Abdul “Bolong” Hanan tenía una tortuga bebé en una mano y un cepillo de dientes en la otra. Refregó con energía la movediza tortuga de dos meses antes de meterla en una de las piletas con azulejos sombreados de la reserva para tortugas por él diseñada, ubicada en el extremo sudeste de la isla Gili Meno, cerca de Lombok (Indonesia). Explicó que un exceso de algas sobre el caparazón de una tortuga bebé la hace propensa a infecciones bacterianas.
La tortuga verde se quedó quieta por un momento, las aletas en un ajustado e inesperado pliegue. Luego, se relajó y aleteó entre las otras 400 tortuguitas verdes (Chelonia mydas) protegidas por Bolong.
Hora de la comida. Las tortugas se pelearon por trozos de sardina congelada.
Bolong no posee un diploma en gestión de la conservación. Incluso, nunca estudió biología, pero construyó él mismo el Refugio para tortugas de Bolong. Desde 2008, ha criado con éxito y liberado en aguas regionales más de 1000 tortugas de 8 meses. Bolong, su esposa y su hija recogen los huevos de los nidos de tortugas cercanos a los bungalows y a otras construcciones que dan al mar. Después, crían cada tortuga hasta que, ya en su etapa juvenil, pueda volver al mar. Afirman que entre el 90 y 100 % de los huevos que rescatan eclosionan.
Muchos lugareños están de acuerdo con que ahora hay más tortugas en las aguas de la región de las que había en los años noventa. La abundancia hasta ha alentado a los turistas a decirles a los operadores de buceo que “si no hay tortugas, no hay dinero”, o sea, si ellos no ven una tortuga mientras bucean, no van a pagar la excursión.
En la actualidad, el Gobierno indonesio busca reproducir a escala nacional el éxito de Bolong, pero a diferencia del método de este (que aumenta la tasa de supervivencia de una población local), el Gobierno transplantará animales. Cuando el número de una especie nativa sea bajo, pueden agregar animales traídos de otras partes o pueden añadir híbridos reproducidos a partir de especies foráneas.
En una conferencia de prensa en marzo, la ministra de Pesca de Indonesia, Susi Pudjiastuti, dijo que planea repoblar los mares nacionales, para empezar, con la langosta espinosa (Panulirus homarus). “La acuicultura implica mucho trabajo. ¿Por qué no agregamos peces a los mares y los recolectamos?”, preguntó.
Los detalles del plan nacional, sin embargo, son escasos. Por ejemplo, no está claro cuántas especies piensa repoblar el Gobierno, en qué áreas del país o exactamente cómo pretende conseguir los animales que liberará.
Los Gobiernos regionales han llevado a cabo, por única vez, medidas de repoblación para mejorar los arrecifes de coral que están mar adentro mediante la introducción de especies híbridas de peces. En abril, funcionarios gubernamentales de Buleleng, Bali, liberaron unos cuantos miles de meros híbridos no nativos, criados en Tailandia y Brunéi. Cuando mongabay.com les preguntó acerca del trabajo de seguimiento para evaluar el éxito de la repoblación, los funcionarios admitieron no tener un plan.
Sin embargo, ejemplos tomados de otros países sugieren que la repoblación no es tan simple como soltar animales nuevos en un ecosistema existente. Muchas iniciativas de repoblación han fallado, y no porque no se haya intentado.
Desde los 80 hasta mediados de la primera década del 2000, China continental llevó adelante una amplia y costosa iniciativa de repoblación de corvinas amarillas gigantes (Larimichthys crocea), pero falló en restablecer lo que una vez fue una de las tres pescas comerciales más grandes de China continental, la que había sucumbido a la sobrepesca.
De acuerdo con un artículo de los investigadores Min Liu e Yvonne Sadovy de Mitcheson, de la Universidad de Hong Kong, a pesar de los estímulos adicionales durante dos décadas de vedas temporales y de restricciones de las artes de pesca, además de gastar por año 200 000 dólares o más para la repoblación (entre 1999 y 2005), las poblaciones de corvinas no se recuperaron. Es más, la edad promedio y el tamaño de maduración sexual declinaron con el tiempo, señal de sobreexplotación y endogamia. Liu y de Mitcheson concluyeron que las sumas que se gastaron en la repoblación habrían sido mejor utilizadas en la administración de las poblaciones silvestres remanentes y en la aplicación del reglamento de pesca.
Incluso los partidarios de la repoblación dicen que la técnica debe estar emparejada con la restauración del ecosistema.
