- En la llamada “frontera porosa” que divide Guatemala y México entra “de todo”, dicen sus pobladores y autoridades, incluyendo ganado de Centroamérica.
- Ganaderos de la región describen que luego de cruzar la frontera ese ganado es introducido en zona selváticas para ser engordado, incluyendo áreas naturales protegidas.
Lo último que consideran quienes hacen negocios en la frontera de Guatemala y México es que el ganado acelera la deforestación en la selva Lacandona. Al campesino mexicano Carlos Rodríguez le traían ganado “indocumentado” desde Guatemala. Compraba barato, cruzaba la frontera con su camioneta llena de becerros y los ponía a engordar en su predio para luego venderlos a un mejor precio.
Pero cuenta que luego tuvo que dejar de hacerlo porque es un negocio que funciona con mucho dinero en efectivo y le tocó ver armas, autos con balazos y un día estuvieron a punto de asaltarlo.
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Para él era un negocio sencillo y para muchos lo sigue siendo. Es una actividad que hasta la fecha se realiza en la frontera sur de México y consiste en comprar vacas en Guatemala a un precio bajo “y ponerlas a engordar aquí para venderlas mejor”, explicó Rodríguez, habitante del fronterizo municipio de Marqués de Comillas, una de las poblaciones que ejerce presión sobre la selva Lacandona por el constante crecimiento demográfico y el cambio de uso de suelo causado por las prácticas agropecuarias.
Rodríguez vive a unos metros del Río Lacantún, en el inicio de la Reserva de la Biósfera Montes Azules, una imponente área protegida de la selva Lacandona donde cada año se registra aumento de presencia humana y donde también se da la práctica de la ganadería extensiva, como en las otras siete zonas de conservación de esa región selvática.
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) tiene a la ganadería extensiva como su “enemigo a vencer”. “Es el principal factor asociado al cambio de uso de suelo” en México, explicó Adrián Méndez, director de la Conanp en la zona sur del país, y agregó que también en esa zona los hatos ganaderos crecen exponencialmente a causa del ingreso sin control de vacunos al país.
En la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) se sabe que el inventario de ganado criado en Chiapas no guarda relación con la cantidad real de animales que hay. “Esos volúmenes de ganado que hay en la frontera sur no se pueden dar solo en Chiapas”, aseguró Carlos Toledo, jefe de Fomento Pecuario de la Sagarpa en Chiapas.
Mongabay Latam buscó el origen de los animales que ocupan los hatos y de cómo este ganado provoca la deforestación en la selva Lacandona, y encontró, según reconocen las autoridades y campesinos de la región, que el ganado proviene de Centroamérica, que en ocasiones es llevado hacia el interior del país, pero que también se suele trasladar a parajes de las inmediaciones para que recupere salud y peso antes de ser vendido.
La Sagarpa calcula que hay un inventario de 2 300 000 animales en Chiapas y que cada año ingresan un millón de cabezas de ganado a México por puntos fronterizos no autorizados, según información publicada por medios de comunicación locales.
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En la Conanp están al tanto de que la ganadería está afectando las Áreas Naturales Protegidas (ANP), sin embargo, no se plantean de dónde viene ese ganado. “En las ANP tenemos todo tipo de ganado (pero) en el origen del ganado no nos hemos metido”, afirmó Adrián Méndez, director de la Conanp.
Los lugareños sostienen que precisamente estas grandes cantidades de ganado son las que “tienen los ranchos saturados”. Son las vacas que entran desde Guatemala y son traídas por brechas a pie o en camionetas, cruzando el río Usumacinta. También traen los animales nadando o en pangas (lanchas) acondicionadas especialmente para el paso de ganado, confirmaron habitantes de Marqués de Comillas.
Es una actividad plenamente identificada por autoridades mexicanas pero que no puede ser controlada, explicó el especialista en ganadería del Colegio de la Frontera Sur, Guillermo Jiménez. La opinión de Jiménez coincide con la de los lugareños.
Mongabay Latam realizó pedidos de información a distintas dependencias del Gobierno mexicano para conocer las acciones que se están tomando frente a esta problemática. Algunas de ellas contestaron que no poseen información suficiente, otras que no están al tanto del problema y hubo las que simplemente no respondieron hasta el cierre de este artículo.
