- Juan Carlos Clavijo, guardaparque del Parque Nacional Natural Chingaza cuenta que durante la pandemia aumentó la caza ilegal de fauna silvestre y los ingresos irregulares al área reservada.
- Clavijo también asegura que durante el cierre del parque se observaron osos, pumas y ocelotes en lugares donde comúnmente no se veían.
Juan Carlos Clavijo ha recorrido las áreas protegidas de Colombia durante 21 años. Ha trabajado en el Parque Nacional Natural Sierra de La Macarena, en el Parque Nacional Natural Cordillera de los Picachos y recientemente en el Parque Nacional Natural Tinigua. Actualmente es el jefe de guardaparques del Parque Nacional Natural Chingaza, ubicado en la cordillera oriental de los Andes, con elevaciones que van desde los 800 hasta los 4020 metros sobre el nivel del mar.
Como jefe de guardaparques en Tinigua, Clavijo enfrentó amenazas de grupos armados en un territorio afectado por la violencia, como ha reportado en varias ocasiones Mongabay Latam.
“Es un trabajo muy bonito, pero no es para todos. Tienes que estar mucho tiempo en campo y eso significa sacrificios familiares, es un trabajo en que debes estar en zonas de guerra, de muchísimo conflicto armado. Es un trabajo en territorios hermosos, con una riqueza natural y cultural muy grande, pero son territorios complejos”, dice Clavijo en esta entrevista con Mongabay Latam, en la que habla de qué ha pasado en las áreas protegidas durante la pandemia del COVID-19.
¿Cuál ha sido la situación en el Parque Nacional Natural Chingaza durante la pandemia?
En el Parque Natural Nacional Chingaza no hay grupos armados y tampoco afectaciones por cultivo de coca. Es un parque sin minas antipersonal donde se puede trabajar. Esto permitió tener un grupo de personas con una vocación inmensa dentro del parque durante toda la pandemia porque estuvieron cerca de seis meses sin ver a sus familias. El parque Chingaza brinda el 80 % del suministro de agua para lugares como Bogotá y tres municipios aledaños, por tanto, debemos mantener la vigilancia de la calidad y cantidad de agua; así como el monitoreo de investigación biológica. Solo un 20 % del equipo se mantuvo en el parque y el 80 % restante realizó trabajo remoto. Yo vivo a 20 minutos del parque en una finca con mi esposa e hijos y eso permitió que tuviese la facilidad de trabajar en forma presencial durante toda la pandemia. Sin embargo, en este tiempo aumentaron los cazadores que ingresaron al parque y tuvimos que fortalecer la vigilancia y el control. En ese sentido, tuvimos un gran apoyo de la Policía Nacional y Ambiental, y de los pobladores que nos avisaban dónde se encontraban o a dónde iban los cazadores.
¿Hubo otras acciones ilegales en el parque durante la pandemia?
Como mencioné, en algunos sectores aumentó la cacería ilegal, pero logramos mantenerla al margen. También se presentó el ingreso ilegal de visitantes. Creo que la gente alrededor del parque comenzó a sentir ansiedad y por eso empezaron a ingresar por senderos irregulares. Tuvimos que hacer control en esas rutas.
¿Qué hicieron cuando se presentaron estas actividades ilegales?
En Chingaza, las personas que cazan responden a un comportamiento cultural, ya que no cazan por ausencia de alimento sino por tradición cultural asociado a tres casos. El primero es el mágico religioso donde, por ejemplo, se necesita un hueso de cierto animal para curar cierta enfermedad. El segundo son las celebraciones y ritos importantes. Y el tercer caso es la caza histórica ancestral. Para ellos, significa un estatus saber que tienen las mejores técnicas y las mejores formas de evadir a los guardaparques. Nosotros entendemos esto y por lo mismo nuestra mirada es realizar educación ambiental para enseñar por qué no se permite la caza. Esto se inicia en las escuelas para hacerles entender a los niños que es más importante disparar la cámara que la escopeta. En otros casos, cuando la situación es recurrente y se encuentran en flagrancia con animales cazados, intervenimos con la Policía en el marco de la normativa vigente. En algunos casos se implementa trabajo comunitario en el parque, en vez de multas.
Usted también ha sido jefe de guardaparques en el Parque Nacional Natural Tinigua, ¿Cuáles son las diferencias con Chingaza?
Yo estuve 15 años en Tinigua. Es un territorio muy hermoso pero difícil. El parque tiene ciclos en distintas épocas del año en los que se agudizan los conflictos asociados con los cultivos de coca. Ciclos de dos a tres años donde, en algunas épocas baja la siembra dentro de las áreas protegidas y en otras sube, lo que responde a la dinámica económica de esa actividad ilegal. Cuando los precios bajan, los cultivos bajan y, si incrementa, sucede lo contrario.
