- En una nueva entrega del quinto capítulo del libro "Una tormenta perfecta en la Amazonía", Timothy J. Killeen habla sobre el rol de los garimpeiros en la extracción del oro en la Amazonía.
La minería de oro ha sido una característica de la Amazonía andina desde la época precolombina y, junto con la plata, fue la piedra angular de la economía en los períodos colonial y republicano. En Brasil, la minería de oro fue una fuente de riqueza para la corona portuguesa y un factor importante en la colonización de Mato Grosso y Rondônia durante el siglo XVIII. Guyana, Surinam y la Guayana Francesa experimentaron la fiebre del oro en el siglo XIX, al igual que Venezuela en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, estos acontecimientos históricos han quedado eclipsados por la fiebre del oro de la era moderna, ocurrida después de que Estados Unidos puso fin a la convertibilidad del dólar en 1971.
La decisión de desvincular los mercados internacionales del oro coincidió con una década marcada por la inflación que provocó un aumento exponencial del precio del oro. Coincidentemente, los países amazónicos adoptaron políticas para abrir sus zonas forestales a la migración y el desarrollo. La intención era catalizar la expansión de la economía nacional a través del desarrollo agrícola y minero. Los obstáculos estructurales y la arrogancia condenaron muchas iniciativas al fracaso, al menos al principio, pero decenas de miles de familias respondieron migrando a la amazonia. Muchas de estas familias se dirigieron a los yacimientos de oro descubiertos en Carajás, Tapajós, Roraima, Madre de Dios y la costa de Guayana.
Estos mineros irregulares, o “garimpeiros”, pronto se volvieron expertos en descubrir oro aluvial, que explotaron con el pleno apoyo de sus gobiernos. Con el tiempo, vinieron empresas mineras formales munidas de estudios geológicos de alta calidad publicados por los ministerios de minería. Esos documentos técnicos difunden información a un nivel relativamente alto, pero la presencia de oro debe ser verificada y validada mediante trabajo de campo. Este es el dominio de las empresas mineras junior, cuyos geólogos de campo sabían que los mejores lugares para buscar oro son seguir el ejemplo de los mineros irregulares.
Las formaciones minerales auríferas generalmente son clasificadas como yacimientos primarios (roca dura) o secundarios (aluviales/coluviales/saprolitas). Como es obvio, la presencia de yacimientos secundarios indica la existencia de algún yacimiento primario. Los mineros irregulares extraen “oro libre” de yacimientos secundarios utilizando tecnología de minería aluvial o de placer. Este tipo de minería eventualmente dejará de ser usada en la amazonia bien cuando las autoridades limiten su expansión, bien cuando los mineros irregulares descubran y exploten todos los depósitos secundarios accesibles. Sin embargo, mucho antes de que esto ocurra, el sector habrá hecho la transición al modelo de producción más lucrativo de la minería de roca dura.
Los yacimientos de roca dura tienen dos manifestaciones: (a) filones y vetas de alta ley situados en fallas o zonas de cizalla dentro de una matriz rocosa; y (b) yacimientos de baja ley donde el oro está estrechamente ligado en bajas concentraciones dentro de la matriz mineral de la roca. Algunas empresas mineras de mediana escala ya han realizado la transición a la minería de roca dura con minas subterráneas y cianuro para explotar minerales de alta ley. Los minerales de baja ley serán eventualmente explotados por empresas que operan minas a cielo abierto dentro o cerca de zonas asoladas por el flagelo de la minería aluvial.
