- El indígena guardián del bosque Paulo Paulino Guajajara fue asesinado en noviembre de 2019 en una presunta emboscada de madereros ilegales en el territorio indígena de Arariboia, en el estado brasileño de Marañón.
- Karla Mendes de Mongabay, quien entrevistó a Paulo para un documental nueve meses antes de su muerte, regresó a Arariboia en agosto de 2023 a fin de hablar con su familia y con el otro guardián que sobrevivió al ataque, Laércio Guajajara, y arrojar luz sobre un caso que aún no ha ido a juicio aunque ya hayan pasado cuatro años.
- “Si esos invasores hubieran logrado matarnos a los dos, a Paulo y a mí, nos habrían escondido en el bosque. ¿Quién nos iba a encontrar? Nunca nadie nos hubiera encontrado ni a mí ni a Paulo en un bosque de ese tamaño”, dice Laércio de su intención de advertir a los guardianes sobre el asesinato de Paulo, incluso tras sufrir cuatro heridas de bala.
- Es posible que pronto se haga justicia para el pueblo guajajara: el caso de Paulo será el primer asesinato de un defensor indígena que se presentará ante un jurado federal, probablemente en la primera mitad de 2024, después de que a finales de octubre un tribunal denegara una moción de los acusados para juzgar el caso en un tribunal estatal.
“Aún lo recuerdo a menudo. Todos los días. Nunca olvidé lo que sucedió allí”, dice Laércio Guajajara. “Cuando miré al costado… nunca lo olvidaré. Mi compañero ya estaba en el suelo. Creo que ni siquiera tuvo tiempo de disparar ni un tiro… Justamente por eso lo consideramos una emboscada”. Laércio fue testigo y sobreviviente del asesinato de su compañero indígena, el guardián del bosque Paulo Paulino Guajajara, un ataque que ocurrió hace cuatro años, en su tierra ancestral en el estado de Marañón, al noreste de Brasil. Ninguno de los presuntos autores, madereros ilegales que invaden el territorio indígena de Arariboia, ha sido juzgado todavía por el asesinato del joven de 26 años.
“Hubo muchos disparos. Cinco armas de fuego contra una”, le dice Laércio a Mongabay. Le dispararon cuatro veces, pero durante una pausa en el tiroteo logró huir, corriendo unos 11 kilómetros o casi 7 millas. “Tenía tanta sed que quería comer tierra. Había momentos en los que me caía al suelo, me resultaba muy difícil volver a levantarme. La sangre se me salía como por una canilla”, dice Laércio.
“En el camino pensaba: ‘Tengo que llegar vivo al pueblo’, porque creía que yo también iba [a morir]. Porque pensaba: ‘Si esos invasores hubieran logrado matarnos a los dos, a Paulo y a mí, nos habrían escondido en el bosque. ¿Quién nos iba a encontrar? Nunca nadie nos encontraría ni a mí ni a Paulo en un bosque de ese tamaño’”.
Laércio dice que no sabe cómo sobrevivió: “Fue realmente Tupã [Dios] quien me salvó; ni siquiera sé cómo sucedió. Nuestro Dios todopoderoso que no quiso que fuera mi día. Es una señal de que tengo que luchar hasta el final”.
Nueve meses antes del asesinato de Paulo, mi colega Max Baring y yo lo habíamos entrevistado y seguido a él y a Laércio en su patrulla, filmando para un documental, mientras los guardianes del bosque destruían los campamentos madereros ilegales. Los “Guardianes del Bosque” son un grupo de indígenas guajajaras del territorio indígena de Arariboia que van al frente y arriesgan su vida para proteger su tierra ancestral contra la tala ilegal, la caza y otros delitos medioambientales. El grupo, formado hace una década, también protege al pueblo awá, cazadores-recolectores que viven en aislamiento voluntario en las profundidades de los bosques de Arariboia y a quienes se considera el grupo indígena más amenazado del planeta.
