- Más de 60 mil imágenes captadas por 115 cámaras trampa en el Santuario Nacional Tabaconas Namballe ofrece información sobre las condiciones de distribución del tapir de montaña.
- La pérdida del hábitat por el avance de la agricultura y ganadería y la caza ilegal son las principales amenazas para la especie.
“El tapir es un animal fascinante. El último de los grandes herbívoros que convivió con la megafauna que ya se extinguió”, dice José Luis Mena, actual director de la Iniciativa de Especies en WCS-Perú y autor principal de un estudio sobre el tapir de montaña (Tapirus pinchaque) publicado el 17 de abril en la revista científica Mammalian Biology.
Fueron cinco años de investigación con cámaras trampa en el Santuario Nacional Tabaconas Namballe, en el norte de Perú, de esta especie que tiene marcado el 27 de abril como el Día Internacional del Tapir, una fecha que nos recuerda que se trata de un animal en grave peligro de extinción.
La fragmentación y degradación de su hábitat, así como la caza ilegal son las principales amenazas que enfrenta el Tapirus pinchaque que actualmente habita en Perú, Ecuador y Colombia, y figura como extinto en Bolivia y Venezuela, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Es una especie que se ha estudiado muy poco —dice Mena— pese a que es considerado un arquitecto del bosque, es decir, un animal que le da forma al paisaje por ser un gran dispersor de semillas.
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Un ecosistema de páramos y bosques nubosos
Más de 60 mil imágenes captadas en las 115 estaciones de cámaras trampa instaladas dentro del área protegida, así como en la zona de amortiguamiento, han permitido obtener mayor una gran cantidad de información sobre la especie.
Investigadores de WWF —equipo que en ese momento lideraba Mena— junto con científicos de la Spectacled Bear Conservation Society (SBC), estudiantes de la Universidad Ricardo Palma y guardaparques del santuario realizaron varias expediciones para instalar las cámaras trampa en las estaciones de monitoreo de la especie.
Los grupos tuvieron que sortear muchos obstáculos y realizar largas caminatas por el accidentado territorio del Santuario Nacional Tabaconas Namballe, caminatas de un día entero que los llevaron por los bordes de las montañas, sorteando abismos en medio de un clima húmedo y lluvioso.
Pero los resultados justificaron el esfuerzo. Los investigadores han logrado determinar cuáles son las variables que determinan la ocupación del tapir en los ecosistemas de páramos y bosques nublados del santuario y las zonas que lo rodean.
“La topografía tiene un efecto importante sobre la ocupación. Los lugares con poca pendiente parecen ser los mejores para encontrar a los tapires”, explica Mena, Jefe del Departamento de Zoología de Vertebrados del Museo de Historia Natural Vera Alleman Haeghebaert, de la Universidad Ricardo Palma.
El científico explica que en las zonas de pendientes suaves a moderadas se encuentran los ecosistemas de páramo, que son los lugares más frecuentados por los tapires.
El Santuario Nacional Tabaconas Namballe fue creado en 1988 con el objetivo de conservar una muestra representativa del páramo, proteger los bosques de neblina y las especies en vías de extinción como el oso de anteojos, el tapir y los bosques de Podocarpus, explica la norma de creación del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (Sernanp).
“Es la única área natural protegida en Perú que tiene ecosistemas de páramo representativo y bosque nublado y ambos son fuente del recurso hídrico que aporta al río Chinchipe”, señala Carolina Guevara, jefa del santuario.
Otro de los hallazgos de la investigación se refiere a la influencia de las actividades humanas sobre la especie. “Encontramos que la distancia a los caminos afecta negativamente a los tapires. Mientras más lejos está la especie de los caminos y de la perturbación de las personas, les va mejor”, comenta Mena.
Los tapires son una especie muy elusiva, que evita el contacto con el ser humano. “El uso del hábitat y la detectabilidad de los tapires, en general, parecen aumentar con la distancia a las carreteras, lo que sugiere que su abundancia y respuestas de comportamiento podrían verse afectadas por la actividad humana”, se lee en la publicación La topografía y las perturbaciones explican la ocupación del tapir de montaña (Tapirus pinchaque) en su rango global más austral, estudio en el que además de Mena han participado otros científicos como Hiromi Yagui, Fabiola La Rosa, Pamela Pastor, Jorge Rivero y Robyn Appleton.
La agricultura y ganadería que se desarrollan en la zona de amortiguamiento son las presiones más fuertes que enfrenta el tapir. “Las áreas perturbadas, principalmente relacionadas con la agricultura, se encuentran solo en la periferia del santuario. Como tal, se observaron valores más altos de ocupación del tapir en el centro del santuario, donde el hábitat es predominantemente páramo y bosque de montaña”, se precisa en la investigación.
