Argentina, Bolivia, Chile y Perú son los únicos países en el mundo habitados por esta especie, y solo existe un proyecto que promueve su conservación: la Alianza Gato Andino. Esta iniciativa que reúne a 25 profesionales, la mayoría de ellos biólogos, se creó en 1999 y desde entonces ha generado información científica de esta especie, además de una serie de campañas de difusión para sensibilizar a la audiencia y resaltar la importancia de su conservación.

Entre los logros de AGA, está el haber conseguido que el gobierno chileno nombre a este animal tan especial como embajador del Día de la Fauna Nativa, que se celebra cada 5 de noviembre en Chile. Ahora esta especie es más conocida por la población de ese país, señala a Mongabay Latam Nicolás Lagos, coordinador del Área de Investigación de AGA.

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“Esto ha hecho que la especie sea más conocida entre la ciudadanía y por lo tanto exista un mayor interés en saber por qué sus poblaciones están reducidas, En Peligro de Extinción y qué se puede hacer para revertir esta situación”, precisa Lagos.

Uno de los proyectos más relevantes que ha desarrollado el equipo de AGA, ha sido la reinserción de Jacobo en su hábitat natural. “Esto nos mostró que en AGA estamos todos en la misma frecuencia, que nuestra valoración por la especie supera al ansia de cientificismo de conocer más y que como equipo trabajamos de modo muy efectivo para lograr nuestros objetivos, ya que contamos con los conocimientos necesarios para hacer lo correcto por la especie”, dice a Mongabay Latam Rocío Palacios, Co-coordinadora General de AGA.

Lagos coincide y resalta el trabajo de los 25 expertos de los distintos países que trabajan coordinadamente para proteger al gato andino, y que participaron en el proceso de reinserción de Jacobo. “Apenas supimos la noticia, los miembros comenzamos a activar un plan de trabajo para primero conocer el estado de este gato y luego para liberarlo. Este tipo de trabajo coordinado es el que nos cohesiona a nosotros como miembros de la organización y da cuenta de la efectividad de los resultados que se pueden llegar a obtener”, puntualiza.

Para la bióloga peruana Analí Madrid, coordinadora del Área de Conservación de AGA,  el caso de Jacobo les permitió ganar experiencia para colaborar con aportes y recomendaciones al grupo de manera virtual. “Fue una oportunidad para darnos cuenta de que es necesario establecer un protocolo específico para estos casos, ya que puede ocurrir algo similar en cualquiera de los cuatro países”, destaca.

Este grupo de científicos coincide en la importancia de fortalecerse como equipo multinacional para lograr mayores avances en las diferentes líneas de acción que tienen para realizar su trabajo, tanto para ampliar el conocimiento del gato andino en su medio natural como para lograr una mayor sensibilización de las poblaciones locales que están en directo contacto con el hábitat de esa especie. También apuntan a captar  un mayor grado de compromiso de las autoridades para que contribuyan sosteniblemente a la conservación del gato andino y su hábitat.

Jacobo y la situación de la especie en Bolivia

En el Parque Nacional Sajama (departamento de Oruro), en la fría y ventosa pampa rocosa llamada Milluni, ubicada en la comunidad Manasaya, Jacobo volvió a caminar libre entre los roquedales y las queñuas, tras vivir cinco meses dentro del zoo Municipal Vesty Pakos de la ciudad de La Paz.

El 14 de marzo, un grupo de pobladores del municipio de Patacamaya (departamento de La Paz) entregó a la Gobernación de La Paz a un felino encerrado dentro de una pequeña jaula. Aseguraban que lo encontraron parado en medio de una cancha de fútbol de la comunidad. Los funcionarios de la Policía Forestal y de Medio Ambiente lo trasladaron de inmediato a La Paz.

“Cuando nos enteramos del hecho acudimos a la Gobernación para verificar si se trataba de un gato andino ya que es muy escurridizo y es raro verlo. Suelen confundirlo con el gato de las Pampas”, recuerda la bióloga boliviana Liliam Villalba, co-coordinadora de Alianza Gato Andino. De inmediato la experta constató que se trataba de un ejemplar macho joven. Sus características físicas lo confirmaban. Un pelaje predominantemente de color gris cenizo con manchas café rojizo-amarillentas dispuestas en forma vertical a ambos lados del cuerpo, dando la apariencia de franjas continuas. Una cola muy larga (66 a 75% del largo de cabeza y cuerpo), gruesa, cilíndrica, de aspecto felpudo y con seis a nueve anillos anchos y de color café oscuro a negro. Era sin duda un gato andino, recuerda Villalba.

