En Perú las emisiones de gases de efecto invernadero provienen, en primer lugar, del cambio de uso de la tierra, seguido por la generación de energía a través de centrales que funcionan con petróleo y gas.La red de electrificación del país cuenta con un 6% de energía renovable eólica, solar y biomasa aunque el compromiso es llegar a un 20 % para el 2030.Expertos consultados por Mongabay Latam señalan que la política energética peruana es obsoleta y que existe una ausencia de visión sobre la transición energética. “Hace tres años compré un panel solar para tener luz en casa. Antes solo nos alumbrábamos con velas. No tenemos energía, cada quien con lo que tenga a su alcance consigue su panel solar y con esto se alumbra, pero no es suficiente”, cuenta una de las habitantes de la comunidad Huarca, en Espinar, Cusco. Prefiere que no se publique su nombre porque quienes viven en el corredor minero del sur de Perú y reclaman contra las actividades mineras temen ser denunciados por las empresas que operan en estos territorios. No todos tienen luz en Huarca —agrega la comunera— solo la mitad del pueblo cuenta con energía. A ella le costó 1500 soles el panel solar (unos 400 dólares) que compró en 2021. Señala que hasta ese momento no había luz en su casa. “Es un panel chiquito…y solo alcanza para alumbrar las dos habitaciones de la casa”. Solo el 33.5 % de los hogares —tres de cada 10 viviendas— de las zonas rurales en la provincia de Espinar disponen de electricidad, según el último censo de población y vivienda realizado en Perú. El cobre es un gran conductor de electricidad, sin embargo, en Espinar, donde se ubican grandes minas de este mineral, la electricidad no llega a toda la población rural. Foto: Miguel Gutiérrez / Cooperacción. La paradoja es que de sus montañas se extrae cobre, un excelente conductor de electricidad —utilizado en cables eléctricos, paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y baterías— cuya demanda va en aumento por tratarse de un mineral estratégico para la transición energética. Es un proceso en el que se está involucrando todo el planeta para dejar de utilizar combustibles fósiles —petróleo, carbón y gas— como generadores de energía y migrar a fuentes renovables menos contaminantes como la luz solar o el viento. El objetivo de cambiar las fuentes de energía es reducir las emisiones de los gases contaminantes que están acelerando el calentamiento global. De esta forma se busca evitar que la temperatura del planeta supere los 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Pero mientras en el mundo se habla de buscar nuevas formas de generar energía, en las casas de Espinar apenas si se pueden encender un par de focos. “A nosotros nos parece paradójico y nos muestra una transición energética injusta. Se extrae el mineral para electrificar otros lugares y no se brinda este beneficio a las familias del lugar que reciben los impactos directos de la actividad”, dice Paul Maquet, coordinador del Proyecto de Transición Energética de la organización Cooperacción.