfológicamente a otra especie que es ingresada de manera incorrecta”.
En el caso de los invertebrados la situación es aún más crítica pues “más del 85% de los registros fueron clasificados como procedimiento inadecuado o con datos deficientes para el código de barras de ADN”, detalla el estudio.
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Falta de presupuesto, interés y especialistas
En una entrevista con Mongabay Latam, la ecóloga molecular Ximena Vélez-Zuazo explicó por qué es importante entender la genética de las especies para poder conservarlas. Una de las razones es que a partir de ello es posible saber “cómo la reducción de la diversidad genética en una especie o población particular afecta su capacidad para adaptarse a cambios, para reproducirse con éxito y, por ende, cómo afecta su supervivencia en el largo plazo”.
Sin embargo, a pesar de que el código de barras de ADN es una herramienta poderosa para estudiar la biodiversidad y puede ayudar a incrementar el conocimiento de las especies marinas en esta poco conocida región del Pacífico, esta investigación pone en evidencia la poca frecuencia con la que se aplica.
La razones son varias. Por una parte, Ramírez señala que “probablemente haya una falta de interés político de nuestros países en invertir en este tipo de ciencia”, es decir, en una más enfocada al conocimiento de la biodiversidad que a intereses productivos. Por lo mismo, “conseguir financiamiento (para realizar estudios genéticos) puede ser difícil”, dice el científico.
Otro punto importante, agrega Siccha, es que “existe un déficit de taxonomistas”. De hecho “son contados con los dedos de las manos”, precisa Ramírez, por lo que, en opinión de ambos científicos, es urgente motivar a los nuevos profesionales que se están formando para que se especialicen en esa área y así poder avanzar en el conocimiento de la biodiversidad marina.
A todo esto se suma el hecho de que “la catalogación de la riqueza taxonómica en estas regiones se ve aún más desafiada por la creciente dificultad de detectar especies que pueden estar ya siendo desplazadas por el cambio climático o diezmadas por la sobreexplotación y la pérdida de hábitat”, señala el estudio.
Incrementar los muestreos, el número de especialistas taxonómicos capacitados y las instalaciones de laboratorio es urgente para poder saber qué especies habitan en el Pacífico Sudeste, cuáles han desaparecido y poder así dirigir esfuerzos a la conservación de la biodiversidad amenazada.
*Imagen principal: foto de archivo de anémona no retráctil retroliluminada, Melimoyu, Chile. Foto: Fundacion MERI-Eduardo Sorensen
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