En una entrevista que ahora parece profética, Paulo presagió su muerte: “Hay un hombre blanco en el pueblo que juró matarme. Ahora mismo no hace ni un mes que vino por mí para matarme porque defiendo el bosque… Es un pistolero contratado por un maderero”.
Paulo también mostró un predio de emboscada preparado por los madereros: “Esta es una trampa que los madereros construyeron aquí. Mientras algunos [madereros] parten troncos, hay otro que vigila aquí con una pistola”, contó para el documental filmado para la Fundación Thomson Reuters, cuya plataforma de noticias se llama Context desde septiembre de 2022. “Entonces, cuando el guardián pasa, [él] dispara. Ya hubo algunos tiroteos”.
En agosto de 2023, regresé a Arariboia para hablar con Laércio y con la familia de Paulo para volver a arrojar luz sobre un asesinato que aún no ha ido a juicio luego de cuatro años.
En una entrevista en el río Buriticupu, Laércio se emociona al recordar sus últimos momentos con Paulo aquel fatídico día, el 1 de noviembre de 2019. “Ya habíamos acordado: ‘Guerrero, vamos a cazar a la región donde están los awás, vamos’”. No era una patrulla; habían ido por diversión, dice Laércio. Pero entonces ocurrió la tragedia que no esperaban. Comenzó con el descubrimiento de unas motocicletas que habían dejado los madereros, quienes buscaban árboles para talar.
Laércio dice que él y Paulo vandalizaron las motocicletas y se estaban preparando para tomar una de ellas de modo de enviarla a la FUNAI, el organismo de asuntos indígenas de Brasil, a fin de rastrear a su dueño a través de la matrícula. “Porque, como guardianes, tenemos que demostrar el delito, dar pruebas del lugar”.
Sin embargo, cuando estaban buscando agua de un pozo, a punto de salir, cuenta Laércio, aparecieron los madereros, que estaban cazando en la zona, y anunciaron que tenían rodeados a los guardianes. “Cuando miré detrás del árbol, el cazador ya se acercaba con su rifle y disparó”, afirma Laércio. “Me di cuenta de que mi compañero ya estaba muerto. Lo miré a los ojos y estaba distinto. Muy amarillos, por dentro”.
Laércio guarda silencio al recordarlo y permanece así durante varios minutos, visiblemente emocionado.
El padre de Paulo, José María Paulino Guajajara, cuenta sobre la “desesperación” que se apoderó de él al recibir la noticia de la tragedia. Sin embargo, al mismo tiempo, quería ir a la zona. Al final, fue él quien identificó el cuerpo de Paulo.
“Fui allí solo, acompañando a los policías. Luego, cuando llegué, vi a mi hijo, cerca del pozo… Todo lleno de moretones”, le cuenta José María a Mongabay en su pueblo. “Le hicieron mucho daño. Tenía la cabeza llena de moretones. Sólo yo y Dios, que estaba conmigo, conocimos ese dolor, que todavía siento al día de hoy”.
José María dice que el asesinato ocurrió en una zona muy remota, lo que dificultó sacar el cuerpo de Paulo de allí. Primero intentaron colgarlo en una hamaca, pero pesaba demasiado, así que lo cargaron sobre un burro. “Cargué a mi hijo atravesado sobre un burro. Luego mi hijo vino derramando sangre [hasta que] llegamos aquí”, dice entre lágrimas. “Lo enterramos allí. Al día siguiente, los chicos volvieron, lo sacaron y lo llevaron al forense. Mucha emoción y tristeza. No esperaba que le pasara algo así a mi hijo”.
Cuatro años después, Laércio, José María y todos los guardianes del bosque expresan su indignación por la impunidad respecto del asesinato de Paulo, así como por la muerte de todos los demás guardianes y las personas guajajaras asesinadas en su lucha por proteger Arariboia.
