- Entre los departamentos de Chuquisaca y Tarija se encuentra el cañón del Pilaya, el sexto más profundo del mundo, que será inundado en parte por un proyecto hidroeléctrico.
- Las comunidades temen perder sus tierras de cultivo y ser desplazadas.
En el Cañón de pilaya, que con sus 3030 metros de altura es el sexto más profundo del mundo, se pretende instalar un megaproyecto hidroeléctrico que generará 1842,8 gigavatios por hora (GWh). Esa cantidad equivale a la cuarta parte de energía que consume actualmente Bolivia, aunque la totalidad de ella será exportada.
A nivel nacional la promesa del Gobierno es que este megaproyecto hidroeléctrico, llamado El Carrizal, se constituirá en una fuente de ingresos para el Estado. También es presentado como una solución al problema de la sequía ya que el agua del río Camblaya, que corre en el fondo del cañón y que se acumulará en el embalse de 1334 hectómetros cúbicos (hm3), lo que equivale aproximadamente a 453 600 piscinas olímpicas, se utilizaría para regar.
Sin embargo, son diversas las controversias que rodean a este proyecto. En primer lugar, expertos aseguran que su construcción implicaría inundar ciertas comunidades y los terrenos agrícolas que son el sustento de sus habitantes. También señalan que en la práctica no sería factible convertir el proyecto en una fuente para el riego, pero además, la información sobre los impactos ambientales no ha sido socializada. Nadie sabe con certeza, ni siquiera los habitantes afectados, qué será de sus pueblos, ni del Cañón del Pilaya ni de la biodiversidad que existe en él.
Posibles inundaciones
Los habitantes de la comunidad de Camblaya, en el municipio de Villa Abecia del departamento de Chuquisaca, temen que sus viviendas, la escuela y la tierra cultivable ubicada en las riberas del río del mismo nombre queden bajo el espejo de agua de 45 kilómetros de longitud que se formará con el embalse del proyecto. Aunque los temores de los vecinos no han sido confirmados por las autoridades, tampoco han sido desmentidos.
El ingeniero hidráulico, Jaime Villena Morales, quien fue Director del departamento de ingenierías y ciencias exactas de la Universidad Católica Boliviana de Tarija, y que debido a su experiencia realizando análisis hidrológicos e hidráulicos fue miembro del Panel de Asesores Para la Investigación en Estructuras e Hidráulica del Departamento de Transporte de Texas (EE.UU.), prevé que todo lo que esté por debajo de los 2260 metros pueda inundarse río abajo. Eso incluye a la comunidad de Camblaya, pero también a Los Sotos, Pioca y Molle Aguada, donde el 30 % de las tierras cultivables se inundarían.
Según un documento de consulta pública de la Empresa Nacional de Electricidad (Ende), 14 son las comunidades que se ubican dentro del área de influencia del proyecto. De ellas, al menos seis están en la zona del embalse aunque no se precisa cuál será específicamente el impacto en cada una. Sin embargo, la empresa sí reconoce en el documento que el proyecto afectará propiedad privada, infraestructura productiva y actividades de agricultura y fruticultura.
Según el documento de Ende, para compensar los impactos en los cultivos y áreas de pastoreo se prevé la “reubicación de cultivos, habilitando parcelas productivas en otras área de la misma comunidad, barreras de protección previa evaluación técnica, e indemnización previo avalúo técnico’’.
“Aquí sacamos tres cosechas al año en la comunidad de Camblaya, entonces es imposible aceptar la inundación”, dice Juan Velásquez, dirigente de la comunidad de Camblaya. “Sería como si nos estuvieran quitando el pan de la boca”, agrega.
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Un proyecto de riesgo poco realista
El Carrizal es presentado, en el departamento de Tarija, como una solución integral al problema de la sequía en sus provincias más golpeadas: Méndez, O’Connor y Gran Chaco. De hecho, el Gobierno Regional del Chaco, al cual pertenece Tarija, resalta en su sitio oficial que este proyecto “dará una salida definitiva al tema agua”.
