- Del 11 al 13 de septiembre de 2023, la III Marcha Mundial de Mujeres Indígenas reunió en Brasil a más de 8 000 mujeres indígenas de diversos países, incluidos México, Ecuador, Perú y Guatemala. Uno de los objetivos fue acompañar a las mujeres indígenas brasileñas en sus demandas.
- En entrevista con Mongabay Latam, Mónica Chuji Gualinga, mujer indígena kichwa y directora adjunta para América Latina de Indigenous Peoples Rights, explica que “la marcha muestra la fuerza, la inteligencia, la capacidad y la unión para demostrar que la presencia de las mujeres indígenas puede transformar, hacer cambios y que son aliadas en las decisiones positivas que toman los Estados”.
Más de 8 000 mujeres indígenas de distintas latitudes tomaron las calles de la capital de Brasil. Sus cantos y danzas resonaron en la III Marcha Mundial de Mujeres Indígenas, una convocatoria para destacar el papel esencial que juegan en la defensa del territorio, la naturaleza y los derechos de sus pueblos.
“Como mujer indígena de Ecuador, pero también como una persona que conoce y estudia la situación de los países de la región, creo que esta fue una marcha histórica”, asegura Mónica Chuji Gualinga, mujer indígena kichwa originaria de la Amazonía ecuatoriana.
“Es una marcha que invita al resto de las mujeres a sumarnos, a organizarnos y a consolidar una unidad regional, siempre pensando en que las mujeres somos las portadoras del conocimiento y que podemos aportar mucho más para la vida, para la resistencia y para las propuestas alternativas dentro de nuestros Estados”, agrega Chuji Gualinga, directora adjunta para América Latina de Indigenous Peoples Rights (IPRI), organización que trabaja por los derechos de los pueblos indígenas y en amplificar el llamado a la justicia para las víctimas de la criminalización y la impunidad.
La marcha permitió que, del 11 al 13 de septiembre de 2023, una delegación internacional de mujeres indígenas se reuniera en Brasilia. Allí estuvo una veintena de representantes de México, Ecuador, Guatemala y Perú; así como mujeres de comunidades indígenas de Asia, África, Ártico, Pacífico y Norteamérica. Todas marcharon para acompañar el proceso de resistencia de las mujeres de Brasil e intercambiar sus experiencias, retos y lecciones aprendidas en la defensa de los derechos de las mujeres indígenas en sus territorios.
El encuentro fue organizado por la Articulación Nacional de Mujeres Indígenas Guerreras Ancestrales de Brasil (ANMIGA), en cooperación con el Ministerio de Pueblos Indígenas de Brasil y la participación de Indigenous Peoples Rights (IPRI) y el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI).
Mongabay Latam entrevistó a Mónica Chuji Gualinga sobre los resultados de este encuentro que movilizó a las mujeres indígenas del mundo.
—¿Qué representa la Marcha de las Mujeres Indígenas?
—La marcha es una muestra y un mensaje para los Estados de que, sin las mujeres indígenas, no puede haber democracia. Sin las mujeres no podemos hablar de participación política, porque las mujeres hemos estado presentes históricamente, pero ahora exigimos no solamente que nos tomen en cuenta para la foto, sino que exigimos una real participación porque podemos, sabemos cómo construir y cómo conservar, mantener y entender nuestro planeta.
La marcha muestra la fuerza, la inteligencia, la capacidad y la unión para demostrar que la presencia de las mujeres indígenas puede transformar, hacer cambios y que son aliadas en las decisiones positivas que toman los Estados. Ellas son una reserva ética y son capaces, en la práctica, de cuidar los territorios, de mantener la cultura, la identidad y la gran sabiduría que tienen las mujeres indígenas.
En los días durante los cuales estuvimos reunidas se realizaron mesas de trabajo sobre educación, salud, erradicación de la violencia hacia las mujeres, hacia los pueblos indígenas y hacia los territorios. También sobre cambio climático y participación política. Esta marcha nos ha dejado grandes lecciones, nos ha fortalecido el espíritu, nos ha permitido conocer la gran diversidad y la gran riqueza que tiene Brasil, como el país más grande de la región. Hemos encontrado una gran hermandad de parte de todas las hermanas que han estado en la marcha.
—¿Cuáles son las demandas de las mujeres indígenas en este encuentro?
