- Un total de 19 ejidos y dos pequeños propietarios, pioneros en el aprovechamiento forestal en el centro del país, ahora incursionan en la venta de bonos de carbono.
- Los integrantes de la Asociación de Silvicultores de la Región Forestal Pachuca-Tulancingo A.C. vendieron a una empresa estadounidense los bonos por la captación de carbono en 22 mil hectáreas de bosques.
- Desde hace poco más de 30 años, estos ejidos realizan un aprovechamiento sustentable de sus zonas forestales.
Rodolfo Olvera Reyes mira con orgullo el bosque que su comunidad procura desde hace poco más de tres décadas. Esos pinos y encinos que dominan el paisaje le ha permitido a él y a sus vecinos tener agua, leña y trabajo. Hace un año, los habitantes de estas tierras descubrieron que también podían recibir una compensación económica por garantizar la permanencia de esta zona forestal y con ello contribuir a la mitigación del cambio climático.
Este bosque se encuentra en el territorio comunitario del ejido Sabanetas, en el municipio de Singuilucan, a poco más de dos horas de la Ciudad de México. Pese a su cercanía con una de las áreas metropolitanas más grandes del país, en esta región serrana del estado de Hidalgo lo que más se mira son pinos.
Esos árboles crecen gracias a que el ejido Sabanetas, como otros más de la región forestal de Hidalgo, apostaron hace poco más de tres décadas por el aprovechamiento forestal comunitario, es decir manejar sus bosques en forma sostenible, obtener recursos económicos de ellos —a través de la producción de madera o el ecoturismo— y, al mismo tiempo cuidarlos para asegurarles un futuro.
Así como estos ejidos del sureste de Hidalgo fueron precursores del manejo forestal comunitario en el centro del país, ahora son de los primeros en la región en ingresar al mercado de bonos de carbono, un mecanismo internacional creado para que diversos actores, sobre todo empresas, puedan compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
En 2021, el ejido Sabanetas junto con 18 ejidos más y dos pequeños propietarios, consiguieron que una empresa californiana, dedicada a la fabricación de equipos de aire acondicionado, les comprara los bonos que emitieron por la captación de dióxido de carbono (CO2) que realizan 22 mil hectáreas de bosques que estas comunidades conservan.
“Nunca pensé que la conservación del bosque pudiera brindarnos apoyos económicos”, dice Rodolfo Olvera Reyes, presidente de bienes comunales del ejido Sabanetas, mientras camina por la zona donde ahora la comunidad realiza aprovechamiento maderable. “¿Lo más difícil de cuidar un bosque? No le veo complicación, el beneficio es recíproco. Conservamos nuestras especies y obtenemos una ganancia’’.
El dinero que los ejidos obtuvieron por el primer año de venta de los bonos de carbono ha sido utilizado para la recuperación de áreas forestales dañadas por incendios, la construcción de auditorios y oficinas ejidales, así como para las labores de monitoreo y saneamiento del bosque.
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Unirse para hacer silvicultura comunitaria
Para llegar al ejido de Sabanetas es necesario recorrer durante, por lo menos, 20 minutos una brecha de terracería. En ambos lados de ese camino lo que más hay son árboles; la mayoría de ellos son pinos jóvenes que no tienen más de diez o 15 años de vida.
Buena parte de esos árboles han sido sembrados por los habitantes de los ejidos forestales que se encuentran en esta región, entre ellos Sabanetas. Esas reforestaciones son parte de los trabajos que realizan estas comunidades desde hace 35 años, cuando decidieron organizarse para tomar el control de los bosques que antes explotaban compañías inglesas.
Higinio Romero Hernández tiene 72 años y es presidente del consejo de vigilancia del ejido Sabanetas. Él vive muy cerca del lugar en donde aún están las ruinas de lo que fue la hacienda de la familia inglesa que manejaba este bosque y que, incluso, tenía un aserradero. ”Mi papá —recuerda— me platicaba que había vías por donde entraban plataformas para cargar la madera hacia las minas en la zona de Pachuca”.
La Ley Forestal de 1986 suspendió el sistema de concesiones forestales privadas que prevaleció en México durante varios años; eso abrió el camino para que las comunidades pudieran hacerse cargo del manejo de sus bosques y crear sus propias empresas forestales.
En el estado de Hidalgo, los primeros en organizarse fueron un grupo de pequeños productores del municipio de Acaxochitlán, a ellos se unieron otras comunidades que comenzaron a trabajar juntas en 1988 y formaron la Asociación de Silvicultores de la Región Forestal Pachuca-Tulancingo A.C, entidad prestadora de servicios técnicos que hoy agrupa a 33 ejidos y 120 pequeños propietarios.
Aunque en Hidalgo los ejidos no tienen más de dos mil hectáreas —pequeños en comparación con las comunidades forestales de estados como Chihuahua, Durango y Michoacán—, las comunidades que conforman la Asociación de Silvicultores han logrado consolidar sus iniciativas de aprovechamiento forestal.