El plan, según indica un informe del Gobierno Regional del Gran Chaco, es que las aguas que salgan del embalse sean derivadas al río Pilcomayo incrementando “sustancialmente” su caudal. Luego, según explicó en enero de 2019 el secretario de Medio Ambiente del Gobierno Regional del Gran Chaco, Gilmo Cardozo, se construirían canales en ambas márgenes del río Pilcomayo para que las aguas sean conducidas hacia las diferentes comunidades a través de ductos y sistemas de distribución.
A pesar de todas esas declaraciones, el diseño del proyecto —que es realizado por la empresa Asociación AH Carrizal— no incluye el componente riego.
Para el ingeniero ambiental Iván Arnold Torrez, director de la fundación Naturaleza, Tierra y Vida (Nativa), la idea de que el proyecto sirva como un método de riego no es realista. Según explica, los ríos San Juan del Oro, Camblaya y Pilcomayo, que están conectados entre sí, son “difíciles” de contener por la cantidad de sedimentos que tienen.
De hecho, esa es la razón por la que en la región del Chaco las aguas del río Pilcomayo no se usan para el riego. De hacerlo, los canales “se colmatarían”, dice Arnold.
Además, las tierras cultivables están a mayor altura del cauce del río y es muy difícil transportar el agua por canales o tuberías en medio de esas montañas empinadas, asegura Gustavo Sanabria, docente de la Carrera de Ingeniería Civil de la Universidad San Francisco Xavier de Sucre (USFX).
Por otra parte, expertos sostienen que es probable que las aguas del río Camblaya estén contaminadas con la producción minera del sur de Potosí. Apolonia Rodríguez, directora de la Carrera de Ingeniería Ambiental de la USFX de Sucre, señaló en su tesis de maestría en 2008 que en diferentes afluentes del río Camblaya “se puede evidenciar que existe contaminación por arsénico, cadmio, antimonio, plomo”.
Casi 13 años después, Rodríguez mantiene la postura de que las aguas del río “no son aptas para el riego”, porque aunque no hay estudios recientes, en cuanto a la explotación minera en el país “seguimos igual o quizá ha empeorado”, dice la experta.
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Impactos ambientales no medidos
El dirigente de la comunidad Los Sotos, Ciro Rengifo, asegura que “el Gobierno no ha hablado de manera clara”, que no han recibido ninguna información y que nadie les ha dicho qué pasará con aquellos que pierdan sus tierras de cultivo.
Además, la información sobre el impacto ambiental que tendrá el proyecto no ha sido pública.
Wilfredo Aguirre, quien fue alcalde de Culpina entre 2015 y 2020, asegura que en los talleres de socialización del proyecto, el área social de la empresa AH Carrizal les habló del impacto ambiental, pero solo con el anuncio de que iban a realizar un estudio, es decir, “nunca” les comunicaron los resultados, admite la exautoridad.
Pablo Avilés Pérez, por su parte, quien fue secretario de medioambiente de la Gobernación tarijeña hasta el 7 de mayo de 2021, respondió que respecto a los impactos ambientales del proyecto “desconoce” el tema.
Arnold aclara que, además, hasta ahora no existe un estudio que especifique qué especies, tanto animales como vegetales están presentes en esa zona, por lo que no es posible saber con precisión cuáles serán los impactos medioambientales que acarrearía la construcción del proyecto.
Aun así, ciertas consecuencias son posibles de prever. En el Cañón de Pilaya habita el oso andino (Tremarctos ornatus). También es hogar del cóndor andino (Vultur gryphus), que al igual que el oso, se encuentra en la categoría de Vulnerable en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En su documento de consulta pública, Ende identifica de manera general los potenciales impactos ambientales del proyecto entre los que se encuentran la “generación de gases de efecto invernadero por descomposición de material vegetal en el embalse, pérdida de cobertura vegetal, perturbación de fauna acuática, posibles cambios micro climáticos menores en el área del embalse’’, entre otros.
Por ahora, el destino de este importante lugar para la conservación de especies que se encuentran amenazadas de extinción es un secreto guardado bajo llave.
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Imagen principal: Cultivos en el municipio de Villa Abecia. Foto: Jesús Vargas
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