- Un reciente estudio revela que sólo el 9% del área de la Caatinga, una región semiárida única en el mundo y el único bioma exclusivamente brasileño, está cubierta por Unidades de Conservación, con un 7% destinado al uso sostenible y solo un 2% a protección integral.
- La creación de áreas protegidas (APs) surge como una estrategia fundamental para la conservación de especies, en especial pequeños mamíferos, pero es esencial que estas áreas consideren la viabilidad económica y las proyecciones climáticas futuras.
En la Caatinga, el único bioma exclusivamente brasileño, vive un pequeño mamífero que pesa menos de cien gramos y se refugia en troncos caídos o en la sombra de arbustos para protegerse del calor extremo. Conocido también como zarigüeya gris de cola corta o catita, en portugués, se sabe que este marsupial (Monodelphis doméstica) vive en diversos biomas sudamericanos como el Chaco, El Cerrado, la Caatinga y la Mata Atlántica. Aunque no existen datos exactos sobre su población, sí se sabe que está cada vez más amenazado debido al cambio climático y a la intervención humana.
En efecto, el aumento de las temperaturas y la disminución de su hábitat hacen que estos animales tengan que esconderse para buscar refugio en microhábitats más frescos para sobrevivir. Sin embargo, esta estrategia no siempre es suficiente. Muchos de estos animales se están desplazando a otras áreas, y la situación podría volverse tan grave que incluso podrían extinguirse localmente.
Ese no es el único peligro. Su extinción podría alterar el equilibrio ecológico, afectando la cadena alimenticia y facilitando la expansión de especies invasoras.
Esto es lo que concluye un estudio realizado por la investigadora Anna Ludmilla da Costa-Pinto, bióloga y curadora de la Colección de Mamíferos en el Museo de Historia Natural de la Universidad Federal de Alagoas. La experta explica que la Caatinga sufre una fuerte presión por la significativa intervención humana en el entorno, lo que agrava los impactos del cambio climático sobre las especies.

En este escenario tan complejo, según la investigación, el sistema de Áreas Protegidas de Brasil no ha sido eficaz en la protección de los territorios más importantes para la conservación de pequeños mamíferos en la Caatinga. Apenas el 9 % del bioma está protegido, y solo el 2 % corresponde a áreas de protección integral, lo que resulta insuficiente para preservar la biodiversidad ante los desafíos actuales y futuros.

Sequías difíciles de enfrentar
En la lengua tupi-guaraní, Caatinga significa “bosque blanco”. Allí el cambio climático y la degradación ya son notorios en la biodiversidad. Cada vez hay sequías más frecuentes, lo que afecta directamente la distribución y la supervivencia de las especies de mamíferos.
“Las poblaciones de especies silvestres pueden sufrir pérdidas dramáticas capaces de conducir a la extinción local o regional, principalmente las especies más sensibles y las asociadas a microhábitats o microclimas, además de aquellas especies que se distribuyen en zonas de transición, donde las variaciones climáticas son menores”, dice Lardley Varjão, analista ambiental del Centro de Manejo de Fauna de Caatinga (Cemafauna).
El estudio dirigido por la doctora Costa-Pinto logró identificar áreas que deberían ser prioritarias para la conservación de pequeños mamíferos en la Caatinga, considerando tanto el escenario actual como los cambios climáticos proyectados para el futuro (2050 y 2070). La investigación también analizó la eficacia de las áreas protegidas existentes y sugirió formas de mejorar la protección de las especies en la región nordeste de Brasil.
La conclusión es que la crisis climática y la degradación están forzando la migración de especies o su adaptación para evitar la extinción, especialmente en mamíferos con baja capacidad de dispersión. Esto, combinado con la pérdida y fragmentación del hábitat, impone un doble riesgo para estas especies.
La investigadora destaca la importancia de proteger de manera más eficaz este bioma, enfatizando la baja cobertura que tiene como área protegida y que representa el 11 % del territorio nacional. “Cuando hablamos de la Caatinga, estamos hablando de Finlandia, Reino Unido e Italia juntos. Estos tres países caben dentro de la Caatinga. Entonces, es un área muy grande. Existe un acuerdo mundial, el más reciente fue el de Kunming Montreal, que estipuló que el 30 % del ambiente terrestre necesita ser protegido. Entonces, estamos lejos de alcanzar ese 30 % cuando solo tenemos el 9 % protegido dentro de la Caatinga”, explica.

Entre la migración y la extinción
Según la bióloga Costa-Pinto, debido a los cambios climáticos, el estrés térmico y las alteraciones en las dinámicas poblacionales, las especies han tenido que adaptarse de varias maneras. Cuando esto sucede, hay tres opciones. “Si el lugar deja de ser adecuado climáticamente, pueden adaptarse a vivir en ese ambiente si tienen cierta plasticidad; pueden migrar a un lugar que sea más adecuado para su supervivencia; o se extinguen”, resalta la experta.
El estudio se concentró en los pequeños mamíferos no voladores de Brasil, específicamente roedores y marsupiales que pesan menos de dos kilos. Estos animales fueron elegidos para la investigación debido a su tamaño y características específicas, que los hacen más vulnerables a los cambios ambientales. “Son animales con locomoción más limitada, principalmente comparados con mamíferos de mediano y gran porte o mamíferos voladores como los murciélagos, por lo que tienen una capacidad de desplazamiento menor. Por lo tanto, probablemente, serían los primeros en sentir el impacto de estos cambios”, enfatiza.

