- Las salamandras de espalda roja son unas salamandras pequeñas sin pulmones que viven en bosques del este y el centro de los Estados Unidos y de Canadá, donde son uno de los organismos más abundantes en la hojarasca de los bosques dentro de su hábitat.
- Su importancia para el ecosistema es tremenda y enfrenta muchas amenazas.
La salamandra de espalda roja (Plethodon cinereus) es una criatura de la Tierra, aunque una breve descripción física podría atraer dudas. Una franja de color rojo intenso atraviesa todo su cuerpo, aunque a veces son enteramente grises. Tiene cuatro dedos en las patas delanteras y cinco en las traseras, y no tiene pulmones. Este anfibio respira oxígeno a través de la piel y da forma al suelo del bosque sin armar ruido.
Las salamandras de espalda roja pertenecen al género Plethodontidae, una familia numerosa de pequeñas salamandras sin pulmones que, según opinan los científicos, evolucionaron en algún lugar de los montes Apalaches hace entre 60 y 70 millones de años. Esta parte del mundo aún alberga la gran mayoría de pletodóntidos, aunque algunos, como la salamandra de espalda roja, llegan mucho más allá de sus territorios ancestrales.
Las salamandras de espalda roja tienen uno de los rangos de distribución más amplios entre las salamandras norteamericanas. Se encuentran en las provincias marítimas de Canadá en el norte y se extienden hacia el sur hasta los estados de Norte y Sur Carolina y hacia el oeste hasta Minnesota. Y allí donde viven, suele haber muchas.
“Las salamandras de espalda roja son uno de los organismos más abundantes en la hojarasca de los bosques caducos del noreste [de Estados Unidos]”, dijo el biólogo Donald Walker de la Universidad Middle Tennessee State.
No se suele pensar en las salamandras como organismos omnipresentes, pero cálculos conservadores de sus poblaciones desbancan a todas las aves y mamíferos combinados en los bosques de noreste. Por ejemplo, un estudio de 2002 publicado en Animal Behaviour llevado a cabo en la Estación Biológica Mountain Lake en Virginia, obtuvo una densidad de tres salamandras por metro cuadrado. Según estas cifras, en un kilómetro cuadrado podrían encontrarse 3 millones de salamandras de espalda roja.
A causa de su abundancia, las salamandras espalda roja tienen un gran papel en el control de las poblaciones de insectos y en el equilibrio de las comunidades del suelo del bosque. A pesar de su prevalencia y su importancia ecológica, la naturaleza sigilosa de estas pequeñas salamandras hace que seguramente para muchos sea raro verlas.
“Tienden a ser una parte infravalorada de la vida silvestre”, dijo Daniel Hocking, ecólogo de poblaciones en la Universidad de Frostburg State, “porque son pequeñas y solo están activas en las noches lluviosas con clima fresco cuando no hay mucha gente en el bosque”.
Aun así, para una especie tan abundante como las salamandras rojas, el nivel de amenazas inminentes podría sugerir que su existencia pende de un hilo.
La vida social de una salamandra
Las salamandras espalda roja tienen un calendario social anual. Pasan el verano prácticamente en soledad; más de dos tercios de las salamandras viven solas. Pero cuando llega octubre, empieza la época de cortejo y forman parejas monógamas (en su mayoría). El invierno lo pasan en un estado de letargo, o de hibernación, hasta que se derrite la nieve. Si hay días de calor, las salamandras salen y buscan alimento hasta que vuelve el frío. Una vez que la primavera llega de verdad, las salamandras de espalda roja se pueden encontrar en grupos de dos a siete individuos, acurrucadas bajo los troncos, piedras y hojas o, si hay la suficiente humedad, reptando por el suelo alrededor de la base de los árboles.
El apareamiento también sucede en primavera. Los machos siguen el olor de las feromonas femeninas para encontrar pareja. Hocking tuvo la suerte de presenciar el ritual una tarde.
“En el cortejo, el macho da un paseo montado en la cola de la hembra y utiliza unos dientes especiales para arañar la piel de esta. Después, frota las secreciones de la glándula mental bajo su barbilla en las abrasiones”, dijo Hoking. “Es muy especial ver a un animal que suele ser tan discreto desarrollar un cortejo tan elaborado”.
