- Las noticias que llegan desde el interior del país siguen siendo incompletas, pero con la vuelta de la electricidad y de internet, el corresponsal venezolano Jeanfreddy Gutiérrez Torres ofrece a los lectores de Mongabay un relato exclusivo de primera mano sobre los días de oscuridad en Venezuela.
Durante el quinto día del último apagón eléctrico nacional, el más largo en la historia de Venezuela, alrededor de 20 millones de personas no contaban con agua porque la infraestructura había dejado de funcionar.
En Guanare, capital del estado de Portuguesa, miles de personas se lanzaron al río local para bañarse y llevaron recipientes desde sus casas para almacenar agua. En el pueblo de El Limón, en el estado de Aragua, los residentes bloquearon el acceso al cercano Parque Nacional Henri Pittier porque estampidas de ciudadanos sedientos secaron un río casi por completo en su búsqueda desesperada de agua y dañaron las tuberías de distribución de agua.
La historia en 1 minuto: Venezuela: 16 anfibios en centro de conservación murieron durante apagón general. Video: Mongabay Latam.
Después de que el ejército tomara el control de las fuentes de agua en el Parque Nacional El Ávila en Caracas, miles de personas se reunieron en las márgenes del contaminado río Guaire para abrir las tuberías de distribución de agua que los expertos habían calificado de inaceptables para el uso humano. La escena se repitió en los estados de Aragua y Carabobo en depósitos de agua dulce. Hizo falta la intervención policial para evitar que se agujerearan múltiples tuberías de agua de forma ilegal.
Problemas crónicos con el agua
La escasez de agua potable es cada vez más habitual en Venezuela, antes uno de los países más ricos y avanzados de América Latina y ahora un estado fallido, según muchos. De acuerdo a un informe de 2017 del Ministerio de Ecosocialismo, el mantenimiento regular de los depósitos no se ha llevado a cabo, las plantas de tratamiento de aguas no se están reparando y las cuencas no se están reforestando. Un estudio de la ONG ambiental Coalición Clima 21 muestra que el 72 por ciento de gente en Caracas ha experimentado un servicio de agua deficiente por parte del gobierno.
Como consecuencia, la purificación del agua se ha privatizado en áreas urbanas. En muchas comunidades, ciudadanos emprendedores instalan una planta de purificación privada y venden el agua a sus vecinos. Las empresas y los ricos pagan depósitos de agua con los cuales abastecerse. Es habitual que el agua se almacene en cualquier recipiente donde sea posible en todas las casas venezolanas.
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Del mismo modo, la deforestación urbana, debido a la falta de un suministro fiable de gas natural, ha empeorado. Muchos hogares que utilizaban cocinas eléctricas para evitar las colas para conseguir gas embotellado, se quedaron, durante el apagón, sin una forma de cocinar. Pero incluso antes de eso, cientos de árboles urbanos se mutilaban en las plazas, parques y calles para conseguir madera para cocinar. Las fuerzas policiales hacen poco o nada contra esta tala.
Los animales también sufrieron durante el apagón, aunque ha llegado poca información de los zoológicos, donde se registró la caza de animales para comérselos. En Mérida, ocho anfibios de tres especies amenazadas murieron por el aumento incontrolable de la temperatura en el edificio de conservación del Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios Amenazados. Los biólogos y el líder de REVA, Enrique La Marca, informaron de que el centro estuvo 111 horas sin electricidad. En ese tiempo, los miembros cautivos de varias especies endémicas de rana murieron, entre ellos cinco ejemplares de ranita de Mucuchíes (Aromobates zippeli); dos ranitas del Teleférico (Pristimantis telefericus); y un ejemplar del género Hyloscirtus de una especie sin determinar.
Y llegó la oscuridad
Cuando la electricidad falló en el país el jueves 7 de marzo, sobre las 5 de la tarde, muchos resoplaron molestos, pero no estaban muy asustados. Los cortes eléctricos se han vuelto normales y, al principio, la rutina de los venezolanos no cambió. En el pasado, esos fallos eléctricos solían durar solo unas horas. Desde 2007, unos apagones que afectan hasta al 80 por ciento del país han aumentado, aunque siempre se habían solucionado en menos de 24 horas. Los fallos de dos o tres días habían empezado a ser frecuentes pero solo en algunos estados, como Zulia y Mérida.
De modo que la gente estaba preparada, o eso pensaban. Como se esperan pequeños apagones locales, todo el mundo tiene las computadoras portátiles y los teléfonos enchufados y cargados al máximo todo el tiempo. Las empresas de telecomunicaciones y los bancos tienen generadores de gasolina u otras formas de suministro de energía. Lo mismo sucede con las clínicas médicas, centros comerciales, hoteles e incluso tiendas pequeñas y algunas casas, así que se puede seguir haciendo llamadas telefónicas y consultar las redes y cuentas bancarias aunque haya algunos apagones cortos.
