- Las tortugas marinas verde, carey, cabezona y laúd suelen caer en los anzuelos dirigidos a la pesca del perico.
- Por eso, el gobierno peruano está capacitando a los pescadores en las buenas prácticas de liberación de tortugas, aves y otras especies.
- El Reglamento de Ordenamiento Pesquero del perico o pez dorado (Coryphaena hippurus) obliga a que al menos un integrante de cada embarcación cuente con el certificado de la capacitación.
- “Si no fuera por las tortugas, no hubiera equilibrio”, dice Gustavo Rosales, pescador de la ciudad de Ilo, en el sur de Perú.
Atraídas por las carnadas, las tortugas marinas suelen caer en los anzuelos dirigidos a la pesca del perico o pez dorado (Coryphaena hippurus). Su liberación es complicada porque son animales pesados y algunos intentan defenderse de los humanos con aleteos y mordidas.
“Me da una satisfacción liberarlas. Si no fuera por las tortugas, no hubiera equilibrio, todo es una cadena”, dice Gustavo Rosales, pescador de la ciudad de Ilo, en el sur de Perú. Rosales es uno de los 4472 pescadores peruanos que se han capacitado en buenas prácticas para la liberación de tortugas, aves y otras especies de la captura incidental.

Los cursos, que se han realizado a lo largo de la línea costera del país, se iniciaron en 2022 para aplicar una de las directrices del Reglamento de Ordenamiento Pesquero (ROP) del perico. El ROP obliga a que al menos un tripulante de cada embarcación cuente con la certificación del curso.

Jesús Nieves, director general de desarrollo técnico y capacitación en pesca artesanal del Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero (Fondepes), estima que hay unas 4500 embarcaciones periqueras, por lo que al momento se podría decir que hay cerca de una persona capacitada para cada embarcación. Sin embargo, el objetivo es llegar a 10 000 pescadores capacitados, por lo que los talleres continuarán de manera indefinida.
Para Rosales, la capacitación no solo crea conciencia en los tripulantes que no acostumbraban a liberar a las tortugas de los anzuelos, sino que también evita que las tortugas hieran a los pescadores. Ahora las embarcaciones están obligadas a llevar herramientas que facilitan la liberación, como un chinguillo –una especie de canasta con un mango bastante largo para subirlas a bordo–, alicates y cizallas para cortar el anzuelo.
Mongabay Latam habló con el pescador para conocer cómo es la rutina de pesca del perico y cómo los pescadores aplican la liberación de las tortugas marinas.

— ¿Cómo es la preparación antes de salir al mar?
— Antes de salir al mar, hacemos hielo y lo guardamos, dependiendo de la capacidad de la embarcación. La capacidad mínima aquí en el sur para la pesca de perico es de cinco toneladas y la máxima es de 15 toneladas. Vamos cargando combustible. Dejamos todo en el fondeadero. Y los cuatro tripulantes vamos al mercado a hacer los víveres. Según lo que vayamos a comer compramos la cantidad de papa o arroz.
Con todo listo, viajamos a unas 150 millas o 200 millas de distancia del puerto. Son dos días de navegación de ida y hasta dos días y medio para retornar. Y 10 días de trabajo. Cada día hacemos una cala [despliegue de anzuelos].

— ¿Por qué van tan lejos?
— De las 100 millas para adentro hay harto lobo marino (Otaria flavescens) y nos perjudican porque se comen el pescado. Cuando se va botando los anzuelos, el perico va mordiendo. Hasta que recojamos el pescado, los lobos vienen y solo muerden la panza del perico, no comen todo. Van de perico en perico mordiendo la panza. El pescado que ha sido mordido ya no sirve porque aquí en el sur no lo compran.
Nosotros tenemos que acelerar la máquina para poder levantar el aparejo rápido y así tener un pescado entero para llenar la bodega y poder volver a puerto.
Entonces salimos de 100 millas para afuera donde no hay mucho lobo marino. Sí hay, pero viene a ser lo que llamamos lobos finos (Arctocephalus australis). Ellos solamente comen uno o dos pericos, nada más, y el resto del pescado ya queda para nosotros.

— Una vez que están en altamar, ¿cómo es la rutina de pesca del perico?
— Estando en el mar, nos levantamos a las cinco de la mañana. Empezamos a alistar las cosas, los banderines. Atrapamos lisas voladoras (Exocoetus volitans) y la encarnamos por el lomo al anzuelo número siete. De ahí se bota al mar para que el perico coma y cada cinco anzuelos botamos una bandera. Terminamos a las dos de la tarde. Después, navegamos hasta la punta de la primera bandera y empezamos a levantar el aparejo, la bandera y vamos pescando. En cada marea o salida, unas cuatro tortugas quedan atrapadas en los anzuelos, más que todo la cabezona (Caretta caretta) y la verde (Chelonia mydas agassizii).
— ¿Por qué caen las tortugas?
— A veces les atrae la carnada que dejamos, de lisa voladora o de pota (Dosidicus gigas). Lo que he visto es que sí se comen la carnada o si no, como están ahí nadando, las aletas se enganchan en los anzuelos.
Caen la cabezona, la verde, la carey (Eretmochelys imbricata) y dos veces me cayó una laúd (Dermochelys coriacea). La verdad yo solo no la pude cargar, porque pesa más de 100 kilos. Le hemos subido a bordo y luego hemos sacado el anzuelo y la hemos liberado. En otra ocasión, cuando también cayó una laúd, no la pudimos subir, pero la tortuga se dejó ayudar y la hemos liberado.
Las otras especies de tortugas pesan unos 40 kilos, otras un poquito menos. Aunque se ven pequeñitas, son pesadas.