El Garimpo Tapajós
La extracción de oro comenzó en el suroeste de Pará a fines de la década del 50, cuando los garimpeiros descubrieron depósitos aluviales en el río Crepori, un afluente del río Tapajós ubicado a unos 500 kilómetros al sur de la ciudad portuaria de Santarém. El acceso se limitaba a lo que podían transportar pequeños aviones a las pistas de aterrizaje remotas o navegar río arriba atravesando varios grupos de rápidos. Los primeros mineros utilizaron la tecnología aluvial más rudimentaria y talaron unas 1540 hectáreas de bosque ribereño en 1975. Posteriormente, la migración aumentó tras la construcción de la carretera nacional (BR-163) que unió Cuiabá con Santarem a finales de los años 70. Decenas de miles de garimpeiros llegaron a la región y, en 1984, la huella espacial del Garimpo Tapajós se había triplicado hasta las 4750 hectáreas y el acceso a la región mejoró con la construcción de la Estrada Transgarimpeira, permitiendo a los mineros ampliar la escala de sus actividades con equipos pesados. La superficie de bosque de llanura aluvial perdida en 1993 superó las 16 500 hectáreas.
La producción de oro aumentó de ocho toneladas anuales en 1970 a más de 26 toneladas en 1990, pero el valor nominal aumentó de 7 millones de dólares a 175 millones de dólares, una suma importante para la amazonia de finales de los años 80. A pesar que el precio del oro se estancó en los años 90, los mineros lograron producir entre ocho y doce toneladas anuales. El repunte de los precios del oro después de 2007 provocó otro auge en la actividad minera, aumentando la huella espacial total a 26 170 hectáreas en 2015. En comparación con la deforestación causada por la ganadería, esta podría no parecer un área particularmente grande. Sin embargo, el bosque destruido en los campos de oro de Tapajós es casi siempre bosque de llanura aluvial.
En el 2013, un periódico de Santarém estimó que la región había producido alrededor de 758 toneladas de oro durante cincuenta años, con un valor calculado de aproximadamente 79 mil millones de reales (para entonces unos 25 mil millones de dólares). El propósito del artículo de prensa era protestar por la pérdida de ingresos públicos puesto que las empresas mineras de oro recientemente habían comenzado a pagar regalías. La producción de oro de la región en 2013 fue de doce toneladas, lo que habría tenido un valor de mercado nominal de unos 447 millones de dólares. Sin embargo, sólo se transfirieron 1,6 millones de Reales al municipio de Itaituba, aproximadamente el 7 % del monto supuestamente adeudado (24 millones de Reales). Los ingresos anuales han mejorado constantemente desde entonces, a medida que las empresas medianas y las cooperativas comenzaron a operar dentro del sector formal. En 2019, fueron transferidos un total de 64 millones de Reales en regalías al municipio, lo que corresponde quizás el 50 % del cumplimiento de sus obligaciones según la ley brasileña.
En 2020, un servicio de noticias regional estimó que existían 2700 sitios mineros activos de garimpeiros que empleaban a aproximadamente 27 000 personas. Algunos de estos sitios están reconvirtiendo viejas minas aluviales utilizando tecnología más sofisticada, pero la huella espacial continúa expandiéndose hasta los afluentes secundarios y terciarios del Crepori y Jamanxim. Imágenes satelitales revelan que entre 2010 y 2020 se perdieron cada año entre 3.000 y 4.000 hectáreas de bosque de llanura aluvial. Sin embargo, algunos garimpeiros se han convertido en pequeños mineros de roca dura explotando los depósitos primarios de oro de más fácil acceso. En 2020, solo había dos minas subterráneas a escala industrial operando en la región, pero empresas junior se encontraban desarrollando otras cuatro y tres a cielo abierto, mientras llevaban a cabo campañas de exploración en toda la región.
La mayor parte de la minería se ha llevado a cabo en el Área de Proteção Ambiental (APA) do Tapajós, una categoría de conservación que consiente la minería, sin embargo, la mayoría de las minas son consideradas ilegales porque no cumplen con las regulaciones medioambientales o fiscales. De igual forma, la región contiene dos parques nacionales (Jamanxim y Río Novo) donde no se permite la minería, y cinco reservas forestales nacionales: Floresta Nacional (FLONA) Itaituba I y II, donde se permite la minería, y FLONA Amaná y Jamanxim donde no lo está. Todas las minas se encuentran en las primeras etapas de consolidación y sufren la presión de colonos, acaparadores de tierras y la minería irregular. En el 2017, el gobierno de Michel Temer intentó reducir el tamaño y recategorizar el FLONA Jamanxim, pero la medida fue declarada ilegal por la Corte Suprema de Brasil.
