- En la Amazonía ecuatoriana hay alrededor de 447 mecheros que queman gas natural todos los días las 24 horas. La quema de gas emite millones de toneladas de CO2 a la atmósfera y es uno de los mayores contribuyentes del cambio climático.
- Nueve niñas de entre nueve y trece años interpusieron una acción de protección esperando que se apaguen los mecheros. La acción fue negada, apelaron la sentencia y están a la espera de una solución definitiva.
Todos los días, desde hace más de 50 años, los mecheros de las estaciones petroleras brillan sin descanso en medio de la Amazonía ecuatoriana. A la distancia parecen gigantes antorchas olímpicas que se levantan alrededor de frondosos árboles, pero de cerca, la gente los llama los mecheros de la muerte.
“El calor al acercarte es horrible”, dice Donald Moncayo, quien vive al noreste del país en la provincia de Sucumbíos, a tan solo 200 metros de distancia de una de estas estructuras. “A veces sientes como que se te abriera la piel”, comenta. Son varias las generaciones que por más de cincuenta años han convivido y soportado el intenso calor, pero los más jóvenes están cansados y han comenzado una lucha para detenerlos. Estos son los cinco datos más relevantes sobre los mecheros y la lucha de las comunidades amazónicas por apagarlos.
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1. Aumenta la producción petrolera y aumentan los mecheros
Los mecheros son un sistema de quema de gas natural que funciona a una temperatura promedio de 400 grados centígrados —casi la misma que la superficie de Venus, el segundo planeta más cercano al sol—. En la Amazonía ecuatoriana, los primeros mecheros fueron instalados por la multinacional Chevron-Texaco que perforó el primer pozo comercial en 1967. Desde entonces, la explotación petrolera solo ha crecido.
Hasta el 3 de julio de 2020, según datos de la Agencia de Regulación y Control Hidrocarburífero, había 2013 pozos petroleros en producción en todo el país y de los 71 bloques petroleros, 8 están en la Costa y los otros 63 en la selva amazónica. El problema es que el crecimiento de la industria petrolera significa un alza en la cantidad de mecheros, y por lo tanto, en la cantidad de gases que se queman y terminan en el aire.
2. Un obstáculo en la lucha contra el cambio climático
Según datos del Banco Mundial, la quema de gas natural es uno de los mayores contribuyentes del cambio climático ya que provoca la emisión de más de 300 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año —más de siete veces el total de CO2 que emitió todo Ecuador en 2016—. Belén Páez, máster en Conservación y Gestión del Medio Natural y directora de Fundación Pachamama, dice que entre los contaminantes que arrojan los mecheros están el sulfuro de hidrógeno y el disulfuro de carbono. Estas sustancias, explica Páez, son altamente tóxicas y junto al CO2 son una de las causas principales del deterioro de la atmósfera, los cambios climáticos impredecibles y el calentamiento global.
En la Amazonía de Ecuador quemar los gases es lo usual. Carmen Samaniego, habitante de Orellana, al norte de la Amazonía, dice que en su provincia hay cientos de infraestructuras quemando gases todo el tiempo desde hace varias décadas. Donald Moncayo, de la provincia fronteriza de Sucumbíos afirma que allí es igual. Según el Colectivo Eliminen los Mecheros, que Encendemos la Vida existen 447 mecheros en la Amazonía. La mayoría están en Orellana (232) y Sucumbíos (210) pero también hay otros en las provincias amazónicas de Napo y Pastaza.
La razón principal por la que se quema el gas natural que se desprende durante la extracción del petróleo es porque no hacerlo podría ser peor. Alejandro González, director de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad de las Américas (UDLA) de Ecuador, explica que uno de los gases que se expulsa al extraer petróleo es el metano. Este es un contaminante muy nocivo que, según dice, es hasta veinticuatro veces más contaminante que el CO2. Al quemar el metano en los mecheros, este se convierte en un compuesto menos dañino. Aun así, eso no significa que sea lo más adecuado.
