- En un rincón remoto de Venezuela ocurre una rareza hidrográfica: el río Orinoco entrega una cuarta parte de su caudal al río Negro y de ahí al Amazonas a través del brazo Casiquiare.
- Esta única conexión entre los dos grandes ríos del continente, punto de intensa biodiversidad y puente crítico al bioma selvático, está herido por el avance de la deforestación, la minería ilegal y el cambio climático.
- La cuenca tiene 44 160 kilómetros cuadrados y su curso se extiende por 326 kilómetros, surcando un ecosistema que es bosque ribereño y selva húmeda tropical a la vez.
- A diferencia de otros ríos, el Casiquiare nace de otro río: el Orinoco, y fluye aguas abajo hasta terminar en otro más largo y caudaloso, el Amazonas.
En un rincón remoto de Venezuela ocurre una rareza hidrográfica: el río Orinoco entrega una cuarta parte de su caudal al río Negro y de ahí al Amazonas a través del brazo Casiquiare.
Esta única conexión entre los dos grandes ríos del continente, punto de intensa biodiversidad y puente crítico al bioma selvático, está herido por el avance de la deforestación, la minería ilegal y el cambio climático.
En 2023, científicos brasileros encontraron más de cien toninas (Inia geoffrensis) muertas en el lago Tefé, a 600 kilómetros de la ciudad de Manaus. La tragedia alarmó a Venezuela pues sucedió cerca de la frontera con Brasil.
El Estado venezolano envió una comisión técnica a San Carlos de Río Negro, el último pueblo del sur del país para investigar las causas. Yo iba en esa comisión.
A bordo de una avioneta que surcaba el cielo amazónico, pensé en que siempre había querido entender cómo era el robo de agua más grande del mundo, el que le hace el río Amazonas al Orinoco, a través del brazo Casiquiare. Era el momento.
El Casiquiare es la única conexión comprobada entre ambas cuencas. Se trata de un pasillo acuático que se desprende del Orinoco y se lleva consigo la cuarta parte de su caudal. Esas aguas rebeldes escurren serpenteantes en dirección sur y se unen al río Negro, principal tributario del río Amazonas.

La misión concluyó que la muerte de aquellas toninas en Brasil fue consecuencia de la alteración química del lago donde habitaban, provocada por la sequía en la región.
Pero la pesquisa apenas empezaba. Habíamos visto desde el cielo los parches deforestados, los focos mineros y el tono sepia que enrarecía el aire. Todo indicaba que la cuenca del Casiquiare podía estar amenazada.

Dos años después de aquel sobrevuelo, se avanzó en la investigación en una colaboración entre periodistas y científicos latinoamericanos, impulsada por el Instituto Serrapilheira de Brasil y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) para explorar cómo los daños a la biodiversidad de la Amazonía perturban los distintos servicios ambientales que ésta proporciona al continente.
Entender al Casiquiare desde la historia
Jaime García es nativo de San Carlos de Río Negro y miembro de la etnia Baré, un pueblo indígena asentado en la cuenca Casiquiare. Cuenta: “Este brazo acuático, como lo llaman los blancos, es fuente de sustento y purificación. Es el primer baño de la mañana y la bendición del pez en nuestra mesa. Es la vía para ir a pueblos. En el Casiquiare echamos a andar las palabras de nuestra lengua, para que lleguen a lugares ocultos y que nunca se agoten”.
La conexión del Casiquiare con los otros ríos ya era conocida por los pueblos ancestrales, pero los primeros grupos no autóctonos en navegarla fueron los conquistadores portugueses. Uno de quienes mejor conocen esta historia es el explorador y naturalista venezolano Charles Brewer Carías.
En 1990, el presidente Carlos Andrés Pérez consultó a Brewer Carías sobre la realidad del Alto Orinoco y el Casiquiare. El explorador consolidó un informe donde argumentaba la necesidad de crear una Reserva de Biósfera en aquella porción de la Amazonía venezolana.
“Los garimpeiros [mineros informales o ilegales] amenazaban a las comunidades indígenas del Casiquiare. La malaria también. Conocíamos el territorio, habíamos estado en el Siapa y vimos de cerca la situación de los Yanomami”, cuenta Brewer Carías.