Por tratarse de una especie catalogada en Peligro Crítico por el Estado boliviano, lo más aconsejable era tratar de devolverlo a su hábitat natural, aunque para ello había que cumplir primero con una serie de requisitos. Lo primero que se hizo fue crear una comisión interinstitucional integrada por el Zoo Municipal Vesty Pakos, la Dirección General de Biodiversidad, la Wildlife Conservation Society, la Alianza Gato Andino, el Instituto de Ecología de la UMSA, la Gobernación del Departamento de La Paz, la Policía Forestal y Medio Ambiente, y la Asociación de Veterinarios en Fauna Silvestre.

El siguiente paso fue dejar a Jacobo en manos del zoológico Vesty Pakos de la alcaldía de La Paz. Era la primera vez que se le encargaba a un zoológico boliviano albergar a una especie en Peligro Crítico como el gato andino. Allí le practicaron análisis de sangre, exámenes físicos y genéticos, radiografías de cadera para descartar cualquier lesión. “No tenía ningún problema físico ni parásitos”, cuenta a Mongabay Latam Andrea Morales, administradora del zoológico municipal, aunque sí detectaron que no se había alimentado adecuadamente en los últimos días.

Los expertos decidieron mantenerlo lejos de la gente para que conserve sus instintos naturales de cazar animales vivos para alimentarse. Este carnívoro solo come vizcachas (conejos silvestres) y ratones en su ambiente natural, explica Ángela Núñez, técnico de la Dirección de Monitoreo del Servicio de Áreas Protegidas (Sernap). Sin embargo, años atrás se alimentaba de la chinchilla (especie extinguida por la cacería extrema que sufrió el animal por su codiciada piel), pero tras su desaparición el gato andino se vió obligado a cambiar de dieta y consumir vizcacha.

Jacobo tuvo que someterse a varias pruebas para poder volver a su hábitat. La administradora del zoológico cuenta, por ejemplo, que tuvo que enviar una muestra de sangre a un laboratorio de Chile para que se realicen análisis que permitieran mostrar un cuadro sobre sus valores hematológicos y sus características. Villalba explica que debían establecer si estaba libre de enfermedades infectocontagiosas y de parásitos, como requisito indispensable para cerciorarse de que no fuera a contagiar con ninguna enfermedad a otros animales en estado silvestre.

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Al tratarse de una especie incluída en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestres (CITES), que comprende a especies en peligro de extinción que son o pueden estar siendo afectadas por el comercio de sus pieles, se tuvo que pedir permiso para practicarle los exámenes y estos tardaron un mes en realizarse y uno más para conocer los resultados. Finalmente salieron negativos: Jacobo tenía luz verde para volver a su hogar.

Según AGA, se estima que la población total en los cuatro países no pasa de los  2.500 adultos, por eso su avistamiento es escaso y nunca se le ha podido estudiar en cautiverio. En Bolivia se estima que hay menos de 300 ejemplares, “no se reproduce fácilmente ni tiene muchas crías, por eso se puso tanta énfasis en liberarlo”, remarca Núñez.

La Comisión, luego de evaluar alternativas como la Reserva de Fauna Andina (Potosí), definió llevar a Jacobo al Parque Nacional Sajama (Oruro). En Bolivia, el gato andino habita entre los 4.000 y 5.000 metros sobre el nivel del mar, en lugares de alta montaña ubicados en las áreas protegidas de Apolobamba, Reserva Eduardo Avaroa, Cotapata, Sajama y, probablemente, en Carrasco , según Ángela Núñez del Sernap.

Operación Jacobo

A las 6 de la mañana del último sábado de agosto, Jacobo abandonó el zoológico, en estado de sedación, para emprender un largo viaje con destino al Parque Nacional Sajama. No viajó solo, una extensa comitiva compuesta por integrantes de la comisión interinstitucional, autoridades, biólogos y periodistas lo acompañaron a lo largo del trayecto.

Se detuvieron solo una vez en el Palacio Consistorial para colocarle al felino un radio collar con GPS, facilitado por AGA Argentina, con el objetivo de poder monitorear  a futuro los recorridos del animal, como parte de la investigación que desarrolla la investigadora Eliana Flores de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba.

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No podía haber errores. Por eso, días antes algunos especialistas de la comisión interinstitucional realizaron incursiones dentro del Parque Nacional Sajama para inspeccionar la pampa y quebrada Milluni, en busca del lugar ideal para realizar su liberación, recuerda Andrea Morales.

