- El botánico boliviano ha investigado en ecosistemas desérticos y también en la Amazonía con comunidades de agricultores e indígenas.
- Larrea también conversó con Mongabay Latam sobre su interés en la divulgación científica y lo útil que son formatos cómo el cómic.
El botánico Daniel Larrea empezó sus investigaciones en los ecosistemas semiáridos de Bolivia, pero luego pasó a la Amazonía donde le ha tocado trabajar con comunidades campesinas e indígenas.
Si tiene que escoger entre los desiertos y la selva, prefiere los primeros, pero resalta que lo que más le gusta es generar información científica de la mano de los comuneros en la selva o de sus alumnos en la universidad, conocimientos que considera deben ser difundidos de todas las maneras posibles, incluso a través de los cómics.
Su vida ahora transcurre entre sus actividades académicas en la carrera de Biología de la Universidad Nacional Mayor de San Andrés, sus investigaciones para el Herbario Nacional de Bolivia y su labor en la selva amazónica como coordinador del Programa de Ciencia y Tecnología de Conservación Amazónica (ACEAA), a lo que recientemente ha sumado la presidencia del Colegio de Biólogos de La Paz y su participación en el Panel de Ciencia para la Amazonia que acaba de presentar su reporte en la COP26.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Larrea habla de todas sus actividades, de las deudas con la botánica que tiene Bolivia y de su relación con sus hijas, con quienes comparte la fascinación por la naturaleza.
¿Cómo empezó su carrera de investigador científico?
Ingresé a la universidad en el año 1991 y me encontré con un grupo de amigos y amigas que no entendíamos muy bien en qué nos estábamos metiendo, pero si sabíamos que queríamos hacer investigación, ser científicos. Antes de estudiar biología estaba inclinado a estudiar Ingeniería forestal, porque quería trabajar en los bosques y en temas de naturaleza. Pero cuando descubro la biología y encuentro a este grupo de amigos, en ese momento eran unas 100 personas en toda la carrera de biología, estudiaban conmigo alrededor de 20 y terminamos seis. Entonces éramos muy poquitos y nuestros vínculos fueron muy fuertes y fue el momento de aprovechar la carrera de biología que estaba en franco crecimiento. Encontré algo que me ha llenado mucho y que me ha ayudado a hacer mejor las cosas. Para mí es más que una carrera, es una forma de ver la vida.
Luego llegó a la botánica
Cuando terminé la licenciatura conseguí el apoyo de la Red Latinoamericana de Botánica para hacer mis estudios de maestría en la Universidad de Chile, en Santiago, un magíster en Ecología y Biología Evolutiva. Y luego otra beca también, con la misma institución, para estudiar en la Universidad de los Andes, en Mérida, Venezuela. Cuando regresé a Bolivia llegué con una línea de investigación que tenía que ver con sistemas semiáridos, con plantas en un ambiente semiárido y de hecho durante dos años profundicé esa línea de trabajo, que después la he seguido a través de la docencia universitaria. Pero también se me abrió la posibilidad de trabajar en la Fundación Amigos de la Naturaleza, cambiando mi zona de trabajo hacia la parte amazónica y la Chiquitania para formar parte de grupos de trabajo interdisciplinarios en temas de deforestación, de quemas, de trabajo con grupos de campesinos e indígenas.
Ahora, con ACEAA me dedico al aprovechamiento de productos forestales no maderables como la castaña, el asaí, el aguaje y otras especies. Mi labor es generar información técnica científica que permita tomar decisiones informadas. Y, paralelamente, continúo ligado a las investigaciones en zonas semiáridas a través de mi trabajo en la universidad.
Entonces usted continúa sus investigaciones en esos dos ecosistemas
Exactamente. En la universidad trabajamos temas de zonas semiáridas, de desiertos, de montaña y cuando estoy fuera de la universidad temas de Amazonía y Chiquitanía.
¿Cómo ha sido ese cambio de hacer investigaciones en el desierto a hacerlo en la selva?
En el caso del desierto, ahora mi trabajo es principalmente con los estudiantes, quienes van al campo, desarrollan la investigación para sus tesis, publican los artículos. Pero cuando salgo del ambiente académico mi trabajo está muy cerca de los campesinos y los indígenas con quienes tengo que generar datos más útiles, puntuales, asesoramiento, recomendaciones. Y me siento muy cómodo de poder manejar esa información con ellos, acompañarlos al campo en la Amazonía y ver otra realidad muy distinta.
¿Cuál de los ecosistemas le interesa o le gusta más?