“[Las autoridades] saben quién mató a mi hijo. No los arrestan porque no quieren. No sé si tienen dinero”, dice José María. “Los indígenas estamos muriendo. No hay justicia. Nunca vi que encarcelaran a un hombre blanco que haya matado a [una persona] indígena. Nunca. Porque a mi madre la mató un maderero. A mi cuñado lo mató un maderero, se llamaba Santino. Y ahora, mi hijo”.
Más cerca de ser un caso emblemático
En los últimos 20 años, han asesinado a más de 53 personas guajajaras en el estado de Marañón, y ninguno de los autores ha sido juzgado jamás, según el Consejo Indigenista Misionero (CIMI), un grupo de defensa afiliado a la Iglesia católica. De ese total, 24 fueron asesinados en Arariboia, según datos del CIMI, y seis eran guardianes, afirman las personas guajajaras.
Dos sospechosos han sido acusados del asesinato de Paulo y del intento de asesinato de Laércio. Antônio Wesly Nascimento Coelho y Raimundo Nonato Ferreira de Sousa afirmaron en su defensa que simplemente estaban cazando en Arariboia para alimentar a sus familias y que fueron los dos guardianes quienes los atacaron primero.
Sin embargo, los dos finalmente serán juzgados. Se espera que el caso sea un hito legal al ser el primer asesinato de un defensor de tierras indígenas que se presenta ante un jurado federal. Se ha elevado a ese nivel porque los fiscales dicen que el ataque representó una agresión contra toda la comunidad guajajara y la cultura indígena.
“Es simbólico y dice mucho sobre el asesinato que ocurrió cuando las [personas] indígenas se dieron cuenta de que había invasores, personas no autorizadas dentro de las tierras [indígenas]”, le dice a Mongabay el fiscal federal Alfredo Falcão. Agrega que el lugar donde tuvo lugar el asesinato era muy remoto y sólo quienes conocían la zona podrían llegar hasta él. “Esto deja muy claro y ayudó a que la investigación concluyera en el sentido de que este asesinato no fue sólo una pelea entre particulares, sino entre la comunidad indígena y personas que estaban usando sus tierras sin autorización”.
Hablé con Falcão a finales de septiembre en su oficina de Recife, capital del estado nororiental de Pernambuco. El caso llegó allí porque Falcão es uno de los pocos fiscales en Brasil con experiencia en llevar un caso ante un jurado federal.
Le había enviado un mensaje a Laércio cuando iba camino a entrevistar a Falcão, que decía: “Voy a hablar con el fiscal. ¿Quieres enviarle un mensaje?”. Y me respondió: “Me gustaría que le preguntaras cuándo será el juicio”.
“Lo antes posible”, fue la respuesta de Falcão. Agregó que el tribunal contará con Laércio para que dé su testimonio. “Él es el testigo ocular de ese momento. Al mismo tiempo, su testimonio es fundamental para que la esperanza de la comunidad no se pierda de ahora en adelante”, afirma. “Me conmovió mucho saber que Laércio sobrevivió [y] trató de advertir a la comunidad sobre el riesgo que corrían. Eso demuestra cierta generosidad y, ¿por qué no decirlo?, la excelencia con que desempeña esta función de defensor de la tierra, de guardián. Recién después de [avisar a la comunidad] fue al hospital para que lo atendieran y le hicieran las curaciones. Y después de todo esto, ahora me entero de que ha vuelto a sus funciones como líder indígena. Entonces quiero darle esta respuesta sobre la fecha del juicio, que se llevará a cabo lo antes posible”.
Falcão también envió un mensaje a la familia de Paulo y al pueblo guajajara para que confíen en que el Estado puede dar respuesta a sus pedidos de justicia. “La vida es lo más preciado que se tiene. Y el tribunal no puede devolverla. Sin embargo, puede privar de su libertad a quienes han destruido la vida”, afirma. “Y puede [también] reafirmar en otras áreas esta hermosa cultura indígena y la representatividad de todo el trabajo de los guardianes del bosque que encarnan Paulo y Laércio”.