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Sin embargo, cuando corrió la voz de que todo el país estaba sin electricidad, surgió un nuevo temor. Con el paso del tiempo no había ni cadenas de televisión ni de radio en antena, no había servicio telefónico ni internet. Las noticias reales, los rumores y la desinformación circulaban de boca en boca.
El apagón del 7 de marzo afectó a los 23 estados venezolanos y a Caracas, la capital del país.
Alerta temprana
La oscuridad total llegó al país una semana después de que el sindicato de trabajadores eléctricos avisara de que la red eléctrica de Venezuela tenía un mantenimiento tan malo que podía sufrir una gran avería en cualquier momento, un apagón que duraría días porque no habría suficiente personal para solucionar una avería tan enorme (24 000 ingenieros y técnicos especializados de los 50 000 que trabajaban en la red eléctrica han huido del país desde que empezara la crisis económica hace unos años).
La gente creyó la versión oficial de la explicación del apagón tan poco como otras explicaciones del pasado. Hace una década, se culpó a animales de grandes apagones: una iguana que había mordido un cable de alta tensión o las heces de un buitre en una torre de transmisión. Esta vez sostuvieron que la causa era el sabotaje, un supuesto “ciberataque” o un “golpe de estado eléctrico” que había afectado a las instalaciones hidroeléctricas clave de la nación, la presa Guri en el río Caroní en el Amazonas, responsable de generar el 80 por ciento de la energía eléctrica de Venezuela.
El ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, declaró la noche del jueves 7 de marzo que la electricidad se había restaurado en un 70 por ciento en el territorio nacional y que el gobierno de Maduro había impedido la conspiración del golpe de estado eléctrico. Sin embargo, casi nadie pudo ver ni oír esa declaración porque seguía sin electricidad.
Imágenes satelitales de la NASA, utilizadas para monitorizar incendios forestales, mostraron incendios que afectaban a la subestación San Gerónimo, que conecta tres centrales hidroeléctrica en el sur de Venezuela con el resto del país. Los incendios se detectaron por primera vez el 6 de marzo, un día antes de que empezara el apagón, y siguieron hasta el 8 de marzo, cuando el gobierno anunció que las llamas estaban totalmente controladas.
Netblocks, organización que hace seguimiento del funcionamiento de internet en el mundo, informó que su mapa de la conectividad de Venezuela mostraba el mayor apagón de internet que se ha vivido en América Latina. El noventa por ciento del país estaba sin conexión.
Lo que yo viví
Personalmente, durante el apagón pude cargar mi teléfono móvil en mi coche. También pude dar con una conocida cadena de radio entre muchas interferencias. Habían cambiado su programación para recibir y distribuir mensajes de texto y llamadas de Whatsapp de gente que quería que su familia supiera que estaban bien.
Dando una vuelta por la ciudad de Maracay, esto es lo que vi: colas muy largas de gente en gasolineras intentando conseguir combustible pacíficamente para generadores y coches, y en las fábricas de hielo para buscar formas de conservar la comida y las medicinas vitales como la insulina.
Algunas tiendas de comestibles regalaban la carne, ya que temían que se echara a perder. Según Fedenaga, la principal federación de productores agrícolas, durante el apagón se estropearon cinco millones de litros de leche, dos millones de kilos de carne entre mataderos y mercados, y un millón de kilos de queso; en total más de 5,6 millones de dólares en pérdidas.
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El miedo se extendió en los grupos de Whatsapp, donde muchos de los participantes son expatriados venezolanos. Les resultaba casi imposible conseguir noticias sobre la salud y el bienestar de sus familiares, ya que era imposible llamar a Venezuela durante los cortes eléctricos. Los pocos en el país que tenían servicio eléctrico ofrecían ayuda y pasaban mensajes de residentes a sus familiares en el extranjero lo mejor que podían.
Otro problema durante el apagón fue el dinero. Sin electricidad ni una plataforma bancaria en funcionamiento ni suficiente efectivo en Venezuela, había que encontrar una solución. Para febrero, solo el seis por ciento del dinero disponible en las calles procedía de billetes venezolanos, según el Banco Central de Venezuela. Eso significa que, con un tipo de cambio de 3300 bolívares por dólar, todo el dinero disponible combinado para una población de 28 millones de personas era de 45 millones de dólares. Esto corresponde a 1,6 dólares por persona. En estas circunstancias, la única solución era utilizar la moneda de EE.UU.
Con la hiperinflación en la sorprendente cifra de 1,7 millones por ciento en 2018, el uso de dólares estadounidenses se ha popularizado en Venezuela para la compra y venta de productos, por parte de los que quieren emigrar y como forma de ahorro para los que se quedan. La moneda estadounidense se reclamaba especialmente durante el apagón.
