- En Costa Rica, la bióloga Daniela Araya Gamboa trabaja para proteger a los felinos silvestres de resultar víctimas de las carreteras. En 10 años de trabajo, ha registrado la muerte de casi 500 felinos de seis especies distintas.
La naturaleza del trabajo de su padre, como piloto fumigador, provocó que Daniela Araya viviera en muchos lugares de Costa Rica. Cuando era niña, solía viajar con él en zonas rurales por caminos en donde había que avanzar lento. En el trayecto, de madrugada o de noche, solían admirar juntos la cantidad de animales que se les cruzaban y continuaban naturalmente con su paso. En algunas ocasiones, ellos mismos los ayudaban a pasar.
“Eso para nosotros era emocionante: ir en caminos rurales, en donde nadie iba rápido, rescatando a los animales de la calle. Con el tiempo, lo más frecuente no era encontrarlos vivos, sino atropellados”, cuenta la hoy bióloga. “Era frustrante ver tantos animales muertos en carretera y así fue como empecé a buscar formas de producir un impacto, pero ahora enfocado en los felinos”, afirma.
Daniela Araya Gamboa es coordinadora del proyecto Caminos amigables con los felinos, de la organización Panthera Costa Rica, donde trabaja desde hace 10 años. Sus jornadas consisten, básicamente, en calzarse sus botas de hule, ponerse un chaleco reflectivo, subirse de madrugada a un carro con sirena y luces, y recorrer carreteras peligrosas, no solo por las altas velocidades de los vehículos que las utilizan, sino porque en ocasiones también están custodiadas por el crimen organizado. En estas vías, junto con sus compañeras, contabiliza animales atropellados.
Mongabay Latam conversó con la experta en felinos silvestres y los riesgos que estas especies enfrentan en las carreteras de Costa Rica, donde la organización ha registrado 491 individuos atropellados desde 2012 y hasta septiembre de 2022.
—¿En qué momento se dio cuenta de que las carreteras eran un problema grave para los felinos? ¿Por qué debemos prestar atención a las carreteras cuando se trata de vida silvestre?
—Este proyecto inició cuando estábamos trabajando un corredor biológico enfocado en el jaguar. Es un área destinada a permitir que el jaguar pase de manera segura de un área protegida a otra y nos dimos cuenta que iban a asfaltar una ruta. Fue una oportunidad en la que tomamos datos antes y después de que se asfaltara. Ese fue nuestro primer proyecto en el tema de carreteras y abrimos como una caja de Pandora: se empezó a descubrir que las hembras de los jaguares se alejan de las carreteras y los machos a veces las cruzan, pero también las evitan. La zona de Guanacaste, de Costa Rica, empezó a desarrollarse turísticamente y es un área de alta densidad de jaguares, en donde empezamos a tener atropellos relacionados al aumento de flujo vehicular.
—¿Cómo es una jornada de trabajo antes y al llegar a una carretera?
—La primera es la más aburrida, que es el trabajo de oficina y elaborar informes. Mi preferida es el trabajo de campo. Mi trabajo es triste, pero a una se le va endureciendo el corazón; supera esa parte del dolor y se enfoca en que tomar esos datos es valioso para evidenciar el impacto. Cuando estamos en trabajo de campo, nos levantamos muy temprano; ya a las cinco y media de la mañana tenemos que estar en el sitio. Recorremos la ruta en carro, hemos tenido rutas de dos hasta 45 kilómetros y lo hacemos a una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora, en donde vamos contando los animales atropellados.