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Además de realizar aprovechamiento maderable, varios de estos ejidos ya han diversificado sus actividades; algunos cuentan con proyectos ecoturísticos, sobre todo en la región de Mineral del Monte y de Huasca. Otros, como el Nopalillo, también producen hongo blanco y laurel.
La apuesta más reciente en la que se embarcaron 19 ejidos que forman parte de la asociación fue ingresar al mercado de bonos de carbono. El ingeniero forestal Ángel López Barrios, director técnico de la Asociación de Silvicultores comenta que, al principio, los ejidatarios no entendían muy bien el significado de los bonos de carbono, no les quedaba muy claro por qué les iban a pagar: “Al realizar la primera venta, su percepción cambió”.
Garantizar la conservación del bosque
El ejido Sabanetas es una de las 19 comunidades de Hidalgo que ya recibió el primer pago por la venta de bonos de carbono. Parte del monto se repartió entre los 58 ejidatarios y el resto se invirtió en las labores de cuidado de las 900 hectáreas que tienen de bosque, entre ellas un área en donde hay una pequeña población de oyameles (Abies religiosa), y que la comunidad decidió mantenerla como zona de conservación.
“Como ejidatario, me pareció un proyecto magnífico y favorable para el bosque”, dice Rodolfo Olvera Reyes cuando habla de su ingreso a los mercados de bonos de carbono.
En esta comunidad, las áreas que se registraron como parte del proyecto de bonos de carbono son aquellas en donde, en el pasado, se realizó aprovechamiento maderable y después se reforestó; aquellas zonas donde ahora crecen los árboles jóvenes que se plantaron hace diez o 15 años.
“Las áreas que tenemos destinadas para el proyecto de carbono son las de conservación, pues son aquellas que no podemos intervenir bajo ninguna circunstancia’’, explica el ingeniero Ángel López Barrios.
La captura de carbono —resalta el director técnico de la Asociación de Silvicultores— es un plus del aprovechamiento forestal. Para verificar los alcances del proyecto, en los 19 ejidos se establecieron 62 sitios de monitoreo y se designó a un coordinador encargado de realizar visitas cada dos o tres meses para evaluar el crecimiento y la sanidad de los árboles.
Todos los bosques son distintos y tienen capacidades específicas de crecimiento. En el caso de las zonas forestales de la región Pachuca-Tulancingo, el ingeniero Ángel Barrios explica que los estudios que han realizado muestran que, en promedio, pueden absorber cuatro o cinco toneladas de carbono por hectárea. Esta capacidad de retención se deberá cuantificar cada seis años.
La venta de bonos de carbono es “un pacto que garantiza la permanencia de los ecosistemas”, considera el director técnico de la Asociación de Silvicultores . “La comunidad —explica— está comprometida a mantener y a mejorar la cobertura arbórea por un periodo de 30 años, en el caso de los ejidos, y 100 años en el caso de pequeñas propiedades”.
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Vivir por y para el bosque
Además de su entrada al mercado bonos de carbono, el ejido Sabanetas realiza labores de aprovechamiento maderable. En el bosque de esta comunidad abundan especies como el Pinus patula y el Pinus montezumae. Después de realizar estudios técnicos, se seleccionan aquellos árboles que deberán ser cortados y los que permanecerán en pie para que sirvan como semilleros y contribuyan en la regeneración natural del bosque.
En la temporada de corta se generan cerca de 60 empleos; quienes participan en esta labor son los propios ejidatarios o gente de la comunidad a quienes se contrata para cortar, recolectar, apilar los troncos y organizarlos de acuerdo con su grosor y tamaño. “En promedio, el ejido vende entre 1,500 y 1,600 metros cúbicos de madera en rollo anuales”, explica el ejidatario Rodolfo Olvera.
‘’Nosotros invitamos a los compradores a venir a nuestro ejido. Realizamos la venta a través de una subasta a principios de año, entre enero y febrero”, explica el presidente del comisariado ejidal y narra con emoción su última venta, ya que el ejido consiguió que se pagara la madera a un mejor precio que el obtenido por otras comunidades.
Entre sus planes a futuro, los ejidatarios hablan del bosque como una prioridad: “Sobrevivimos gracias al monte, lo cuidamos y él nos cuida, es vida, son nuestros pulmones, algo que debemos de cuidar y conservar’’, dice Higinio Romero.
Un hogar en llamas
En 2017, uno de los años más críticos que ha tenido México cuando se habla de incendios forestales, el fuego arrasó con 85 hectáreas de bosque del ejido Sabanetas. ”Desafortunadamente nos llegó un viento muy fuerte que extendió el fuego hasta la copa de los árboles y no encontrábamos la manera de detenerlo’’, cuenta Higinio Romero, presidente de vigilancia.
En ese entonces, los ejidatarios decidieron invertir las ganancias de la venta de madera en la restauración del bosque. “Aprendimos lo que en realidad cuesta un incendio de esa magnitud. Nos puso muy tristes ver las condiciones en las que quedaron los árboles, pero es una experiencia que nos hace mejores cada día’’, menciona Rodolfo Olvera.
