- El colectivo Kanan Ts’ono’ot (Guardianes de los cenotes) busca que el pueblo maya sea declarado el protector de los cenotes para conservarlos, restaurarlos y protegerlos.
- El colectivo ya logró suspender la instalación de megaproyectos en el Anillo de Cenotes, entre ellos una granja porcina con una capacidad de criar 49 000 cerdos.
- Si los jueces aceptan declarar a los cenotes como sujetos de derecho, significaría un importante precedente en los procesos de la defensa de ecosistemas en México.
Desde 2015, el lugar de trabajo de José Clemente May Echeverría son los cenotes. Empieza sus labores a las nueve de la mañana en uno de ellos y, tal como le aconsejaron sus abuelos, pide permiso para entrar a estos lugares considerados como sagrados para los mayas, luego quita las hojas que caen en el agua, barre los alrededores y espera a que los turistas lleguen. Cuando los visitantes se acercan, les invita a pasar para que conozcan estos estanques naturales que se formaron en la Península de Yucatán, en el sureste de México, por el impacto de un meteorito hace 66 millones de años.
May Echeverría vive del turismo en los cenotes, como la mitad de los habitantes (un aproximado de 4000 personas) de Homún, un poblado ubicado en en el municipio del mismo nombre, en el estado de Yucatán y que se encuentra dentro de la Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes, donde también se localiza el área natural Lagunas de Yalahau, ambas designadas como sitios Ramsar, una denominación que se otorga a humedales con importancia internacional.
Si se suman las familias que trabajan directamente en los cenotes, los guías turísticos, quienes laboran en las cocinas económicas (pequeños restaurantes) y quienes lo hacen en los hoteles, la vida del pueblo gira alrededor de estos ecosistemas. Los cenotes son el sustento económico de los pobladores de Homún. Y ellos, son sus defensores, sus guardianes.
May Echeverría es integrante de un colectivo de personas indígenas mayas llamado Kanan Ts’ono’ot (guardianes de los cenotes, en lengua maya), conformado por hombres, mujeres, niños y adolescentes. Se trata de una iniciativa que nació en 2017 para frenar las actividades de una megagranja de cría de cerdos, de la empresa Producción Alimentaria Porcícola (PAPO), instalada en Homún sin la autorización de la población.
Los integrantes del colectivo poco a poco se convirtieron en defensores de toda el área que cubre la reserva en donde están los cenotes, un ecosistema vulnerable por el tipo de suelo, especialmente a la contaminación por materias orgánicas o inorgánicas, pues no puede retener, transformar o descomponer estas sustancias, de acuerdo con especialistas como la bióloga Yameli Aguilar Duarte, doctora en geografía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Su lucha legal para detener la granja y otros megaproyectos, ha llevado a los integrantes de Kanan Ts’ono’ot a plantear que los cenotes requieren una protección definitiva. Es por ello que ahora, además, también buscan que estos lugares de agua sean reconocidos como sujetos de derecho y que los mayas sean sus guardianes.
Organización comunitaria para defender a los cenotes
El camino del colectivo para proteger los cenotes comenzó cuando se estaban construyendo nuevos caminos en los alrededores de la comunidad y los pobladores preguntaron a las autoridades cuál era el propósito. La respuesta que recibieron fue que se trataba de infraestructura para beneficiar a la población. “Era falso. Se trataba de caminos para acceder a la construcción de una granja con capacidad de criar 49 000 cerdos”, explica a Mongabay Latam, Lourdes Medina Carillo, abogada del colectivo.
El pueblo maya de Homún manifestó su rechazo a la megagranja porque, entre otras cosas, contaminaría los cenotes. Aun así, la empresa aceleró su construcción y sus operaciones.
Ante esta situación, un grupo de pobladores creó el colectivo Kanan Ts’ono’ot y en 2017 organizaron un proceso de autoconsulta indígena para preguntar a la población si estaba de acuerdo con la operación de la megagranja. El pueblo decidió que no.
“Se hizo una consulta bien informada, se avisó a toda la comunidad, se hicieron varias asambleas informativas, la gente salió a votar y dijo que no quería la granja. Votaron 753 personas en contra y 40 a favor”, recuerda May Echeverría.
Las acciones de la comunidad continuaron. Con juicios de amparo, en especial uno que fue promovido por niñas y niños del pueblo, lograron detener las operaciones de la granja de cerdos en 2018. La abogada Medina Carrillo específica que consiguieron una suspensión definitiva que hasta el momento sigue vigente, aunque el juicio por el caso aún no tiene sentencia. Se espera que eso ocurra en este 2023.