La Fiscalía de Chiapas dijo, por ejemplo, que no tiene información de ningún tipo y la Secretaría de Campo de Chiapas, no ha respondido hasta el momento.
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La Secretaría de Hacienda y Crédito Público —responsable de vigilar la entrada legal de las mercancías al país— respondió, a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información, que el tema no le compete. Se utilizó el mismo mecanismo para obtener la versión de la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) y respondió que no tiene ninguna información sobre investigaciones de entrada ilegal de ganado. En su respuesta, la PGR afirmó que la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales debe tener la información, pero esa dependencia, consultada por la misma vía, también negó conocer el tema.
La conclusión: ninguna de las cinco dependencias consultadas tienen información oficial sistematizada sobre el trasiego de ganado desde Centroamérica hacia México.
Ganado ilegal en Marqués de Comillas
Pero en la región sí hay respuestas: cerca de Marqués de Comillas, del lado guatemalteco, hay una “tienda de ganado”, un lugar llamado ‘El Sabanar’ donde se hace el negocio de compraventa de animales en cash y sin documentos que dejen rastro de las operaciones. En algunas ocasiones, estas suelen ser voluminosas, con cifras de dinero muy altas que generan un clima de tensión y desconfianza entre compradores y vendedores. “Allá todos traen armas, ya no nos metemos ahí”, contó Rodríguez.
Es un lugar donde, según habitantes de Marqués de Comillas, llega ganado en condiciones deplorables desde el interior de Guatemala y de otros países de Centroamérica como Honduras, El Salvador y Nicaragua. Los animales, afirman los pobladores, suelen estar mal alimentados, con hambre y maltratados físicamente durante el traslado en camiones que no están acondicionados debidamente. Es ganado que se ve en los caminos de aquellos parajes fronterizos y que habrá de reponerse en los predios selváticos de Marqués de Comillas.
La última vez que Rodríguez fue a comprar ganado a ‘El Sabanar’ con su camioneta, vio los rastros de un reciente enfrentamiento a balazos y salió libre de un intento violento de asalto. “Me querían quitar el dinero y ya mejor dejé de ir”. Entonces ahora tiene su hato ganadero con animales “documentados”, es decir, criados en México.
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En 2016, el Ejército mexicano informó a los medios de comunicación locales que realizó una investigación durante cuatro meses que los llevó a la conclusión de que el ganado pasa sin control sanitario ni de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en la llamada “frontera porosa”.
El informe del Ejército apunta también al trasiego de droga utilizando la infraestructura de transporte ilegal del ganado, una situación que, de acuerdo al recorrido realizado en la zona, es un secreto a voces y es la causa de que pocas personas estén dispuestas a hablar sobre la entrada de animales desde Centroamérica y sobre cómo este ganado es responsable de parte de la deforestación en la selva Lacandona.
De acuerdo con los testimonios recogidos por Mongabay Latam en la región, la información revelada por el Ejército sobre la entrada furtiva de ganado no fue ninguna novedad para los lugareños, mucho menos para Carlos Rodríguez, quien solía ingresar al país con sus vacas frente a un puesto de control militar en las inmediaciones de un ejido llamado Boca de Chajul. “Solo me pidieron el sello de la autoridad de Guatemala donde dice que no era ganado robado”, contó Rodríguez.
La Sagarpa, en voz de su director de Ganadería, Carlos Toledo, jefe del Programa de Fomento Pecuario, también confirmó que la llamada “frontera porosa” es el escenario del paso permanente de ganado desde Centroamérica a México. En una entrevista realizada en sus oficinas de Tuxtla, la capital de Chiapas, el funcionario informó que la Sagarpa tiene registro del ingreso no autorizado de ganado en los estados de Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas, es decir, en toda la frontera.
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“En la frontera sur existe intercambio de mercancías, muchas veces irregular, informal. Las condiciones geográficas propician el tráfico de ganadería, que es una actividad histórica en el sureste de México”, señaló Toledo.
En Chiapas está la mayor parte de la frontera porosa que divide Guatemala y México (654 kilómetros de un total de 956). Es una región donde, según Carlos Toledo, “no hay barreras” para la entrada de mercancías. Es así como campesinos de Marqués de Comillas, entran a Guatemala por caminos no autorizados para comprar ganado, como lo hacía Carlos Rodríguez.
