- Los taladores ilegales, el ingreso de ganado caprino y los incendios forestales amenazan la integridad del Área de Conservación Privada El Cañoncillo y otros bosques secos de la costa norte peruana.
- De acuerdo con un estudio, el 95 % de área que históricamente estuvo cubierta por bosques secos en el país ha desaparecido por la sobreexplotación de sus recursos.
Segundo Valera camina por los senderos del bosque El Cañoncillo mientras los intensos rayos de sol queman su rostro. Busca refugio bajo algún algarrobo, pero el bosque es cada vez menos denso y encontrar sombra más difícil. Mira a su alrededor y confirma que el paisaje no es el mismo de antes. Los árboles ya no son verdes. Sus hojas secas se aferran a las copas con la poca fuerza que les queda. Las dunas están cubiertas por un manto gris formado por las cenizas del último incendio forestal que hubo en la zona. La laguna que en algún momento fue el atractivo turístico más importante de este bosque, considerado el último bosque seco del departamento de La libertad, en la costa norte de Perú, se ha secado casi por completo.
Recuerda también con nostalgia la época en la que el follaje de los árboles era tan tupido que los rayos del sol no lograban penetrar el dosel, aquel tiempo en el que el mayor temor de los locales era perderse en los senderos del bosque, no que el bosque se perdiera.
Fue en el 2004 que el bosque seco El Cañoncillo fue declarado área de conservación privada y la Cooperativa Agraria de Usuarios Tecapa (CAU Tecapa) asumió el compromiso de conservarlo. Sin embargo, Segundo Valera, secretario del consejo de la cooperativa, cuenta que cada vez es más difícil protegerlo de los traficantes de madera que se las ingenian para talar los árboles.
“La directiva ha estado haciendo operativos a los taladores pero el bosque es grande”, cuenta Valera. Explica además que, antes de la pandemia, había un guardia encargado de cuidar el área, y los socios formaban brigadas que salían al bosque con el fin de contrarrestar la tala. Sin embargo, tras la pandemia nadie quiso ir al bosque nuevamente. “El bosque está cerrado hace más de un año”.
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Un bosque seco que resiste
El Área de Conservación Privada Bosque Natural El Cañoncillo (ACP El Cañoncillo) es hogar de antiguos algarrobos que se han mantenido en pie frente a las diversas amenazas que acechan este ecosistema. Valera explica que el bosque sufre la presión de los locales que necesitan de él para subsistir.
El secretario de la CAU Tecapa enumera a los principales enemigos del área protegida. Primero menciona a los taladores ilegales que extraen la leña de algarrobo para cocinar sus alimentos, pero sobre todo para atender la demanda de los negocios locales. Luego habla de los criadores de cabras que alimentan a sus animales con los brotes de algarrobo y otras plantas, lo que no permite que el bosque se regenere. Y, finalmente, incluye entre las amenazas a los apicultores o criadores de abejas. Aunque asegura que no deberían representar un riesgo, pues solo ponen sus colmenas en los árboles, explica que al momento de extraer la miel encienden fuego para espantar a las abejas y, muchas veces, olvidan apagarlo, lo que genera incendios forestales.
Reynaldo Linares es miembro fundador de Dryflor, una red que congrega investigadores y especialistas con el objetivo de promover la conservación de los bosques secos en América Latina. Para Linares, los problemas que enfrenta el bosque El Cañoncillo son similares a los de la mayoría de bosques secos de Perú.
El especialista explica que el problema de fondo está asociado a lo que él llama “ceguera hacia los biomas”. Explica que “si uno le pregunta a las personas qué tipos de bosques conocen, la respuesta en muchas partes del mundo será casi siempre los bosques amazónicos”.
Los bosques secos, según Linares, no reciben la misma atención que los amazónicos, a pesar de estar igual o más amenazados. Y esto lo confirma con una cifra preocupante: “En Perú, el 95 % de área que históricamente estuvo cubierta por este tipo de bosque ha desaparecido”. Esta pérdida, explica, está asociada a la sobreexplotación de sus recursos.
El investigador menciona que los bosques secos están entre los ecosistemas con menor protección en el país. “Casi un quinto del territorio peruano es conservado dentro de las áreas naturales protegidas. Sin embargo, si vamos al detalle de qué ecosistemas se están protegiendo, aproximadamente el 80 % son bosques amazónicos.”
El biólogo Luis Pollack ha realizado varias investigaciones dentro de la ACP El Cañoncillo, específicamente relacionadas a aves y al cañán, un reptil emblemático en la zona.
