Pueblerinos cosechan arroz en Sierra Leona. La cosecha es a menudo una actividad comunitaria en las naciones de África Occidental, pero la crisis del ébola interfirió con actividades grupales y afectó muchos otros aspectos de la producción agrícola de la región. Fotografía: ©FAO/Peter DiCampo.
Pedelers Salee Craig solía cultivar vegetales. Cerca de su casa en Monrovia, Liberia, plantaba pimientos, berenjenas africanas, papas y quimbombó. Craig, un hombre fornido de 39 años con mejillas marcadas por sonrisas de algún tiempo atrás, es apasionado y por lo general optimista.
Pero no sonríe cuando habla sobre la situación actual de Liberia. Típicamente, los agricultores trabajan para reunir los cultivos de manera comunitaria y cosechan juntos hasta que se termina la temporada. Pero en el 2014, la crisis del ébola limitó la circulación.
“Todos tenían miedo de los demás”, afirmó Craig. Las cuarentenas obligatorias ordenadas por el gobierno atrapaban a las personas en sus hogares. A medida que la enfermedad se propagaba, se dejaban de cosechar los campos y pronto quedaban sin cultivar.
Hoy, más de un año después de que comenzara la crisis del ébola, Craig todavía no puede plantar cultivos. “Hemos consumido casi todo lo que almacenamos para plantar la próxima estación”, relató. “Si no tenemos semillas, no puedo hacer nada para la próxima estación. Y como no plantamos nada, no podemos vender nada. Así que los problemas se han multiplicado”.
La agricultura liberiana ha estado en camino a recuperarse luego de guerras civiles intermitentes entre 1989 y 2003. Craig trabajó como organizador durante los años de conflicto y en el 2000 ayudó a establecer la Fundación para la Educación y la Agricultura de Lofa (LEAF) para aumentar el acceso a los alimentos en campos para refugiados. “Firmamos contratos con propietarios de tierras alrededor de los campos y comenzamos a organizar granjas”, contó Craig. “Le dimos tierras a más de 10 000 personas para cultivar vegetales. Les dimos existencia”. Antes del brote del ébola, Liberia estaba recuperando estabilidad, pero todavía figuraba como el cuarto país más pobre del mundo.
El brote, que se cree comenzó en Guinea en Marzo de 2014, infectó a cerca de 27 500 personas y mató a más de 11 000. Pero aunque el ébola está mayormente bajo control, solo se confirmaron 20 nuevos casos en la región la semana pasada, el caos causado por la enfermedad hizo que fuera mucho más que un problema de salud pública. Los agricultores, que son clave para la economía de los países de África Occidental, sufrieron y los efectos obstaculizaron los esfuerzos de la región para recuperarse de la enfermedad.
“Las actividades agrícolas se vieron afectadas en la cadena de valores entera”, afirmó Kenyeh Barlay, miembro de la Unidad del Programa de Agricultura y Seguridad Alimentaria de la Unión Río Mano, una institución gubernamental de Sierra Leona, Liberia, Guinea y Costa de Marfil. “Algunas familias vieron morir a miembros en buenas condiciones físicas y otros, debido al pánico, abandonaron sus granjas”.
En las áreas agroecológicas más productivas, en donde el brote fue peor, según Barlay el 90 por ciento de parcelas de tierra ahora no están cultivadas.
En diciembre de 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) llevó a cabo una encuesta para evaluar la situación y anunció que más de un millón de personas en la región tenían “inseguridad alimentaria severa debido al impacto del ébola”. Advirtieron que la cantidad podría aumentar a un millón en marzo.
No solo las cosechas eran limitadas: una variedad de factores contribuyó a inseguridad alimentaria generalizada. Durante las cuarentenas, se cerraron las escuelas durante meses, las aerolíneas dejaron de realizar vuelos a los países afectados y cerraron los negocios. Un informe del Banco Mundial de enero descubrió que Sierra Leona se enfrenta una severa recesión: su tasa de crecimiento de PBI disminuyó en 7 puntos porcentuales hasta un 4 por ciento al final de 2014. El PBI de Liberia cayó del 5,9 por ciento antes de la crisis al 2, 2 por ciento al final del 2014.
Aunque es difícil exagerar el impacto del ébola, no está claro cómo comenzará a recuperarse la actividad agrícola. La única encuesta detallada a la que podían referirse los expertos consultados para este caso fue un informe de la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas, que se publicó en enero y predijo que las cosechas de este año en Guinea, Liberia y Sierra Leona serán “promedio a ligeramente inferior al nivel promedio”.
Pero no se siente eso en la tierra. Kyndy Kobbah, una médica asistente de Liberia manifestó “No es fácil obtener alimentos. El arroz no es suficiente”.
Kobbah, la primera liberiana en recibir el fármaco experimental contra el Ébola, ZMapp, luego de contraer el virus, perdió su ordenador y muchas otras de sus pertenencias en una ambulancia cuando estaba enferma. Ahora trabaja de nuevo, pero sus ingresos no son suficientes para satisfacer las necesidades de su familia. “El acceso a alimentos no está mejorando”, afirmó. “El foco ha estado en el ébola, ébola, ébola. Pero hay más problemas”.