Nos bajamos y corremos a los animales [a los márgenes de la carretera] porque, al día siguiente o esa misma noche, vamos a hacerlo de nuevo para no duplicar datos. Vamos contabilizando, marcando el punto con GPS y tomamos una foto. Eso se repite aproximadamente durante seis meses para llegar a tener una muestra representativa del sitio, de qué animales mueren atropellados y qué animales vemos vivos, porque también ponemos cámaras trampa y con ellas podemos saber qué animales están en los bordes de la carretera, porque no solo las instalamos en el suelo del bosque, sino en los árboles, porque también necesitamos saber qué animales usan el dosel para vivir. También agregamos cámaras en pasos de fauna, ya sea bajo o sobre la calle —para las especies arborícolas— y así nos damos cuenta cuáles están pasando de manera segura. El tema de paso [de fauna] está empezando en Latinoamérica, entonces toda esta información va a ayudar a que vayamos mejorando esa reducción del impacto al adecuar, por ejemplo, el paso aéreo para las especies tropicales, que debería ser así. Hay mucha experiencia de otros países, principalmente en Europa y Norteamérica, pero tenemos que ir adecuando las medidas para la región latinoamericana.
—¿Cuáles son sus más recientes hallazgos investigativos sobre las muertes de felinos en carreteras?
—Tenemos un total de casi 500 felinos silvestres atropellados en Costa Rica en 10 años. Esa lista incluye las seis especies: jaguares (Panthera onca), pumas (Puma concolor), yaguarundis (Puma yagouaroundi), manigordos (Leopardus pardalis), cauceles (Leopardus wiedii) y tigrillos (Leopardus tigrinus). Son seis especies de felinos para Costa Rica y las seis han sido atropelladas. El tigrillo es la especie más pequeña y, con los datos recopilados, nos hemos dado cuenta que es la más amenazada. Solo vive en las partes altas frías y montañosas, y tenemos reportes de atropellos, por ejemplo, en una carretera en una zona protegida con hasta tres atropellos en un año de esta especie. Eso es un impacto grande para la conservación de la biodiversidad. La especie que más muere es el manigordo: en un año, tenemos 51 manigordos atropellados en las carreteras de Costa Rica, para 2021. Para dimensionar un poco esto, la población de ocelotes o manigordos en Estados Unidos es aproximadamente de 50 individuos. Es una locura, para este país tan pequeñito, tener esa gran pérdida de biodiversidad.
—Además de los impactos a los felinos, ¿qué otras afectaciones a la biodiversidad ocurren con las carreteras?
—Nos hemos dado cuenta de que las carreteras, aparte de que están impactando a los felinos, impactan los ecosistemas. Eso es aún más grave porque, por ejemplo, con la cacería se pierden chanchos de monte o venados, pero las carreteras son cazadoras que no buscan específicamente una especie, sino que se llevan todo lo que está en el camino. Desde abejones, cangrejos, insectos, serpientes, ranas, dantas, tapires. Se llevan todo. Están generando un impacto gigantesco. No son como los cazadores que van de vez en cuando al bosque. Las carreteras son cazadoras que operan día y noche, alrededor de todo el país, cerca de áreas protegidas y reservas. No tienen días libres.
Es un impacto grande que tenemos que ir estudiando y ese es nuestro principal aporte, ir caracterizando ese impacto y recopilando toda la información para que los ciudadanos, los gobiernos y los tomadores de decisiones tengan una información más acertada. Cuando hemos llevado personas a trabajar con nosotros nos dicen: “Acaban de cambiar mi vida, me la han complicado, porque yo antes no me fijaba cuando manejaba en qué animales habían atropellado; después de ir con ustedes y entender lo que está pasando, ahora veo osos perezosos, osos hormigueros, el tlacuache”. Todos vamos rápido y tarde, y no nos fijamos realmente. Antes la vida no era tan acelerada, pero si haces ese ejercicio cerca de un área protegida y vas despacio, vas a empezar a ver ranas, culebras, insectos, mamíferos y aves. Tenemos una ruta en donde, en solo un día, pudimos contar hasta 25 aves atropelladas en 40 kilómetros, en sitios de áreas protegidas en donde no es cualquier ave, no es un ave común la que muere, son colibríes y otras especies importantes para la conservación.
