- Enrique Jardel es especialista en ecología y manejo del fuego, además de profesor del Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad de Guadalajara, México.
- Esas condiciones de los incendios, como los que se encuentran activos actualmente en su país, son el comportamiento errático del fuego y una mayor intensidad, explica el experto en entrevista con Mongabay Latam.
- Pero, ¿qué tanto sabemos del fuego? ¿Por qué Jardel afirma que no hay fuegos buenos o malos? ¿Cuándo y cómo debe el humano controlar los incendios en áreas naturales protegidas?
- El científico especializado en uno de los enemigos del hombre tiene una visión muy diferente al común de las personas: él va en busca del fuego, intenta controlarlo, decide cuándo debe vivir o morir.
Lo que más llama la atención de Enrique Jardel no es el fuego. Es el regreso a la zona tras el incendio. Para Jardel no hay fuegos malos o buenos. Lo que lo moviliza después de un incendio en un área natural es el renacer de la vegetación, el comienzo de la temporada de lluvias, cuando los ciervos comienzan a comer los brotes verdes recién nacidos, cuando es posible ver los árboles que cambian, la vida después del fuego.
Jardel estudió biología y se especializó en ecología forestal y manejo del fuego. Es profesor del Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad de Guadalajara. Además, ha sido miembro fundador de diversas organizaciones civiles y organismos como el Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México.
Asegura que si uno trabaja en paisajes forestales, tarde o temprano, tiene que trabajar con el fuego. Lo dice como si su conexión con el fuego fuera accidental. Desde hace años, Jardel es una de las voces autorizadas de México para explicar por qué se incendian nuestros países y cómo evitarlo o no. El fuego, ese al que tememos, del que huimos, es para Jardel “parte de la dinámica de los bosques”. Él va a su encuentro.
Desde hace 40 años, el científico trabaja en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, una zona montañosa ubicada en el sur del estado de Jalisco y al noroeste de Colima, donde existen bosques nativos de pino y encino.
“Tengo sitios de investigación que se incendiaron hace 35 años, que tenían árboles que medían cinco ó 15 centímetros y ahora camino debajo de los árboles de ese bosque. Uno aprende muchas cosas de los incendios y, entre ellas, esa capacidad que tiene la naturaleza de regenerarse”, afirma en diálogo con Mongabay Latam. También explica en esta entrevista cómo las actividades humanas están cambiando los paisajes y alterando el clima, provocando incendios más feroces y veloces.
-¿A qué se deben los incendios que está viviendo actualmente México?
-En México, en los últimos años, hemos observado una tendencia de aumento en la superficie incendiada. En los últimos 25 años, la superficie incendiada promedio estaba alrededor de unas 350 000 hectáreas. En los últimos seis años, esto sube a un promedio de 800 000 hectáreas. En 2024, tuvimos entre un millón y 1 360 000 hectáreas incendiadas. O sea, hay una tendencia de aumento. Por un lado, influye el cambio climático porque el clima es el principal factor que influye en los regímenes de incendios. Pero la otra cara de esto es la ocupación del territorio. Es decir, esa transformación del paisaje en un paisaje más inflamable. Y eso no es privativo de México. Lo mismo sucede en los Estados Unidos o Canadá y en otros países. Se combinan cambio climático y transformación del paisaje. Muchos incendios en algunos lugares han sido causados por cambios en el uso del suelo para cultivos comerciales, sea de aguacates o de otras cosas. Y sigue el avance de la ganadería o la producción de soja u otros cultivos comerciales. Creo que es un poquito la misma situación en todo el continente.

-¿Considera que México está preparado para afrontar una crisis de incendios?
