- Los Mamos, guías espirituales de los pueblos Arhuaco y Kogui, llevan décadas alertando sobre cambios en el clima y "enfermedades desconocidas" causados por la destrucción ambiental. El Covid-19 sería solo la primera de cuatro enfermedades si no cambiamos nuestra relación de abuso con el medio ambiente.
- La Sierra Nevada de Santa Marta, el macizo costero más alto del mundo, está sufriendo daños irreversibles, incluidos la pérdida de sus glaciares y la disminución de sus ríos, debido al cambio climático y megaproyectos extractivos como la minería.
*Este reportaje forma parte de una colaboración periodística entre Mongabay Latam y el El Proyecto Esperanza, como parte de la serie transmedia “Cosmovisión y Pandemia: Qué podemos aprender de las respuestas de los pueblos indígenas a la actual crisis de salud”.
Cuando la noticia del Covid-19 llegó a las comunidades de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, nadie se sorprendió demasiado. Los cuatro pueblos originarios que visten de blanco y se refieren a sí mismos como los Hermanos Mayores —los Koguis, los Arhuacos, los Wiwas y los Kankuamos— dijeron que ya habían recibido numerosas advertencias de sus guías espirituales, los Mamos, y de sus contrapartes femeninas, las Sagas.
Entrenados desde su nacimiento en las formas de leer y entender a la Naturaleza, estos guías espirituales de la Sierra ya percibían la llegada de otras crisis globales.
Los Mamos —sabios y guías espirituales de las comunidades de la Sierra Nevada— han señalado durante años que la Tierra sufriría “enfermedades desconocidas”, cambio climático y escasez de agua y alimentos, como consecuencia de las prácticas ambientalmente destructivas de los Hermanos Menores, es decir, la sociedad no indígena. Según su creencia, la humanidad debe aprender a convivir de manera armoniosa con la vida en el planeta para no estar sujeta a niveles crecientes de crisis.
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La primera de cuatro pandemias
Desde la conquista española, los llamados Hermanos Mayores han defendido su territorio junto al caribe colombiano, la Sierra Nevada de Santa Marta; el macizo costero más alto del mundo que alberga ecosistemas que van desde arrecifes de coral hasta el páramo, y resulta el hogar de uno de los puntos del planeta con el número más alto de especies endémicas amenazadas.
Los Mamos llevan décadas tratando de llamar la atención de la sociedad para ayudarla a comprender que el excesivo consumismo y el consiguiente abuso del medio ambiente son incorrectos y traerán consecuencias irreversibles. Para ellos, el Covid-19 es solo la primera de cuatro pandemias, desatada como “campanazo” para despertar a la humanidad de la pesadilla provocada por las prácticas depredadoras de la civilización moderna.
“Atravesamos una pandemia por el rompimiento de normas”, explica el Mamo Adolfo Chaparro. “Hemos dejado de cuidar a la Madre Tierra y nos estamos convirtiendo en alimento de la enfermedad, y de igual manera está ocurriendo con el Hermanito Menor. Sabemos que es nuestra responsabilidad protegerla, trabajar por ella en el mundo espiritual”, dice.
Pero esta es solo una de las crisis que los Mamos han estado prediciendo. Por ejemplo, en los últimos años, han observado con creciente angustia cómo progresivamente las nieves de la Sierra Nevada fueron derritiéndose, sus ríos disminuyendo de caudal y las lluvias menguando. Como consecuencia, las cosechas ya no alcanzan como antes.
En 1990, los pobladores indígenas abrieron su territorio por primera vez a las cámaras extranjeras, invitando al equipo de filmación de la BBC dirigido por Alan Ereira, que hizo la película, ‘Desde el corazón del mundo: La advertencia de los Hermanos Mayores’. Veinte años después, viendo que los Hermanos Menores realmente no recibieron el mensaje, nuevamente invitaron a Ereira a filmar con ellos ‘Aluna’, para mostrar cómo los problemas solo empeoraron con el pasar de los años. Luego crearon el Colectivo de Comunicaciones Zhigoneshi, un grupo de realizadores y voceros de la comunidad que ya ha producido varios documentales, entre ellos la serie ‘Palabras Mayores’.