Un recorrido por la ‘frontera porosa’
Son pocas las noticias que llegan de esa lejana zona donde comienza México, donde se fundaron municipios apenas en los años setenta cuando el gobierno nacional ofreció tierras selváticas inundables a personas del interior del país “con culturas y tradiciones muy distintas (a las de la población maya originaria) y acostumbrados a condiciones ambientales muy diferentes”, según la organización Natura Mexicana.
Una carretera construida por el Ejército mexicano después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) acompaña la línea recta que marca parte de la frontera en esa zona selvática del oriente de Chiapas. En Marqués de Comillas y la mayor parte del camino que conduce hacia otros municipios situados en dirección al oriente, no hay señal de celular de compañías mexicanas pero sí hay telefonía de Guatemala. Los productos en las tiendas y el acento en el habla de las personas crean una sensación de no estar en México.
Avanzando en el camino, aún en Marqués de Comillas, aparece el ejido Nuevo Orizaba, donde hay un cruce fronterizo oficial. Es un punto en cuyas inmediaciones también entra ganado. Así lo confirma el comisariato ejidal del lugar, Mario Valencia, quien habla sobre las malas condiciones del ganado que llega. “Las vacas están descuidadas y desnutridas”, comenta.
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Es un lugar donde la economía se basa en el monocultivo de la palma africana y la ganadería, igual que en los lugares que siguen a la orilla de esa carretera que gira hacia el norte con rumbo hacia la cabecera municipal de Benemérito de las Américas, un lugar establecido al costado del Rio Usumacinta, frontera natural de México y Guatemala.
Desde 20 kilómetros antes de llegar al pueblo principal de ese municipio, se puede observar a ambos lados de la carretera ranchos ganaderos y la actividad de los capataces que meten y sacan ganado. Es la zona donde están las principales entradas de animales por el río Usumacinta. Las fuentes consultadas por Mongabay Latam aseguran que el ganado proveniente de Centroamérica es el que se queda en esos ranchos y también, en ocasiones, es llevado hacia el interior del país en tráilers.
“Quién sabe donde engordan ese ganado, de hecho lo han de meter a otros ranchos por allá a engordarlos”, dijo Fabrizio Landeros, autoridad en el ejido Boca de Chajul y ganadero. Él sabe que los ranchos de la región están “saturados”.
Se nota también el constante paso de las “panzonas” —así le llaman a los tráilers que transportan el ganado— que es frecuente en este punto del recorrido. Van vacías o llenas, pero no dejan de pasar de un lado y de otro. “Si llegan seis jaulas de ganado, ya tienen 20 reponiéndose”, aseguró, por su parte, el lugareño Jesús Aguilar Valencia, otro ganadero de la zona.
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“Están saliendo hasta 30 jaulas diarias, todo ese ganado sale de Centroamérica, cada jaula trae entre 80 y 85 animales”, reiteró Fabrizio Landeros.
En este lugar, el municipio de Benemérito de Las Américas, es donde el Ejército detectó que ingresa droga al país en el estómago de las vacas y toros, también es el escenario de conflictos entre organizaciones ganaderas que, según el informe publicado por esa institución castrense, estarían involucradas en el trasiego de estupefacientes y ganado. La principal asociación ganadera de Chiapas declinó a dar información al respecto.
En mayo de 2016 se reunieron mandos militares de Guatemala y México para “intercambiar información de los diferentes ilícitos que se cometen” en los casi mil kilómetros de frontera que comparten los dos países, según informó la revista militar guatemalteca, Diálogo.
De acuerdo con esa publicación, en el encuentro se analizaron los “operativos conjuntos y el resultado de las operaciones en el combate contra el narcotráfico, contrabando, tráfico de personas y tráfico de ganado que se realiza en los pasos ciegos en la frontera con México”.
“En Benemérito se ve que hay billete. Es por el trasiego de ganado. Mientras el gobierno permita se va a hacer lo que la gente quiera, y donde hay dinero es difícil que el gobierno y las autoridades sanitarias se opongan, les vale madre. Aquí no hay problema”, dijo Landeros.
Un ganadero que solía comprar ganado de Costa Rica y Colombia en Benemérito de las Américas —quien pidió que no se mencione su nombre por seguridad— contó que el negocio se sostiene en una red de “coyotes” (traficantes) que abarca todos los países desde Colombia hasta México y también narró que dentro de las “panzonas” viajaba la droga.