“La mayor amenaza es el cambio de uso de tierra por expansión de la frontera agrícola. Por años se han cultivado los bosques y convertido en espacios para la agricultura y el recurso forestal”, comenta Paul Viñas, coordinador del Programa Noroeste de Perú de Naturaleza y Cultura Internacional.
Viñas recuerda que en espacios donde habita el tapir, el norte de Perú, se han otorgado concesiones mineras que han generado un cambio en el paisaje. “Las empresas han copado bosques y páramos y están transformado la tierra de forma irreversible”.
El experto de NCI comenta que existen prácticas de chamanería y medicina tradicional, en lugares como Huancabamba, en Piura, donde usan también partes del tapir con fines curativos. Las patas, la piel y hasta el corazón se venden en mercados informales. “La cacería no es la mayor amenaza, pero afecta de manera frecuente a la especie”.
Un corredor para el tapir
Las imágenes de las cámaras trampa han demostrado que se trata de una especie nocturna. “El 59.89 % de sus capturas de fotos se tomaron entre las 6:00 de la tarde y las 6:00 de la mañana, con un pico pronunciado entre las 5:00 pm. y las 9:00 pm.”, se reporta en el estudio.
José Luis Mena comenta que la mayoría de los tapires están más activos entre 5 y 9 de la noche, mientras que se han observado pocos registros en otras horas del día. “Posiblemente tiene que ver con variables de temperatura y humedad que son intensas durante el día”.
La jefa del Santuario Nacional Tabaconas Namballe, Carolina Guevara, comenta que las investigaciones realizadas dentro del área protegida aportan en la generación de datos científicos de la zona reservada para la protección de sus especies. “Con esta información podemos saber cuál es la forma de vivir de la especie y como contribuye con el paisaje del santuario. Esta información nos permite tomar decisiones para su conservación”.
Guevara señaló que los 10 guardaparques oficiales del santuario participaron en el proyecto de monitoreo con cámaras trampa. Ellos fueron quienes facilitaron el ingreso y las rutas para colocar los equipos en las estaciones. “En el santuario tenemos dos rutas diferenciadas: unas dedicadas al patrullaje y otras al monitoreo biológico. En estas últimas rutas se han instalado las cámaras trampa”.
La jefa del santuario cuenta que las investigaciones de WWF empezaron en el 2010, cuando se hicieron sondeos para determinar la presencia de la especie. Después, en 2014, se inició el trabajo de monitoreo que se extendió hasta el 2017. Las cámaras se colocaron en una extensión que cubre aproximadamente el 60 % del santuario y adicionalmente a las imágenes se registraron rastros de los tapires como heces, rasguños y huellas.
Guevara explica que los guardaparques mantienen la vigilancia de las zonas amenazadas por la expansión agrícola, así como de otros peligros que pueden poner en riesgo a especie.
“Ha sido un trabajo intenso con muchas horas de caminata en un ecosistema de bosque con neblina y lluvia permanente, y una humedad por encima del 60 %. Un esfuerzo muy grande de monitoreo biológico”, dice Guevara.
Paul Viñas, de NCI, comenta que los esfuerzos para la conservación del tapir y de su hábitat va más allá de la zona reservada. Por ello, desde hace varios años, se promueve la creación de áreas de conservación alrededor del santuario. “El esfuerzo es por promover un área extensa que viene desde Ecuador y se extiende hasta Piura, en Perú, con el fin de conservar los páramos”.
En Perú ya se han establecido 11 espacios de protección alrededor del santuario: ocho áreas de conservación privada manejadas por comunidades campesinas, un área de conservación municipal y dos áreas de conservación regional.
“Nuestro trabajo se articula con los esfuerzos de NCI en Ecuador. En este corredor natural de paramo y bosques de neblina habita el tapir de montaña, una especie grande que necesita extensas áreas para vivir”, explica Viñas.
Todas estas áreas de conservación se ubican en cabeceras de cuencas, porque los páramos cumplen la función de abastecer de agua en esta parte del Perú, a diferencia de las zonas más al sur donde los nevados proveen del recurso hídrico.
La producción de café orgánico en las áreas circundantes a las zonas protegidas, la promoción del ecoturismo y otras actividades sostenibles son impulsadas por NCI para mejorar las condiciones de la población local y evitar la destrucción de los páramos.
Según Viñas, los servicios ecosistémicos que ofrecen los páramos en el norte abastecen de agua alrededor de 3 millones de personas y por lo menos 500 mil hectáreas de cultivo. “Al dispersar las semillas los tapires ayudan a que los páramos se mantengan”.
Evitar la extinción del tapir no solo es mantener una especie que ha vivido en el planeta desde hace 20 millones de años, sino también preservar las lagunas de los páramos, fuente de agua para miles de personas en nuestro continente.
Imagen principal: Tapir en Santuario Nacional Tabaconas Namballe. Foto: WWF.
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