El encuentro acaba cuando el macho produce un paquete de esperma llamado espermatóforo, que la hembra recoge con su cloaca. Si la fertilización prospera, la hembra pone de seis a nueve huevos que eclosionan, de media, unas ocho semanas más tarde, normalmente en junio o julio.
A diferencia de la mayoría de anfibios, que simplemente ponen los huevos y se van, muchas salamandras pletodóntidas se quedan con los huevos para protegerlos, como es el caso de la salamandra de espalda roja. Los huevos de salamandra son muy susceptibles a la deshidratación, así que la hembra anida en una cavidad natural húmeda, como un tronco en descomposición, y pone los huevos allí. La hembra se enrosca alrededor de los huevos y solo come cuando surge la oportunidad si algo llega donde está. Debido al esfuerzo físico que requiere producir huevos y protegerlos sin comida, las hembras de espalda roja solo se reproducen una vez cada dos años. Las crías se quedan en la cavidad con su madre unas semanas después de nacer.
A causa de la gran densidad de su población, las salamandras de espalda roja suelen mantener pequeños territorios que protegen y en los que buscan comida. Antes de elegir pareja, las hembras aplastan las heces de los machos e investigan los contenidos para determinar si el territorio del dueño tiene presas ideales. La presa favorita de las salamandras de espalda roja son las hormigas, ya que son grandes y tienen exoesqueletos blandos en comparación con otros insectos.
En los territorios de las salamandras espalda roja hay relaciones políticas complicadas. Cuando un macho se aparea, la hembra también se considera dueña de la zona, aunque solo protege el territorio de otras hembras, y el macho solo lo protege de machos intrépidos. Sin embargo tanto el macho como la hembra son más amistosos si la salamandra intrusa es joven. A menudo, si no ha llovido en unos días, los ejemplares jóvenes se arriesgan a entrar en territorios con dueño para comer. Los científicos creen que es un comportamiento que podría haberse desarrollado a través del reconocimiento de familiares, a pesar de que las salamandras solo permanecen en el nido entre una y tres semanas después de nacer.
Los territorios son una parte integral en el ciclo de vida de las salamandras de espalda roja, pero los investigadores siguen intentando averiguar hasta qué punto son importantes. Los individuos solo se mueven una media de medio metro al día. Aun así, cuando las desplazaron hasta a 30 metros de su territorio, el 90 por ciento volvió y viajó en por un camino bastante directo hasta su hogar casi inmediatamente después de ser liberadas. De todas maneras, se calcula que la mitad de las salamandras de espalda roja son “circulantes” en algún momento, sin mantener un territorio fijo.
El papel de la espalda roja
El suelo del bosque es un sofisticado sistema cíclico perenne que puede competir con cualquier sección del Amazonas. Como una baklava sísmica, capas de hojarasca, hongos, minerales y suelo se extienden bajo desde los troncos de los árboles hacia abajo. Decenas de criaturas viajan entre ellas, comiendo, moviéndose y transformando las capas a su paso. Con la abundancia de salamandras de espalda roja que hay, los científicos llevan mucho tiempo intentando determinar su papel e influencia general en este pastel terrestre.
Para descubrirlo, Walker y otros investigadores de varias universidades estadounidenses llevaron a cabo un estudio de los servicios ecosistémicos que ofrecen las salamandras de espalda roja. Sus resultados se publicaron recientemente en FEMS Microbiology Ecology.
Walker y su equipo capturaron salamandras y las estudiaron en mesocosmos —reproducciones pequeñas y controladas de su hábitat— que crearon para hacer un seguimiento de su repercusión en las comunidades fúngicas y en el suelo.
“Simplemente levantamos troncos y rocas y agitamos las hojas con las manos, ¡había muchas deseando que las encontráramos!”, dijo Walker.
Los hongos son un componente crítico del ciclo de nutrientes del bosque. Descomponen la materia orgánica como las hojas que caen, los troncos y los organismos muertos. Si nada se desintegrara, el bosque pronto se moriría de hambre. Las salamandras de espalda roja se alimentan de variedad de invertebrados como hormigas, arañas, ciempiés, escarabajos, caracoles y termitas, muchos de los cuales comen hongos.