Los pequeños productores ganaderos consultados para este reportaje dijeron que en Benemérito de las Américas se nota a primera vista que circula mucho dinero, y tienen razón, se nota. También dijeron que las calles están llenas de ganado, lo cual también es verdad. Advirtieron además que es un lugar peligroso donde se debe andar con cuidado. Cierto también.
Dos personas consultadas sobre el tema a orillas del Río Usumacinta, justo donde pasan las pangas o lanchas, se dieron la media vuelta y se alejaron sin responder. Otra persona más dijo que en cualquier parte del río se cruza el ganado y también se alejó.
El avance del ganado sobre la selva Lacandona
La deforestación en la selva Lacandona por el ingreso irregular y constante de ganado está asociado a un mecanismo que el investigador de Ecosur, Guillermo Jiménez, conoce como la “campesinización de la ganadería”, que consiste en el avance de esta práctica pecuaria a través de la aparición de numerosos pequeños hatos ganaderos y la proliferación de fundos familiares con cierta cantidad de vacas. Es decir, en lugar del establecimiento de planes ganaderos con prácticas tecnificadas, la actividad avanza de manera “hormiga” y en el proceso el ganado acelera la deforestación en la Selva Lacandona.
El especialista explicó que en la región selvática del sur de México, los pequeños hatos ganaderos crecen de forma acelerada y sin ningún control, porque las vacas son consideradas “alcancías vivientes” que sacan de apuros a las familias. “Nosotros tenemos ganado solo para no morirnos de hambre”, explicó el campesino Carlos Rodríguez, ilustrando desde Marqués de Comillas la opinión del investigador de Ecosur.
Existe otro elemento que hay que sumar a esta ecuación, la pobreza en esa región y la forma en la que el gobierno mexicano ha encarado este problema. Chiapas tiene más de 4 114 000 personas viviendo en pobreza, de las cuales más de un millón 498 000 viven en pobreza extrema, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En el último informe de medición de pobreza del Coneval, publicado en 2016, Chiapas aparece con el 77.1 % de su población viviendo en pobreza, el porcentaje más alto en comparación con el resto de estados de México.
Las vacas y toros traídos desde puntos fronterizos no autorizados, según la explicación de los lugareños, tienen dos posibles destinos: se los llevan en las “panzonas” a grandes ranchos de engorde (en ocasiones las “panzonas también se llevan las vacas a otros destinos del interior de México), o son trasladados a los parajes selváticos en grupos reducidos y por pequeñas familias de ganaderos, quienes instalan los animales dentro de sus ejidos —porciones de tierra cedidas por el gobierno a familias campesinas— porque son tramos de terreno que, en el caso de la región de la selva Lacandona, suelen estar en superficies agrestes e irregulares.
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Adrián Méndez, el director de la Conanp en la zona sur de México, recalcó que una de las características de las áreas naturales protegidas es que son de difícil acceso, son zonas de geografía complicadas y no planicies ideales para la ganadería. Pero son terrenos que son aprovechados por quienes más los necesitan: las familias campesinas.
“En las áreas protegidas tenemos los terrenos con pendientes más pronunciadas, de hecho las zonas ganaderas planas son de pequeños propietarios que se quedaron con las mejores tierras, ¿y a dónde fueron los campesinos? a los cerros, a las zonas más agrestes”, explicó Adrián Méndez.
Esa es la dinámica mediante la cual la ganadería entra a las áreas naturales protegidas y precisamente en esos parajes viven personas que entran en la estadística del 77.1 % y que dependen de las alcancías vivientes que compran a bajo precio en Guatemala, para sobrevivir.
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Jesús Aguilar Valencia, poblador de Marqués de Comillas que con los años ha llegado a poseer 33 hectáreas, lo resume de esta manera: si se conformara con recibir el Pago de Servicios Ambientales (PSA), ganaría 33 000 pesos al año que tendría que dividir por la mitad para invertir en los arreglos que el gobierno mexicano exige para emitir los pagos, “y si caes en incumplimiento, te cancelan todo, sin importar que tengas selva”
Él ha logrado vender unas 110 vacas al año a 4000 pesos cada una, “es mucho más que lo que sacaría con el PSA”.