Pollack comenta que a través de los años ha notado que “las poblaciones de aves han disminuido”. El investigador explica que esta caída está asociada a que algunos taladores ilegales hacen un ruido insoportable con sus motosierras, lo que termina espantando a las aves; también a que dentro del bosque existían tres lagunas y hoy una de ellas se ha secado casi por completo. “Esto ha afectado a las especies de aves acuáticas, como el águila pescadora. Antes la veíamos siempre, últimamente solo hemos registrado tres individuos”.
En el caso de los cañanes, si bien aún se pueden ver varios ejemplares, la cantidad no es la misma de antes, según Pollack. “Hay menos cañanes y cada vez de menor tamaño”. Esto puede estar asociado, según el biólogo, a que las vainas del algarrobo forman parte de la dieta del reptil, y su fuente de alimento ha disminuido. Por otro lado, los pobladores locales suelen cazar este animal y lo utilizan para preparar ceviche y otros platos. Pollack cuenta que “en el 2018 el gobierno regional publicó una ordenanza que prohíbe la caza del cañán y promueve la protección del bosque.” Sin embargo, los locales siguen consumiéndolo por ser una práctica tradicional.
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Alerta en El Cañoncillo
Marvin Sánchez visitó el bosque El Cañoncillo por primera vez en 1999 y se enamoró del lugar. Años más tarde, desde el cargo de delegado provincial del Instituto Nacional de Cultura de Pacasmayo, provincia a la que pertenece el área de conservación privada, asumió la defensa del ACP.
El exfuncionario cuenta que durante su gestión empezó a defender el área por un tema cultural, pues dentro de ella existen restos arqueológicos que se estaban degradando debido a las incursiones de los taladores. Sin embargo, poco a poco empezó a interesarse más por las consecuencias que el bosque y las tres lagunas que existen dentro de él sufrirían de continuar las actividades ilegales.
Cada año que pasaba, Sánchez notaba que el bosque se degradaba un poco más. “El bosque —explica Sánchez— se ha ido abandonando. Ha habido dejadez por parte de las autoridades y la CAU Tecapa no tiene los fondos para administrarlo.”
Estima que de las 664 hectáreas de bosque que existían dentro del lugar cuando este se declaró área de conservación privada, solo quedan unas 500.
Esto lo impulsó a buscar una salida. “Creé un grupo de Whatsapp e incluí a representantes de autoridades locales y especialistas en el tema” con el objetivo, dice Sánchez, de organizar un grupo para visitar El Cañoncillo y verificar el estado real del bosque.
La salida a campo se realizó el 11 de febrero de 2021. Marvin Sánchez confirmó una vez más que el estado del bosque es preocupante. Las lagunas están casi secas y gran parte de los bosques han sido talados y quemados. Además, la mayoría de los árboles que se han logrado conservar, han sido atacados por una plaga, por lo que sus copas se ven secas.
Sánchez cuenta que “las personas del área dicen que el bosque les da combustible y leña para poder cocinar.” Sin embargo, cree que en muchos casos las personas venden la leña que extraen a panaderías de San Pedro de Lloc y Pacasmayo. Agrega que antes de la pandemia, los pobladores de la zona eran empleados en actividades relacionadas al cultivo de arroz. “Durante la pandemia ha habido un desempleo muy grande y la tala indiscriminada ha aumentado aún más”, comenta.
El exfuncionario ha decidido crear un comité de gestión integrado por la CAU Tecapa y otras instituciones —como la comunidad campesina de San Pedro, los municipios locales y expertos en este tipo de ecosistemas— para salvar el ACP.
“El único objetivo del comité de gestión será restaurar, conservar y poner al bosque Cañoncillo a buen recaudo”, comenta.
Raúl Cribilleros, director de la Agencia Agraria de Pacasmayo, un órgano descentralizado que representa a la Gerencia Regional de Agricultura La Libertad en la provincia, también participó en la visita a la ACP El Cañoncillo. Su oficina tiene entre sus funciones regular el adecuado aprovechamiento de los productos forestales y maderables de la provincia a través de operativos inopinados, desarrollar programas de fortalecimiento de capacidades y organizar actividades para sensibilizar a las poblaciones en temas de caza furtiva y tala indiscriminada.
Cribilleros cuenta que conoció El Cañoncillo hace 28 años. Durante su visita el pasado febrero le sorprendió lo mucho que ha cambiado el área en este tiempo. “Las lagunas se han secado y los bosques han disminuido”, comenta. Detalla que durante el recorrido, encontraron machetes y otras herramientas que son usadas por los taladores, así como ramas que él asegura habían sido taladas la noche anterior a su visita. También le llamó la atención encontrar cascajos de bala en el suelo, lo que evidencia la caza indiscriminada que se da en el lugar.
