- El proyecto de reintroducción de la especie, liderado por la Fundación Rewilding Argentina, tiene como escenario el Parque Nacional El Impenetrable, en la región del Chaco.
- Los primeros 10 ejemplares ya fueron liberados. Otros 30 esperan su turno en diferentes recintos. Se espera que haya una población estable dentro de cinco años.
Mauro Méndez tiene 10 años de edad. Nació y vive en uno de los incontables parajes que salpican el monte del Chaco argentino. Su vida transcurre como la de cualquier otro chico en este sitio apartado, social y económicamente marginado, de clima hostil pero de una enorme riqueza cultural y biológica. La mañana del 20 de mayo de 2022, sin embargo, protagonizó un hecho que no olvidará fácilmente: fue el encargado de abrir el corral y liberar a las primeras diez tortugas yabotí (Chelonoidis carbonaria) en el interior del Parque Nacional El Impenetrable, y de esa manera poner en marcha la reintroducción de la especie en la Argentina, donde quedó técnicamente extinta hace más de 15 años.
“Esa mañana estaban en el parque varios vecinos de los alrededores y los invitamos a participar del acto de liberación”, cuenta Hernán Luisi, intendente de El Impenetrable. Fue en ese momento que se le ocurrió proponer a uno de los más pequeños para que abriera la puerta: “Es un modo de fomentar la toma de conciencia en el cuidado de la fauna silvestre”, explica quien tiene a su cargo las 130 000 hectáreas de este espacio inaugurado en 2017 y que conserva buena parte de los diversos ecosistemas chaqueños.
El proyecto de reintroducción de las tortugas yabotí lo llevan a cabo de forma conjunta la Administración de Parques Nacionales (APN) y la Fundación Rewilding Argentina (FRA). “Es una idea con un doble valor: no solo recupera una especie que desapareció del país hace ya unos cuantos años, sino que es la primera en ser reintroducida en este parque nacional”, se entusiasma Luisi.
Con un área de distribución que se extiende desde Panamá hasta la Argentina, la tortuga de patas rojas —como también se le denomina— es la de mayor tamaño y, tal vez, la más llamativa de las que caminan por el continente. “Son muy grandes, muy lindas. Se parecen un poco a las de Galápagos”, dice Gerardo Cerón, biólogo que dirige la Estación de Campo El Teuco que FRA posee en el interior de El Impenetrable. “Tienen escamas de colores rojos, naranjas y amarillos. Eso las hace muy atractivas”, describe Débora Abregú, encargada del seguimiento diario y el estudio de estos animales desde que llegaron al Chaco.
El centro de investigación, que trabaja conjuntamente con la APN en tareas de estudio de las especies de flora y fauna que se asientan en el área protegida, ha sido el hogar donde las tortugas pasaron la etapa de aclimatación al entorno de la zona. Los cuatro recintos montados especialmente para recibirlas fueron la escala final de un largo periplo que comenzó en el Refugio Urutaú, en Filadelfia, Paraguay.
Cuarenta ejemplares de Chelonoidis carbonaria, 21 hembras y 19 machos, fueron donados por dicha entidad y trasladados a la Estación Biológica San Cayetano que FRA posee en el Iberá, a unos 500 kilómetros al sureste del Chaco, donde tuvieron un largo período de cuarentena para corroborar su estado sanitario. “Es una especie de metabolismo lento que demora en desarrollar enfermedades. Debimos esperar varios meses y realizar muchas pruebas de laboratorio hasta estar seguros de su estado y traerlas al Impenetrable”, relata Abregú, bióloga de la Universidad de Córdoba.
Cuatro recintos en distintos ambientes
Las cuatro decenas de ejemplares fueron distribuidas de diez en diez en espacios de unos 40 metros cuadrados situados en diferentes ambientes del parque nacional —bosque ribereño, pastizal arbustizado, bosque chaqueño seco y pastizal húmedo—, aunque relativamente cercanos unos de otros. “La idea es estudiar si una vez liberados existe algún tipo de preferencia por uno en particular para así ajustar la elección de sitios cuando vayan llegando las sucesivas camadas de ejemplares”, dice Cerón.