“Tristemente, el Hermano Menor no le ha dado importancia a estas declaraciones de los Mamos”, se lamenta Amado Villafaña, cineasta y representante cultural arhuaco que colabora en el colectivo. “La sociedad no-indígena siempre los cuestiona: ‘¿En qué universidad fue que recibieron el título? O ‘los Mamos tienen ganas de hablar y que les den la tierra’. Pero sí, ellos ya venían diciendo que iba a ocurrir todo lo que estamos viviendo en este momento”, añade.
El antropólogo colombiano Felipe Cárdenas, quien ha estado trabajando con comunidades arhuaco y kogui durante décadas, recuerda haber oído estas predicciones ya en 1980, cuando comenzó a estudiar con ellos sus prácticas culturales. “Hay una visión muy profética por parte de la gente de la Sierra Nevada de Santa Marta. El relato que ellos tienen es uno al que vale la pena prestarle atención, porque tiene mucho sentido en términos de nuestra sociedad global, que es bastante demente en su manejo ambiental y con los seres de la vida”.
Estas revelaciones se relacionan con las predicciones de otras comunidades indígenas, e incluso dentro de las enseñanzas cristianas; en conjunto, dice Cárdenas, “estamos viviendo ‘tiempos de postrimerías’ [últimos tiempos], donde ya los distintos anuncios de los grandes sistemas escatológicos [creencias asociadas al destino final de la humanidad] nos estarían advirtiendo la necesidad de empezar a hacer todo un replanteamiento cultural”.
Respuesta de los Arhuacos a la crisis
Leonor Zalabata, líder arhuaca, denuncia la falta de atención médica en los territorios ancestrales. “Uno de los graves problemas que tenemos es que la salud pública, que es la que debiera responder en una pandemia, ha sido relegada por la salud privada, mostrando las mismas condiciones precarias que hemos tenido siempre en la atención primaria”.
Las comunidades indígenas de Colombia, igual que las del resto del continente, se habían visto afectadas de manera desproporcionada por el COVID-19. Según Ilze Brands Kehris, Subsecretario General de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la pandemia había expuesto y exacerbado las desigualdades estructurales preexistentes y el racismo sistémico. Los grupos que corren un riesgo especial, como los niños, las mujeres y los ancianos indígenas se han visto especialmente afectados. Desde el brote de COVID-19, numerosos informes han atestiguado este impacto negativo desproporcionado en los pueblos indígenas a nivel mundial.
La Defensoría del Pueblo de Colombia añade que “el desarraigo territorial causado por fenómenos como el desplazamiento forzado y el confinamiento, han redundado en un debilitamiento importante de las prácticas de salud propia de muchos pueblos indígenas, lo que se complejiza si se consideran que los procesos de adecuación institucional en salud para afianzar los sistemas de salud intercultural han sido lentos”.
La institución colombiana reconoce que recibió numerosas quejas por vulneración de derechos a la salud en el contexto de la emergencia económica y social por Covid-19, ya que muchos de los programas y estrategias adoptados, pese a que se diseñaron en tiempo récord, no siempre contaron con un enfoque étnico diferencial. “Las organizaciones indígenas denunciaron públicamente que en muchas de tales iniciativas y programas no se garantizaron plenamente los derechos de participación y consulta, autonomía e integridad étnica y cultural”, dice la Defensoría.
Como los Kamëntšá en el Putumayo y los Misak en el Cauca, los Arhuaco aceptaron la validez de los protocolos de prevención occidentales: enmascaramiento, lavado de manos y distanciamiento. Pero sus propios protocolos van mucho más allá de los establecidos por el Gobierno. Restringieron sus movimientos en la medida de lo posible, desalentando los viajes a las ciudades con un pago especial, a modo de peaje, y un aislamiento de 15 días al regreso a las poblaciones.
Instalaron sus propios puestos de bioseguridad en los puntos de entrada de sus resguardos, atendidos por Mamos como Elkin Antonio Villafaña. Antes de ingresar al territorio, las personas deben realizar una serie de actividades bajo su estricto control, comenzando con un ritual de limpieza de la energía negativa que se trae de la ciudad, hecho con mechones de algodón que luego se queman en el fuego. A esto le sigue el baño en una cocción que contiene varias plantas, de acuerdo a las recetas provistas por los Mamos. Luego deben someterse a una actividad de “reparación” en la que devuelven los favores recibidos a la Tierra de manera ceremonial. Y finalmente, se les da de beber una infusión de plantas medicinales locales como la quina y la gavilana, que también son determinadas por los Mamos.