Según la investigadora, estos mamíferos podrían buscar microclimas o microhábitats dentro de estos ambientes para protegerse. “Por ejemplo, un tronco vacío de un árbol que cayó, donde se formaron musgos, puede servir de refugio. Incluso si por fuera está caliente, en ese pequeño ambiente específico, donde hay un curso de agua o más sombra, se puede crear un microclima para que el animal no sufra tanto estrés hídrico“, explica.
A pesar de esto, lo cierto es que pocas especies tendrán áreas climáticamente adecuadas en el futuro. “Si la situación en la Caatinga empeora, especialmente con el aumento de la aridez y el calor, estas especies sufrirán significativamente”, enfatiza Costa-Pinto. Además, según la investigadora, existen especies endémicas y amenazadas de extinción, como el mocó (Kerodon rupestris), que también enfrentará dificultades con la crisis climática.
“Estas especies, generalmente encontradas en ambientes más húmedos y elevados de la Caatinga, sufrirán aún más a medida que estos lugares se tornen más cálidos y menos húmedos”, complementa. “Esto sugiere que estas especies ya están viviendo en el límite de sus condiciones climáticas”, concluye.
Para Mariella Butti, estudiante de doctorado del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo y analista ambiental del Centro Nacional de Investigación y Conservación de Mamíferos Carnívoros, que forma parte del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (CENAP/ICMBio), la Caatinga necesita más áreas bajo el sistema de conservación, porque tiene varias especies endémicas en peligro de extinción. Una de ellas es el rabo de facho (Trinomys yonenagae), un roedor adaptado a zonas dunares del que existen muy pocos registros.
Butti colabora en un trabajo de estudio del Trinomys yonenagae que habita en las dunas del río São Francisco, que forma parte del bioma Caatinga. Según Butti, este roedor se encuentra en el Plan de Acción Nacional para la conservación de pequeños mamíferos en áreas abiertas (PAN/PMAA).
“El PAN es un plan hecho para especies en peligro de extinción. La idea es que tenemos que hacer algo para revertir la disminución de la biodiversidad, entonces el gobierno federal, a través del ICMBio, organiza talleres con la participación de actores relacionados con los lugares donde se encuentran las especies y las actividades que las ponen en riesgo y hacemos un plan a cinco años de lo que hay que hacer, no sólo en relación a los estudios sino a las acciones necesarias para proteger los ambientes donde se encuentran las especies amenazadas”.
Otra especie de la Caatinga que se encuentra en este Plan de Acción Nacional es la rata de árbol (Rhipidomys cariri), que puede requerir más atención en el contexto de cambio climático, pues habita en los pantanos de altura. “Los pantanos de altura tienen un poco más de protección con unidades de conservación, como la Chapada de Araripe”, explica Butti. Otra especie incluida en el Plan de Acción es el ya mencionado mocó (Kerodon rupestris), un animal que vive en la Serra da Capivara.
Butti explica que para las tres especies (Rhipidomys cariri, Trinomys yonenagae y Kerodon rupestris) el principal desafío es tener información sobre las poblaciones, por lo que el monitoreo es la principal acción a realizar.
Para Leandro Oliveira, analista ambiental del Cemafauna, su organización ha jugado un rol importante en la protección de esta zona. “Recientemente, en colaboración con la Universidad Federal del Vale do São Francisco y el gobierno de Pernambuco, se creó la Unidad de Conservación del Refugio de Vida Silvestre Serra Catingueiras, que abarca más de 21 000 hectáreas de vegetación nativa y protege especies amenazadas, como el mocó”.
La doctora Patricia Nicola, profesora de la Universidad Federal de Vale do São Francisco y coordinadora del Cemafauna, explica que uno de los principales objetivos del trabajo es comprender cómo grandes obras de infraestructura, como el Proyecto de Integración del Río São Francisco, afectarán a la fauna. Este proyecto busca garantizar el suministro de agua a zonas que sufren sequías recurrentes pero ha generado discusiones sobre sus potenciales impactos ambientales y sociales.
Los estudios de Cemafauna proponen crear un corredor ecológico que una el Parque Nacional Catimbau, en Pernambuco, con el Área de Protección Ambiental de Onças, en Paraíba. “Los corredores ecológicos son áreas de conexión entre hábitats naturales que permiten el flujo de especies, promoviendo la biodiversidad y la salud de los ecosistemas. Este corredor conectaría poblaciones de importantes mamíferos silvestres, como el arbóreo Rhipidomys cariri y el puma (Puma concolor), especies cuya preservación es crucial para el equilibrio del ecosistema de Caatinga”, sostiene Nicola.
La doctora Nicola destaca que “la preservación de la biodiversidad brasileña va más allá de la supervivencia de especies amenazadas: es esencial para el equilibrio ambiental y el legado que dejaremos a las generaciones futuras”.