-México está en muchos aspectos preparado para los incendios. Se ha trabajado mucho en los últimos 25 años en construir capacidades de personal entrenado para el combate de incendios. Hay una fuerza de tarea establecida para esto. Hay incluso cooperación internacional y combatientes de incendios mexicanos que van a otros países, como Canadá. Por otro lado, en áreas rurales, en lugares donde yo trabajo, aquí en la Sierra Manantlán, hay conocimiento por parte de los campesinos porque ellos también han hecho manejo del fuego durante mucho tiempo. Pero, por otro lado, también hay limitaciones operativas. No tenemos el presupuesto suficiente para mantener las brigadas, no sólo para combatir incendios, sino para implementar las prácticas de manejo del fuego.
La Comisión Nacional Forestal ha tratado de mantener continuo el presupuesto y el personal, pues se enfrenta a limitaciones. Y así también otras agencias gubernamentales relacionadas con esto y las mismas comunidades y los propietarios de tierras. Y, por el otro lado, pues son tendencias que están ocurriendo y que se reflejan en la incidencia de incendios, que están fuera de la capacidad de control de quien sea. Es clave cómo se maneja el territorio, porque incluso en países que cuentan con mucho presupuesto y con toda la tecnología para enfrentar incendios vemos el problema que enfrentan. Si vemos las cifras de una semana de combate de incendios por parte del Servicio Forestal de Estados Unidos y las comparamos con el presupuesto mexicano, lo que ellos se gastan en una semana era el presupuesto que nosotros teníamos para tres o cuatro años. Un enfoque de supresión del fuego basado en alta inversión de capital, de tecnología, de personal no es suficiente. Al final de cuentas, la manera de resolver la cuestión es invertir en el manejo sustentable de la tierra y de los recursos naturales.

-¿No todo es presupuesto e inversión?
-No es una cuestión nada más de dinero y de recursos. Claro que se requieren, pero lo que necesitamos es organización y cooperación. Entonces es un tema de cooperación interinstitucional. Aquí una de las cosas que nos ha funcionado es que trabajamos entre las agencias gubernamentales encargadas de las áreas protegidas del sector forestal y los ayuntamientos de los municipios que tienen territorio aquí en la sierra y la universidad. Cuando trabajamos juntos, pues es cuando tenemos avances.
-¿Nos podría dar unos ejemplos de cómo debería funcionar ese manejo del territorio?
-Vuelvo al ejemplo del manejo forestal comunitario en México. Una comunidad agraria que tiene tierras forestales y un plan de manejo del fuego, donde han definido cuáles son las áreas agrícolas o ganaderas y cuál es el área forestal permanente, si están haciendo producir una parte de su bosque y tienen otras partes para protección hidrológica, para conservación de biodiversidad y están manejando su territorio, y si se presenta un problema, por ejemplo, un incendio que se propague desde un terreno vecino y tienen capacidad para movilizarse y controlarlo o hacen sus labores de lo que llamamos prevención física de incendios, de construir sus brechas cortafuego, hacer control mecánico de los combustibles o aplicar quemas prescritas, entonces hay una comunidad organizada que maneja ese territorio. En contraste, tenemos un bosque que está abandonado porque la gente se fue a otro lugar, o a lo mejor llegaron otras personas y están desmontando o están usando la agricultura y queman para desmontar. Pues ahí tenemos un problema.

-¿Es decir que la clave está en la capacitación también de esas personas que viven en el territorio?
-Es clave la capacitación, pero para que eso funcione es fundamental la organización para la gestión de su territorio. El manejo del fuego funciona cuando hay una base institucional de organización comunitaria, de respeto a los derechos de la tierra.
El mundo está cambiando y estamos enfrentando condiciones en los incendios que no habíamos visto antes, como el comportamiento errático del fuego y una mayor intensidad.
-¿Lo dice por México o en términos generales?
-No es un asunto nada más aquí en México, como dice Steve Pine, que es un especialista en el tema de ecología y manejo del fuego, pero también es historiador y ha escrito mucho sobre el tema. Escribió un libro cuyo título es El piroceno. Dice que una de las caras del Antropoceno que estamos transitando es una época en la cual la actividad humana ha alterado los regímenes de incendios. Y eso está ocurriendo a escala global.
-¿Qué otras características nuevas observan además de la intensidad de los incendios?