Siempre me sentí más cómodo y más afín a los semidesiertos porque son muy visuales, uno puede mirar el paisaje y percibir las cosas, lo que está ocurriendo, los procesos naturales de las plantas y la fauna que vive allí. Incluso cuál puede ser el impacto de la gente en ese ecosistema. En la Amazonía es más complicado, se necesita mucha información para entender lo que está pasando. Pero la Amazonía tiene un compromiso a nivel regional y global muy importante. Y cuando veo a los productores y cómo los ayudamos con los datos para que tomen decisiones, me alegro mucho. Algo que me motiva mucho son mis dos hijas y aunque están todavía pequeñas, siento que tengo que dejarles un legado. Y, efectivamente, cuando hablamos de la Amazonía y de lo que significa para el planeta, siento que tengo que aportar. Pero si me dicen adónde quieres ir, yo seguro digo vamos a visitar los semidesiertos.
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Los cómic para la ciencia
¿Sus hijas son su principal motivación?
Sí, yo creo que uno necesita siempre una motivación y para mí son ellas. Aunque viven en Suecia, tengo contacto permanente y las estoy viendo crecer. Seguramente cuando sean más jovencitas —ahora tienen 8 y 12 años— me dirán: papá tú eres biólogo y qué has hecho por este planeta que está así ahora. Y quiero decirles: mira, yo lo intenté, con gente en la Amazonía, hice lo mejor que pude.
¿Cree que los niños y las niñas tienen actualmente mayor interés en los temas ambientales?
Sí, en el caso de ellas, yo les mando mucho material comunicacional que a veces generamos en ACEAA. Por ejemplo, hemos elaborado cómics sobre el jaguar y la alondra y se los he mandado. También me llaman, sobre todo la mayor, y me dice: voy a preparar material para la clase de biología de mi colegio y quiero hablar sobre la Amazonía, otras veces me dice quiero hablar de los cactus o quiero hablar de los colibríes. Me entusiasma que ella quiera tocar temas que no son de Suecia pero que la vinculan con lo que hay en Bolivia.
¿En ACEAA han hecho cómics con temas científicos?
Sí, y ahora estamos trabajando en un nuevo cómic sobre la paca (Cuniculus paca), una especie dispersora de castaña. Creo que el cómic tiene un impacto fuertísimo.
Un formato que no se usa mucho en la ciencia
Cierto y son cosas que no son tan costosas, que solo necesitan creatividad y motivación, y tienen un impacto altísimo, importante. Creo que los cómics en general son claves para la divulgación científica.
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De los desiertos a la selva
Usted ha escrito más de 30 artículos científicos, ¿en qué se enfocan? ¿son tan diversos como los ecosistemas en los que trabaja?
En el área académica, la mayoría de mis artículos científicos tiene que ver con sistemas áridos, aspectos de la ecología de sistemas áridos de Bolivia, de Chile y de Venezuela, pero también he publicado sobre temas que tienen que ver con la biodiversidad amazónica de Bolivia, sobre deforestación, e incluso sobre quemas en la Amazonía.
¿Cuáles son los hallazgos o los puntos claves que usted ha ido descubriendo en sus investigaciones en ambos ecosistemas?
Desde el punto de vista de los desiertos, me he metido mucho en la biología reproductiva de cactáceas columnares, tocando aspectos biogeográficos, los cactus que crecen en Bolivia tienen mucha afinidad con los que crecen en Perú y Chile, pero son muy distintos a los que crecen en la zona de la caatinga en Brasil y totalmente distinto de lo que crece en México y en Estados Unidos. En los artículos científicos publicados con los estudiantes, mostramos que la forma de reproducirse de los cactus de los desiertos de esta parte del planeta es muy distinta y responde a las adaptaciones que les toca sobrellevar en los Andes.
En el campo de la investigación aplicada en la Fundación Amigos de la Naturaleza y ahora con ACEAA generamos información a nivel de datos para quienes están a cargo de la toma de decisiones, así como para temas de aprovechamiento de cadenas comerciales y cadenas de valor en el caso de la castaña. También tenemos información de campo sobre la biología de la castaña, la biología del asaí, la época de la floración y frutificación, las características nutricionales de estas especies y dónde se encuentran. Ahora también soy parte del Panel de Ciencia de la Amazonía e integro el equipo que evalúa aspectos de la historia de los productos forestales no maderables en la Amazonía. Eso me ha permitido conocer más la historia de la quina y de la shiringa, porque es parte de la explicación de cómo se está aprovechando hoy en día la castaña y el asaí. Entonces trato de generar información útil dirigida a los agricultores.
¿Qué tanto se ha avanzado en la investigación en botánica en Bolivia?