“El pueblo maya de Homún ha sido un parteaguas en la defensa del territorio, la naturaleza y los derechos como pueblo indígena de Yucatán. La industria porcícola, que es una de las que más ha impactado socialmente y ambientalmente a Yucatán, ya tiene unos 10 años desde que empezó a proliferar su instalación”, asegura la abogada del colectivo.
Los pobladores tenían razón sobre la contaminación que provocan las megagranjas de cerdos. El Dictamen Diagnóstico Ambiental de la Actividad Porcícola en Yucatán, publicado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en marzo de 2023, lo confirmó.
En el documento, la autoridad ambiental incluyó los resultados de un análisis de la calidad del agua, aire y suelo en 20 cenotes y las conclusiones fueron que estos espacios “presentan indicios de contaminación por materia orgánica fresca, en gran medida por fuentes difusas de aguas residuales pecuarias, de ahí la presencia principalmente de nitrógeno amoniacal y concentraciones elevadas de (la bacteria) E. Coli, indicativo de contaminación difusa de excretas de seres vivos de sangre caliente”.
Además, mediante el análisis de la zona sur y este de Mérida fue posible identificar la afectación de las granjas porcícolas sobre la calidad del agua subterránea. En general, se registraron valores de nitrógeno amoniacal mayores a los límites permisibles para la protección a la vida acuática.
La investigación también identificó 507 coordenadas de posibles granjas en el estado de Yucatán. Alrededor del 60 % de estas instalaciones no contaba con un título de concesión o permiso de descarga de aguas residuales.
Además, se conoció que los municipios de Conkal, Telchac, Tizimín, Umán, Chicxulub, Tixkokob, Tetiz, Izamal, Ticul y Homún concentran el mayor número de granjas porcícolas.
Y, algo aún más preocupante, 319 granjas porcícolas se encuentran ubicadas en terrenos que forman parte de la Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes. “Nosotros lo decíamos desde 2017, que las granjas iban a contaminar. Ahora, el gobierno federal nos da la razón”, asegura May Echeverría.
No sólo son granjas de cerdos
La creación del colectivo Guardianes de los cenotes generó una reacción de cadena. Diversos pueblos mayas de Yucatán comenzaron sus propias luchas en contra de la instalación de granjas de cerdos que afectaban a sus comunidades.
El colectivo, además, comenzó a hacer sinergia con otros pueblos ubicados cerca del Anillo de cenotes, en donde se ha registrado la muerte masiva de abejas por las fumigaciones aéreas que realizan quienes han transformado partes de la selva maya en extensos campos de monocultivos, entre ellos la soya.
La abogada comparte que los integrantes del colectivo se dieron cuenta que ellos estaban liderando un proceso contra las granjas, pero que el Anillo de cenotes —que se encuentra en 53 municipios de Yucatán— estaba siendo dañado por diversos megaproyectos.
Se preguntaron entonces qué más podían hacer y decidieron realizar una solicitud a los responsables de cuidar el Anillo de Cenotes: los ayuntamientos, el gobierno del estado de Yucatán, el presidente de la República y las autoridades ambientales a nivel federal.
Mediante informes técnicos, los integrantes del colectivo reunieron las evidencias de la presencia de pesticidas e insecticidas organoclorados, químicos prohibidos en varios países por su persistencia en el medio ambiente, ya que no se degradan incluso transcurridos años después de su aplicación. Con esa información, en febrero de 2022, exigieron a las autoridades que cumplieran con sus obligaciones y detuvieran la destrucción de los cenotes, además de que se hicieran labores de restauración y conservación.
Las autoridades no respondieron. Ante el silencio, en marzo de 2023, el colectivo presentó un juicio de amparo en contra de varias autoridades: el ayuntamiento de Homún, la Secretaría de Desarrollo Sustentable del Gobierno del estado de Yucatán, el presidente de la República, la Semarnat, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
A partir de la presentación del amparo, se concedió una suspensión provisional y el 29 de mayo de 2023, el Juzgado Cuarto de Distrito del Décimo Cuarto Circuito otorgó al colectivo una suspensión definitiva para evitar la imposición de megaproyectos que amenacen al Anillo de los Cenotes de Yucatán.
La abogada Lourdes Medina Carillo cuenta que a partir de esa suspensión, las autoridades están obligadas a impedir que se instalen megaproyectos, pero además deben dar respuestas.