El estudio de Walker concluye que al hacerlo, las salamandras espalda de roja ejercen un control indirecto en las comunidades fúngicas de un bosque. Sus resultados muestran que los hábitos alimenticios de las salamandras no solo influyen en el volumen de hongos, sino también en la diversidad de hongos que hay en el bosque, desde los que están debajo de tierra a especies que se encaraman a los árboles en el dosel muy por encima del hábitat de las salamandras.
No obstante, no todos los hongos se alimentan de la materia de plantas muertas, y en un giro inesperado del destino, las salamandras que protegen a los hongos podrían tener que enfrentarse a uno al que le gusta devorarlas.
Amenaza fúngica
Desde 2013, los investigadores están siguiendo un patógeno fúngico que causó extensas muertes en Holanda, Alemania y Bélgica. Se llama Bsal, abreviación de Batrachochytrium salamandrivorans, y causa la enfermedad infecciosa para los anfibios llamada quitridiomicosis. El Bsal está relacionado con el Bd (Batrachochytrium dendrobatidis) un hongo infeccioso similar que ha provocado el declive y la extinción de más de 200 especies de ranas en todo el mundo. Sin embargo, el Bsal solo ataca a las salamandras y es mortal para muchas especies.
Estados Unidos es el punto con mayor biodiversidad de salamandras del mundo, con casi la mitad de todas las especies descritas. Las investigaciones indican que los pletodóntidos como las salamandras de espalda roja son particularmente vulnerables al Bsal y podrían sufrir grandes aniquilaciones e incluso extinciones si el Bsal se extiende en Norte América. En general, los científicos creen que más de la mitad de las especies de salamandras estadounidenses son susceptibles a infectarse con el Bsal.
Hasta ahora, no se ha detectado el Bsal en Norte América, pero los investigadores dicen que la conectividad global y específicamente el comercio de mascotas implican que es probable que sea solo cuestión de tiempo que llegue a Estados Unidos.
Y si lo hace, no solo podrían morir millones de salamandras, sino que, según investigadores como Walker, su desaparición también podría tener graves repercusiones para los ecosistemas de los que dependen.
“Si [el Bsal] se introdujera en Estados Unidos, podrían darse efectos catastróficos que causen extinciones locales, lo cual alteraría la red alimenticia, y podría afectar los ciclos biogeoquímicos”, dijo Walker. En otras palabras, la desaparición de estas salamandras diminutas podría afectar incluso al ciclo de carbono global.
La epidemia fúngica no es la única amenaza para las salamandras de Estados Unidos. La pérdida de hábitat, las especies invasivas y la contaminación llevan cientos de años afectándoles y llevando a declives y desapariciones de muchas poblaciones en el país.
La tala en los Apalaches de sur tuvo como consecuencia una pérdida del 9 por ciento de las salamandras de espalda roja —una cifra que, si se tiene en cuenta su abundancia, representa una pérdida de más de 250 millones individuos.
Aunque el hábitat específico de una salamandra no se destruye con la deforestación, se ha detectado que las salamandras de espalda roja dejan su territorio si hay tala cerca.
“Las salamandras de bosque pueden ser una parte importante de las redes alimenticias del suelo del bosque, y su pérdida puede alterar las interacciones de forma significativa según cuáles sean las otras especies en una masa forestal cualquiera”, dijo Hocking. “Con lo poco que entendemos estas redes alimentarias complejas, es difícil incluso predecir las consecuencias ecológicas en un momento y un lugar en particular. Los humanos cuentan con un largo historial de alteración de ecosistemas de formas sutiles que acarrean consecuencias inesperadas”.
Hocking recomienda aplicar el “principio de precaución” y evitar actividades que puedan conllevar declives o extinciones de especies, no solo por las salamandras, sino por nuestro propio bien.
“Las salamandras también son piezas importantes de la biodiversidad y es triste imaginar un planeta sin la inspiradora e interesante riqueza del mundo natural, un planeta en el que no haya especies interesantes y peculiares”, dijo. “Produce alegría pasear por el bosque y escuchar la canción de un zorzal ermitaño, y darle la vuelta a un tronco y descubrir una salamandra de bosque”.
“Sería un mundo inferior en el que mis hijos no tendrían las mismas oportunidades para explorar y descubrir”.
Imagen de cabecera: Una salamandra de espalda roja supervisa sus dominios. Imagen de Dave Huth (CC-BY-2.0).
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