Como agencia, dice el funcionario, han hecho lo “humanamente posible” para frenar la deforestación en El Cañoncillo, sin embargo, señala que no cuentan con el apoyo logístico ni los recursos humanos para detener el problema. “De manera inmediata, para controlar a estas personas, necesitaríamos apoyo tanto logístico como inmobiliario. Necesitaríamos, por ejemplo, una camioneta y motocicletas para poder hacer las actividades conjuntas con la policía forestal y la policía local”, señala la autoridad.
Precisa que en su oficina solo laboran tres personas y que no solo ven temas relacionados a los recursos naturales.
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La ruta para salvar los bosques secos
Segundo Valera cuenta que los integrantes de la CAU Tecapa están buscando alternativas para recuperar el bosque. Menciona que se han aliado con Carlos Urquizo, un empresario turístico de la zona y uno de los ganadores del fondo Turismo Emprende del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. Él ganó el financiamiento con un proyecto que tiene como objetivo reforestar una hectárea de El Cañoncillo de manera simbólica, para realizar actividades de educación ambiental. Actualmente, el empresario y expertos han iniciado la reforestación junto a miembros de la cooperativa.
Reynaldo Linares asegura, con respecto a la recuperación de los bosques secos, que “no hay una solución fácil. Se requiere una serie de estudios socioeconómicos para determinar alternativas a las actividades de agricultura o de forestería tradicionales que existen en la costa norte”.
Otro de los puntos que deberían considerarse, indica el científico de la red Dryflor, es cómo lidiar con eventos extremos como el Fenómeno de El Niño. Para algunas personas, explica, este puede ser sinónimo de desastre, pero “yo creo que para los bosques secos, particularmente, es sinónimo de vida, de recuperación y resiliencia”.
Los eventos de El Niño, continúa Linares, le dan una inyección de vitalidad a los bosques secos. Primero, evitan el ingreso de las personas al bosque, pues todo está inundado y, en segundo lugar, recargan la cantidad de agua que tienen estos ecosistemas para poder recuperarse.
Para el investigador, la conservación de los bosques secos debe estar entre las prioridades en el país. “Hay una serie de razones históricas por las que estos bosques son importantes. Son el origen de la interrelación del hombre de la costa con sus ecosistemas aledaños, pero también han sido el origen de muchos cultivos que ahora usamos comúnmente, como el algodón nativo”, precisa, y añade que no debemos olvidar que estos ecosistemas son únicos a nivel global. “No los vas a encontrar en ningún otro lugar del mundo”.
El ingeniero geógrafo Zaniel Novoa, quien ha realizado varias investigaciones en El Cañoncillo y en zonas aledañas, opina que conservar el bosque es vital tanto para los agricultores del área como para las familias que viven cerca a él.
“El Cañoncillo es un arenal cubierto por algarrobos,” dice Novoa. Explica que los árboles son los que permiten estabilizar las dunas y agrega que en Jatanca, por ejemplo, un centro poblado cercano a El Cañoncillo, las personas cuentan que después de haber talado sus bosques sus terrenos de cultivo y sus casas se llenaron de arena debido al viento.
Segundo Valera está pensando en alternativas que en el corto plazo puedan ayudar a recuperar el estado de El Cañoncillo. Lo primero que la cooperativa quiere es realizar la limpieza de una de las lagunas que ha sido invadida por la hinea (Typha angustifolia), una herbácea que ha logrado secar el espejo de agua. Para esto necesitan de maquinaria, pero no cuentan con los fondos para alquilarla. “Necesitamos ayuda por parte de la región”, reclama.
Autoridades como Cribilleros opinan que El Cañoncillo “es una propiedad privada y eso impide que instituciones como municipalidades o gobiernos regionales puedan realizar proyectos de importancia económica que ayuden a reflotar este atractivo turístico”. Sin embargo, este es uno de los últimos bosques secos costeros que aún existen en Perú y la CAU Tecapa espera que tanto instituciones públicas como privadas apoyen en la recuperación de este importante ecosistema.
Valera se sienta al lado de lo que queda de una de las lagunas de El Cañoncillo. Recuerda cuando esa misma laguna era visitada por decenas de niños de colegios de la región que se bañaban en sus aguas y aprendían sobre el bosque seco, y la importancia de su conservación. A pesar de que sabe que no será fácil, espera pronto poder ver el bosque lleno de vida nuevamente y que este lugar sea un ejemplo de conservación en la región y en el país.
Imagen principal: Marvin Sánchez y una autoridad caminan sobre lo que antes era una laguna. Foto: Archivo de Marvin Sánchez.
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