Gracias a sus exigencias, el colectivo consiguió que, el 17 de junio de este año, en el diario oficial de Yucatán se publicara la convocatoria para que inicie el programa de manejo de la reserva Anillo de Cenotes. “Es una acción que debieron hacer desde 2013. Esa es una de las omisiones que se les reclama, porque no han hecho el plan de manejo de esa área natural protegida”, comenta la abogada.
Los cenotes como sujetos de derecho
Como parte del juicio, los integrantes del colectivo tienen dos peticiones: que los cenotes sean considerados sujetos de derecho y que el pueblo maya sea declarado como su protector.
La abogada explica que el derecho ambiental tiene ciertas limitantes y una es que los jueces toman medidas para proteger cierto ecosistema sólo cuando detectan que afecta a una persona o a un grupo de personas. No obstante, otros países como Colombia y Ecuador han logrado que se proteja directamente un ecosistema con la figura legal de sujeto de derecho.
“Nosotros reflexionamos que era inaudito esperar a que se produzca un daño en toda la población, puesto que este ecosistema ya está dañado. Vimos los ejemplos en Colombia y Ecuador donde se está protegiendo la naturaleza por su propia existencia y nos dimos cuenta que no hay que esperar a que llegue el daño a los humanos, sino que hay que tomar acciones si ya está deteriorado el ecosistema”, explica Medina Carrillo.
En Colombia, la Corte Constitucional reconoció por primera vez a un río, el Río Atrato, como sujeto de derecho, en 2016 y después de eso hay una decena de declaratorias similares, como por ejemplo la de la Amazonía. Mientras que en Ecuador, la Constitución aprobada por referéndum en septiembre del 2008, reconoce a la naturaleza como sujeto de derecho.
“Que el Anillo de cenotes sea reconocido como sujeto de derecho no significará solamente un cambio de paradigma en la justicia ambiental de nuestro país; lo que queremos es que sea efectivo, que a partir de este reconocimiento las autoridades tengan la obligación de tomar acciones concretas, objetivas y claras para proteger esta zona”, dice la abogada del colectivo.
Entre las acciones concretas que demanda la agrupación está la prohibición de los megaproyectos que puedan tener impactos negativos ecológicos y sociales en la zona, el realizar estudios para conocer las afectaciones que hoy tiene el Anillo de Cenotes, así como diseñar acciones para restaurar y estrategias de manejo y conservación.
Además, la abogada comenta que es importante que en este reconocimiento las comunidades mayas sean llamadas guardianas de los cenotes, para que así sea posible un proceso horizontal con las autoridades para conservar, restaurar y proteger.
Espacios vulnerables e interconectados
El colectivo decidió iniciar la petición para que se reconozca a los cenotes como sujetos de derechos por su importancia ecológica e hidrológica y por el valor que tienen para la cultura y la historia de los pueblos mayas. Como pruebas de ello, en el juicio se entregaron informes técnicos, uno de ellos está relacionado con los aspectos biológicos de los cenotes.
La bióloga Yameli Aguilar Duarte, investigadora del Centro de Investigación Regional del Sureste (CIRSE) y una de las autoras del informe técnico, explica que los cenotes —llamados en la literatura científica como dolinas o depresiones kársticas— son vulnerables por sus propias características y por eso es tan importante protegerlos.
“Como son oquedades, no hay suelos donde se puedan retener, transformar o descomponer los contaminantes orgánicos o inorgánicos. Tenemos estas condiciones que reflejan una alta vulnerabilidad a la contaminación”, comenta la especialista.
Además, un apartado de este informe contiene otras investigaciones que se han realizado sobre los cenotes, como las del doctor Ángel Polanco Rodríguez, de la Universidad Autónoma de Yucatán, quien ha detectado que en estos lugares hay niveles de plaguicidas e insecticidas organoclorados que están por fuera de las normas mexicanas e internacionales.
La bióloga Aguilar agrega que las aguas de los cenotes están hiperconectadas y cuando son afectadas también se dañan otros ecosistemas. Por ejemplo, las aguas subterráneas tienen relación con los humedales, manglares y petenes que permiten la aparición de cierta vegetación que protege a la región del impacto de huracanes o tormentas porque forman una barrera natural.