Yo resalto mucho que somos un país con muchas especies, pero también tenemos un gran desafío, que es tratar de conocer cuántas especies tiene Bolivia. Somos un país muy diverso, pero esa pregunta que a veces parece muy básica, o que ya se ha resuelto en países de Europa, en Estados Unidos, en Canadá o en países de Sudamérica como Chile y Argentina, todavía nosotros no la hemos resuelto y muchos de los esfuerzos de los biólogos de Bolivia están orientados a tratar de responder esa gran pregunta. Y en esa línea la fauna es un grupo que cautiva, porque crea sensibilidad, crea compromiso, la gente se identificaba con grandes animales, con el jaguar, la vicuña, el cóndor, la alondra, siente un vínculo. Y por eso también a veces se ha reducido un poco toda esa complejidad de la biodiversidad a solo entender cómo están estas especies emblemáticas. Creo que en Bolivia, los esfuerzos de conservación no pueden estar orientados a conservar algunas especies y hay que cambiar la escala porque se trata más bien de conservar ecosistemas, de conservar la Chiquitanía, la Amazonía, los yungas, los desiertos. Ese es el nivel en el que tenemos que trabajar, porque no podemos pensar solamente en algunas especies, sino que la estrategia tiene que ser distinta, hablar de los ecosistemas como sistemas complejos. Hay que cambiar esa percepción.
¿Dentro de la botánica existen especies emblemáticas en Bolivia?
Hay algunas especies como las puyas de Raimondi, también las especies no maderables como la castaña y todas las palmeras, en general, estas especies multipropósito que requieren atención, las mismas cactáceas cuando hablamos de los sistemas semiáridos. Bolivia también es muy conocida por la diversidad y el endemismo que existe en el caso de orquídeas y de helechos. Son grupos que la gente valora a escala local pero que no son suficientemente conocidos. Entonces, hay grupos de plantas específicas como el caso de la puya, la almendra chiquitana, un símbolo de la ecología de este lugar, pero falta comunicar de forma asertiva la importancia de estas especies a la gente que convive con ellas. A diferencia de los animales, que generan una sensibilidad mucho mayor, sobre todo cuando hay casos de maltrato, de tráfico de especies, esa sensibilidad no se presenta cuando se cortan algunas especies de plantas, aunque es distinto cuando desaparece un bosque. La gente afectada por la deforestación y por las quemas siente que está perdiendo mucha vida.
Con relación a las quemas y los incendios forestales ¿Qué tan grave es para Bolivia el problema de los incendios forestales?
Los incendios siempre están vinculados a prácticas que no son reguladas y a poca planificación. Esto sucede no solo en Bolivia, si no también en Brasil y en otros países. En el caso de Bolivia también está muy relacionado con la zona de la Chiquitanía, donde hay la mayor conversión del bosque. Entonces, hay una necesidad de utilizar prácticas de quemas para poder mantener el cambio de uso de suelo y eso se ha desbordado. Es un problema más complicado cada año en ecosistemas como la Chiquitanía y una parte de la Amazonía. Pero en el norte de Bolivia no existen estas prácticas tan agresivas como ocurre en el caso de Santa Cruz, porque también la valoración del bosque es mucho mayor y ahí juega un rol importantísimo la castaña. Tanto campesinos como indígenas valoran muchísimo cuidar el bosque y tratan de que las prácticas sean lo menos invasivas posibles. Por eso estas prácticas en la Amazonía norte son muy escasas.
¿Hacia donde están encaminados los esfuerzos en esa zona de la Amazonía boliviana?
Ahora con ACEAA estamos trabajando en un Observatorio de Frutos Amazónicos y Cambio Climático para el norte de Bolivia. Estamos implementando un sistema de monitoreo y alerta temprana para la producción de castaña, que contempla el uso de tecnología a nivel de imágenes satelitales y drones en las zonas donde hay aprovechamiento de castaña, además incluirá información específicamente de castaña con los registros de la producción anual. Trabajamos con recolectores de castañas para aprender del conocimiento tradicional y saber qué información utilizan para determinar si será un buen o mal año para la castaña. Vamos a implementar este sistema en seis lugares del departamento de Pando. Para ellos estoy coordinando un equipo de ingenieros ambientales, biólogos, agrónomos, ingenieros forestales y otros especialistas. Además, el observatorio está vinculado con un esfuerzo que se llama Plataforma de Frutos Amazónicos de Pando, que son espacios de articulación público privado en el que participan productores campesinos, potenciales inversores y las instituciones que dan asistencia técnica en temas de conservación.
Es un trabajo en conjunto con las comunidades
Son ellos quienes conocen mucho mejor el lugar donde viven, entonces, trato siempre de construir conocimiento con ellos. En realidad es una construcción conjunta y es parte de nuestro trabajo entender que tenemos que co-construir datos, información y conocimientos, porque son ellos quienes viven ahí y quienes toman las decisiones.
Imagen principal: árbol de castaña. Foto: Daniel Larrea.
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