En áreas inestables, las crisis casi siempre resultan en un aumento de la inseguridad alimentaria. La respuesta al ébola no anticipó esto: por ejemplo, se le dijo a la gente que dejara de consumir carne de animales salvajes, pero no se les proveyeron fuentes alternativas de proteínas. Aunque el sistema de salud era una prioridad obvia y apropiada, las organizaciones de ayuda por lo general realizan encuestas para determinar qué otras formas de asistencia se necesitan: algo que ahora está comenzando a suceder en África Occidental.
Gavin Macgregor-Skinner, director de Respuesta al Desastre Global en el Centro Médico Diaconisa Beth Israel de Boston y un consultor de los Centros de Control de Enfermedades y Prevención de EEUU que trabajó en el control del ébola lo dice sin rodeos: “Enviamos a las personas equivocadas. Enviamos profesionales de la salud, pero no gestores de emergencias y pusimos a cargo a las organizaciones incorrectas”, aseguró.
Macgregor-Skinne dijo que cualquier respuesta ante desastres, incluyendo el terremoto reciente en Nepal, generalmente comienza con una encuesta a hogares puerta por puerta. “¿Qué necesitan?” preguntó. “Los sistemas críticos se colapsan muy rápido. Es un enfoque que involucra a toda la comunidad. Y no se hizo con el ébola”.
La FAO está en el proceso de llevar a cabo una evaluación a nivel regional para contabilizar lo que se ha plantado este año y espera tener los resultados este mes.
Pero por ahora, Craig, quien había trabajado previamente con la organización en Liberia manifestó “La FAO no sabe quiénes están en dónde”. Entender cómo funcionan las cosas en Liberia, expresó Craig, es un factor importante que no se tiene en cuenta. “Cuando vienes a Liberia, necesitas comprender con quién estás trabajando”, enfatizó, “Necesitas conocer los patrones y el dialecto”.
Marc Abdala, un representante de la FAO, explicó que su presupuesto es limitado: “Se entienden las prioridades, pero hay una brecha entre los recursos y las necesidades”. Craig lo dijo de un modo un poco diferente. “Las estrategias se deciden sin tener escuchar a los socios locales”, aseveró, lo que significa que la evaluación de los cultivos está “destinada al fracaso”.
Las consecuencias de esta falta de información pueden ser enormes: decidir la mejor manera de utilizar el fondo de recuperación limitado es crucial. Una cantidad sustancial de ayuda internacional llegó a la región: el Banco Mundial movilizó 1, 62 mil millones de dólares para la respuesta al ébola y la recuperación, mientras que el gobierno estadounidense contribuyó con 1, 69 mil millones de dólares y la mayoría de ese dinero se destinó a los sistemas de salud. Si bien la salud es importante, los países de África Occidental también necesitan recursos para agricultura, educación, programas de protección social e infraestructura.
Macgregor-Skinner afirmó: “El ébola ocurrió a nivel local. Estamos comenzando a recolectar datos ahora, pero tenemos que desagregar a nivel local. No he visto un mapa como ese en ningún lugar. ¿Dónde están las poblaciones vulnerables (que necesitan ayuda)? Todavía no sabemos”. El Banco Mundial distribuye semillas en algunas áreas, pero hasta que los datos de la población en general están disponibles, será difícil saber quién necesita qué.
Por ahora, la mayoría de la ayuda se dio a personas en zonas urbanas, donde hay mayor densidad poblacional y mayor potencial de conflictos sociales. Las zonas rurales han sido dejadas a su suerte en gran parte. Pero esa también es la población que se necesita para plantar cultivos de nuevo: si las comunidades rurales son desplazadas, será incluso más difícil para la región volver a ser independiente de la ayuda externa.
“El epicentro del brote es el granero de la región”, explicó Jolene Mullins, la directora del grupo de ayuda Proyecto Preocupación Internacional en Liberia, quien se quedó en el país durante el brote. Aunque el ánimo de Monrovia el último mes fue alegre ya que el país contaba 42 días desde el último caso nuevo de ébola, Mullins permanece en alerta. “En Libera, no hemos tenido contacto físico entre nosotros en nueve meses”, aseveró. “Recién estamos empezando a ver los impactos, la gente que dejó sus granjas, las familias que perdieron a sus seres queridos. Sabemos que el ébola no se terminó”.
Para la gente de África Occidental, aunque la enfermedad haya desaparecido en gran medida de las noticas, los problemas no se terminaron. Craig relató que aunque en comparación con otros está bien económicamente, con una computadora y conexiones con el mundo exterior, está preocupado por el futuro. “Me preocupa mi familia. ¿A quién recurro en busca de ayuda?”, preguntó Craig. “Todos están echados a su suerte en momentos como este”.
“No siento que la crisis haya terminado”, afirmó Craig. “La crisis que el Ébola ha creado recién empieza”.
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