- La cadena montañosa de Sierra Nevada de Colombia y sus alrededores han experimentado una fuerte deforestación, y muchas de sus especies endémicas se ven amenazadas por la extinción debido a la pérdida del hábitat.
- Los Wiwa utilizan la conservación tradicional y las prácticas culturales para gestionar los bosques, y creen que su misión es actuar como guardianes del medio ambiente.
- Durante unos 20 años, las comunidades locales como los Wiwa han estado comprando tierra alrededor del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, ayudados por la organización The Nature Conservancy.
- Los datos de satélite indican que esto puede ayudar a evitar la deforestación, con menos pérdida de cubierta forestal dentro del territorio indígena que fuera de él.
Si conduces hacia el territorio de los Wiwa, los polvorientos caminos de la región del desierto de Colombia empiezan a transformarse. La vista ahí fuera pasa de un paisaje polvoriento a una pradera tropical y al bosque. Los árboles se hacen más altos y la tierra más verde cuando, poco a poco, asciendes por las laderas de Sierra Nevada.
Durante siglos, los Wiwa han llamado casa a esta sierra, que se extiende desde los picos nevados hasta las orillas del Caribe. Aunque algunas zonas de su territorio se han perdido en los últimos años a causa de los colonizadores, de las plantaciones de marihuana o de la invasión de tierras de cultivo, la reserva indígena que comparten llega a las 400 000 hectáreas, el doble del tamaño de la isla de Mauricio.
Esta es una región célebre por su biodiversidad, que engloba dos parques nacionales (Sierra Nevada de Santa Marta y Tayrona), y dos reservas indígenas cuyos límites se superponen con los de los parques y que son el hogar de cuatro comunidades indígenas diferentes, entre ellas la de los Wiwa.
Tan pronto como abandonas la carretera se pueden contemplar decenas de pequeñas mariposas amarillas y te tropiezas con los sonidos de la selva: el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles. Para un forastero, este lugar es precioso. Para los Wiwa, es sagrado.
“Como parte de la sierra compartimos la responsabilidad de la conservación y el equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Somos sus interlocutores. Para la naturaleza, para los animales”, explica Edinson Videl Daza, miembro de la comunidad Wiwa y portavoz del medio ambiente. “Vemos la tierra como nuestra madre; el mar como nuestro padre. Los ríos y los arroyos están vivos. Los animales son nuestros hermanos más jóvenes”, afirma.
En muchos sentidos, Sierra Nevada ha tenido mucha suerte con los Wiwa, un pueblo con la misión de ser los conservadores del bosque a su alrededor y los reparadores de los daños que los humanos hacen en todas partes. Aquí no hay grandes hoteles, presas, ni proyectos de minería intensiva.
Edinson saca un mapa dibujado a mano. Desde la perspectiva de los Wiwa, la tierra es verde y el bosque virgen con los monos en los árboles. Por otro lado, más allá de territorio Wiwa, ha marcado las zonas deforestadas en marrón y las ha etiquetado como “muertas”. No es sutil, pero pone de manifiesto su propósito.
“Es preciso que trabajemos ahora. El daño que se puede percibir aquí podríamos verlo en la Sierra Nevada. Tenemos que cuidar lo poco que queda. Si mañana no subsiste gente como nosotros podría suceder”.
Un pasado destructivo
Hoy nos encontramos en uno de los nuevos campos de los Wiwa en la ladera de la sierra, un área donde los agricultores y las comunidades indígenas viven codo con codo. Estamos sentados en piedras bajo uno de los árboles más grandes, pero incluso en la sombra el calor hace que el sudor caiga por la parte posterior de las piernas.
“Esta era antes una tierra de cultivo: resultaba muy seca e infértil, paja pura, no se podía cultivar la yuca”, dice Antonio Pinto, uno de los líderes Wiwa. Detrás de él, las montañas se elevan en la distancia, aquí en el campamento hay algunas cabañas de paja y zonas plantadas con nuevos árboles jóvenes.
“Hubo muchos disturbios aquí en la cuenca. Plantaron marihuana, y gran variedad de cultivos ilícitos. Dejaron una gran cantidad de plástico. Esto tiene un efecto sobre la tierra, física y corporalmente”, explica. “Hemos estado trabajando aquí, empezando a mejorarla para que se pueda cultivar”.
Un hombre de las montañas, Pinto, tiene pelo negro y liso que le cae sobre la camisa blanca que él y su pueblo llevan para demostrar que son una comunidad pacífica. Se encuentra en el camino de vuelta que sube hasta la sierra, descansa aquí, en uno de sus sitios sagrados para purificarse antes de volver a su hogar.
Mientras hablamos, se sienta mascando, utiliza una calabaza amarilla que sostiene con la mano para mezclar hojas de coca con una sustancia de concha marina que se encuentra en suelo. Es ligeramente estimulante, como tomar un sorbo de café, pero también resulta ceremonial para los Wiwa. Mientras masca varias hojas en una mejilla, habla lentamente por un lado de la boca, y trata de explicar lo que estas montañas, este bosque, significa para ellos.