-La velocidad de propagación. Pero una de las cosas que ha cambiado es el paisaje en el cual ocurre ese fuego. Y la otra cosa que ha cambiado es la meteorología. El cambio de las condiciones atmosféricas en el corto plazo. Eso está influido por el cambio climático, que sería el cambio de largo plazo. En este momento, por ejemplo, estamos viviendo condiciones críticas de sequía, no ha llovido en la región donde estoy desde prácticamente el fin de la temporada lluviosa del año pasado, estamos hablando de septiembre, octubre. Está todo completamente seco. Entonces aquí estamos en alerta por los incendios y han ocurrido muchos eventos que han sido controlados.
-¿El cambio climático es la principal causa de estos cambios de comportamiento, entonces?
-Vamos a decir que el cambio climático es el escenario o la cancha donde ocurre esto. Pero también han estado cambiando las condiciones de ese escenario por la transformación del paisaje, por la actividad humana. Esto es lo que hace las cosas más complejas.

-¿Cree que la situación actual de los incendios se está manejando correctamente?
-Sí, en el caso de las dependencias del sector forestal creo que están trabajando bien y tratando de coordinar con otros actores y con los medios con los que cuentan. Lo cual quiere decir que hay limitaciones para operar. Pero no es nada más el sector forestal de la Administración pública. Hay otros sectores que si no están haciendo su trabajo, generan problemas: el sector forestal, el sector agrícola. Es muy importante coordinar. También con el sector urbano de la Administración pública. Si las ciudades crecen desordenadamente en lugares que se incendian, no solo están en riesgo, sino que además aumentan la probabilidad de que hayan incendios porque en la vecindad de las ciudades encuentra uno todas las causas posibles de de incendios: la falla de una línea de conducción eléctrica que hace un cortocircuito, la caída de un cable. Esa es una de las principales causas de incendios cerca de bosques cercanos a zonas urbanas. Hasta niños jugando con fuego o el que hizo el asado o la barbacoa en el jardín de la casa y se le fue el fuego al bosque vecino.
-Después de la tragedia de California, ¿aprendimos algo?
-Yo esperaría que algo se haya aprendido, porque primero, no es la primera vez que ocurre en California. Podría uno rastrear desde publicaciones científicas hasta lo que ha aparecido en los medios durante los últimos 50 años. Es una crónica de un desastre anunciado. Creo que California es el territorio donde debe haber más científicos estudiando el fuego a nivel mundial y donde hay mayores capacidades para atender incendios. Y también es uno de los territorios que tiene una de las tradiciones más antiguas de manejo del fuego en sus pueblos e indígenas. Pero tiene un problema y la mayoría de la población no lo entiende: la ecología del paisaje donde vive. Sobre todo quienes especulan con el valor de la tierra y construyen zonas residenciales en las sabanas de encinos o en los chaparrales o en los matorrales costeros, que son de los ecosistemas más inflamables del mundo. Entonces Los Ángeles ha crecido sobre eso. Y parte de lo que se quemó eran fraccionamientos residenciales de gente millonaria de este lado que se fueron a construir en El Chaparral donde tienen la vista bonita del monte. Ese desorden del crecimiento urbano finalmente sufre las consecuencias. Entonces es un problema de mala planeación urbana, de especulación inmobiliaria, de expansión sobre esas tierras y le pega por todos lados a los más ricos que se van a sus terrenos y también a los más pobres, que van y ocupan áreas marginales que también están cerca de lugares que se incendian.

La sabiduría del fuego
Jardel es experto en ecología del fuego. Junto a su equipo realizan estudios técnicos o de consultoría para evaluaciones de impacto ambiental o proyectos de manejo de recursos. También trabajan sobre sistemas silvopastoriles y sobre manejo de cuencas y calidad de agua para ciudades, agencias de gobierno, comunidades, organizaciones de productores y asociaciones civiles. Además, realizan actividades de capacitación en la estación científica Las Joyas, galardonada con el Premio Jalisco 2024 en el ámbito científico. Tienen, por sólo nombrar una actividad, un Taller para Brigadas Comunitarias.