Los cortes eléctricos se prolongaron
La electricidad volvió el viernes 8 de marzo a Palo Negro, donde se encuentra una importante base militar en el estado de Aragua, al noroeste del país. Ocho horas después volvió a la ciudad cercana de Maracay, capital del estado de Aragua a 120 kilómetros de Caracas. Pero la mayor parte del país seguía sumida en la oscuridad.
El sábado 9 de marzo a las 11 de la mañana, hubo un segundo apagón nacional. Este fue peor, el 96 por ciento del país se quedó sin electricidad. Se dijo que el responsable era un incendio en la subestación Puerto Órdaz, al sur de Venezuela cerca de la presa Guri.
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El sistema sanitario del país era una preocupación importante. La mitad de los hospitales de la nación no tenían electricidad auxiliar o sus suministros de reserva estaban dañados; tampoco tenían agua. Se temía que miles de pacientes renales murieran por falta de diálisis. Las salas de maternidad y de emergencias, e incluso las clínicas privadas, empezaron a rechazar pacientes.
Al hacer un seguimiento de Netblocks, vi los picos diarios en la restauración de electricidad y los fallos que venían después, como atestiguaba el servicio de internet. Hasta el martes 12 de marzo, no más del 40 por ciento del país estaba conectado; algunas áreas llevaban casi cinco días sin electricidad. Como consecuencia, muchas familias vieron cómo las escasas reservas de comida que tenían se echaban a perder.
En medio de la desesperación, surgió la rabia. Decenas de protestas espontáneas se encendieron en el país y los cuerpos de seguridad y grupos paramilitares respondieron con disparos y gas lacrimógeno. Se informó de saqueos en al menos 12 estados.
Parece ser que los peores disturbios ocurrieron en Maracaibo, ciudad costera, capital del estado de Zulia en el núcleo de la producción de petróleo y la degradación ambiental de Venezuela. Más de 500 comercios fueron saqueados, 43 personas murieron en los hospitales durante el apagón y muchos más tuvieron que ser atendidos de urgencia a causa de heridas de bala o cortes de cristales tras la explosión de revuelta y caos de la ciudad. El congresista José Manuel Olivares declaró que los hospitales públicos habían evitado 26 muertes relacionadas con el apagón, pero seis de los fallecidos eran bebés recién nacidos.
La ausencia de electricidad puede haber causado 875 millones de dólares en pérdidas. Pero el 22 de marzo, el congresista Ángel Alvarado calculó un nuevo total de 4 mil millones de dólares. Esta información aún no se ha confirmado.
Buenos samaritanos
Muchos se aprovecharon de los problemas de otros. Algunos de los que tenían electricidad cobraran un dólar estadounidense por enchufar el teléfono diez minutos, o pedían 15 dólares por una bolsa de hielo en lugar de uno o dos. Hasta el agua fría se vendía en las calles a precios inflados hasta el extremo por los que la tenían.
Sin embargo, la solidaridad y la compasión fueron mucho más evidentes. La conocida red de farmacias Farmatodo permitió que los usuarios cargaran sus teléfonos de forma gratuita. Decenas de centros comerciales abrieron las puertas para que la gente pudiera ir al baño, cargar los teléfonos y comprar comida de forma segura.
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Se multiplicaron los héroes anónimos. Los vecinos ayudaron a una mujer anciana en silla de ruedas a subir 15 plantas hasta su piso; un servicio de lavado de coches ofreció agua gratis a los ciudadanos; las farmacias de Barquisimeto ofrecieron neveras para las medicinas, y en Cabudare, los vecinos conducían para llevar agua, electricidad y comida para los que lo necesitaban de forma más urgente. Una fábrica de helados, al no poder mantener sus productos fríos, los repartió de forma gratuita en las comunidades vecinas, aportando felicidad a las horas de oscuridad.
Las medidas oficiales no llegaron tan rápido. Los medios controlados por el gobierno no ofrecieron ninguna información acerca de los hospitales con electricidad ni los camiones de distribución de agua, pero proporcionaron un flujo continuo de información que alababa al gobierno. En una conferencia de prensa, el ministro de defensa Vladimir Padrino López declaró que “por suerte, en las primeras 72 horas [de apagón] no había nada de lo que informar”. Para entonces, el presidente Maduro había aclarado la versión oficial que explicaba el apagón: afirmó que un rayo electromagnético con origen en Houston y Chicago se había empleado para inhabilitar la red eléctrica de Venezuela.
Para la mayoría de venezolanos, el sufrimiento desencadenado por el apagón no es algo nuevo, sino una intensificación extrema de lo que ya conocen. El agua no se purifica ni se bombea adecuadamente; la basura se acumula en las calles, los cortes eléctricos son indiscriminados y frecuentes. El gran apagón solo empeoró una situación que venía de atrás. Muchos temen que les espere algo peor.
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