- El Parque Nacional Aguaraguë padece los daños ambientales que dejó la exploración de hidrocarburos hace más de un siglo. En el 2017, un estudio realizado por el gobierno de Bolivia y la Unión Europea reconoció que allí se registraban cinco pasivos ambientales de alto riesgo para la población. Hasta ahora, no hay información oficial sobre su remediación.
- En esta área natural protegida hay, por lo menos, 60 pozos petroleros y la mayoría no fueron cerrados, asegura Jorge Campanini, investigador del Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib).
- Según información del Ministerio del Ambiente y Agua, en Bolivia existen 7 pasivos ambientales y 94 pozos petroleros en siete áreas protegidas. No se entregó información sobre la situación en el resto del país.
El Parque Nacional Aguaragüe, localizado en el sur de Bolivia, sufre por la explotación de hidrocarburos que se realiza en esas tierras desde hace poco más de 100 años. Sus suelos y fuentes de agua padecen por la contaminación e, incluso, algunos afluentes ya desaparecieron. En la quebrada Los Monos, por ejemplo, el espacio por donde corría el agua ahora es utilizado como un camino rústico. Y aunque la quebrada de Caigua hoy solo es un delgado riachuelo, es la que provee agua a la zona.
Dentro de esta área natural protegida hay cinco pasivos ambientales de alto riesgo registrados por el gobierno boliviano desde 2017. Es decir, pozos de exploración y explotación petrolera que luego quedaron abandonados con deficiencias en el sellado y con emanaciones de hidrocarburos sin ningún tipo de control. Los cinco sitios contaminados hoy son motivo de denuncias y quejas por parte de pobladores indígenas guaraníes debido a los daños que aseguran han causado a sus fuentes de agua.
En Villa Montes, Yacuiba y Caraparí —municipios del Chaco boliviano— todos saben que la serranía del Aguaragüe es “la fábrica” que les provee agua. También saben que este recurso hídrico es cada vez más escaso y que está contaminado. En eso ha tenido mucho que ver la actividad petrolera a la que ha sido sometido este ecosistema en donde confluyen las selvas de montañas y el chaco serrano. Se sabe, pero las voces que piden que se frene este sacrificio ambiental en la provincia Gran Chaco no encuentran eco en el Estado.
Y no hallan respuesta porque de las entrañas del Aguaragüe, cadena montañosa que es perforada desde hace más de 100 años, también se extrae el gas que este país exporta a Argentina, con algunos altibajos desde la década de los sesenta, y a Brasil desde 1999. Entre el 2006 y 2021, el total de ingresos que obtuvo Bolivia por venta de gas natural a Brasil y Argentina fue de 49 530 millones de dólares. Antes los ingresos eran por el petróleo, recurso que en la actualidad ya no es explotado en esta área protegida.
Primero fue la era del petróleo
Isabel Borda nació tres años después de que, en 1937, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) se hiciera cargo de las operaciones en el Chaco boliviano. En la serranía, recuerda la exlíder guaraní, la vida era otra. El afluente de la quebrada Caigua les permitía bañarse, lavar ropa, pescar y regar sus sembradíos. Cuenta que en el bosque se miraban animales como el jaguar.
La anciana, que entre 2018 y 2019 fue la Mburuvicha Cuña (capitana grande, en guaraní) de la comunidad guaraní Caigua, evoca con nostalgia sus memorias y se las transmite al grupo de mujeres que, cuatro días antes de la Navidad de 2022, se reunió en el centro comunal para informarse sobre cómo acceder a cupos de riego para un proyecto de floricultura.
En 2010, cansados de la escasez del agua y la contaminación provocada por los derrames de los hidrocarburos que quedaron de la era en la que dominó la actividad petrolera, la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) lideró una gran marcha desde Yacuiba hasta Villa Montes para pedir la remediación ambiental. Si bien lograron el compromiso del gobierno, no contaron con que esto iba a dar lugar a la segunda era de explotación en esta serranía. Esta vez la del gas.
“A uno de nuestros dirigentes se le ocurrió llevarle al gobierno una botella de petróleo que recogió de la quebrada Caigua, como muestra de la contaminación y del riesgo que corríamos. Solo sirvió para abrirles los ojos y que sigan explotando”, lamenta la anciana.