“Pareciera que son ecosistemas separados, pero en zonas como la península donde predominan los territorios kársticos hay toda una interconexión de las rocas, el agua, los suelos y la biota. Finalmente todo lo que se haga tierra adentro, tarde o temprano afecta otros lugares”, cuenta la autora del informe.
La bióloga menciona que hay estudios botánicos, uno en particular del doctor José Salvador Flores Guido, de la Universidad Autónoma de Yucatán, que muestra la alta diversidad de especies de flora frutícola como mango, zapote, cocos e incluso cacao y flora maderable que se pueden presentar alrededor de los cenotes y en el interior de las rejolladas cercanas, que son grandes oquedades.
“Estas especies lo que hacen es que haya diversidad de alimentos disponibles en una zona en particular y esto hace que también se presenten especies de fauna con mayor diversidad”, explica la bióloga.
Además, otros estudios demuestran que hay especies raras o amenazadas de murciélagos en rejolladas y cenotes en Yucatán. La zoóloga María Cristina Mac Swiney Gónzalez identificó diversas especies en estos lugares como Chrotopterus auritus y Micronycteris microtis que son consideradas como amenazadas en México. Y la especie Eptesicus furinalis también se registró exclusivamente en cenotes.
Ante toda esta diversidad, el informe biológico recomienda que los cenotes se mantengan lo más originales posible y que se aprovechen para diferentes formas de turismo alternativo. “Este ecoturismo tendría que estar ligado con una gestión directa de las comunidades porque las comunidades tienen un conocimiento biocultural que es importante revalorar, rescatar y respetar”, concluye la bióloga.
Espacios sagrados
Otro de los informes que se entregó para el juicio está relacionado con la cosmovisión maya que gira en torno a los cenotes.
Alberto Velázquez Solis, doctor en antropología social del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS) Sureste, profesor investigador en la Universidad Intercultural de Campeche y uno de los autores de este informe antropológico, cuenta que los cenotes son espacios considerados sagrados tanto por las ceremonias que se realizan en la actualidad como por su historia prehispánica.
Velázquez narra que, por ejemplo, los pobladores de Homún realizan el Jetz Lu’um, una ceremonia para que el cenote se mantenga tranquilo y cuyo nombre literalmente significa “aquietar o apaciguar la tierra”. También realizan la ceremonia agrícola Ch’a cháak, en la que se utiliza agua de cenotes vírgenes para pedir lluvia para los cultivos.
El especialista agrega que desde las fuentes prehispánicas, como el Códice Madrid y el Códice Dresde, aparece Chaac (dios de la lluvia) dentro de un cenote y la misma oralidad cuenta que la lluvia se da porque este dios baja a los cenotes, recoge el agua con su calabazo y luego lo rompe.
“Los cenotes son concebidos como espacios sagrados con su propio dueño que puede ser un alux o una serpiente. Y también son concebidos como la morada de Chaac. En la visión maya, se les concibe como la entrada al inframundo, por lo tanto, son un lugar de mucho respeto”, explica Velázquez Solis.
May Echeverría cuenta que a él y a los otros pobladores de Homún sus abuelos les enseñaron que los cenotes eran sagrados. “Nuestros abuelos nos decían que entraramos con cuidado porque podíamos cargar aire, que es más o menos como cargar una enfermedad”.
Por toda esta cultura maya en torno a los cenotes, el colectivo solicita ante los tribunales que al pueblo maya se le conceda la guardianía de estos lugares para seguir cuidándolos como lo han hecho hasta ahora: con respeto, uso moderado y reforzando sus costumbres alrededor de ellos.
“Queremos que se reconozcan sus derechos porque para ellos los cenotes no son simplemente un bien o un recurso, son un espacio importante que tiene sus propios dueños que son seres sobrenaturales”, menciona el antropólogo social.
Por ahora, el colectivo espera las respuestas de las autoridades al amparo que evita la imposición de megaproyectos que amenazan el Anillo de los cenotes y la sentencia del juicio donde se podría estipular que los cenotes sean sujetos de derecho y el pueblo maya su protector.
“Es muy triste, las comunidades sufren, se contamina el agua, la tierra y el aire y la verdad es muy lamentable. Esperamos que el fallo sea en favor de la comunidad, pero si no se da, nosotros vamos a seguir con la lucha porque de eso vivimos… Ahí estamos nosotros peleando ese derecho”, dice con determinación May Echeverría.
* Imagen principal: Los habitantes de Homún, en Yucatán viven de los estanques naturales que se encuentran dentro de la Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes. Fotografía Benjamín Magaña.
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