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3. Muchas dudas por su impacto a la salud
Denisse Núñez Samaniego es de la provincia de Orellana, al norte de la Amazonía, tiene 12 años y toda su vida ha vivido rodeada de estos grandes quemadores de gas. Hay uno a 500 metros de su casa, otro al lado de su escuela y otro cerca del trabajo de su mamá. La niña y su familia aseguran que esa cercanía ha tenido efectos negativos: la madre de Núñez tiene cáncer de tiroides, una compañera de su escuela y dos de sus tíos fallecieron por causa de esa enfermedad, que la padecen también muchas otras personas en su barrio.
De acuerdo con el ingeniero Alejandro González, los mecheros pueden causar problemas respiratorios ya que expulsan partículas contaminantes diminutas (PM 10 y PM 2.5). Este material es peligroso porque al inhalarse de forma repetitiva y prolongada provoca graves afectaciones en el sistema respiratorio. Las partículas PM 2.5 son las más perjudiciales porque, al ser tan pequeñas, pueden atravesar los bronquios y causar enfermedades pulmonares.
Una publicación de 2016 de la Clínica Ambiental, un proyecto del Centro de Estudios y Asesoría Social (CEAS) y la organización no gubernamental Acción Ecológica, señala que, en la región amazónica del Ecuador, hay más casos de cáncer en la población que vive cerca a las zonas donde operó Chevron-Texaco y donde existen instalaciones petroleras como los mecheros.
4. Afectación al medio ambiente
Al quemar el gas se genera ozono, un contaminante nocivo para el ambiente y que, según González, puede hacer que los cultivos disminuyan su productividad porque ya no pueden crecer ni desarrollarse igual que antes. La bióloga ecuatoriana Yanara Reascos asegura que debido al intenso calor de las antorchas, las hojas de los árboles que están cerca de las infraestructuras tienden a tener poca capacidad fotosintética. Es decir, tienen problemas al sintetizar los carbohidratos que necesitan para su desarrollo y esto también es un impacto ambiental negativo.
En Sucumbíos les dicen mecheros de la muerte a estos grandes quemadores de gas por una razón: cientos de insectos voladores nocturnos se consumen entre sus llamas todos los días. La intensa luz de los mecheros los atrae y al acercarse, se queman.
Además, está el hollín, un contaminante ambiental que resulta de la combustión incompleta de los hidrocarburos que suele caer sobre la vegetación y el suelo que rodea los mecheros y, por el viento, llega a los techos de las casas donde se colecta el agua de la lluvia o cae sobre cultivos agrícolas, poniendo en peligro la salud y el acceso a alimentos de las comunidades locales.
5. Una demanda a la espera de resolverse
El 20 de febrero de 2020, Denisse Núñez de 12 años y otras niñas y adolescentes de las provincias de Sucumbíos y Orellana presentaron una acción de protección contra el Ministerio de Energía y Recursos Naturales no Renovables y el Ministerio del Ambiente y Agua. Argumentaron que el impacto de los mecheros vulnera su derecho al agua, a la salud, a la soberanía alimentaria y a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, y por eso piden que dejen de funcionar.
En su demanda, las niñas dijeron que los mecheros han causado daños en la salud de los habitantes de la zona y contaminado el agua lluvia que creían era la única fuente de agua limpia que quedaba en sus regiones.
Sin embargo, el 7 de mayo de 2020 les negaron la acción de protección. Una de las justificaciones de la justicia ecuatoriana es que no existen estudios que confirmen que existen afectaciones a la salud debido a los mecheros. Aun así, el médico Alfredo Maldonado opina que este argumento es absurdo porque sí existen estudios, solo que no son del Ministerio de Salud Pública (MSP). La abogada de la niña Denisse Núñez, Vivian Idrovo, dice que la falta de un estudio hecho por el MSP es una prueba de la omisión del Estado y no una prueba de que los mecheros no causan enfermedades. Las niñas no desistieron de sus peticiones, apelaron la sentencia y están a la espera de una respuesta en la que, según dicen, exigen que les respeten sus derechos.
*Imagen principal: La quema de gas natural en los mecheros estaría causando afectaciones a la salud en las comunidades que viven cerca de ellos. Algunas personas viven a tan solo 200 metros de distancia. Foto: José María León.
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