¿Cómo priorizar áreas protegidas para el futuro?
En la investigación de Costa-Pinto se utilizó una técnica conocida como modelado de nicho ecológico para predecir cómo las especies de pequeños mamíferos podrían responder a los cambios climáticos. Esta herramienta utiliza datos de la presencia de las especies, junto con información sobre las condiciones ambientales y climáticas de esos lugares.
El algoritmo combina esta información para determinar qué condiciones ambientales y climáticas son favorables para cada especie. Con base en estos datos, el modelo puede proyectar dónde las especies podrían vivir. “Como tenemos acceso a bancos de datos con proyecciones futuras de variables bioclimáticas, es posible tener una idea de cómo será el ambiente en el futuro. A partir de eso, con los datos que ya tenemos sobre las condiciones ambientales y climáticas que estas especies prefieren, podemos prever dónde, en el futuro, esas condiciones seguirán siendo adecuadas o dejarán de serlo”, explica.
Costa-Pinto seleccionó 40 especies de pequeños mamíferos que viven en la Caatinga y, antes de iniciar el modelado, creó una base de datos con más de 10 600 registros de estas especies. Sin embargo, no fue posible modelarlas todas, ya que se necesita un número mínimo de individuos para hacerlo.
“Pude modelar 32 especies y para las otras ocho, utilicé solo los pocos puntos de ocurrencia disponibles”, relata la investigadora. Una de estas especies, según Costa-Pinto, es el Trinomys yonenagae, un pequeño roedor que vive exclusivamente en un área de dunas en la margen izquierda del río São Francisco, en Bahía, un área de ocurrencia muy restringida que se encuentra dentro de una Unidad de Conservación (UC).
Con la información obtenida de los modelos de nicho, se utilizó el software de priorización espacial Zonation para determinar cuáles deberían ser las principales áreas prioritarias para la conservación. Zonation es una herramienta que crea una jerarquía de importancia de las áreas basándose en su capacidad para preservar la biodiversidad, señalando cuáles regiones ofrecerían el mayor beneficio para la conservación de las especies de pequeños mamíferos, tanto en el escenario actual como en el futuro.
“Observamos que la mayor concentración de estas áreas prioritarias está justamente en los edificios de altitud y en las chapadas, principalmente la Chapada Diamantina, la región del Planalto da Borborema y partes del complejo Chapada Ibiapaba Araripe. Entonces, son estas regiones las que concentran la mayor parte de estas priorizaciones”, sostiene la investigadora.
Además, la investigación analizó la superposición de las áreas prioritarias proyectadas por la herramienta con las áreas protegidas existentes para identificar zonas que no hacen parte de las áreas de conservación gubernamental.
Por otro lado, el análisis de priorización de áreas protegidas para la conservación de pequeños mamíferos tuvo en cuenta no sólo la situación actual de las especies sino también las previsiones para el futuro, específicamente para los años 2050 y 2070. El objetivo fue asegurar que las áreas identificadas como prioritarias para la conservación en el presente continúen siendo eficaces en el futuro, incluso con los cambios esperados en el clima y el ambiente.

Los mapas destacan áreas prioritarias para conservar pequeños mamíferos en la Caatinga bajo escenarios climáticos (SSP245 y SSP585), mostrando periodos individuales (actual, 2050, 2070) y combinados, con regiones rojas indicando superposición de prioridades.
Según Da Costa, si un área que hoy recibe inversiones y esfuerzos para convertirse en una unidad de conservación no se adapta a los cambios climáticos y las alteraciones en las condiciones ambientales en el futuro podría no ser la más adecuada para proteger a las especies.
Según el estudio, tanto en los escenario optimistas como pesimistas del futuro, las ecorregiones de tierras altas y planaltos altos concentran alrededor del 26 % de las áreas prioritarias. Además, hay áreas prioritarias significativas en el sur de las ecorregiones São Francisco Gurguéia y Depressão Sertaneja Meridional, así como en partes de las ecorregiones Raso da Catarina y Depressão Sertaneja Setentrional.
Por otro lado, de acuerdo al estudio, el sistema de Áreas Protegidas de Brasil no ha sido eficaz en la protección de las áreas más importantes para la conservación de pequeños mamíferos en la Caatinga. Solo alrededor del 13 % de las áreas detectadas como prioritarias por el estudio están actualmente protegidas. Lo más preocupante es que sólo alrededor del 3 % de estas áreas prioritarias están dentro de las áreas de Protección Integral, que son las categorías de protección más rigurosas y restrictivas. Esto sugiere que la protección actual del Estado es insuficiente.
Costa-Pinto afirma que es clave considerar los futuros escenarios climáticos en las estrategias de conservación.
Imagen destacada: Monodelphis domestica en la Reserva Particular del Patrimonio Natural (RPPN) Fazenda Almas, en la Paraíba, nordeste de Brasil. Foto: cortesía de la Dra. Anna Ludmilla da Costa-Pinto