Todavía abundante en las regiones del Gran Chaco paraguayo y boliviano, incluso pese a la disminución de su hábitat provocada por la brutal deforestación de las últimas décadas (el Gran Chaco ocupa el segundo lugar en el mundo en pérdida de masa boscosa), la yabotí fue declarada en peligro de extinción en el país por la Asociación Herpetológica Argentina en 2012. Desde entonces solo unos pocos ejemplares fueron vistos hace algún tiempo en la provincia de Formosa, limítrofe con Paraguay.
Una vez que la salida del recinto quedó allanada, los diez ejemplares de yabotí (vocablo con el que los guaraníes denominaban a las tortugas) fueron asomando lentamente hacia su nuevo y amplísimo hábitat y se pudo comprobar que los individuos adultos de la especie no pasan inadvertidos: miden alrededor de 25 centímetros de largo y llegan a pesar unos 20 kilos. Además, la dureza de su caparazón prácticamente los inmuniza de los ataques de los depredadores. “Incluso al yaguareté (Panthera onca) le cuesta hincarle el diente”, subraya Cerón. Sus grandes enemigos son los humanos. El avance desmedido de las fronteras agropecuarias a expensas de los bosques así como la caza, ya sea para alimentación, tenerlas como mascotas o el comercio (en Paraguay un ejemplar adulto puede venderse en unos 60 dólares), han causado la reducción de la población en el norte argentino.
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Primeros días de adaptación
El día que el denominado recinto 1, ubicado junto a la laguna El Breal y a pocos metros de la Estación El Teuco, fue abierto para dejar que sus habitantes partieran a descubrir el mundo fue más frío de lo habitual en una zona caracterizada por los calores extremos.
Las tortugas son animales ectotérmicos, es decir que dependen de fuentes externas de calor para regular su temperatura, y seguramente por ese motivo las diez que abandonaron el corral se movieron con discreción durante los primeros momentos. Incluso, dos de ellas ni siquiera tuvieron la curiosidad de merodear fuera del refugio de madera que usaban durante la cuarentena y que fue trasladado al exterior para que pudieran protegerse en un lugar conocido.
El ascenso del termómetro por encima de los 20ºC en los días posteriores fue cambiando la situación y a las yabotí se las vio más activas en su recuperada libertad. “Ya están caminando más y comiendo mejor, preferentemente hojas de plantas nativas, porque en esta época hay pocos frutos”, informa Débora Abregú, que se ocupa de seguir los pasos de todos los ejemplares.
La conservación ex situ para reintroducir especies extinguidas en las áreas donde alguna vez estuvieron está en la base del modo de trabajo de la Fundación Rewilding Argentina. Se trata de una modalidad avalada y en general aplaudida por el mundo científico, aunque no por ello está exenta de críticas. En esta ocasión, las mismas provienen de algunos expertos conocedores de las tortugas y del ambiente chaqueño. Justamente, el momento elegido para poner en marcha el proyecto es uno de los puntos que señalan como inconveniente.
Eduardo Etchepare, biólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas opina que: “La liberación se estaría haciendo en un momento poco favorable. Esta especie tiene su mayor período de actividad en los meses más húmedos, febrero y marzo”.
Exintegrante de FRA, la mirada de Etchepare va un poco más lejos y afecta a la decisión de incorporar a las yabotí a los ecosistemas del Chaco. “Cuando hablamos de registros confirmados, los biólogos nos referimos a que tienen que estar debidamente documentados, ya sea porque hayan sido fotografiados o pertenezcan a una colección biológica. En el caso de estas tortugas es algo que no se cumple. La Asociación Herpetológica Argentina califica como ‘dudosa’ su presencia en el pasado en las provincias de Chaco y Salta, y tampoco están claras las causas de su posterior extinción”, señala, al mismo tiempo que aclara: “Es bueno que haya instituciones que se dediquen a impulsar la reintroducción, aunque habría que aceitar los mecanismos y estudiar los múltiples aspectos técnicos que existen para determinar si los proyectos serán beneficiosos o perjudiciales a largo plazo”.
