- Mongabay Latam, La Barra Espaciadora, Cuestión Pública y El Deber investigaron los impactos de la actividad petrolera en Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú.
- Existen más de 8000 puntos contaminados que, aunque han sido identificados por los gobiernos, en su mayoría no han sido remediados por completo.
- Encontramos piscinas de petróleo olvidadas en territorios amazónicos, suelos contaminados, pozos abandonados y humedales cubiertos por crudo.
Para entender la real magnitud de este problema es necesario forzar nuestra imaginación al máximo. Pensemos en un lugar cualquiera de la Amazonía en el que se instaló un pozo petrolero. Después de décadas de extraer crudo, la empresa finaliza su operación y se va. Al abandonar el territorio, todo ha cambiado. Quedan atrás charcos de petróleo, tierra pantanosa de donde emerge crudo con tan solo hundir una rama, pozas con aguas negras y tuberías desgastadas. Ahora imaginemos que esta situación se repite 8278 veces en cuatro países de Latinoamérica. Ocho mil puntos contaminados en territorios de comunidades amazónicas y en terrenos al lado del mar.
“No es bueno para nosotros estar en una zona petrolera porque la empresa se beneficia, el Estado se beneficia y a nosotros nos toca la contaminación”, lamenta Aurelio Pignola, jefe de la comunidad indígena de José Olaya en Perú, un pueblo asentado a orillas del río Corrientes al que se llega desde Iquitos, la capital de la región amazónica de Loreto, tras navegar por dos días. El testimonio de Aurelio Pignola confirma lo dicho por decenas de personas que viven rodeadas por los desechos tóxicos abandonados por las empresas petroleras.
La comunidad de Aurelio Pignola lleva cincuenta años lidiando con este problema. En ese período ha visto sus tierras y ríos contaminarse. De los derrames petroleros del Lote 192 quedan amontonadas bolsas llenas de arena y crudo, desechos que la lluvia ha ido lavando y convirtiendo en numerosos charcos malolientes. “Lo que tienen que hacer es limpiar el petróleo, ya no contaminarnos más, cumplir sus funciones como empresa, como Estado, eso es lo mínimo que exigimos”, dice enérgicamente el líder indígena.
Durante ocho meses, periodistas de Mongabay Latam, Rutas del Conflicto y Cuestión Pública de Colombia, La Barra Espaciadora de Ecuador y El Deber de Bolivia mapearon los impactos ambientales y los desechos de las operaciones petroleras —conocidos como pasivos ambientales— que están esparcidos en los territorios de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. La mayoría de estos casos lleva décadas olvidados y sin ser atendidos por sus gobiernos.
El panorama es desolador: existen por lo menos 4284 pasivos ambientales de la industria petrolera en Bolivia, Ecuador y Perú. Ninguno de ellos figura oficialmente como remediado o resuelto por completo. Estos casos no son los únicos. En los cuatro países se detectaron, además, otros 3994 “impactos petroleros”, que llevan años abandonados, pero que por decisiones políticas o administrativas no son considerados pasivos. Colombia, por ejemplo, los llama “impactos no resueltos”, debido a que, aunque suene imposible, aún no existen normas que definan legalmente qué es un pasivo ambiental en ese país.
El pasado martes 13 de junio el Senado de la República de Colombia aprobó el proyecto de ley que establece la definición de pasivo ambiental y establece los lineamientos para su gestión. Una semana después, tras terminarse el texto definitivo, se envió al presidente de la República, Gustavo Petro, para la aprobación final.
¿Qué empresas han dejado abandonados estos desechos? A pesar de la magnitud del problema, las autoridades solo nos dieron los nombres de los responsables de menos de un tercio de los pasivos identificados y de apenas un 5 % de los que hemos denominado otros “impactos petroleros”. Lo que es peor, ubicamos geoespacialmente estos desechos tóxicos en al menos 50 tierras indígenas y 15 áreas protegidas. Además, reconstruimos la trayectoria de las tuberías que transportan los hidrocarburos, una telaraña de metal que invade más de 200 espacios protegidos con kilómetros de ductos instalados que muchas veces colapsan.
¿Qué impactos ambientales están detrás de los más de ocho mil pasivos y otros impactos petroleros esparcidos por los territorios de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú?