Recuerda que los Yanomami apenas tenían contacto con el exterior, pero tanto garimpeiros como misioneros estaban perturbando su cosmovisión ancestral.
“La reserva de biósfera ayudaría a mantener prístinas a esas comunidades. Se lo explicamos al Presidente y nos escuchó”, afirma el explorador.
El 5 de junio de 1991, el gobierno de Pérez decretó la creación de la Reserva de Biósfera Alto Orinoco-Casiquiare, que sería reconocida por la UNESCO dos años más tarde, el 9 octubre de 1993, como la primera de Venezuela.
Una Reserva de Biósfera es un territorio que busca hacer compatible la preservación ambiental con el aprovechamiento sostenible de recursos. Las proponen los Estados y las valida la UNESCO internacionalmente.
La cuenca tiene 44 160 kilómetros cuadrados, su curso se extiende por 326 kilómetros, surcando un ecosistema que es bosque ribereño y selva húmeda tropical a la vez. Recibe varios afluentes: al Pasimoni, al Siapa, al Pasiva y al Pamoni. Luego desemboca en el río Negro, principal tributario del Amazonas.
La mayoría de los ríos nacen en las cabeceras montañosas. El agua desciende y erosiona la vertiente. El Casiquiare es distinto, pues nace de otro río: el Orinoco. Fluye aguas abajo hasta terminar en otro más largo y caudaloso, el Amazonas.
Gustavo Silva León es geógrafo de la Universidad de Los Andes. Lleva cuarenta años estudiando la Orinoquía, incluido el Casiquiare.

Para él, la captura acuática del Casiquiare sobre el Orinoco es curiosa, pues no es un comportamiento común en ríos amazónicos. Sus estudios indican que el Casiquiare le roba al Orinoco cerca de 350 000 litros de agua por segundo.
“En los llanos inundables de Venezuela es común ver brazos que escapan de un río para unirse a otro, o ríos cambiando trayectorias y dejando la cicatriz del cauce viejo. El Casiquiare es la curiosa excepción a esa regla, pues ocurre en un ambiente que no es completamente plano”, explica Silva.
Un hotspot biodiverso
La riqueza del Casiquiare no solo se debe a su extraño comportamiento hidrográfico, sino también a su biodiversidad.

En 2018, la Fundación Polar aseguraba que la ictiofauna del Casiquiare es una de las más ricas y menos documentadas, opinión basada en las 88 especies de peces de importancia ornamental halladas en la cuenca.
En un estudio sobre los patrones de consumo de pescado en la zona hecho por la FAO, se caracterizaron 25 especies de mamíferos, 80 de aves y 6 de reptiles. Birdlife International clasificó en 2014 al Casiquiare como Área Endémica de Aves. Y una expedición de ornitólogos en 2023 contabilizó 234 especies de aves para la plataforma eBird, de las cuales once fueron avistadas en la cuenca por primera vez.
Las toninas del Casiquiare
El Casiquiare cumple otro papel importante: favorece a especies emblemáticas amenazadas como las toninas, también conocidas como delfines rosados, como las que murieron en el lago Tefé.
Yurasi Briceño es bióloga de la Universidad del Zulia y dirige el Proyecto Sotalia, una organización ecologista que protege cetáceos en Venezuela. En 2023, Briceño participó en la Expedición Casiquiare, junto con 15 científicos y cuatro periodistas. Observó 387 toninas en tres semanas.
“La cantidad de toninas que observamos fue mayor al censo realizado hace diez años. Eso no significa que la población aumentó, sino que aplicamos una metodología más eficiente y tecnología más sofisticada”, asegura Briceño.

Esas condiciones hidrográficas han ido cambiando en los últimos años. Según el geoportal científico latinoamericano MapBiomas, un total de 1020 hectáreas cubiertas de agua en 1985 pasaron a ser bosque en 2023. Otras 3387 hectáreas que en 1985 eran bosques pasaron a ser cuerpos de agua en 2023.
Esto significa que en la cuenca ocurre lo contrario a las regiones donde la sequía desaparece ríos a mansalva. Pero este cambio no ha sido favorable, todo lo contrario.
El impacto lo recibe la biodiversidad, pues muchas especies son susceptibles a las anomalías climáticas, entre ellas las toninas.
Briceño explica: “En sequía, las toninas se mueven por el cauce principal, pero cuando hay mucha agua, producto de las lluvias, buscan otros caños [ríos tributarios al principal] que no suelen transitar”.
El aumento de toninas varadas, no solo en el Casiquiare sino en toda la Orinoquía, se debe a la alteración de caudales.
“Las toninas saben diferenciar lluvia de sequía. Si llueve cuando debería haber sequía, se descontrolan y no distinguen los caños con suficiente agua. Entonces quedan varadas y mueren”, agrega Briceño. La muerte de estas toninas y las del Tefé forma parte de un mismo problema.