Esa quebrada reúne las condiciones elementales: tiene un riachuelo para que el felino tome agua, es pedregoso lo que permite que se oculte y se refugie, y hay roedores como vizcachas y ratones para su alimentación.

Además, dos guardaparques de Sajama, una bióloga del zoo Vesty Pakos y un técnico de Wildlife Conservation Society esparcieron en el lugar, dos días antes de su llegada, heces de Jacobo y pusieron algunos elementos que solía usar en el zoológico. Morales explica que la idea era facilitar su adaptación y hacer que el felino no se sintiera ajeno en la zona.

El 26 de agosto, tras cinco horas de viaje hasta el Parque Sajama, Jacobo despertó, aunque tres horas más tarde de lo previsto. A las 2 y 45 fue liberado. No lo soltaron como se programó en la amplia pampa, se eligió una zona rocosa para facilitarle su ascensión a la quebrada, explicó la directora de Biodiversidad, Teresa Flores, quien felicitó el trabajo realizado por todas instituciones del Comité, tras lograr la liberación de un animal silvestre cumpliendo estrictamente con el protocolo establecido por CITES.

Jacobo llegó al zoológico con cuatro kilos de peso y se fue con uno y medio más. “Era importante que esté bien alimentado, porque no se tenía con certeza en cuanto tiempo conseguiría cazar su comida”, explica Villalba.

El gato andino fue rastreado por el GPS durante más de un mes, luego se perdió la señal. Los biólogos creen que se pasó al lado chileno, donde esperan que sus pares de AGA prosigan con el monitoreo, ya que el GPS tiene batería para seis meses de duración y solo pasaron dos.

En Argentina viven en la Patagonia

En Argentina, el gato andino se mueve desde la frontera norte hasta el centro-sur del país. Las regiones que habita son la puna, las zonas altoandinas, la estepa andina del sur y el norte de la Patagonia, una zona de menor elevación y con montes achaparrados de transición y pastizales de estepa.

“En Argentina se encuentran los registros de la especie a menor elevación. La Patagonia tiene características climatológicas similares a la puna (aridez, amplitud térmica) pero a mucha menor elevación”, explica la bióloga Rocío Palacios. El registro más bajo está a 680 m.s.n.m.

A diferencia de Bolivia, en la Argentina su estado es catalogado de Vulnerable por existir una disminución continua, observada, proyectada o inferida, en el número de individuos maduros. Se estima que ninguna subpoblación contiene más de 1000 individuos maduros, señala Palacios. Por ejemplo, la de Bolivia no pasa de los 300.

Las industrias extractivas, principalmente la minería, están reduciendo y destruyendo el hábitat óptimo de esta especie en el norte argentino, lamenta la bióloga.

En tanto en la zona centro-sur (Patagonia), las principales amenazas son dos: la caza practicada por los ganaderos, quienes responsabilizan al gato andino por la pérdida de sus animales; y las actividades extractivas, principalmente petroleras, según la bióloga argentina.

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En este país, la especie ha sido muy poco estudiada, “predominantemente negada en estudios de impacto ambiental o cosas de ese estilo”, resalta Palacios, lo cual hace que en varias agencias gubernamentales no sea tomada en cuenta al planear estrategias de conservación. “Una situación excepcional (auspiciada por AGA, principalmente) la presentan las provincias de Mendoza y Neuquén, donde tienen un poco más presente a la especie, debido a que hubo mucha intensidad de trabajo de campo en los últimos 10 años”, dice.

La amplitud del conocimiento en esta parte del país es sorprendente, sobre todo en cuanto a la distribución. Actualmente, se está iniciando un proyecto de ecoturismo en el norte, también acciones de mitigación de conflicto en la zona de la Patagonia, esto con el fin de cuidar el hábitat del gato andino.

Chile avanza en su conservación

Al igual que en Argentina, en Chile la principal amenaza del gato andino es la destrucción y degradación de su entorno por actividades extractivas, principalmente la minería, la cual demanda una gran cantidad de agua para sus procesos productivos. El biólogo Nicolás Lagos explica que el líquido es extraído de las vegas (flora autóctona de la cordillera que emergen como sistemas ecológicos de humedales) y bofedales altoandinos, lugares clave para asegurar la vida en los Andes, incluida la del gato andino.