Una gran dispersora de semillas
En la Estación El Teuco y en la Administración de Parques Nacionales están convencidos de su apuesta. “El último registro en la provincia del Chaco fue hace 15 años”, asegura Débora Abregú, en tanto que Gerardo Cerón puntualiza que nada ha sido librado al azar: “El plan original era liberar diez tortugas por semana, pero se irá ajustando de acuerdo al comportamiento de las que ya están sueltas por el parque: cómo se dispersan, cuánto comen, qué distancias recorren…”, explica, y subraya: “Si notamos que las diez que liberamos no comen lo suficiente o están muy inactivas por el frío, quizás decidamos mantener en los recintos de manejo al resto y esperar el final del invierno o el principio de la primavera para soltar las siguientes. Ellas nos irán marcando la pauta y nosotros nos adaptaremos a lo que hagan”.
Además del hecho en sí de recuperar una especie que ya no estaba en la región, la presencia de tortugas yabotí en El Impenetrable se ve como positiva por su capacidad para dispersar semillas. “Ahora están comiendo hojas y más adelante comerán frutos. La idea es hacer el seguimiento de su dieta, saber de qué se alimentan en cada época del año, buscar en las heces las semillas de los frutos y comparar sus niveles de fertilidad, después de pasar por el tubo digestivo del animal. Es un material que nos servirá para ver el rol ecológico que cumple en el ecosistema”, dice Cerón.
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Los 40 ejemplares de yabotí que actualmente se encuentran en El Impenetrable llevan adjunto al caparazón un transmisor que brinda información precisa y constante de la ubicación de cada uno. “De esa manera sabremos en qué ambientes se encuentran, qué consumen y podremos ir a recoger el material para analizar las semillas”, informa Abregú.
El proyecto contempla que en cinco o seis años se consiga establecer una población que pueda continuar la evolución por sí misma. Para ello se cuenta con la llegada de más ejemplares procedentes de Paraguay (una nueva remesa de otras 40 tortugas ya están preparadas para iniciar el traslado), pero también con las características reproductivas de la especie. “La mayoría serán hembras para intentar que la descendencia aumente de un modo natural”, comenta Gerardo Cerón.
La participación de los vecinos es clave
La tasa de supervivencia de las crías suele ser muy baja. Cuando rompen el cascarón, las tortugas bebé apenas llegan a los dos centímetros de diámetro y son presa fácil de una amplia gama de depredadores: caranchos, hurones, zorros, comadrejas, serpientes, lagartos… Es por eso que cada yabotí hembra puede poner 30 o más huevos por año en un intento de “saturar el mercado”. Pese a ser animales de tendencia solitaria, durante la cuarentena se observó que tienen un elevado nivel de copulación. “La intención es cercar el sitio donde vayan a poner los huevos para protegerlos”, adelanta Débora Abregú.
El trabajo con las comunidades vecinas completa el engranaje para lograr el éxito del proyecto. “Las personas que viven alrededor del parque son un punto clave. Queremos que sientan orgullo porque las tortugas estén volviendo al territorio, y a la vez que vean en ellas un beneficio monetario a través del turismo de observación de la naturaleza”, explica Abregú, y agrega: “Son muy bonitas, y aunque en principio pueden atraer menos que el yaguareté será mucho más fácil cruzarse con alguna de ellas, como pasa en los bosques paraguayos”.
El pasado 20 de mayo fue un día muy especial en el Parque Nacional El Impenetrable. “La mano del hombre hizo desaparecer la especie de esta zona y que la misma mano del hombre la traiga de vuelta es muy emotivo, genera una sensación muy placentera”, dice Hernán Luisi, el intendente del área protegida.
A estas alturas, el niño Mauro Méndez ya les habrá contado a sus amigos y compañeros de clase más de mil veces que fue él quien les abrió la puerta de la libertad a las tortugas yabotí, como para que lo recuerden siempre que se crucen con alguna de ellas caminando por el bosque.
* Imagen principal: La tortuga yabotí es la especie de tortuga terrestre más grande de Argentina. Foto: ©Sebastián Navajas-Rewilding Argentina
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