“Cuando la gente subía del valle, a veces venía con gripe, a veces con fiebre. Pero ya uno aquí con la planta se cambia porque ya entra en el pueblo como único, como sano, limpio”, dice el Mamo Elkin Antonio Villafaña. “Aquí mismo los curamos”.
La dimensión física de la curación es solo el nivel más superficial, enfatiza Villafaña. “Para nosotros la salud del cuerpo no es lo más importante; lo que garantiza la salud de la persona es la Naturaleza. Entonces, cuando hay pérdida de nieve, pérdida de agua y cambios del clima se afecta a los cultivos de los que nos alimentamos. Ya eso es una pandemia para nosotros”, añade.
“Cuando el Hermano Menor comienza a intervenir en los ríos, toma acciones que hacen que la nieve se descongele, luego la Tierra comienza a enfermarse. Es lo mismo que si agarramos nuestro cuerpo y empezamos a sacarle un ojo, un riñón, medio hígado. El cuerpo ya no estará bien. Ya no habrá esa función integral”.
La Sierra Nevada de Santa Marta es considerada una de las área protegidas más insustituibles del planeta. De acuerdo con el artículo ‘Evaluación de la vulnerabilidad de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia: la reserva natural más insustituible del mundo’, los principales motores que generan presiones sobre la Sierra son los proyectos mineros, la gestión del agua, los sistemas agrícolas, el turismo, los conflictos territoriales y el cambio climático.
“Las múltiples presiones derivadas de actividades como la minería, el cambio de uso del suelo y el turismo, han contribuido significativamente a la alteración de la homeostasis del ecosistema y la reducción de los servicios ecosistémicos que brinda”, dice el estudio y añade que se han tomado diferentes medidas para proteger la biodiversidad, sin embargo, “su implementación ha sido insuficiente”.
La Sierra Nevada es particularmente sensible al cambio climático. A los arhuacos les preocupan los glaciares que alimentan los ríos que proveen agua al ecosistema local, los cuales se están derritiendo rápidamente, perdiendo el 20 % de su masa entre 2010 y 2019, según el Informe del Estado de Glaciares Colombianos 2019.
Para los arhuacos, todo esto está íntimamente relacionado con las causas de la pandemia actual. Los sistemas de la Tierra responden a las acciones humanas y viceversa. Por eso, la parte más importante de la curación es el reconocimiento de la Naturaleza como ser vivo para que la medicina pueda funcionar, dice Villafaña. “Porque ninguna medicina es extraída de la nada… El Hermanito Menor puede decir que él inventó un remedio, pero eso es producto de la Madre Tierra. Pero para que la Madre Tierra haga su bondad de que esa medicina nos pueda servir, debe haber un comportamiento totalmente diferente hacia la misma naturaleza”.
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Leyendo el paisaje espiritual
Los Mamos o sabios comienzan su aprendizaje desde la primera infancia, viviendo aislados y preparados individualmente por los mayores en las antiguas formas de conocimiento. Desarrollan relaciones con los animales, las plantas, los elementos y los seres espirituales de otras dimensiones.
“Los Mamos, que no aprendieron a leer ni escribir, leen lo que yo no puedo”, dice Cárdenas. “Hay todo un conocimiento de interpretar la naturaleza como a un libro, no solamente desde un saber intelectual y racional del conocer […] La naturaleza es como un gran texto, una gran biblioteca que me está dando mensajes relevantes, y me está transformando en un hombre o una mujer con sabiduría”, comenta el antropólogo.
Para los pueblos de la Sierra, el territorio espiritual, que se superpone al espacio físico, es lo más importante de cuidar, y una parte vital de su trabajo es proteger esta geografía sagrada en todos los niveles.
La forma de curar de los Mamos se basa en dicha territorialidad, en lugar de centrarse en los síntomas de la enfermedad, explica Cárdenas. “Porque la escala de pensamiento de los Mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta es el territorio físico, pero también es el espiritual”.
Los indígenas creen que el énfasis de la sociedad moderna en la ciencia occidental ha eclipsado la esencial naturaleza espiritual de la Tierra, así como una realidad central que es obvia para los arhuacos: la interconexión de toda la vida.
Para Villafaña, “El Hermano Menor siempre hace separaciones. Pero últimamente la física cuántica comienza a reconocer que todo está en todo y nada es separado. Entonces, yo creo que la física cuántica ya comienza a acercarse al conocimiento de los Mamos”.
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¿Modelos sanitarios incompatibles?