Falcão dice que tiene esperanzas en que el juicio se lleve a cabo en la primera mitad de 2024 y confía en que habrá una condena. “Eso es lo que tengo que decirle a la familia de Paulo Guajajara: decir que vale la pena soñar y que hay que seguir haciéndolo”.
Tras la acusación, en marzo de 2022, el proceso legal estuvo estancado durante casi dos años cuando uno de los acusados, Sousa, apeló para que el caso fuera visto en un tribunal estatal, argumentando que se trataba de una disputa privada. Luego, a finales de octubre de este año, el Tribunal Regional Federal de la Primera Región (TRF-1) de Brasilia desestimó la apelación, lo que preparó el terreno para que el asesinato finalmente fuera a juicio.
“La hipótesis de que los líderes indígenas Paulo Paulino Guajajara y Laércio Guajajara habrían atacado [a los acusados] primero es absurda, con todo respeto”, dice el fiscal federal José Robalinho Cavalcanti, quien dirigió los alegatos orales ante el TRF-1. “Porque los demás los persiguieron con armas de fuego. Y los informes demuestran que a Paulo Paulino lo mataron con un disparo lejano, de un rifle de caza. Y eso es lo que tenían en las manos las personas a las que se está acusando, porque estaban cazando irregularmente allí”.
Cavalcanti agrega que el juez que inicialmente ordenó llevar el caso ante un jurado federal “ya había hecho ese análisis [y] ahora el tribunal lo corroboró: se trataba de defender el patrimonio cultural y el bosque y, por tanto, algo esencial para la vida y la cultura de los pueblos indígenas. La acción de los guardianes del bosque fue reconocida dos veces por los tribunales”.
Dice que las acciones vigilantes de los guardianes, destinadas a defender el modo de vida indígena, son “una forma de reacción” ante los ataques a sus tierras, dada la falta de protección del gobierno brasileño. “No estaban allí a título privado, sino como guardianes del bosque. Estaban defendiendo el bosque y por eso hubo un enfrentamiento y los mataron”, le dice Cavalcanti a Mongabay en una entrevista en video en línea. “Este reconocimiento tiene una importancia fundamental y lleva el caso a la jurisdicción del tribunal federal”.
El recurso de apelación al TRF-1 fue interpuesto por la Defensoría Pública Federal (DPU), en representación de Sousa. De no recurrir a un tribunal superior, la programación del juicio dependerá únicamente de un informe antropológico de los daños a la comunidad indígena como consecuencia de los delitos.
En una respuesta enviada por correo electrónico el 13 de noviembre de 2023, la DPU le dijo a Mongabay que no apelará la decisión del TRF-1. “Un análisis de la situación indica que revisar el entendimiento del tribunal requeriría reexaminar cuestiones fácticas y probatorias, lo que no es posible en un recurso especial, según la jurisprudencia del Tribunal Superior de Justicia”. El abogado que representa a Coelho no respondió a la solicitud de entrevista de Mongabay.
De todos modos, un recurso de apelación no habría prosperado, afirma Cavalcanti, dado que la sentencia del TRF-1 es sólida y confirma todas las pruebas de la acusación. “No hay nada más que hacer desde el punto de vista del análisis de las pruebas. Ahora, vayamos ante el jurado, que es soberano”, afirma. Los argumentos técnicos del DPU estaban bien elaborados, agrega, pero perdieron porque “la verdad no estaba de su lado”.
“El jurado es el que dirá que las pruebas son suficientes”, afirma Cavalcanti. “El conjunto de pruebas es sumamente sólido y se hará justicia para Paulo Paulino Guajajara y para la lucha de los Guardianes del Bosque”.