—Todas las demandas están articuladas y la principal es el respeto, el reconocimiento y la demarcación de los territorios indígenas, o como lo llaman las mujeres indígenas de Brasil y la ministra Sonia Guajajara, los biomas. Para las mujeres, para los pueblos indígenas y nuestras comunidades, para nuestras familias, el territorio es el centro de la vida. Es en donde se crea y se recrea, se vive y se convive, construimos y reconstruimos nuestra cultura.
En segundo lugar, la demanda central también es que el Estado pueda hacer efectivas las leyes que frenen la violencia hacia las mujeres indígenas. Que se socialice la reciente recomendación general del Comité de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), que se conoce con la Recomendación 39.
Ahí se señala que las mujeres indígenas tenemos el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la economía, a los territorios, a ser consultadas, a tener un sistema de justicia y que tenemos derecho a la participación política. Y que, sin nosotras, sin que se nos consulte y sin que nosotras decidamos a conciencia, no es posible aprobar una ley o política. Esa ha sido la discusión central y la demanda que hacemos las mujeres en esta marcha.
También a nivel local y nacional, nos hemos solidarizado con las mujeres que están en contra del “marco temporal” [una ley que limitaría severamente los derechos territoriales de los pueblos indígenas] que perjudicaría mucho a nuestras hermanas y hermanos indígenas de Brasil.
Reconocemos también la voluntad política del gobierno nacional de abrir los espacios para que nuestras hermanas indígenas, como Sonia Guajajara, puedan estar ocupando un ministerio —ella es la primera mujer ministra indígena—. También a nuestra hermana Joenia Wapichana, presidenta de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai). Estos son espacios claves, estratégicos y, sobre todo, con mujeres que nos dan un gran mensaje a la región sobre la voluntad política del gobierno del presidente Lula da Silva.
—¿Por qué resulta importante la presencia de mujeres indígenas de tantos países?
—Hemos estado presentes mujeres de África del Sur, Indonesia, Kenya, Malasia, Australia, Finlandia, Rusia —todas indígenas—, y lideresas de Guatemala, México, Perú y Ecuador. Todas estas mujeres han ocupado cargos políticos, otras están en funciones, como la diputada Sonia Gutiérrez de Guatemala, otras magistradas de la Corte.
Hemos venido aquí para solidarizarnos con las propuestas, con la lucha y también para reconocer el papel fundamental que están jugando las mujeres en Brasil. En un país tan grande y tan diverso, el hecho de que las mujeres se autoconvoquen, lleguen a la capital, estén allí varios días y luego marchen para llegar hacia los poderes del Estado, no es una actividad de todos los días. Esto es una cuestión histórica y las mujeres de Brasil lo hacen cada dos años.
Nos parecía fundamental estar presentes aquí, para aprender de ellas, para poder compartir nuestras experiencias, para reflexionar, porque nos proyectamos también a mantener y fortalecer los espacios de incidencia en el ámbito internacional, dentro del sistema de la ONU, dentro del sistema de la OEA, porque necesitamos que esos espacios también sean espacios en donde las mujeres podamos hacer incidencia, que podamos decidir y que no se nos vea solamente como mujeres que protestamos y no proponemos. Sí protestamos, pero somos proactivas y ofrecemos al mundo nuestros conocimientos y nuestras prácticas milenarias, por ejemplo, para poner freno al cambio climático.
—¿Qué consecuencias están enfrentando los pueblos indígenas ante el cambio climático?
—El cambio climático es producto de un proceso que un sistema, a través de sus diferentes mecanismos, ha provocado que nuestro planeta se vaya desequilibrando, enfermando, contaminado, provocando diversos fenómenos climáticos que tienen incidencia en la vida de los pueblos indígenas.
Se secan los ríos, hace demasiado sol, con mucha más intensidad. También hace demasiado frío, la tierra se vuelve infértil. Pero no es un tema solamente natural, es provocado por la mano de un sistema que promueve la explotación completa de la naturaleza. Que ve a la naturaleza como algo que debe explotar hasta que se termine, porque la ve como riqueza que hay que transformar en dólares.
Nosotros, los pueblos indígenas, nos vemos como parte de la biodiversidad, nosotros la concebimos como nuestra madre —por eso la llamamos la Madre Tierra o Pachamama— y por eso protestamos y confrontamos al sistema. Nuestra visión, nuestras prácticas para interrelacionarnos con nuestra madre son de respeto, de sólo consumir lo necesario para nuestra sobrevivencia y, sobre todo, de la solidaridad, no de la acumulación, no del desperdicio, porque sabemos que en el mundo hay hambruna no por falta de alimentos, sino por la acaparación y el desperdicio que hacen las grandes cadenas de alimentos. Nosotros estamos cuestionando aquello, hemos dicho que si seguimos con esa velocidad de consumo que provoca el sistema, lo que estaremos provocando es un suicidio.