Una langosta espinosa fotografiada en Java Central. El plan gubernamental indonesio apunta a repoblar la especie. Foto: Melati Kaye. |
Japón —el país que más pescado consume en el mundo— tiene un programa de criadero nacional que libera 80 especies distintas de peces marinos, crustáceos y moluscos. Sin embargo, los investigadores concluyeron que, aun allí, la repoblación incrementa la producción silvestre, pero que “tiene límites que dependen de la capacidad de carga del medioambiente”, de acuerdo con una presentación del científico Katsuyuki Hamasaki, de la Universidad de Ciencias Marinas y Tecnología de Tokio. En otras palabras, es necesario que se restaure el hábitat para que la repoblación funcione.
Hamasaki además sugirió sacar los depredadores, así como también una investigación complementaria para determinar cuán rentable es una iniciativa al aumentar las capturas locales o restaurar las poblaciones del lugar.
En 2006, Hamasaki coescribió un artículo sobre el programa nacional de fortalecimiento de la población de camarones kuruma (Penaeus japonicus), programa que Japón viene realizando desde 1964. Encontró que el número de depredadores y la calidad del hábitat determinaron la supervivencia de los camarones de criadero traídos de otros lugares. El artículo indica que “las liberaciones de la especie proveniente de criaderos no tuvieron éxitos, ya que no aumentaron la producción total de esta”.
El coautor y colega de la universidad, Shuichi Kitada, escribió un artículo sobre el programa nacional de fortalecimiento de la población de peces, en el que analizó el impacto ecológico y los aspectos económicos de la repoblación. Kitada descubrió que los peces de criadero provenientes de otras poblaciones no se apareaban lo suficiente con los peces locales, por lo que no aumentaron de manera considerable las poblaciones regionales. En cambio, las liberaciones solo significaron, de manera local, mayores desembarcos y, por consiguiente, una comunidad pesquera más acolchada financieramente.
Tanto los investigadores que están a favor de la repoblación como los que están en contra recomiendan pequeñas liberaciones de animales marinos en muchos lugares, en oposición a grandes sueltas en pocos sitios, ya que es menos probable que las liberaciones pequeñas afecten las poblaciones locales y los ecosistemas y son más fáciles de supervisar. Los 450 cangrejos fecundados (Scylla serrata) que liberó el Ministerio cerca del aeropuerto de Bali y las tortugas que liberó Bolong, ambos en abril, siguieron este consejo.
Sin embargo, no todos los programas de repoblación en Indonesia funcionan así. Los miles de meros que se liberaron en abril en Bali y la falta de un plan para supervisar o evaluar el éxito lo ponen de manifiesto. Cuando mongabay.com contactó a la Dirección de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Pesca de Indonesia, a cargo de la iniciativa de repoblación de la langosta, esta no ofreció ningún plan concreto para el seguimiento.
Pero incluso los proyectos a pequeña escala, como el criadero de tortugas de Bolong, merecen una investigación complementaria, por la sencilla razón de generar un debate sobre si ahora hay “demasiadas” tortugas en las islas Gili.
Un veterano operador de buceo de Gili se lamentó de que, en cualquier inmersión, ahora se pueden ver entre 6 y 10 tortugas verdes. “Cuando las tortugas están en el coral, ¿cómo les digo a los integrantes de mi grupo de buceo que tengan cuidado con lo que pisan o tocan?”, dijo Dray van Beeck a mongabay.com.
A juzgar por la situación actual en Gili Meno, otro ingrediente necesario para las iniciativas de repoblación es la participación local.
A cinco minutos a pie, al sur del Refugio para tortugas de Bolong, se encuentra una estatua de cemento de una tortuga verde rodeada por un arenero de cemento de 3 metros. Esto es lo que queda de un área encargada por el Gobierno para el desove de las tortugas, las que sí depositaban sus huevos allí, pero que los habitantes de la isla desenterraban para comerlos. Los huevos duros de tortuga son un manjar tradicional.
Bolong armó un cajón de arena con vallas al lado del refugio techado. Ahí deposita los huevos que rescata de los nidos mal ubicados y pasa la noche en el refugio para vigilar de cerca el arenero.
“La gente creyó al principio que estaba loco por salvar las tortugas. Perdí dinero, pero pienso en los hijos de mis hijos”, explicó cuando se le preguntó por su dedicación. “Quiero que ellos vean las tortugas”.
Citas:
- Liu, M. and De Mitcheson, Y. S. Profile of a fishery collapse: why mariculture failed to save the large yellow croaker. Fish and Fisheries, 9: 219–242 (2008).
- Hamasaki, K. and Kitada, S. A review of kumura prawn Penaeus japonicus stock enhancement in Japan. Fisheries Research. 80, 80–9 (2006).
- Kitada S. and Kishino H. Lessons learned from Japanese finfish stock enhancement programs. Fisheries Research 80: 101–112 (2006).