MapBiomas ofrece otro dato clave: el Casiquiare es la séptima cuenca venezolana con más cambios entre 1996 y 2023. Durante este periodo ganó 2507 hectáreas de espacio acuático. ¿La razón? La alteración de los patrones de lluvias.
Los datos indicaron que, desde 2008, se han producido picos máximos y mínimos en los caudales de la cuenca, es decir, momentos en los que fluye mucha agua y momentos en donde disminuye de manera drástica. En 2010, por ejemplo, había 35 664 hectáreas de espacio acuático. Solo dos años después aumentó a 46 290 hectáreas.
Esta información complementa otra base de datos que obtuve durante mi paso por la función pública. Dicha data tenía vacíos por las debilidades de la red de estaciones meteorológicas que la capturó. Por lo que los científicos Luis Cattelan y Maria Luiza Busato, de la Universidad Federal de Santa Catarina y la Universidad Estatal de Campinas respectivamente, que ahora cursan el programa de formación de ecología cuantitativa del Instituto Serrapilheira, crearon un modelo de simulación que reconstruyó los datos faltantes.
La reconstrucción permite identificar un conjunto de anomalías climáticas. Por ejemplo, en 2023 llovió en un período que debió ser seco. Apenas un año después, en 2024, se produjeron sequías durante períodos históricamente lluviosos.

El aporte científico terminó de validar la hipótesis inicial: el cambio climático está golpeando al Casiquiare.
La deforestación y la minería también golpean
La plataforma Global Forest Watch expone que entre 2002 y 2023 en la unión Casiquiare-Río Negro se deforestaron, al menos, 3070 hectáreas de bosque primario.
La importancia de los árboles amazónicos es que son contenedores de dióxido de carbono (CO2). Cuando son talados, ese CO2 va a la atmósfera.
Según Global Forest Watch, la deforestación en la unión Casiquiare-Río Negro (2001-2023) emitió 2 870 000 toneladas de CO2 equivalente, una cifra irrisoria comparada con los 300 millones de toneladas que el bioma amazónico emite al año.
Una de las causas de la deforestación es la minería ilegal.
Alguien que estuvo en Río Negro en 2024 visitó, además, las cercanías del Parque Nacional Cerro Yapacana, ubicado a 150 kilómetros del Casiquiare. Allí constató la escalada minera. Dio su testimonio para este trabajo con la condición de resguardar su identidad para evitar represalias por parte del gobierno venezolano y de los grupos criminales.

“Recogí testimonios de personas que han hecho minería en el Yapacana. Es una forma de sustento fácil y una caja registradora. Cualquiera hace minería allí”, cuenta.
La fuente descubrió que, en la cima del Yapacana, hay toda una infraestructura inverosímil de bares y billares, incompatible con la dinámica ambiental y la cosmogonía ancestral.
“En la memoria de los pobladores está fresca la Operación Autana [incursión militar que desalojó mineros ilegales en 2022]. Lo recuerdan como algo violento y traumático. Percibo que la mayoría de quienes han hecho minería allí no son criminales. Quien dirige la mina sí, pero el minero común busca sustento”, explica.
Jaime García, miembro Baré, asegura que en el Casiquiare también hay minería. “Hay minería en el Guainía, el Siapa y el Pasimoni hace más de cuarenta años. No es tan agresiva como en Las Claritas o El Dorado [estado de Bolívar], pero degrada nuestro Casiquiare”, agrega.
Un trabajo del portal venezolano Armando.Info, publicado en 2022, identificó 42 pistas de aterrizaje clandestinas en los 3718 puntos mineros entre Bolívar y Amazonas. Una de ellas cerca de la confluencia Siapa-Casiquiare.

Imágenes satelitales del programa aeroespacial de la Unión Europea muestran la pista del Siapa, activa hasta el 4 de marzo de 2024. En otra imagen del 18 de agosto de ese año la pista no logra distinguirse. Posiblemente fue desactivada. Imágenes de septiembre (2024), marzo y abril (2025) tampoco muestran la pista.
En el municipio Río Negro de Amazonas hay presencia de grupos criminales colombianos autodenominados disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) y garimpeiros, según información de la ONG venezolana SOS Orinoco. Estas bandas usan pistas clandestinas y están en las riberas del Siapa, San Miguel, Pedaraguén, Pimuchín, Irene, Daniacushím, Denarikén, Lapa, Vanisa y Amariquén.
Son los hombres —los garimpeiros, los grupos criminales colombianos, los deforestadores que usan combustibles fósiles— los que están amenazando el Casiquiare.
“El fin de nuestra misión era fijar astronómicamente al Casiquiare. Se frustraría ese objetivo si nos faltaba el sol y las estrellas”, decía el naturalista alemán Alexander von Humboldt en 1800. Se necesita más que astronomía para navegar el Casiquiare como lo hizo Humboldt, pero se puede seguir el eco de su voz para mantener vivo el deseo de hacerlo.
Imagen principal: monos capuchinos en la Guyana venezonala, sureste del río Orinoco, en Venezuela. Foto: Reybert Carrillo