Para prevenir nuevos incidentes en sus bosques, los pobladores organizan brigadas de vigilancia durante la temporada de estiaje: todos los días realizan rondines en el territorio, supervisan que no exista presencia de incendios en ejidos cercanos y, en caso de presentarse alguno, colaboran con las otras comunidades ejidales para evitar que el fuego se extienda.
“Nosotros lo llamamos ‘brigada de prevención de incendios’ y sabemos que es parte de nuestras obligaciones con el bosque. Lo hacemos sin esperar un salario a cambio. Cada año nos organizamos con base en un calendario de actividades en el que las rondas de seguridad se realizan a diario, de febrero a junio”, explica el presidente del comisariado ejidal.
En el 2020, el ejido Emiliano Zapata —vecino a Sabanetas— padeció también los estragos de un incendio: 32 hectáreas de su bosque fueron consumidas por el fuego en menos de seis horas. En esa zona aún realizan acciones de recuperación del bosque.
Los ejidatarios de Emiliano Zapata —que tienen 600 hectáreas de bosque comunitario— también decidieron entrar al mercado de bonos de carbono. En su caso, el dinero que recibieron por este proyecto lo han destinado a la regeneración del bosque. “Al principio pensamos que era puro cuento”, confiesa Lázaro Téllez, presidente del consejo de vigilancia del ejido. Ahora, menciona, esos recursos “nos han ayudado a priorizar actividades como la reforestación’’.
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Recursos para fortalecer el ecoturismo
El estado de Hidalgo esconde secretos dentro de sus fronteras y aunque representa solo el 1.1% del territorio nacional, ocupa el tercer lugar en superficie de bosques de niebla en el país, de acuerdo con la Estrategia de Conservación y el Uso Sustentable de la Biodiversidad de Hidalgo (ECUSBEH). Su diversidad biológica se debe, en gran medida, a la posición privilegiada en la que se encuentra, pues en su región convergen la Sierra Madre Oriental, la Faja Volcánica Transmexicana y el Altiplano Mexicano.
A tan solo 120 minutos de la Ciudad de México y, a una altitud de 3 mil 240 metros sobre el nivel del mar, se encuentra un bosque que resguarda un importante yacimiento de obsidiana, roca formada por el súbito enfrentamiento de lava volcánica.
De pie en el Cerro de las Navajas, cuyo nombre proviene de su riqueza en obsidiana, frente a los restos de lo que alguna vez fue un mirador de madera, y desde donde se aprecia la magnificencia de los bosques de esta región de Hidalgo, se puede sentir como el viento moja la cara.
Al transitar por los senderos de esta zona forestal se miran pequeñas y escurridizas liebres, reptiles, águilas y, con un poco de suerte, venados cola blanca (Odocoileus virginianus) que se esconden entre los árboles.
El Cerro de las Navajas se encuentra a 20 minutos de Tulancingo, en el municipio de Epazoyucan y dentro de los límites del ejido Nopalillo, comunidad que al igual que Sabanetas, Emiliano Zapata y otros ejidos de Hidalgo entraron al mercado de bonos de carbono.
Álvaro Castelán Amador, tesorero del ejido Nopalillo, emprende una caminata y explica cómo el ejido ha diversificado sus actividades económicas: además de la extracción de obsidiana, la producción de laurel (Laurus nobilis) o el aprovechamiento maderable, la comunidad ha desarrollado un proyecto ecoturístico en el Cerro de las Navajas.
El ejido Nopalillo —con 820 hectáreas de bosque en donde predominan los pinos, el oyamel y encino— recibe cada mes alrededor de 1200 y 1500 visitantes.
En 2017, este ejido recibió el Premio Nacional al Mérito Forestal en la categoría ‘’Silvicultura Comunitaria’’. El estímulo económico otorgado por la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) fue destinado a la construcción del kinder y la escuela primaria en el ejido, así como en trabajos de electricidad y proyectos de captación de agua.
Al igual que los ejidos Sabanetas y Emilio Zapata, el Nopalillo ya vivió lo que es perder parte de su bosque a causa del fuego. En 1998, otro de los años críticos que ha tenido México cuando se habla de incendios, esta comunidad miró parte de su territorio forestal quemado.
En la zona más alta del ejido, Álvaro Castelán Amador, tesorero del ejido Nopalillo, señala la zona que se quemó hace poco más de 20 años. Esa área ya tiene su arbolado recuperado. Los trabajos de recuperación del bosque que ha hecho la comunidad se notan. Ahora, una parte de los recursos que el ejido recibió por la venta de bonos de carbono se piensan invertir en la construcción de un nuevo mirador en el Cerro de Las Navajas.
* Imagen principal: Vista desde la cima del Cerro de las Navajas en el ejido El Nopalillo, en Hidalgo. Foto: tomada de la página de Facebook del Parque Ecológico Las Navajas.
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