Al sur de Ecuador se encuentra Catacocha, una pequeña ciudad de la provincia de Loja que se caracteriza por ser casi un desierto: bosque seco, suelo árido y lluvias sólo dos meses al año. Esta situación afectó a las comunidades, sus cultivos y animales.
Sin embargo, gracias a un sistema indígena milenario que implementaron los habitantes de esta zona, ahora gozan de agua durante todo el día. ¿Cómo lo lograron?
Agua que sólo alcanzaba para comer
San Vicente del Río es un barrio de unas 80 familias, construido en las montañas de Catacocha y en medio del bosque seco, justo en la parte baja del cerro Pisaca. Sus casas aún son de adobe y teja, y muchas están abandonadas ya que sus habitantes migraron a la ciudad. Sobre una especie de plazoleta está la casa de Rosa Imelda Arias, cuya fachada ha sido convertida en jardín. Decenas de plantas colocadas en pequeños recipientes plásticos llenan el lugar de color. “Me ha tomado unos 15 años hacer este jardín”, dice Arias y agrega: “Donde voy, me robo una plantita: de Vilcabamba, de Catamayo, de San Pedro. Me gustan”.
Un perro ladra insistente, mientras Arias —de 58 años— recuerda los tiempos en los que la sequía era tan implacable que sólo tenían agua cuatro horas al día: dos por la mañana y dos por la tarde:“Sólo alcanzaba para comer. Para lavar tocaba ir al río, o al chorro; un chorrito que hay bajando aquí la carretera, que nace ahí de una peñita. Son 15 minutos de caminar hasta el chorro. Al río es media hora, o una hora, según cómo camine. Antes, cuando no la traían de arriba, el agua no alcanzaba”.
Cuando dice “arriba” se refiere al cerro Pisaca, donde la comunidad ha recreado, desde el 2005, un sistema de captación y dotación de aguaconcebido por los paltas, una comunidad indígena que habitó esta zona hace más de mil años, en la era preincaica. Este sistema —hecho a base de 250 lagunas artificiales en las montañas para almacenar el agua lluvia— ha permitido que los habitantes de esta ciudad desértica tengan agua todo el tiempo, obtengan mejores y más abundantes cultivos, y sus animales estén sanos y bien nutridos.
“Ahora tenemos agua todo el día”, dice Arias. Y agrega que eso le permite criar pollos y cerdos, y mantener el pequeño huerto de la parte trasera de su casa, donde cultiva naranjas, mandarinas, guineos y varias plantas medicinales, como la buscapina, “que es buenísima para el dolor de barriga”.
Este sistema de agua les cambió la vida.
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