Una lista interminable de daños ambientales
En total se hicieron diez pedidos de información a los gobiernos de Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia. Solo se recibieron cinco respuestas, a pesar de que se insistió continuamente para obtener los nombres de las empresas responsables o aclarar datos incompletos. La información tardó en llegar entre dos y tres meses.
La investigación logró clasificar 4284 pasivos ambientales distribuidos entre Perú (3170), Ecuador (1107) y Bolivia (7). En este último país, todos están ubicados dentro de áreas naturales protegidas. El análisis de la información entregada por las autoridades permitió detectar, además, otros 3994 “impactos petroleros” —no catalogados como pasivos— cuyos impactos son preocupantes. De este segundo grupo, Ecuador reporta la existencia de 3568; Perú un total de 171; Colombia, 161; y Bolivia, 94 pozos petroleros abandonados. Estos impactos petroleros cumplen, en algunos casos, con la definición de pasivo ambiental, según la opinión dada por varios expertos y la definición legal de cada país. Los criterios clave para recibir esta denominación son antigüedad, gravedad y abandono. Sin embargo, estos impactos reciben otros nombres. En Ecuador se llaman “fuentes de contaminación”; en Perú “sitios impactados”; en Colombia, “impactos no resueltos”; y en Bolivia, “pozos abandonados”. En esta investigación los agrupamos como otros impactos petroleros.
De los más de ocho mil puntos detectados en los cuatro países, Ecuador tiene la mayor cantidad de lugares impactados si se suman los pasivos ambientales y lo que denominan “fuentes de contaminación” —dos categorías definidas por el Estado— registrados por el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate). En total 4675 puntos de contaminación que se dividen entre derrames, fosas y piscinas. Más de la mitad de ellos se ubican en Sucumbíos (2776) y Orellana (1646), provincias de la Amazonía ecuatoriana. Es justamente en estos dos lugares donde, según la información entregada por el Maate, existen casos alarmantes como el de la empresa Texaco —comprada por Chevron en 2001—, que ha dejado 714 piscinas de petróleo enterradas que con el paso de los años han vuelto a emerger. Además hay 374 sitios contaminados por efluentes o derrames y otras 19 son fosas, según la base de datos elaborada por Mongabay Latam con información del Maate.
“Cuando hicieron las exploraciones petroleras, ellos [Texaco] acostumbraban a hacer estas fosas a cielo abierto sin poner ninguna protección abajo. Cuando ya dejaron el lugar dejaron las piscinas abiertas con gran cantidad de petróleo. Cuando llueve bastante, esto se llena y empieza a fluir y tiene un desagüe a los pantanos, a los esteros”, narra Juan Calva, un hombre de 52 años que llegó a los 7 a la parroquia San Carlos, en el cantón Joya de los Sachas, en la provincia amazónica de Orellana. Su testimonio fue recogido por un equipo periodístico que viajó a la zona para narrar los daños que ha dejado la huella del gigante Texaco —ahora Chevron— en el territorio.
Si bien Orellana y Sucumbíos son dos de las provincias que acumulan la mayor cantidad de daños ambientales, no son las únicas. Los pasivos y otras “fuentes de contaminación” de la actividad petrolera, según el Maate, están presentes en 18 de las 24 provincias que tiene el país. Cuatro de esas provincias están en la Amazonía.
“Hay un nivel de contaminación muy alto en la Amazonía ecuatoriana y poca información, monitoreo y preocupación del Estado por esa contaminación. Y la investigación que ustedes han hecho muestra el grave problema con la industria petrolera en esta región”, dice Kevin Koenig, director de Clima, Energía e Industrias Extractivas de Amazon Watch en Ecuador.
Un dato que llama la atención es que las autoridades ambientales de Ecuador solo entregaron información sobre las empresas responsables de los pasivos ambientales, más no de quienes ocasionaron los desechos clasificados como “fuentes de contaminación”. En el caso de los primeros, el Maate señala a la empresa Texaco, que luego pasó a manos de Chevron, como la única responsable. Pero para determinar qué compañías están detrás de las fuentes de contaminación, derivaron al equipo periodístico al Ministerio de Energía y Minas, pero al cierre de este especial, no se contestó la carta enviada solicitando la relación de empresas responsables.