¿Esto ocasiona deforestación en Tinigua?
La deforestación en Tinigua ocurre por distintos motivos. La situación es de distintos niveles de conflicto socio-territorial. Son conflictos coyunturales. Cada año hay tala de bosques por asentamiento de personas que se desplazan y se quedan a vivir ahí. En otros casos se asocia a grupos armados al margen de la ley que tienen interés en el control de los territorios. También se asocia a élites interesadas en el territorio en esta área. En algunas épocas también ocurren quemas e incendios asociados a expansión de tierras y a un mercado de estas. Tanto grupos armados como élites buscan el control para el mercado de tierras o corredores estratégicos dentro del territorio.
¿Cómo enfrentarse a escenarios tan diferentes?
La labor del guardaparques siempre es la misma. Trabajamos para conservar los parques naturales y las zonas protegidas, pero sin duda el contexto es diferente. Tinigua es un ecosistema de selva húmeda y bosque inundado mientras que Chingaza tiene cuatro ecosistemas distintos. En Tinigua hay mucha conflictividad armada y cultural-social, que no permite llevar a cabo de forma completa la labor del guardaparques mientras que Chingaza es muy tranquilo, lo que me ha permitido fortalecer y facilitar nuestras estrategias de trabajo.
¿Qué proyectos de conservación se realizan dentro del parque?
Desde el aire, el Parque Nacional Natural Chingaza tiene forma de mariposa. La zona de lo que sería el abdomen es muy pequeña, de unos 1300 metros de extensión. Al ser angosta implica una fragilidad de conectividad, entonces nuestro primer proyecto de conservación está centrado en una estrategia en el sector norte del parque con la corporación autónoma [autoridad ambiental regional] que tiene jurisdicción en esa zona y los pobladores. Es un lugar analizado a través de una expedición biológica y social. Incluso, estamos buscando expandir el parque hacia ese sector. Por otro lado, tenemos acuerdos de conservación en el municipio de San Juanito y estamos trabajando en 35 acuerdos en la zona de amortiguamiento del parque, estableciendo corredores biológicos que permiten hacer conectividad en seguridad hídrica y resiliencia al cambio climático. Un tercer trabajo, junto a distintos organismos de cooperación, es un análisis del corredor biológico y de hábitat del oso andino, especie que entrega indicadores de biodiversidad.
Tenemos un proyecto sobre especies en el páramo con el que hemos identificado seis especies de frailejón que estamos investigando y analizando. Este trabajo lo estamos realizando de la mano con la Universidad Nacional de Colombia. Hay expertos especializados en flora que se encuentran dentro del parque y este trabajo lo estamos adelantando con una mirada de condición de hábitat, es decir, que a partir de una especie tan importante como esta, empezamos a identificar cuáles son las condiciones de composición de estructuras del ecosistema que lo rodea y su funcionalidad ecosistémica.
¿Qué tan importante es el ecoturismo para Chingaza?
No somos operadores ecoturísticos pero esta línea nos ha permitido llegar a unos acuerdos en las zonas aledañas, haciendo recorridos con los pobladores y que ellos puedan ser parte del turismo. Esto contribuye a la conservación y al bienestar porque los turistas y pobladores entienden la fauna silvestre y su biodiversidad con estos recorridos, que a su vez les permite mejores condiciones económicas a las familias que viven en las zonas aledañas al parque al brindar trabajo. Es muy bonito porque requiere un trabajo de interpretación del patrimonio natural, identificar senderos y emprendimientos locales que existen pero se deben fortalecer.
¿Estos proyectos de conservación dentro del parque se han visto afectados por la pandemia?
No se han visto afectados. Una de las razones es porque logramos hacer un control efectivo en los sitios donde realizamos los distintos proyectos de conservación. Además, ahora tuvimos la colaboración de la Policía Ambiental y los pobladores locales que nos entregaban señales de dónde buscaban entradas las personas, de manera que el control fue oportuno y no tuvimos afectación en nuestras áreas protegidas por el ingreso no permitido.
Acaban de incluir a Chingaza en la lista Verde de la UICN…
Hemos tenido dos logros muy importantes. El primero es que, luego de un trabajo muy duro, acaban de incluirnos en la Lista Verde de la UICN. Fuimos de los pocos países que lo logró y también estamos avanzando en crear conectividad ecológica en el parque y eso nos tiene muy contentos. Y el otro es que terminamos una fase de inventarios biológicos que nos permitió conocer que contamos con más de 500 aves; 1200 especies de flores, de las cuales poco más de 100 son orquídeas; 90 anfibios y reptiles y más de 120 mamíferos.