—¿Entonces, las carreteras son un tema poco observado o pobremente dimensionado por la sociedad, los gobiernos y los tomadores de decisiones cuando se refieren a su relación con la vida silvestre?
—Las carreteras son preciadas para el desarrollo de un país. Hemos conocido su posición como un puente al desarrollo, como acceso a las comunidades, como acceso a los pueblos indígenas, y eso ha permitido que no entremos en detalle en cómo impactan a la vida silvestre. Pero cuando estas carreteras empezaron a aumentar, ya costó que las personas siguieran asumiendo con normalidad esta mortalidad de animales. Los animales atropellados ya son parte del paisaje. Ya lo hemos normalizado o estamos acostumbrados a decir que vimos dos o tres animales atropellados. Pero cuando va un investigador y hace un monitoreo muy detallado, con muchas repeticiones, es donde nos damos cuenta de que el tema es muy pesado.
Ahí es donde nosotras trabajamos en conjunto. Somos tres biólogas —trabajo junto con Esther Pomareda, del Centro de Rescate y Santuario Las Pumas, y Esmeralda Arévalos, de la Universidad Latina de Costa Rica— en un grupo que se llama Vías Amigables con la Vida Silvestre (VAVS), este año cumplimos diez de trabajar juntas este tema en el país. Nos unimos con el mismo sueño: aportar, guiar y recomendar todas estas acciones al gobierno para reducir el impacto. Junto con otras investigadoras, creamos la Guía Ambiental “Vías Amigables con la Vida Silvestre” para Costa Rica, un instrumento que usa el Ministerio de Transportes para todos sus proyectos de desarrollo vial nuevos y en la ampliación o construcción de carreteras. La intención es que puedan tomar esos datos para construir los pasos de fauna.
Pero no somos solo nosotras; hay muchos otros investigadores en varios países de Latinoamérica que están tratando de que los tomadores de decisiones tengan evidencia concreta. Un ejemplo: en 45 kilómetros de una carretera aledaña a áreas protegidas, a parques nacionales, tenemos 4000 animales silvestres muertos al año, incluyendo aves, mamíferos y varios grupos. ¿Y qué hacer? Bueno, no nos quedemos en la parte de criticar y estar tristes; somos constructivos, proactivos, trabajemos en conjunto con los administradores de las rutas para ir buscando formas de reducir este impacto. Ahí es en donde viene todo el tema de pasos de fauna, de hacerlos específicos para la fauna del sitio, de hacerlos donde más mueren animales, donde hay más probabilidades de que crucen.
—¿Cuál ha sido el trabajo de la organización Panthera en la misma materia? ¿Cómo ha sido su colaboración con el gobierno?
—Generamos ciencia y apoyamos acciones de conservación, este es nuestro enfoque. En palabras simples, vamos al campo, tomamos datos, los presentamos y damos acompañamiento al gobierno para que pueda ir generando medidas para reducir ese impacto. Es un proceso lento, porque aquí todos estamos aprendiendo. Tenemos que ir adecuando los protocolos de mantenimiento de las rutas y de los pasos. Hay que celebrar los avances pequeños o grandes. Eso además de ir, en conjunto, identificando pendientes para hacer el abordaje de estas prioridades a nivel país.
—Se ofrece toda esta información a los tomadores de decisiones, pero ¿cómo trasladar toda esta información a la sociedad, que finalmente también tiene que asumir responsabilidades en las carreteras?
—Es un tema muy importante. Tenemos una página en Facebook donde recibimos todos los reportes de atropellos a nivel nacional, muy enfocado en felinos y eso ha servido para sensibilizar y para recibir ciencia ciudadana, datos de los ciudadanos. También hemos trabajado en una página que se llama Costa Rica Silvestre, específica para los ciudadanos, en donde damos lineamientos de cuál es el impacto y cómo abordarlo. Hasta hace poco, si una persona encontraba un animal atropellado, no tenía líneas claras de qué hacer. Entonces nosotras explicamos qué hacer manteniendo la seguridad del conductor y de los ocupantes del vehículo, a quién hay que llamar y reportar.