La mayor parte del sector medio de la cuenca del Tapajós fue, en algún momento, de dominio indiscutible de los Munduruku, un pueblo indígena que ha luchado por coexistir con los garimpeiros y proteger la integridad ecológica de la región. Se trata de un pueblo relativamente numeroso que actualmente reside principalmente en comunidades ribereñas dentro de sus territorios legalmente constituidos (TI Munduruku, TI Sai Cinza y TI Sawré Muybu), todos ellos adyacentes a los yacimientos de oro. Sus comunidades siguen sufriendo invasiones territoriales, particularmente a lo largo del Río das Tropas y Río Cabituto. En el 2014, crearon el Movimento Ipereg Ay, una fuerza de autoprotección cuyo primer acto fue “autodemarcar” sus tierras y organizar patrullas para combatir la minería y la tala ilegales.
El Pará oriental
La mina de oro más famosa de la amazonia brasileña es Serra Pelada, ubicada al este del estado de Pará, escenario de una fiebre del oro que empezó en 1981 y terminó con el cierre de la mina a cielo abierto excavada a mano más grande del mundo en 1993. Durante su apogeo, a mediados de los años 80, la población de mineros alcanzó los 80.000 hombres y niños, mientras que decenas de miles de mujeres y niños vivían en asentamientos adyacentes. Hoy, Serra Pelada se encuentra rodeada de fincas y ranchos, pero en 1981 era una frontera forestal y, como era de esperar, un garimpo caótico y violento.
La fiebre del oro se produjo en el apogeo del gobierno militar, que envió a un oficial conocedor de la región para administrar la mina y que, de manera muy rápida, se hizo famosa por su caos y sus infernales condiciones de trabajo. Sebastião Rodrigues de Moura, más conocido con el sobrenombre de Mayor Curió, impuso el orden mediante una combinación de coacción, persuasión y sentido común, y donde los garimpeiros se organizaron en la Cooperativa de Mineração dos Garimpeiros de Serra Pelada (COOMIGASP). La concesión era originalmente propiedad de una subsidiaria de la empresa minera estatal Companhia Vale do Rio Doce (CVRD), que cedió su propiedad a COOMIGASP en 1982, una vez que se hicieron evidentes las condiciones sociales que harían imposible el desarrollo de una mina industrial.
Eventualmente, las lluvias tropicales acabaron superando la capacidad de las bombas extractoras instaladas para mantener el pozo libre de agua, mientras que el diseño desordenado y los suelos lateríticos no consolidados (saprolita) provocaron múltiples deslizamientos recurrentes de tierra que acabaron con la vida de decenas de trabajadores. Finalmente, la mina se cerró en 1992, a pesar de que aún quedaban abundantes recursos auríferos por explotar. Se estima de manera conservadora que la cantidad de oro que salió de la Serra Pelada es de 42 toneladas, lo que en ese momento habría representado unos 500 millones de dólares. Suponemos que la cantidad real es mayor puesto que el Banco encargado de comprar la producción sólo pagaba el 75 % del precio del mercado internacional.
Se sabe que el yacimiento de Serra Pelada se extiende varios miles de metros por debajo de la superficie y se estima que contiene unas 100 toneladas adicionales de oro, así como unas 35 toneladas de platino y unas 18 toneladas de paladio. La cooperativa garimpeira no tiene la capacidad técnica ni los recursos financieros para desarrollar el recurso, sin embargo, en el año 2000 creó una sociedad con una empresa canadiense (Colossus Minerals) para instalar una mina subterránea a escala industrial. La iniciativa no tuvo éxito, debido a la compleja dinámica social que se requiere para llevar adelante una sociedad con garimpeiros revoltosos.