Existe una biodiversidad muy interesante. Además, el 95 % de nuestras cuencas hidrográficas van hacia la Cuenca del río Orinoco y 5 % hacia el río Magdalena, lo que significa que el parque tiene una oferta hídrica inmensa. Chingaza tiene cuatro ecosistemas: bosque andino, bosque alto andino, páramo y subpáramo y una riqueza cultural inmensa que estamos estudiando con la Universidad Santo Tomás, identificando valores por medio de trabajo de campo con los pobladores locales.
¿Hubo cambios en la gestión del parque debido a la emergencia sanitaria?
No. Hemos intentado mantener todas nuestras estrategias de gestión pero no ha sido fácil. Sobre todo porque el equipo que se mantuvo en el parque no eran expertos en todo y muchos de los que sí estaban en algún área técnica no podían entrar por alguna restricción de bioseguridad, entonces nos tocó aprender mucho de distintos temas. Para que el equipo que estaba en casa estuviera tranquilo de que nosotros íbamos a cumplir sus labores, tuvieron que enseñarnos desde sus hogares cómo se hacían actividades como el monitoreo del oso de anteojos, del frailejón, de aves o el monitoreo y la investigación en asuntos hídricos.
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¿Hubo eventos naturales dentro de Chingaza que le llamaran la atención durante la pandemia?
El parque estuvo cerrado cinco meses. Hace muy poco hicimos la reapertura. Pero esta área protegida tiene una condición única y es que anualmente recibe entre 25 000 y 27 000 turistas. Notamos que por la pandemia tuvimos un mayor avistamiento de fauna silvestre en sitios donde comúnmente no la veíamos. Se vieron osos y osas con sus crías; pumas y ocelotes en el páramo; muchas aves que no son fáciles de encontrar y volvimos a ver una rana, Atelopus lozanoi, que creíamos extinta desde hace 18 años. Respecto a la flora, vimos que el frailejón floreció antes de lo habitual pero creemos que es algo más relacionado con el cambio climático.
¿Se vieron afectados los ingresos del parque?
Recibimos ingresos de dos fuentes: recursos que llegan directamente desde el Gobierno Nacional y por la concesión de agua al distrito capital, debido a esta tasa por el uso de agua el parque Chingaza tiene una mejor condición financiera si se compara con otros. Las dependencias del Gobierno hacen los cálculos correspondientes y nos asignan los recursos que nos permiten hacer gestiones. Los parques con visitas turísticas consignamos el dinero en el Fondo Nacional Ambiental. Se puede pensar que la ausencia de turistas afectó los ingresos, pero nuestros recursos vienen realmente desde el Gobierno y la tasa al agua.
¿Se ha reducido el presupuesto debido a la pandemia?
El sector de Ambiente y Desarrollo sí tuvo afectación durante la pandemia. Hubo una solicitud de recursos a nivel nacional para atender la emergencia sanitaria y nosotros no fuimos la excepción. Como no se permitía hacer algunas actividades, por ejemplo con las comunidades, la dirección general disponía de estos recursos. Con los recursos de movilidad sucedió lo mismo, como no podíamos movilizarnos al estar confinados en el parque o en nuestras casas, entonces ese dinero se destinó a sanidad.
Las condiciones laborales de muchas personas se han visto afectadas, ¿cuál es la situación actual de los guardaparques colombianos?
Los parques no tienen suficientes recursos para contar con un mayor personal de planta, pero en Chingaza la situación es diferente. En otros parques se trabaja con tres, cuatro personas y como mucho 10. En Chingaza hay 70 trabajadores, y muchos son especialistas en temas como flora, recurso hídrico, planeación territorial, comunicación, educación, etc. Por otro lado, no se destina mucho dinero para los guardaparques, muchos trabajan por vocación y el sueldo, que no es bueno, se define desde dos temas en la escala salarial: formación profesional y experiencia laboral. En Chingaza hemos tenido la oportunidad de elevar a operarios que solo eran bachilleres al nivel de técnicos para así mejorar sus condiciones salariales.
¿Considera que se valora el trabajo de los guardaparques?
Pienso que en el discurso general de las personas, los gobiernos y el sector privado hay un reconocimiento hacia el guardaparque, pero se requiere mayor atención y que se refleje en dos temas: primero, en la asignación de recursos para el funcionamiento y la conservación de las áreas protegidas y, en segundo lugar, en la política pública. Todo debe estar reflejado en el interés del trabajo ambiental, que se favorezca una política pública con intereses ambientales.
*Imagen principal: Juan Carlos Clavijo, guardaparque del Parque Nacional Natural Chingaza, Colombia. Foto: Juan Carlos Clavijo.
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