Hay una app de iNaturalist en donde se reportan los atropellos a nivel nacional; la persona puede tomar una foto, subir la coordenada y eso aporta al conocimiento a nivel nacional. También recomendamos el tema de la velocidad cerca de áreas boscosas o áreas protegidas, y va orientado no solo a la seguridad de la vida silvestre, sino del conductor. Hemos tenido pérdida total de vehículos en carreteras de Costa Rica, motociclistas accidentados por choques con ocelotes, manigordos o tapires, por ejemplo.
—Luego de los trabajos de monitoreo, ¿qué sucede con los cadáveres de los animales encontrados en las carreteras?
—En Panthera tenemos un proyecto de genética, que funciona en dos vías, enfocado a los felinos. A través de la colecta de muestras genéticas, lo que se quiere es saber cómo están las poblaciones, si están conectadas o aisladas. ¿Cómo colectamos ese material genético? Tenemos un perro entrenado que encuentra heces de felinos en el bosque; este perro viaja por todo el país a bosques específicos y detecta esas heces que se colectan. El ADN se extrae de las heces, porque las células del intestino de su dueño van ahí. Luego, la otra vía que se ha estado trabajando, es cuando se encuentra un felino silvestre fallecido. Se hace una colecta de tejido para que esa información vaya a aportar a este estudio de genética a nivel nacional.
—Trabajar con animales en esta situación debe significar una fuerte carga emocional, ¿cómo se logran moldear las emociones para no detenerte?
—Contabilizar animales silvestres atropellados es muy duro, cala mucho y te atrapa para siempre. Yo sí me veo muy afectada cuando ese animal silvestre todavía está vivo. Ahí es donde yo pierdo toda capacidad y me derrumbo. Contabilizar animales que ya murieron pues, bueno, ya el corazón mío está duro y lo superó. Pero llegar al campo, estar monitoreando y encontrar un animal que aún está vivo, es muy duro. Primero, porque es muy difícil lograr atención en corto tiempo para esos animales y muchas veces el golpe ya es muy difícil de superar. La mayoría de animales que llegan a los centros de rescate heridos por atropellos, fallecen. Y los que sobreviven, lograr reinsertarlos al bosque, tienen un porcentaje superbajo.
Es un tema que hemos tratado de trabajar fuerte, porque si nos caemos nosotros emocionalmente, se pierde gente que ha trabajado por mucho tiempo. Ese conocimiento adquirido no puede perderse. Lo que hacemos es transformar lo triste en acciones. Contabilice 60 animales atropellados hoy, pero mañana voy a revisar las fotos del paso de fauna y voy a ver a esas nutrias pasando, voy a ver a esos mapaches, a esos grisones (Galictis vitatta), a ese manigordo pasando seguro bajo la calle.
—¿Qué mensaje quiere dejar con su trabajo?
—Vivimos en una nave que se llama planeta Tierra y no podemos bajarnos. No hay un plan B. Esta nave tenemos que cuidarla mucho, porque está perdiendo piezas día a día: pierde anfibios, pierde reptiles, pierde mamíferos. La pérdida de diversidad en el planeta es un tema pesado y un aporte es abordar el tema de las carreteras, que es una de las fallas más grandes que tiene. Este crecimiento vial sin medidas para la fauna tenemos que abordarlo, no tenemos que seguir delegándolo y haciéndonos de la vista gorda. Día a día mueren miles de animales silvestres en las carreteras de Latinoamérica. Esta nave se está recalentando y, al ir perdiendo todos estos componentes, repararla va a ser cada vez más difícil.
* Imagen principal: Cruce de jaguar (Panthera onca), tomada en 2015, en Costa Rica. Foto: Helder Casanova / ICE.
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