La cooperativa, que cuenta ahora con 45 000 socios, sigue buscando accionistas y oportunidades para reabrir la mina dejada hecha por Colossus entre 2000 y 2014. En enero de 2022, COOMIGASP recibió el compromiso del gobierno de Bolsonaro de reactivar la mina, decisión influenciada por los recuerdos de la experiencia de su padre como garimpeiro en la mina a principios de los años 80.
Serra Pelada fue sólo uno de los varios garimpos que se beneficiaron de distintos programas federales en los años 80. Los subsidios directos incluían asistencia técnica, servicios financieros, transporte aéreo, atención médica y alimentos. El garimpo de más alto perfil patrocinado por el gobierno federal fue el Proyecto Cumaru, ubicado en un remoto paisaje forestal en tierras habitadas por el pueblo Gorotire de la nación Kayapó. La oleada de inmigrantes abrumó a los Gorotire, cuyos líderes inicialmente buscaron en un principio un acuerdo con los garimpeiros a cambio de una parte de los ingresos y la delimitación de su territorio. Los Kayapó no tardaron en cansarse del acuerdo, una vez que experimentaron los impactos en su salud y sus medios de vida, y se dieron cuenta de que estaban siendo estafados con sus ingresos. La actividad minera disminuyó durante la década de los años 90 a medida que el valor del oro experimentó una caída cíclica, pero los mineros volvieron a llegar a la zona después de 2015. En la actualidad, los Kayapó se oponen firmemente a la minería, pero han sido incapaces de proteger su territorio a pesar de la ayuda de la fiscalía y la sociedad civil.
Los medios de comunicación con mayor audiencia enfatizan el conflicto entre los pueblos indígenas y los garimpeiros, pero la renovada expansión de la minería aluvial ha impactado negativamente a las comunidades que residen en áreas agrícolas. Decenas de miles de garimpeiros fueron atraídos al este de Pará durante la década del 80 y, aunque algunos se reubicaron en otros lugares, muchos se asentaron en sitios patrocinados por el INCRA que caracteriza la región. Esta reserva demográfica de garimpeiros, o sus descendientes, surge cuando el precio del oro se dispara. Algunos invaden zonas indígenas, pero otros reocupan los garimpos abandonados de la década de 1980 que ahora están rodeadas de granjas y ranchos. Imágenes satelitales revelan que nuevas minas aluviales han destruido miles de hectáreas de hábitat ribereño y remanentes de bosque de galería en los municipios de Xinguara, Rio María, Curionópolis y El Dorado de Carajás.
Como en el Tapajós, el éxito de los garimpeiros ha atraído el interés de las grandes empresas que saben que el oro aluvial es un indicio de mayores depósitos encerrados en los yacimientos de la provincia mineral del Gran Carajás. La empresa Vale operó una mina de oro industrial en Igarapé Bahía entre los años 1990 y 2000, que produjo unas 100 toneladas de oro obteniendo alrededor de 1600 millones de dólares en ingresos brutos. En la actualidad, el interés empresarial se centra en el cobre y níquel como principales minerales objetivo, sin embargo, estos depósitos minerales (IOCG) también producen oro. En 2021, las minas de Sossego y Salobo produjeron, respectivamente, dos y diez toneladas de oro, lo que representa alrededor del 25 % de sus ingresos combinados de 2500 millones de dólares.
Imagen destacada: La fiebre del oro de la década de 1980 se ejemplificó con la mayor mina a cielo abierto excavada a mano del mundo, en Serra Pelada (Pará), que atrajo a unos 80.000 mineros. La mina se cerró en 1990 cuando el peligro de desprendimientos obligó al gobierno a clausurarla; no obstante, sus reservas sin explotar (y subterráneas) se estiman en 100 toneladas de oro por un valor estimado de 5.000 millones de dólares en 2023. Foto: J. Brarymi, Copyright © 2000–2023 Dreamstime. All rights reserved.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).