- 70 % de los niños menores de 5 años que viven en las comunidades machiguengas, asentadas dentro del Manu, tienen desnutrición, según la microred de salud de Salvación, encargada de velar por la salud en el Manu.
- Según el Ministerio de Cultura no existe un plan estatal para integrar a personas seminómades al sedentarismo, donde las costumbres deben de cambiar para obtener una mejor calidad de vida.
Cuando Rubí murió nadie fue a su entierro. Con tan solo un mes y medio de edad se enfrentó a la indiferencia. Los dos días anteriores había estado con fiebre y gripe. Su madre Mariluz Mambiro, de ojos rasgados y pelo negro azabache, la cargaba entre sus brazos. Rubí estaba tan agotada y débil que ni lloraba. A las 11:30 de la noche, mientras todos dormían, se escuchó un barullo y voces indescifrables para cualquier extraño, pero el desencajado rostro de Mariluz no aceptaba adivinanzas. Rubí había muerto. Al día siguiente, no hubo velorio. Mariluz y su esposo Raúl Shirikianki la envolvieron en unas telas y la enterraron en privado junto a algunas ropitas que había usado en su corta vida.
Una hora y media de avión. Tres en auto. Veinticinco en bote de los rápidos. Es el tiempo que toma llegar desde Lima hasta la comunidad machiguenga de Yomibato, el último asentamiento humano en el corazón del Parque Nacional del Manu. Cuando el río está bajo, que es casi la mitad del año, a este recorrido hay que agregarle al menos cuatro días más, ya que sin agua, lo único que queda es cargar el bote en los tramos secos y acampar en las playas de arena que se forman en el río Fierro, afluente del río Manu. Cacaotal, donde vivía Rubí con sus padres, es el anexo de Yomibato, a tres horas de distancia cuando el Fierro está grande y navegable. En todo el camino te sientes pequeñito, insignificante. Según Thomas Müller, fotógrafo alemán con décadas documentando la Amazonía, y parte de esta expedición, nunca antes había entrado a un bosque con árboles tan imponentes.