Una lucha de siglos
A diferencia del pueblo awá, el pueblo guajajara de Marañón ha estado en contacto con la sociedad exterior desde 1615, cuando acaeció su primer encuentro registrado con los colonizadores portugueses. A lo largo de los siglos, ha estado sometido al proselitismo forzado de misioneros, esclavitud, enfermedades infecciosas, persecución, conflictos y sequías extremas que devastaron la tierra. Rama de la familia tupí-guaraní, se llamaban a sí mismos tenetehara, pero en el proceso migratorio pasó a llamarse guajajara en Marañón; el grupo que fue a Pará hoy se llama tembé. El contacto con forasteros durante siglos ha estado marcado por varias masacres de los guajajaras y la devastación de sus tierras.
El territorio de Arariboia está íntegramente demarcado desde 1990, lo que significa que el gobierno federal lo reconoce oficialmente como territorio indígena y que está protegido contra la incursión de forasteros. No obstante, aquí ocurren en forma regular delitos como la tala ilegal y la caza furtiva. Las imágenes satelitales muestran a Arariboia como una isla verde rodeada por un mar de deforestación.
Entre 2020 y 2022, Arariboia perdió 948 hectáreas (2340 acres) de cubierta arbórea, según el Instituto Socioambiental (ISA), una organización sin fines de lucro que defiende los derechos de los pueblos indígenas y tradicionales. Al mismo tiempo, la violencia de los forasteros contra los habitantes indígenas sigue aumentando. En septiembre del año pasado, una serie de asesinatos presuntamente relacionados con disputas de tierras dejó un saldo de cuatro personas muertas y dos heridas en apenas 10 días.
“Este juicio marcará un punto de inflexión para la rendición de cuentas de quienes asesinan a personas indígenas”, le dice a Mongabay Gabriel Mateus Serra, abogado del CIMI, que se desempeña como asistente del fiscal para el próximo juicio, después de un evento de los guardianes en Arariboia. “Es un punto de inflexión para Brasil, porque después de la formación de los guardianes aquí en el territorio indígena de Arariboia, varios otros territorios indígenas comenzaron a formarse de manera similar [en respuesta a] los no indígenas que asesinan a indígenas [mientras] el Estado permanece inerte, inactivo”.
Serra dice que debe haber castigo para poner fin no sólo a la cultura de matar, sino también a los delitos medioambientales en los territorios indígenas. “Cuando el sistema de justicia no da una devolución, una sentencia condenatoria, una respuesta a la sociedad por esto, quienes realizan estas acciones delictivas muchas veces se sienten impunes y perseveran en este tipo de acciones, como la caza ilegal, la deforestación, la extracción de madera [para hacer postes para cercas]. Es el mismo grupo”.
Un caso destacado de impunidad en Arariboia se remonta a 2007, cuando el jefe indígena Tomé Guajajara fue asesinado por madereros ilegales en su casa, dice Lucimar Carvalho, exabogada del CIMI que se desempeñó como asistente del fiscal en el caso de Paulo hasta el año pasado y ahora, con los guardianes, funge como asistente del fiscal en el caso de Tomé. “Este caso conmueve mucho a los guardianes”, me dice en Arariboia. Aunque los guardianes aún no existían formalmente en aquel momento, afirma, los líderes guajajaras ya actuaban contra la tala ilegal en su territorio. “Una de las acciones que comenzó en 2007 fue la de Tomé, el grupo de la [región] Lagoa Comprida, para reaccionar contra los madereros. Y la reacción de los madereros contra los indígenas fue cruel”.
La fiscalía casi no cumplió con el plazo de prescripción en el caso de Tomé, dice Carvalho, debido a una “clara omisión” del gobierno, especialmente de la FUNAI, al no presentar a los testigos indígenas para que declararan en las audiencias. Sin embargo, Carvalho explica que, gracias a la persistencia de los guardianes y del CIMI, finalmente fueron escuchados por el juez en marzo de 2023 y el caso sigue en curso.
La FUNAI no respondió a la solicitud de comentarios de Mongabay.
Los guardianes también aseguraron justicia para Janildo Guajajara, un guardián asesinado en septiembre de 2022. Su foto adorna una pancarta en el pueblo que dice: “Los agentes estatales son cómplices de la violencia contra los pueblos indígenas”. Las autoridades exhumaron su cuerpo para un análisis forense en julio de 2023, dice Carvalho.
