- Proyectos locales y de articulación entre sociedad civil, organizaciones y autoridades muestran cómo han adaptado las energías renovables a sus contextos.
- Cooperativas eléctricas en Argentina, como en el caso Armstrong, han desarrollado y adaptado modelos para mantener redes de energía fotovoltaica en su localidad.
- Iniciativas en diferentes ambientes de Perú han logrado la sustitución de energías de fuentes fósiles por opciones limpias y más rentables.
- Agricultores de México aprovechan la operación de un biodigestor para electrificar su centro de acopio y obtener fertilizantes naturales.
En un mundo donde cada vez se registran los días, meses y años más calurosos —atribuidos principalmente a la quema de combustibles fósiles—, también crecen los esfuerzos que trabajan por un consumo energético más limpio y responsable que ayude a mitigar los efectos de la crisis climática. El Día de la Tierra de este año es un espacio para hablar de ellos.
Este 2025 se cumplen 10 años de la firma del Acuerdo de París —el tratado internacional que busca frenar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y limitar el aumento de la temperatura a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales— y una fecha límite para que los países actualicen sus compromisos climáticos y expliquen cómo reducirán sus emisiones, mediante las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés).
Si bien 2024 fue el año más cálido del que se tiene constancia, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), también se registró un récord para la producción mundial de energías renovables, que representaron más del 92 % de la nueva capacidad eléctrica instalada el año pasado, de acuerdo con un reporte de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA).
Mongabay Latam comparte experiencias y testimonios de diferentes esfuerzos locales por una transición energética justa en Latinoamérica.
La cooperativa eléctrica pionera en Argentina
Uno de estos esfuerzos nació en la localidad de Armstrong —de apenas 15 000 habitantes, en la provincia argentina de Santa Fe— donde la alianza entre la Cooperativa de Provisión de Obras y Servicios Públicos Limitada y Crédito de Armstrong (CELAR) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) permitieron sustituir el diesel con sistemas fotovoltaicos para la generación de parte de la electricidad que se consume.
Aunque esta iniciativa se trabajó desde hace más de 10 años, recién en 2017 inició la operación de una planta fotovoltaica de 880 paneles y 50 techos solares en casas de los propios integrantes de la cooperativa que han gestionado el mantenimiento y administración de este modelo.
Pablo Bertinat, ingeniero electricista y quien fue director del proyecto en su inicio, destaca la autonomía y la resiliencia de la localidad que se adueñó de esta iniciativa.
“Al tener que comprar menos energía del sistema, porque la generan allí, implica un grado de autonomía no sólo económica. Que esta experiencia se haga en una cooperativa tiene algún germen de transición justa porque estamos hablando de una entidad sin fines de lucro, que fue creada para resolver un servicio y un derecho”, explica Bertinat.
El también investigador y docente señala que a diferencia de otros sistemas convencionales que hay en Argentina, la generación eléctrica del modelo de los techos solares en Armstrong se usa y administra en favor de toda la comunidad.

Por ejemplo, la cooperativa decidió en asamblea que los propietarios donde se instalaron los paneles solares no reciben una renta por aportar parte de sus viviendas, sino que ese dinero se reinvierte en el mismo proyecto, lo que ha permitido un aumento de energía.
“Lo que hacíamos era contabilizar la energía que se generaba en la planta industrial y la que se generaba en todos los techos, eso se monetiza, digámosle así. Con ese ahorro, la planta incrementó su potencia el año pasado”, sostiene el especialista.
El proyecto de redes solares en Armstrong fue más allá de solo sustituir una tecnología por otra, pues hubo un involucramiento de las comunidad en el proceso. Desde la capacitación y montaje de las instalaciones hasta su mantenimiento con mano de obra local.
Para Bertinat, estos procesos permiten ubicar a la transición no como un objetivo, sino como una herramienta para mejorar la calidad de vida y construir un derecho en medio de la privatización y uso mercantil de la energía.
“Es un tema central bajar la emisión de gases de efecto invernadero del sistema energético, pero no de cualquier manera. Tenemos que bajar esas emisiones generando sistemas mucho más democráticos y públicos”, afirma.
El especialista en sistemas ambientales humanos advierte que este tipo de iniciativas enfrentan un escenario complejo en la actual administración argentina, pues sostiene que se ha fortalecido “la mirada de mercado” alrededor de energía.
“Lo que hace es incrementar la pobreza energética, incrementar la exclusión energética. Hay que pensar en cómo generar sistemas que sean mucho más democráticos, desconcentrados, descentralizados”, afirma.

Electrificar a comunidades y escuelas rurales de Perú
Hace casi 18 años, en Perú inició un proyecto para iluminar a la población de El Alumbre, la primera comunidad electrificada a pequeña escala con energía eólica del país. La iniciativa llegó a 33 viviendas y a un centro de salud que dependían de velas y quema de kerosene para alumbrarse.
Esta iniciativa, ubicada al sur del distrito de Bambamarca, en la región Cajamarca, tuvo la participación de diferentes instituciones, autoridades y universidades, que aprovecharon la extensión de redes eléctricas para instalar aerogeneradores de 100 vatios en las viviendas. Esto les permitió a los habitantes no solo tener energía en sus casas, sino también pagar menos por ella y adquirir el conocimiento para gestionar y mantener el sistema.