En la región de Coquimbo, zona central chilena, los ganaderos cazan a los gatos andinos en represalia por la pérdida de ganado que sufren. Aunque son los pumas o perros asilvestrados los responsables, a la hora de buscar un culpable, los ganaderos  castigan a cualquier carnívoro que encuentren a su alrededor, entre ellos el gato andino.  Hoy se desarrolla un programa que busca disminuir esta cacería.

En Chile, la población conoce muy poco a esta especie, incluso las comunidades que viven a pocos kilómetros de su hábitat no han oído hablar de ella. Por eso, AGA Chile organiza diversas actividades de difusión y de educación para conservar los ecosistemas altoandinos y cuidar a las poblaciones de gato andino.

Nicolás Lagos señala que cada año que pasa la especie es más conocida en su país, no sólo por la población en general sino también dentro de las instituciones públicas y privadas. Esto ayuda a conservarla. “Justo ahora estamos trabajando con CONAF, la entidad encargada de las áreas protegidas del país, en un Plan Nacional de Conservación de la especie, lo que es un gran avance hacia la protección efectiva de las poblaciones de gato andino”, resalta.

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El gato andino es el embajador en el Día de la Fauna Nativa que se celebra en Chile cada 5 de noviembre, país en el que está catalogado en Peligro de Extinción.  El biólogo señala que esto hizo que sea más conocida entre la ciudadanía y por lo tanto, exista un mayor interés por saber por qué sus poblaciones están tan reducidas y qué se puede hacer para revertir esta situación.

Lagos cuenta que aún realizan prospecciones mediante trampas-cámara en diversas áreas protegidas, con la ayuda de los guardaparques, para conocer mejor la distribución actual en su país, el estado de sus poblaciones, sus principales amenazas y diseñar medidas para minimizar los impactos en las mismas. “En la última década se avanzó muchísimo. Se desarrollaron los primeros estudios genéticos de la especie que demostraron la baja variabilidad que presentan sus poblaciones”, destaca. También ampliaron el rango de distribución en casi 1200 kilómetros al sur chileno. Hace 10 años se conocía la especie solamente hasta la región de Antofagasta, hoy cuentan con registros hasta la región Metropolitana.

Perú: el gato andino y la amenaza de los camélidos

En Perú se cuenta con registros comprobados de la presencia del gato andino en las regiones de Ancash, Junín, Arequipa, Apurímac, Cusco, Moquegua, Puno y Tacna. Se trata de zonas altoandinas que están por encima de los 3500 m.s.n.m.

Hasta hoy no existen estimaciones poblacionales del gato andino, sin embargo un estudio de genética poblacional realizado en la mayor parte de su área de distribución establece que esta especie tiene una diversidad genética muy baja (lo que no limita la evolución de la especie y la vuelve más vulnerable a la extinción), remarca la bióloga Analí Madrid, coordinadora del Área de Conservación de AGA.

En el Perú el gato andino está categorizado En Peligro (se enfrenta a un riesgo muy alto de extinción en estado silvestre) porque afronta diversas amenazas, principalmente pérdida de hábitat y caza. “Si bien no se tiene datos poblacionales, los registros son escasos y todo indica que donde antes era común observarlos hoy no ocurre lo mismo”, aclara Madrid.

Su hábitat está fragmentado, principalmente, por el avance de la ganadería de camélidos sudamericanos que no tiene buen manejo. Se incrementó la cantidad de rebaños para lograr una mejor productividad. En consecuencia, explica la bióloga, el espacio que ocupa el ganado doméstico (alpacas, llamas, ovejas) para el pastoreo crece cada vez más desplazando a las poblaciones silvestres, entre ellas al gato andino. Este impacto es frecuente en zonas de pajonales y bofedales. Además al sur del Perú, los bosques de queñua también se comprimieron por la deforestación y el sobrepastoreo.

Al margen de tener una legislación en materia forestal y de fauna silvestre que promueve la conservación de las especies amenazadas y de su hábitat, el Estado peruano no ha tomado acciones para conservarlo, explica Madrid, aunque destaca que algunas Áreas Naturales Protegidas tienen como objeto de conservación al gato andino.

A la par de las acciones de educación ambiental, AGA Perú está concentrada en el monitoreo y evaluación del conflicto que existe con los animales carnívoros en algunas áreas protegidas específicas. Madrid señala la importancia de hacerlo toda vez que este problema afecta a la especie debido a que la gente que vive en esas zonas considera que todo “carnívoro” es una amenaza, por ello también capacitan a los guardaparques en el monitoreo de carnívoros en general, pero con énfasis en el gato andino.

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