Homenaje a Paulo, lucha sin fin pese a las amenazas
El asesinato de Paulo se ha convertido en el símbolo de la lucha de los guardianes para proteger Arariboia. Durante mi estancia de una semana en Arariboia a finales de agosto y principios de septiembre (cuando sigo a los guardianes en su entrenamiento, en sus patrullas y en eventos públicos con integrantes de la comunidad, representantes del gobierno federal, académicos y ONG), los guardianes evocan constantemente a Paulo. Su foto ilumina una pancarta que lleva el mensaje: “Más de 500 años de genocidio contra los pueblos indígenas. ¡Basta de asesinatos!”.
Su pancarta también es protagonista en el pueblo durante la proyección del documental que codirigí con Baring, seguido de un epílogo con la entrevista de Paulo, que no formaba parte de la película original. Los guardianes dan un sonoro aplauso cuando Paulo habla de lo peligroso que es su trabajo y de cómo los guardianes sufren por la falta de justicia y apoyo: “Nos sentimos muy solos aquí, sin ayuda. Necesitamos ayuda y mucho apoyo aquí en esta tierra”.
También aplauden al defensor de los derechos indígenas Bruno Pereira, quien también apareció en el documental, y al periodista británico Dom Phillips. Pereira y Phillips fueron asesinados en la región de Vale do Javari, en el estado de Amazonas, en junio de 2022.
Pereira habló conmigo y con Baring en Brasilia a principios de 2019, en calidad de jefe de grupos indígenas aislados de la FUNAI, a pesar de las restricciones del gobierno del presidente Jair Bolsonaro que prohibían a los funcionarios de la Fundación hablar con la prensa. “Es una región extremadamente violenta”, afirmó en el video al hablar sobre los riesgos que enfrentaban los guardianes al defender su tierra. “La tierra sigue devastada. Tenemos imágenes satelitales que muestran cuánta madera se ha extraído de estas tierras y es absurdo que no haya una respuesta adecuada a esta situación. El gobierno realmente está fallando allí”. Dom escribió un artículo excelente sobre los guardianes en 2015 y recuerdo que me felicitó por el documental, que ganó cuatro premios internacionales.
La mayoría de los guardianes me dice que nunca vieron esta entrevista a Paulo y varios dicen que ni siquiera vieron el documental. Después de verlo ahora, expresan que están muy contentos y emocionados, así como indignados por la injusticia de todo esto.
Otros guardianes dicen que es muy importante verlo de nuevo con todo el grupo. “Fue muy gratificante para mí verlo [a Paulo] aquí, aunque sea en video. Pero, por supuesto, siempre está con nosotros, en nuestros corazones”, dice Laércio, quien toma fotografías de la proyección y lleva una camiseta que dice: “Sangre indígena: ¡Ni una gota más!”.
“Fue muy lindo volver a verlo durante el tiempo que caminamos juntos y compartimos todo el sufrimiento”, dice. “Estaba feliz y triste al mismo tiempo. Nunca sabremos… si estaremos vivos mañana al caer la noche. ¡Muchas gracias por conservar estos recuerdos de nuestros guardianes!”.
Edivania Guajajara, una de las guardianas, se hace eco de los sentimientos de Laércio. “Nunca lo olvidaremos [a Paulo]. Lo extrañamos entre nosotros, pero él siempre está con nosotros”. Edivania también apareció en el documental de 2019, donde nos contó cuánto se preocupaba cada vez que su esposo, Julio Guajajara, salía a patrullar.