El modelo contempló la creación de una microempresa local responsable de operar y mantener los sistemas por el que cada familia pagaba una tarifa mensual de aproximadamente tres dólares, explica Ivo Salazar, líder temático en Energía de Practical Action, una de las organizaciones que acompañó el proyecto.
“Ellos pagaban más porque usaban baterías, pilas, mecheros, gasolina y si le sumas las horas que invertían en transporte para conseguir todas estas cosas, les resultaba más barato la implementación de estas tecnologías”, explica.
Salazar destaca que más allá de la implementación de tecnología, los retos siempre están en la gestión y organización de los sistemas energéticos renovables, pues de esto dependerá si una iniciativa se sostiene en el tiempo.

Además de la iluminación, de acuerdo con Practical Action, la iniciativa facilitó el uso de computadoras y contenido educativo en una escuela, así como la refrigeración de vacunas y esterilización de material del centro de salud. Incluso, señala que se impulsó una radio comunitaria y servicios de carga de celulares en la comunidad.
Estos resultados permitieron replicar el modelo participativo para electrificar otras zonas rurales dispersas con energía eólica, como el caso de Cerro Alto y Alto Perú, también ubicadas en la región de Cajamarca, donde se apostó por sistemas mixtos con energía solar.
Si bien la cobertura eléctrica en Perú se ha incrementado en los últimos años, llegando a un a un 93.9 %, aún hay 700 000 hogares que carecen de acceso a redes eléctricas legales. En zonas rurales la cobertura es del 82.9 %, de acuerdo con el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico de Perú (CEPLAN).
Salazar sostiene que los proyectos de energías renovables son una oportunidad para cerrar brechas y brindar oportunidades adecuadas a los contextos donde se requiere una transición.
“Debería promoverse el uso productivo porque solo luz por luz no es suficiente, hay que generar algún ingreso adicional. El reto es atender a comunidades con energías renovables, pero que sea suficiente para las necesidades de la población”, dice el especialista sobre la política pública que busca generar proyectos renovables en comunidades apartadas.

Futuros brillantes, una transición energética en las escuelas
Practical Action, junto con otras organizaciones, empresarios y autoridades educativas de Perú intervinieron 16 escuelas rurales en las regiones de Amazonas y Puno para instalar sistemas fotovoltaicos, de bombeo de agua y saneamiento, así como uso de tecnologías como laptops, tabletas, pantallas, torres para carga de celulares y biohuertos, con el objetivo de mejorar las condiciones de aprendizaje.
Aunque esta primera fase benefició directamente a 650 estudiantes y 54 maestros, en esta segunda fase se busca hacer sostenible el modelo, así como capacitar a los actores involucrados en escuelas que están en diferentes contextos rurales del país.
“Queríamos también mostrar la diversidad de la realidad peruana. Las realidades son distintas y las soluciones de parte del Estado también tienen que ser distintas”, expone Salazar.
Biodigestores, una opción energética que beneficia a agricultores de México
Milpa Alta es una de las 16 alcaldías que conforman la Ciudad de México. Además de ser una demarcación rural productiva, cuenta con el primer biodigestor de la capital del país, una planta de tratamiento de residuos orgánicos que aprovecha su descomposición para generar biogás, una fuente de energía renovable.
El biodigestor funciona como una especie de estómago gigante para tratar principalmente los desechos del nopal (Opuntia ficus-indica), una fuente de alimento altamente consumida y producida en México.
Durante este proceso, los residuos del nopal se colocan en un tanque herméticamente cerrado, para la propagación de bacterias, quienes descomponen los residuos y producen una mezcla de gases como metano y dióxido de carbono.
Al mismo tiempo, producen un fertilizante natural que ha sido aprovechado por los productores de nopal de Milpa Alta, quienes iluminan su centro de acopio con la luz producida por el biodigestor, reducen la emisión de gases contaminantes a la atmósfera y mejoran los suelos y la calidad de sus productos.

David Peralta Olivos, productor de nopal en Milpa Alta, destaca que con el uso del biodigestor han identificado una mejora en la calidad del producto.
“Esta composta líquida está hecha del mismo residuo de la planta y tiene un potencial que antes no veíamos”, reconoce el productor.
El biodigestor inició en 2017, impulsado por la empresa SUEMA junto con autoridades capitalinas y comunidades de productores de Milpa Alta, que ocupa el segundo lugar nacional en la producción de este alimento, el cual se cultiva a 2300 metros sobre el nivel del mar.

Aunque existen otros biodigestores de estas características en el país, esta planta se enfoca en tratar principalmente los residuos orgánicos del nopal para evitar que estos terminen en tiraderos a cielo abierto emitiendo metano directamente a la atmósfera.
“Este tipo de tecnología nos ayuda a tener una mejor trazabilidad del producto y saber que es un producto con buenas prácticas, que no estamos usando químicos para neutralizar la tierra”, dice Peralta sobre la iniciativa.
También insiste en difundir la importancia de este proyecto, para que las personas “tengan la certeza de que el producto no se fertiliza con químicos, sino con un mejorador de suelos natural”.
De acuerdo con las autoridades y encargados de la operación de la planta, el biodigestor puede procesar tres toneladas diarias de residuos. Además de producir cerca de 10 000 litros de biofertilizante en menos de dos semanas.
Imagen principal: en Armstrong los integrantes de esta cooperativa se abastecen de energía con la luz solar, ahorran dinero y cuidan el ambiente. Foto: Fundación Energizar