— Antes de los talleres, ¿qué hacían cuando encontraban tortugas?
— Aquí en el sur siempre hemos liberado tortugas. Las subíamos a bordo, pero con las manos. Sacábamos los anzuelos con una pita gruesa llamada driza. Con eso halábamos en contra del anzuelo para que salga. Era algo rústico, pero salía. Ahora en la capacitación también nos han dado unas herramientas. Ahora usamos el alicate de corte.
— ¿Qué más ha cambiado con la capacitación?
—Si hay tortugas, las subimos a bordo con un chinguillo, o sea, un aro que es de acero y que tiene una red. Lo siguiente es ver en dónde está enganchado el anzuelo para hacer la liberación sin maltratar al animalito. Cortamos el anzuelo y luego hacemos una limpieza del caparazón, porque unos moluscos carnívoros se pegan a esa zona y afectan a las tortugas. Finalmente, paramos la embarcación y las liberamos. Se van tranquilas.
— ¿Cómo reaccionan las tortugas cuando intentan ayudarlas?
— La tortuga laúd es dócil. Se deja ayudar porque sabe que le estamos ayudando. La cabezona sí aletea un poco, también la carey. No se dejan, están aleteando, quieren morder. Antes de las capacitaciones, a mi amigo, una le mordió y le cortó el dedo. Le hicimos un torniquete, le echamos un polvillo que compré para que le corte la circulación de la sangre. Como estábamos justo en los últimos días, tuvimos que seguir trabajando, él se dedicó a manejar la embarcación. Al llegar a tierra se fue al Seguro y ahí le han amputado el dedo. Las nuevas herramientas cumplen su cometido en evitar accidentes.

— ¿Usted y sus compañeros, cómo han recibido y reaccionado a este tipo de capacitación?
— Aquí en Ilo desde un comienzo hubo interés sobre la capacitación que hubo. Aunque se complicaron un poco, porque practicamos con anzuelos enganchados en carne de chancho. Pero después ya se han adaptado. Cada embarcación tiene sus herramientas, porque nos dimos cuenta de que son más útiles para liberar tortugas.
— ¿Qué hace falta cambiar o mejorar para asegurar la existencia de los recursos pesqueros?
— Yo creo que faltan más capacitaciones, así la gente se sensibiliza, pero mostrando videos para que el pescador tenga más conciencia de lo que podría pasar en caso de que los recursos se lleguen a agotar por culpa de las malas prácticas.
Poniendo sanciones, multas, la autoridad estaría presionando al pescador y ellos se ponen en contra, porque ya se intentó hacer eso una vez aquí y no funcionó.

— ¿Han disminuido los recursos pesqueros?
— Hace años el perico era más grande. Yo mido 1.73 y los pericos eran de mi tamaño, llegaban hasta los dos metros, pero ahora los peces se han reducido, llegan a un metro y medio nada más o un metro. Ya no están creciendo como antes. Desconozco la razón, ¿será que hay muchas embarcaciones en Perú?
— ¿Qué hacen los pescadores para proteger el mar?
— Estamos siendo más controlados en cosas como la carga de pesca, también nos piden las coordenadas. Antes había la costumbre de botar la basura al mar, pero ya no. Ahora hay que llevar un saco y al llegar al puerto somos controlados, nos piden ver el saco de basura.
— ¿Qué medidas debería tomar el Gobierno?
— Lo que yo creo que falta aquí es que el pescado sea valorado como en otros países. Aquí lo que hacemos nosotros es pescar más para ganar más, porque al fin y al cabo el pescado no vale mucho y el Gobierno apoya más que todo a las empresas industriales y no a las artesanales. Falta bastante apoyo.

— ¿La vida del pescador es sacrificada?
— Cuando era más joven, yo me dedicaba a trabajar todo el año. A partir de los 40 años, un poco menos, empecé a tratar de descansar un poco más porque era muy, muy sacrificado.
En el mar nos arriesgamos a que el motor pueda fallar, por ejemplo. O que nos pueda chocar un barco. Han habido accidentes de barco en los que muchas veces han atropellado a embarcaciones artesanales pequeñas.
Por mi parte, creo que voy a trabajar unos años más, de ahí me dedicaré a hacer otra cosa. Yo seguiría, sino que a veces nosotros los pescadores perdemos muchas cosas, como tiempo con la familia, ya a los hijos uno los ve tan grandes y no comparte con los hijos sus experiencias.

— ¿Qué significa el mar para usted?
— Las primeras veces que salí, lo primero que me asombró fueron los delfines y las ballenas. Unos años atrás, un cachalote (Physeter macrocephalus) se fue contra la lancha porque su cola se enganchó y estaba molesta la ballena esa. Pasó por debajo de la lancha y comenzó a chocarnos con su lomo. He visto también un montón de cosas de las que no puedo dar explicación, me quedé con esa duda de qué cosas han sido.
He estado en el mar desde que tengo uso de razón porque mi padre es buzo desde los 16 años. Y siempre estaba yendo al mar, siempre me ha gustado. Cuando he estado en tierra, deseo estar en el mar.
Foto principal: Pescadores liberando una tortuga marina. Foto: Cortesía Fondepes