Describe la última vez que vio a Paulo en su pueblo, pocas horas antes de su muerte. “Llegaron casi al mediodía, él y Laércio. Les preparé el almuerzo allí. Paulo Paulino, nunca [antes] me había hablado, nunca. Luego, en aquel momento, me habló mucho”, dice Edivania visiblemente emocionada. “Él también es mi pariente, es mi primo. Me dijo algo así como: ‘Estamos aquí, vinimos a dar otro paseo. Mientras todavía vivamos en esta tierra, iremos a los pueblos a visitar a nuestros parientes. El día que ya no estemos, va a ser difícil vernos’”. Según las palabras de ella: “Él fue a despedirse de nosotros”.
Teresa Guajajara, una guardiana que vive en el mismo pueblo que Edivania, dice: “Parecía que todo había terminado para nosotros” el día que mataron a Paulo. “Estábamos asustados, muy tristes. Dijeron muchas cosas… que los madereros también venían a atacarnos, a matarnos”.
Al igual que Paulo, muchos guardianes dicen que enfrentan amenazas constantes de muerte. Tras el asesinato de Paulo, algunos fueron incluidos en el programa de protección del estado de Marañón. Sin embargo, solicitaron salir de este poco después, dado que debían abandonar Arariboia, algo que nunca harían, a pesar de las constantes amenazas.
Entre ellos se encuentra Olímpio Iwyramu Guajajara, quien era el líder de los guardianes en el momento del documental de 2019. “Toda mi familia se me acercó para pedirme que parara”, dice Olímpio llorando. Se queda en silencio durante unos minutos y luego continúa: “No respondí, me quedé callado. Luego, una hora, media hora después, les dije que no me iba a rendir, porque, por las venas de mis antepasados, especialmente de mi bisabuelo, corría sangre de guerrero, de proteger la vida”.
Olímpio señala que no fue fácil lograr la demarcación de Arariboia. “Esta tierra no se demarcó gratis. Si no hubiera sido por los guerreros tenetehara que la defendieron, hoy no estaríamos aquí. Habrían liquidado a nuestro pueblo”. Ahora, asegura, se ha acostumbrado a las amenazas. “La semana pasada uno de los hermanos del hombre que me amenazó vino a mi casa y me dijo que tuviera mucho cuidado porque si no me atropellarían”.
El costo es alto, afirma. “Perdí la libertad de participar en las celebraciones tradicionales. Perdí la libertad de caminar, de venir solo desde mi choza hasta acá”, dice Olímpio, quien ahora es presidente de la Asociación Indígena Ka’aiwar de los Guardianes del Bosque del Territorio Indígena de Arariboia. En la lengua guajajara, ka’aiwar significa “las personas del bosque”.
Laércio se marchó del país por su propia seguridad poco después del asesinato de Paulo. Sin embargo, también abandonó el programa de protección e incluso se convirtió en coordinador de los guardianes durante un año. No obstante, dejó ese puesto hace un año. “Fue entonces cuando volvieron a surgir muchas amenazas. ‘Laércio volvió, continúa. Tendrá una vida corta aquí’. [Estas fueron] las conversaciones que oímos”.
Todavía trabaja como guardián, pero ya no en una función que lo deje “demasiado expuesto”, dice. “Siempre que me necesiten, estaré colaborando en nuestra lucha aquí”, dice. “Tenemos que alzarnos. Aunque haya mucha persecución”.
A pesar de todo lo que enfrentan, los guardianes son unánimes en que nunca dejarán de luchar por su tierra ancestral.
“No podemos destruir nuestro bosque, porque si lo hacemos, nuestra cultura también se destruirá. Por eso nunca dejamos de luchar en el bosque. Como mi hijo Paulo”, dice José María entre lágrimas y permanece en silencio por un rato. “Su madre le dijo que dejara de luchar [contra] las invasiones. Y él le decía: ‘No, mamá, no estoy robando, no estoy haciendo nada [ilegal]. Simplemente estoy protegiendo nuestro bosque aquí, porque tenemos que preservar el bosque para nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos. Así que no voy a dejar de luchar’”.