Para Felipe Cárdenas el enfoque de la salud de los pueblos indígenas no tiene cabida en el panorama sanitario moderno.
De acuerdo con Cárdenas, el modelo médico estadounidense se exportó rápidamente a todo el mundo, y con él se dio un declive del diálogo intercultural en torno a la salud y una dependencia generalizada del enfoque farmacéutico de la medicina. El antropólogo menciona, por ejemplo, que los jóvenes arhuaco y kogui que van a las facultades de Medicina, aprenden a practicar el modelo terapéutico imperante, “y son incapaces de relacionarse con la rica farmacopea herbal de sus mayores y de crear sus propias medicinas”, algo que los sanadores tradicionales han venido practicando desde tiempos inmemoriales.
“Llegan a sus comunidades a manejar un centro de salud donde tienen que administrar pastillas, drogas que se vencen y que no dialogan con el conocimiento tradicional”, dice Cárdenas. “Entonces los sistemas sanitarios en este momento a nivel mundial se han colapsado, porque básicamente dependían de una concepción de salud muy reduccionista, que no incorpora elementos de carácter preventivo que parten incluso de cómo estamos entendiendo la enfermedad”.
Para el Mamo Camilo Izquierdo, la enfermedad y su prevención son tan sencillas como el día y la noche. Según dice, la tierra nos ha dado plantas para cuidar el cuerpo, así como el agua que brota de mil manantiales. Esa agua, comenta, es nuestra verdadera madre; nos amamanta y da la vida. Alterar esos manantiales —entubarlos, dañar el entorno y la vegetación que allí crece o represar los ríos que salen de ellos— es una violación de la Ley de Origen.
Amado Villafaña sostiene que “la sociedad mayoritaria con sus gobernantes debe de comenzar a reconocer a la naturaleza como un ser sujeto de derechos… [Esta pandemia] ha sido una alerta para el Hermano Menor, de que ha llegado el momento de tener un verdadero cambio de actitud”.
Izquierdo también se remonta a las normas transmitidas a los Mamos desde el comienzo de los tiempos. “Así fue establecido desde el origen y debe cumplirse, para el bienestar de todos. No solo para la gente, sino para los animales, los que vuelan y los que no vuelan”, asevera mientras mira las llamas que danzan en el centro de su cabaña, en la distante comunidad ancestral de Ikarwa. “Si desaparece el agua, todo muere, se exterminan las aves, todo lo que camina sobre la tierra. Desapareceríamos nosotros también”.
“Para garantizar la existencia de nosotros, todos deben vivir”, continúa Izquierdo. “Solo así tendremos una verdadera protección contra las enfermedades. Es la Ley que nos dejaron [los antepasados] y que debemos practicar”.
Los mandatos puestos a prueba
Los antiguos mandamientos de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta han cobrado nueva fuerza hoy, como experimentó en carne propia Ati Fania Torres de tan solo 14 años.
La joven arhuaca aprendió a la fuerza a tomarse esos mandatos en serio. Luego de una visita a la ciudad de Valledupar, en la que no siguió los protocolos, cayó gravemente enferma de Covid-19.
“Tuve un descuido y me contagié por ese viaje. Los síntomas fueron dolor de cabeza, dolor muscular, molestia en la garganta, tos seca, pérdida del gusto y del olfato. Tuve que tomar distancia de toda mi familia. Me duró aproximadamente tres semanas. Fue un tiempo muy difícil para mí”, dice.
Torres asegura que la parte más dura fue cuando tuvo contacto con su papá, mamá y abuela. “Uno nunca sabe si a ellos les podría haber afectado”.
Meses después, la joven recuerda la enfermedad como un gran aprendizaje. “Hay que recomendar a los jóvenes cumplir con los consejos de los Mamos: cuidar a la Naturaleza, los árboles, los ríos, las montañas”, afirma convencida. “Cuidar a la Naturaleza, para que ella nos cuide a nosotros”.
*Este reportaje es parte de la serie transmedia, Cosmovisión & Pandemia: Qué podemos aprender de las respuestas de los pueblos indígenas sudamericanos a la actual crisis de salud, producida por El Proyecto Esperanza con el apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting, The One Foundation y SGE.
Imagen principal: Para los Mamos, el Covid-19 es solo la primera de cuatro pandemias, una alarma para despertar a la humanidad de la pesadilla provocada por las prácticas depredadoras de la civilización moderna. Foto: Cortesía de El Proyecto Esperanza.
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