-¿Qué es lo que más le preocupa en relación al fuego?
-Hay varias cosas, pero desde la perspectiva de las ciencias de la ecología del fuego, lo que más nos interesa es entender justamente lo que llamamos regímenes de incendios. Es decir, cómo en el paisaje, en una área boscosa o de pastizales, varía la ocurrencia de los incendios a través del tiempo. Qué tan frecuentes son, en qué estación del año ocurren y bajo qué condiciones climáticas. De qué tan intenso es el fuego, es decir, su fuerza física; cuáles son sus efectos y cuáles son las respuestas de los ecosistemas, tanto de la vegetación como de la fauna y los procesos que ocurren en un ecosistema. Me refiero a procesos del suelo o de los sistemas acuáticos. Digamos que entender esas cuestiones del régimen de fuego es lo que nos interesa desde el punto de vista científico porque el entendimiento de regímenes de incendios y respuestas de los ecosistemas es la base para el manejo del fuego. Finalmente lo que manejamos son regímenes de incendios para producir ciertas respuestas en los ecosistemas con propósitos que pueden ser desde la conservación de biodiversidad hasta el manejo de recursos naturales desde el punto de vista de la producción silvícola, ganadera o agrícola, y también desde el punto de vista de la protección civil.

-¿Cuál es la función de ahondar en estos conocimientos?
-Algo muy importante es que podemos tener un conocimiento ecológico avanzado. Podemos disponer de una caja de herramientas de prácticas de manejo del fuego. Pero lo más importante es crear condiciones de organización y de cooperación para poder implementar eso en la vida real, para hacer manejo del fuego, pues debe de haber cierto control del espacio, digamos. Eso es posible cuando existe una comunidad indígena, por ejemplo, que tiene su territorio y puede hacer el manejo del fuego en ese territorio, lo mismo que una agencia gubernamental en un área protegida. O los propietarios de terrenos dedicados a la producción. Si no hay control del espacio, pues no hay nada que se pueda hacer. Y entonces esa es otra cosa también que nos preocupa porque en muchos casos algo que está relacionado con la incidencia de incendios es el abandono de las tierras o la falta de institucionalidad para el manejo del territorio.
-¿Es algo que está sucediendo en México?
-Se está viendo en muchos lugares, pero específicamente en el caso de México es un problema y vemos la diferencia, por ejemplo entre la incidencia de incendios donde existen empresas forestales comunitarias que manejan bien su bosque y que tienen pocos incendios, tienen capacidad de responder cuando se presentan o aplican prácticas de manejo del fuego y lugares donde no, como el bosque que está relativamente abandonado por la gente que ha migrado a las ciudades. Vemos también surgir nuevas situaciones en relación al manejo del fuego, como el avance de la urbanización en terrenos forestales, lo que técnicamente han llamado el interfaz urbano forestal, pues es un fenómeno extendido a nivel mundial. Esto es un problema aquí en México y pues lo hemos visto con el caso de Los Ángeles, un ejemplo de qué implica esa interfaz urbano forestal o qué implica cuando la ciudad crece sobre ecosistemas con una vegetación altamente inflamable, con condiciones climáticas que favorecen la propagación del fuego.
-¿Cuáles son las principales prácticas de manejo del fuego?