Laércio recuerda que Paulo les decía a los guardianes que estaban en guerra y que la muerte no debería ser el final. “‘¿Entonces si ahora me muero, ahora Laércio, el jefe, el otro, se termina la guerra? ¿Solamente porque morí? Negativo’”, cita Laércio a Paulo.
“Mi sueño es… Nuestro sueño, el de Lobo [Paulo], es ver este territorio protegido de verdad. Cuando no haya más actividades ilegales, nuestro sueño se cumplirá. Cuando ya no haya madereros ni cazadores”, afirma Laércio. “Mientras haya un guerrero que tenga el sueño de quienes se quedaron atrás, mientras nosotros también tengamos su sueño en la cabeza, lucharemos por alcanzarlo. Hay muchos guerreros que sueñan lo que soñó Lobo [Paulo], lo que yo sueño hasta el día hoy. Mientras Dios no se lleve [mi vida] también”.
En la entrevista de 2019, Paulo habla de un compañero guardián que fue asesinado. “Su nombre es Alfonso. Un maderero lo mató y no pasó nada. Nada, ni siquiera hubo justicia. Ganaba un poco por día para mantener a su familia. Ahora está muerto y su familia sufre allí. Ninguna persona tomó ninguna medida para ayudar a la familia que dejó. Murió luchando aquí por esta tierra, por esta tierra en la que estamos hoy”.
Como ocurrió con gran parte de esa entrevista, sus palabras resultaron proféticas. Hoy es José María, privado de un hijo, quien vive en penurias. Asumió la responsabilidad de criar al hijo de Paulo, José Paulo Inamé Guajajara, que ahora tiene seis años, sin el pago de la asistencia social al que la familia debería haber tenido derecho. “La madre [del niño] se fue un año [después del asesinato de Paulo] y se casó. Ella se quedó con la pensión del niño. Y el niño está ahí, sin nada”.
Me comuniqué repetidamente con el abogado que maneja el caso de asistencia social, pero no respondió a las decenas de solicitudes de entrevista.
“Mi sueño es rendirle homenaje [a Paulo]”, dice José María. Habla de una escuela que quiere construir y bautizar en honor a Paulo. José María es cantante y en la escuela enseñará a los niños y niñas a cantar las canciones tradicionales de los guajajaras para preservar su cultura, dice.
En 2019, Paulo nos mostró con orgullo un video en el que se comía el corazón aún palpitante de una tortuga: un ritual ancestral destinado a protegerlo y hacerlo más fuerte. “Nuestra cultura es nuestra vida. Está en nuestra sangre y la naturaleza siempre forma parte de nuestra vida”.
* Este artículo contó con el apoyo de la Red de Investigaciones de la Selva Tropical del Centro Pulitzer, de la que Karla Mendes es becaria.
*Imagen principal: El guardián del bosque Laércio Guajajara, a la derecha, presenció el asesinato de su compañero, el guardián Paulo Paulino Guajajara, y sobrevivió el ataque en noviembre de 2019 en el territorio indígena de Arariboia, en el estado de Marañón. Fotos: Ingrid Barros para Mongabay y Karla Mendes/Mongabay.
La Asociación Indígena Ka’aiwar de los Guardianes del Bosque del Territorio Indígena Arariboia agradece donaciones para construir una escuela que lleve el nombre de Paulo Paulino Guajajara. La asociación, fundada tres años después de la muerte de Paulo, también recibe donaciones para proteger el territorio indígena de Arariboia.
Karla Mendes es periodista de investigación y de reportajes de plantilla de Mongabay en Brasil y becaria de la Red de Investigaciones de la Selva Tropical del Centro Pulitzer. También integra la junta directiva de la Sociedad de Periodistas Ambientales (Society of Environmental Journalists, SEJ). Lea sus artículos publicados en Mongabay aquí. Encuéntrela en 𝕏, Instagram, LinkedIn, Threads and Bluesky.
* Este artículo contó con el apoyo de la Red de Investigaciones de la Selva Tropical del Centro Pulitzer, de la que Karla Mendes es becaria.