La lucha de los pueblos indígenas no es para nosotros, es para todas y todos. Por eso los Estados deberían vernos como aliados estratégicos para poder combatir aquello, para poder conservar. Si nuestros territorios se quedan sin animales, sin biodiversidad, van a ser tierras infértiles.
—¿Qué rol juega hoy en día la mujer indígena en la defensa del territorio y la naturaleza?
—Muchas hermanas indígenas —unas que están y otras que ya se han ido— han jugado un rol importante. La lucha presente frente al cambio climático y en la defensa de nuestros territorios, ha sido diversa. En los espacios que la misma ONU crea —por ejemplo, en la Conferencia de las Partes (COP) sobre el Cambio Climático y la Conferencia sobre Biodiversidad—, las voces de las mujeres han estado presentes, pero siempre es muy restringido —por ejemplo, en el idioma—, sin embargo, ya tenemos hermanas jóvenes que van aprendiendo, trascendiendo y abriendo espacios. Esos diálogos de alto nivel van a contribuir y nuestra intención es poder aportar con lo que sabemos.
Si hemos vivido hasta ahora, es porque tenemos nuestras propias prácticas de vida, que son sostenibles. Si no, hubiéramos desaparecido. Esos son los espacios a donde queremos llegar. De todas formas, cuando nos han dado un pequeño espacio, allí hemos estado presentes en unidad, coordinadas, para dar a conocer cuál es la situación de nuestros pueblos indígenas, para denunciar las inequidades que hay en los diferentes países del mundo, porque hay que reconocer que son diferentes las circunstancias que vivimos las mujeres en el planeta, algunas con situaciones mucho más terribles que nosotras en Ecuador.
En el caso ecuatoriano, nosotras tenemos una Constitución que reconoce los derechos de la naturaleza, que ha sido un tema polémico, pero que nosotras creemos que es un avance porque se materializa, se escribe, se pone en el texto una visión de los pueblos indígenas sobre que todo lo que esté en la naturaleza, está vivo. Hasta la piedra que nos dicen que es un ser inerte, para nosotras tiene vida, tiene energía y cumple una función.
—¿Qué significa ser lideresa indígena en Ecuador? ¿Qué papel están desempeñando en la política?
—Ecuador es un país pequeño, pero el movimiento indígena está bastante organizado. Somos un país que reconoce la plurinacionalidad del Estado, un país que reconoce los derechos de la naturaleza, un país que cuenta con una Constitución que no es perfecta, pero al menos es una Constitución que rompe con lo tradicional, que reconoce la presencia milenaria de los pueblos indígenas y que pone en el papel nuestra cosmovisión del Sumak Kawsay [Buen vivir] como un horizonte para el Ecuador. Es una Constitución que reconoce muchos derechos, pero obviamente también hay muchas brechas y algunas contradicciones, pero que nos ha servido como una herramienta jurídica para poder sostener nuestra lucha.
En el Ecuador, igual que en otros países del mundo, no es fácil que vayamos abriendo espacios. Hemos tenido algunas mujeres en espacios políticos de elección popular o puestos políticos que han permitido romper con esa práctica de tener solamente a una clase no indígena en el poder.
No creemos que en Ecuador deben aparecer las mujeres y hombres indígenas en los ministerios, simplemente por mostrar una imagen. Lo fundamental aquí es que estos espacios tienen que servir para hacer incidencia, para poder transformar y poder contribuir. Para nosotras está muy claro; yo como mujer creo que la política tiene que cumplir realmente su función, que es cambiar la realidad de sectores que están en desigualdad e inequidad, para que el Estado pueda promover el ejercicio de los derechos.
—En Latinoamérica existen numerosos casos de personas defensoras del territorio asesinadas y desaparecidas, comunidades indígenas desplazadas por la violencia y los proyectos extractivos. ¿Cómo estos hechos están afectando a los pueblos indígenas del Ecuador?