-Eso depende del tipo de ecosistema en el cual estamos trabajando. Vamos a hacer una división muy simple pero que sirve para el ejemplo. Podemos tener ecosistemas sensibles a los incendios porque en su historia ecológica y evolutiva han sido un fenómeno raro o muy infrecuente. Es el caso, por ejemplo, de las selvas tropicales húmedas o los bosques de niebla, donde las condiciones de humedad limitan la propagación del fuego y las especies de plantas no resisten ni siquiera incendios de baja intensidad. Entonces decimos que ese tipo de ecosistemas son sensibles al fuego. La idea es protegerlos. Se han vuelto más vulnerables a los incendios por dos factores: la fragmentación asociada a la deforestación y el cambio climático. Entonces, en ese caso, pensamos en la exclusión del fuego para evitar que se queme. En el otro extremo, tendríamos los ecosistemas que son propensos a incendios, donde el fuego ha sido parte de su historia y de su dinámica ecológica. Allí hay especies que están adaptadas al régimen de fuego. Aunque parezca paradójico, la conservación de la biodiversidad en estos ecosistemas depende de los efectos que tiene el fuego, modificando el hábitat. Un ejemplo, aquí en México, son los bosques de pinos y de encinos, pero también los pastizales naturales y sabanas.

-¿Es decir que hay ecosistemas en los que el fuego es parte de su vida?
-Digamos que el fuego ha sido parte de la dinámica de ese ecosistema y algo que resulta sorprendente a mucha gente y que lo han llamado la paradoja de la supresión de incendios es que cuando en uno de esos ecosistemas se elimina o se trata de eliminar el fuego, ocurren cambios como la acumulación de material combustible, es decir, en un bosque, hojarasca, ramas, árboles caídos o troncos caídos. Árboles muertos en pie. Si no hay fuego en esos ecosistemas puntuales va cambiando la estructura del bosque. Y eso lo hace más vulnerable a los incendios. Entonces, en lugar de que los incendios sean superficiales y de baja intensidad y con efectos poco severos, pueden convertirse en incendios de alta severidad. Otro ejemplo: si en pastizales eliminamos el fuego, empiezan a ser invadidos por vegetación arbustiva y se pierde diversidad o condiciones de hábitat para ciertas especies silvestres. Esto sucede porque lo que estamos haciendo es algo que no es natural, es suprimir el fuego en un ecosistema donde este ha sido un factor de su dinámica histórica.
-¿Cómo trabaja en el día a día con los incendios?
-Donde yo trabajo, la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, nosotros tenemos bosques de pino y de encino, que son propensos a incendios, están adaptados a los incendios. Y tenemos bosques latifoliados y bosques de niebla, que son todo lo contrario, sensibles a los incendios. Y los tenemos contiguos. Entonces en algunos lugares lo que hacemos es suprimir el fuego en los bosques sensibles, y en los bosques propensos a incendios, aplicamos quemas controladas. Lo llamamos quemas prescritas porque las hacemos como una prescripción, como una receta para lograr ciertos efectos en términos de reducir la carga de material combustible y por lo tanto el peligro de incendios. Pero también lo usamos para crear ciertas condiciones de hábitat que favorezcan a algunas especies. Entonces hacemos una combinación de quemas prescritas y de exclusión de fuego en algunos lugares. Incluso si hay un incendio que no amenaza centros de población o algún valor natural, pues podríamos incluso dejar ese incendio y mantenerlo bajo control donde sabemos que eso es parte de la dinámica del bosque.
-¿Diría que hay una especie de sabiduría del fuego?
-En el tema del fuego y de los incendios, estamos hablando del fuego como fenómeno. Es un fenómeno físico. Y en la Tierra ocurre porque hay una atmósfera rica en oxígeno y porque hay cubierta vegetal. Son dos lados del triángulo del fuego. El tercero es que hay una fuente de ignición que pueden ser rayos o pueden ser acción humana. Es un fenómeno ecológico, pero también ocurre en un contexto de ocupación humana del territorio, de usos del suelo y de los recursos y de procesos sociales. Es un fenómeno social también. Entonces hay que tener claro que se combinan estas tres cosas y eso lo hace complejo. Y para pasar al manejo del fuego, pues el tema es fundamentalmente una cuestión social en sentido amplio, que tiene que ver con intervenciones institucionales, con políticas, con desarrollo de capacidades y con organización.
Imagen destacada: Enrique Jardel, durante la evaluación de los efectos inmediatos de una quema prescrita. Foto: cortesía Enrique Jardel