“Todo esto era tierra indígena”, dice, mirando por encima del hombro hacia el territorio en torno a él, explicando cómo la tierra de los Wiwa en una época se extendía desde el mar hasta la frontera con Venezuela. En los bordes de su territorio, ven la tierra muy trabajada, los árboles talados, y el agua mal administrada.
En La Guajira, una provincia del desierto que ha sufrido años de sequía, Sierra Nevada ofrece el elemento vital para la región: el agua. Pero incluso en este caso, en el borde del territorio Wiwa, hay evidencia de la deforestación y, en algunos lugares, los ríos se secan.
“Se llevaron tanta agua del río que en algunas partes está seco”, afirma Pinto, explicando cómo los Wiwa creen que cuando la tierra ha sido maltratada, el agua “se oculta”. “¿Cuántos tipos de animales existen en el agua? ¿Y los que no se puede ver? ¿Y si los peces mueren? “.
Tendencia a la deforestación
La deforestación es un gran problema en Colombia. Mientras que un 52 por ciento del país está cubierto de bosques naturales, según el IDEAM, Instituto gubernamental de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, la minería no autorizada, el cultivo de drogas, la tala ilegal y la expansión de tierras de cultivo han dado lugar a una grave deforestación en los últimos años.
De acuerdo con los datos de satélite de la Universidad de Maryland y una vez visualizados en la plataforma de seguimiento de los bosques Global Forest Watch, Colombia ha perdido alrededor de 2,8 millones de hectáreas, más del 3 por ciento de su cubierta arbórea entre 2001 y 2014. En otras palabras, un área de bosque más grande que el estado norteamericano de Massachusetts fue desbrozada en 14 años. El gobierno ha llevado a cabo una serie de compromisos para reducir el impacto humano en los bosques de la nación (lo que incluye una promesa para reducir la deforestación neta en el Amazonas a cero para el año 2020), y mientras que el año pasado la tasa se redujo en comparación con las cifras de 2014, el país aún perdió alrededor de 124 000 hectáreas de bosque una zona tres veces el tamaño de la segunda ciudad más grande, Medellín.
La Sierra Nevada se extiende a tres de los departamentos del norte de Colombia: Magdalena, Cesar y La Guajira, que están experimentando tasas aún más altas de deforestación que el país en su conjunto. Juntos, los tres departamentos perdieron casi el 8 por ciento de su cubierta arbórea desde 2001 hasta 2014.
Consideradas por los científicos como una de las reservas naturales más irremplazables del mundo, La Sierra Nevada proporciona hábitat a una gran variedad de vida salvaje, muchas especies son endémicas, lo que significa que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. La Alianza para la Extinción Cero (AZE) enumera 12 especies conocidas que son endémicas y se encuentran en peligro de extinción: se incluye el periquito de Santa Marta (Pyrrhura viridicata), el viejo ratón de campo unicolor (Thomasomys monocromos), y varios tipos de ranas. Aunque la mayor parte de su área de distribución se encuentra protegida por el Parque Nacional de Sierra Nevada de Santa Marta, según datos de la UICN, estas 12 especies están disminuyendo debido a la pérdida de hábitat.
Las investigaciones indican que solo el 15 por ciento de la vegetación original de la Sierra Nevada de Santa Marta se mantuvo a partir de 2000, debido en gran parte a las actividades de deforestación antes de que se considerara un área protegida oficial. Mientras que el parque ha experimentado una pérdida forestal reciente mucho menor que las áreas circundantes, aun así perdió alrededor del 1 por ciento de su cubierta forestal entre 2001 y 2014. Los Wiwa creen que si están mejor equipados ayudan a proteger lo que queda y no son los únicos que piensan así.
Colaboración
Las tribus de la zona, descendientes de la antigua civilización Tayrona, que existió hasta la década de 1600, nunca fueron completamente colonizados por los españoles. Durante generaciones, consideraron su aislamiento como su mayor fortaleza, pero con el paso de los años una frontera agrícola progresiva ha tenido un impacto en sus comunidades, al igual que la apropiación de tierras ilegales.
Tal vez el mayor reto en los últimos años fue la guerra civil de Colombia. Primero aconteció la “bonanza de marihuana” al final de la década de 1970, cuando las FARC y otros grupos ilegales armados obligaron a muchos miembros de la comunidad a salir de sus tierras. Luego vinieron las matanzas y algunos miembros de la comunidad huyeron a las ciudades, otros arriba en la sierra.
Sin embargo, un vistazo a un mapa de la reserva indígena revela su crecimiento de nuevo. En pequeñas parcelas, los Wiwa y otros grupos indígenas han estado reclamando sus tierras ancestrales, comprando las tierras agrícolas de las zonas que perdieron hace generaciones para poco a poco restaurarlas hasta lo que eran.
“[Las comunidades indígenas] tienen una visión”, explica Eduardo Ariza, de la ONG americana The Nature Conservancy (TNC). “Toda su cultura trata de la conservación. La estrategia es recuperar su territorio tradicional, que creen que se caracteriza por la “Línea Negra'[una línea invisible que marca los límites exteriores de la sierra donde hay espacios sagrados importantes para las comunidades]. A tal fin, se gastan casi todo el dinero que reciben. Si bien no es factible que recuperen todo este territorio, se están moviendo en esa dirección, con el apoyo del gobierno y otras organizaciones no gubernamentales”.