—En la región tenemos situaciones muy lamentables. Hay muchísimas desapariciones, hay mujeres perseguidas judicialmente, asesinadas por la defensa de nuestros territorios, por la defensa de la cultura y del derecho. En el caso ecuatoriano, hemos tenido compañeras y compañeros procesados judicialmente por la defensa del agua y de los territorios, y por pedir que el Estado cumpla la consulta previa, libre e informada, por el derecho al consentimiento.
Creo que este fenómeno es muy común en toda la región, sin embargo, en el caso ecuatoriano también encontramos aliados en el camino, como las organizaciones de derechos humanos que nos han asistido y, sobre todo, encontramos la fuerza en la unidad organizativa.
La movilización social ha sido muy importante para poder frenar políticas públicas que atentan contra los derechos de los pueblos indígenas, de los derechos de las mujeres y de los jóvenes, porque además nuestra defensa y nuestros reclamos al final no solamente son para el pueblo indígena, sino que se traducen en la defensa de los derechos de los ciudadanos desposeídos, de la ciudadanía pobre.
No solamente es una cuestión de defender los territorios y olvidarnos del resto, porque todo incide y tenemos que exigir que haya cambios radicales en muchas esferas —como la educación y la economía— que también nos permitan ejercer nuestros derechos.
—¿Para usted qué significa la palabra territorio?
—El territorio es nuestro espacio en donde nos hemos desenvuelto y hemos vivido desde tiempos inmemorables. El territorio es el corazón de los pueblos indígenas. Si nos arrancan del territorio, nos están arrancando nuestras vidas. Podemos estar los indígenas en la ciudad, trabajando, ocupando espacios, pero nunca nos desconectamos de nuestro territorio y nuestras raíces, porque estamos conectados.
Las mujeres somos tierra, somos madres, nos parecemos tanto a ella. El territorio es en donde nosotros generamos y regeneramos el conocimiento. La naturaleza, el territorio, los bosques y la biodiversidad nos enseñan, nos muestran el camino. Nos dan la energía, nos proveen de alimento. ¿Cómo atentar contra ella? Al contrario, lo que buscamos es que estos territorios puedan regenerarse, que podamos cuidarlos y que podamos convivir de manera respetuosa.
El territorio me ha enseñado a ser quien soy. De la naturaleza, de la Madre Tierra, he aprendido todos los conocimientos que tengo hasta el día de hoy. En el territorio aprendí a convivir y a vivir en comunidad. El territorio es lo que nos provee nuestros conocimientos y por eso lo defiendo, lo defenderé y lo defenderemos hasta que nuestras fuerzas y nuestra conciencia esté firme, hasta que tengamos que volver a nuestra Madre.
—¿Qué es lo que le han enseñado el activismo, el liderazgo indígena y, sobre todo, la lucha de defensa por los derechos de las mujeres?
—Me han enseñado que no es mi lucha, sino la lucha de las mujeres. Siempre me veo en colectividad. Ninguna mujer indígena, sola, ha conseguido nada. No hay liderazgos individuales sin que nadie esté a su alrededor. Las mujeres indígenas nos reconocemos en la medida en que actuamos en función de una colectividad.
¿Hacia dónde vamos? A ampliarnos, fortalecernos y multiplicarnos. Vamos a apoyar y transmitir nuestras experiencias a las nuevas generaciones, a multiplicar nuestra presencia en el activismo, a reactivar a las juventudes, hombres y mujeres en las comunidades. A que dentro de las comunidades se erradique la violencia de género y se ejerza la paridad.
Nuestra lucha es fuera y dentro de las comunidades, porque en ellas también tenemos grandes obstáculos, dentro también hay machismo y patriarcado. Por ello luchamos hacia adentro, haciendo que nuestros hermanos y compañeros entiendan que la lucha es de hombres y mujeres, que es colectiva, que no hay luchas individuales y que los hombres solos no pueden hacerlo. Las mujeres solas sí hemos podido, pero nos necesitamos mutuamente.
*Imagen principal: Mónica Chuji en el contingente de la delegación internacional, durante la III Marcha de Mujeres Indígenas en Brasil. Foto: Natalia Ramírez / IPRI
———
Videos | Las deudas del petróleo: más de 6 mil desechos sin limpiar en cuatro países de Latinoamérica
Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en Latinoamérica, puedes revisar nuestra colección de artículos aquí.
Facebook | La extraña piel que revelaría una nueva especie de félido en Colombia
Si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam,puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, LinkedIn, WhatsApp, Telegram, Spotify, TikTok y Flipboard.