“La ganadería indígena y campesina es de pequeña escala y típicamente se asienta en terrenos accidentados, de alta vulnerabilidad ecológica. Frecuentemente está en áreas de frontera agrícola cercanas o dentro de las áreas naturales protegidas”, así explica la “campesinización” en una ficha informativa entregada por la Conanp a Mongabay Latam.
El director de la Conanp, dijo en una entrevista, que los campesinos “tienen al ganado como alcancía” y siendo habitantes de una de las zonas más pobres de México, les resulta efectivo tener sus vacas para salir de apuros. Es una lógica de supervivencia que ha ido cambiando el uso de suelo desde la periferia de las áreas naturales protegidas hacia las zonas núcleo.
La pobreza, la entrada libre por la frontera porosa y la falta de control del Estado sobre las zonas protegidas son los insumos de la campesinización de la ganadería que se practica en áreas naturales protegidas, una actividad de la que “viven o intentan vivir” unas 80 millones de personas en el mundo que se encuentran en situación de pobreza, según el investigador Guillermo Jiménez.
Lorenzo de Rosenzweig, director del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, opinó que sí tiene lógica ese avance disperso de la ganadería, con las consecuencias medioambientales que tiene.
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“Sé que sucede, tiene todo el sentido del mundo para una persona ahorrar de esa manera. No repruebo el hecho, es el resultado de falta de oportunidades y si suma uno los casos individuales, puede tener un impacto grande”, dijo el especialista a Mongabay Latam.
De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), si la deforestación en la selva Lacandona sigue creciendo como en los últimos 40 años, estos bosques va a desaparecer.
“De 1.5 millones de ha que tenía la Selva Lacandona en Chiapas, hoy quedan 500 000 que es urgente conservar por su gran valor, debido a que en ellas radica la mayor biodiversidad de México, con fauna y flora exclusiva de la zona, además de que dichas hectáreas son un muy importante regulador climático y tienen un valor hidrológico de primer orden debido a los caudalosos ríos que las riegan”, señala una publicación de la UNAM de 2013.
De acuerdo con un estudio realizado por Natura Mexicana, entre los años 2000 y 2012, es decir, en un período de doce años, la deforestación en la selva Lacandona alcanzó las 142 000 hectáreas, lo que equivale al 6 % del total que se perdió en México en ese mismo lapso de tiempo. Esto significa que desaparecieron al menos 32 millones de toneladas de biomasa y 500 millones de árboles.
Natura Mexicana —que tiene una estación de investigación en la reserva Montes Azules— sostiene que en las áreas protegidas “la mayor parte de la deforestación se origina en los bordes y crece hacia el interior a partir de la creación de nuevas unidades destinadas a la producción agropecuaria”.
De acuerdo con esta organización, la selva Lacandona tiene 1249 localidades, de las cuales el 53 % tienen menos de 50 habitantes. Tan solo tres de esas localidades tienen más de 2500 pobladores (Nueva Palestina con 10 588, Benemérito de las Américas con 6159 y Frontera Corozal con 5184). En estos tres lugares se concentra el 10 % de la población.
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“Es claro, pues, que se trata de un área rural (la selva Lacandona) con numerosas rancherías y pequeñas localidades dispersas. Es claro que hay polos de crecimiento donde ya hay urbes de tamaño considerable, mientras que las áreas naturales protegidas y sus inmediaciones presentan solo localidades dispersas y pequeñas”, dice el estudio de Natura Mexicana.
El Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza no posee información precisa, al igual que las demás dependencias consultadas, sobre cuánto aporta la entrada irregular de ganado a la deforestación en la selva Lacandona de México. Lorenzo de Rosenzweig opina que es muy difícil realizar estas mediciones en terreno selvático .
“En la ganadería tropical es mucho más difícil saberlo porque es mucho más dispersa y porque no hay la facilidad de acotar el cambio de uso de suelo”, afirmó el especialista.
Adrián Méndez explicó que la Conanp tiene claro que no podrá detener la ganadería en las áreas naturales protegidas, por eso está tratando de ordenar esta actividad y transformar las prácticas extensivas en ganadería pastoril, como ya lo ha hecho en otras zonas del país.
“Hoy por hoy la entendemos como una práctica agropecuaria que no podemos separar del campo y que por lo tanto tenemos que buscar mejores prácticas”, finalizó.
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