Este tipo de solución no es única para TNC y Sierra Nevada. Un Un informe de 2014 del Instituto de Recursos Mundiales reveló que los bosques gestionados por las comunidades locales y grupos indígenas tendían a estar mejor protegidos que las tierras administradas por los gobiernos o entidades privadas. Los investigadores descubrieron que las tasas de deforestación en las reservas indígenas de la Amazonía colombiana eran un 90 por ciento más bajas que en la región en su conjunto.
TNC ha comprado 5241 hectáreas de la sierra en los últimos 20 años, dentro de programas para transferir la propiedad del ganado y los agricultores a las tribus Arhuaco, Kogui y Kankuamo. Las comunidades indígenas tenían que mantener el 70 por ciento de tierra para la conservación, mientras que el 30 por ciento restante podría ser utilizado para usos tradicionales. ¿El resultado? Un análisis que la organización llevó a cabo dos años después de las ventas descubrió que la cobertura arbórea estaba aumentando en las antiguas zonas agrícolas, y que la tierra estaba siendo habitada por familias indígenas de las partes altas de las montañas que tienden a tener un impacto más positivo en el ecosistema de montaña que otras comunidades.
En 2012 el Equipo de Conservación del Amazonas (ACT) compró una extensión de tierra llamada Jaba Tañiwashkaka, un lugar sagrado que daría a la comunidad Kogi acceso al mar. Hasta el momento, el ACT afirma que los resultados son prometedores: el territorio está siendo restaurado, las aguas locales se están descontaminando, la vegetación se está recuperando y los lagos llenos de basura se están convirtiendo en “hermosas lagunas de agua dulce”.
Hace dos años la tribu de los Arhuacos compró una parcela de 736 hectáreas, según los datos del gobierno, mientras que los Wiwa han comprado recientemente cuatro parcelas de un total de 202 hectáreas. ¿Cuál es su plan? “Comprar más. Sin territorio no hay nada de qué hablar, no hay ningún lugar para reconstruir”, dice Pinto. “Sin tierra, ¿qué puedes hacer?”.
Pero donde los agricultores pueden hablar de rendimientos, o las empresas de beneficios, los Wiwa tienen una relación diferente con la tierra que habitan. En esta parcela en la que estamos sentados hoy, por ejemplo, están plantando árboles de mango, pero también permiten que otras zonas se recuperen. Podrían coger iguanas para comer, pero sienten que no pueden tomar demasiado de la selva, o que provenga de allí, de lo contrario estarían destruyendo su equilibrio natural. Las necesidades de la comunidad se gestionan en el marco de su sistema de creencias: que sus tierras ancestrales son sagradas, y que la salud de esta sierra tiene un impacto sobre toda la tierra.
Un compromiso con la conservación
Pinto saca un puñado de piedras de su bolsillo. Algunas son de color rojo como la sangre, otras son muy claras. Lisas y pulidas, cada una representa algo diferente: el cuarzo por el que se ve a través representa las aguas que se encuentran bajo tierra, otra piedra simboliza la energía que los animales y la fauna necesitan para poder crecer.
“La tierra tiene todos estos minerales. Algunos son fríos, otros son calientes”, explica Pinto. Los Wiwa poseen una interpretación mística de los méritos de conservación, así como de las causas y efectos del cambio climático. Pero mientras que su sistema de creencias es más espiritual, menos científico, su interpretación explica en términos muy similares cómo el impacto del hombre en la naturaleza puede causar daños en el mundo que nos rodea. La minería de carbón, explica, crea “aire caliente”, que a su vez calienta el mundo y evita las lluvias.
En lo alto de la Sierra Nevada, la nieve se retira y los ancianos Wiwa están preocupados.
“Para los gringos, la minería es dinero, pero a su vez termina con la flora y la fauna. Ellos van extrayendo la gasolina, pero al hacerlo es como dejar un cuerpo sin sangre”, dice Pinto. “Como personas indígenas de la sierra estamos aquí para ayudar a la flora y fauna, y no a saquear lo que está bajo la tierra; el oro, el cobre, o de todos los animales que se encuentran en las montañas”.
“Los seres humanos tienen hígado, corazón y riñones. La tierra contiene carbono en su interior. Extraerlo es como sacar el hígado. Con el tiempo se ve, empieza a secarse. Si encontramos oro, no podemos llevarlo o venderlo. Es como el alma de nuestra madre”.
Edinson pone su misión de otra manera. “Estamos cuidando no solo la Sierra Nevada, sino el mundo. La Sierra Nevada es el pulmón, nosotros somos el corazón. No puede ser un error que hayamos nacido en la Sierra Nevada y hayamos crecido allí. ¿Por qué nacimos allí? Porque teníamos órdenes de cuidar de ella”.
Laura Dixon participó en 2016 en Adelante Latin America Reporting Fellow con Fundación Internacional de Medios de Comunicación de Mujeres.