- ¿Puede lograrse la gestión de los recursos forestales de un bosque y preservar al mismo tiempo sus hábitats y su biodiversidad?
- ¿Es posible a través del tejido comunitario hacer la fuerza suficiente como para luchar contra los intereses sobre los bosques?
Doña Neria, del campamento El Chiclero, está contenta. Es la primera vez que un grupo de personas del sudeste asiático llega a conocer la concesión forestal que gestiona su comunidad, la última habitada de la Reserva de la Biósfera Maya. Conforme entran, los va saludando uno por uno, repitiéndoles que Uaxactún es el lugar más hermoso del planeta. “Porque tenemos el bosque, que es lo más grande. Damos oxígeno a todo Guatemala. Pero no solo a Guatemala, damos oxígeno al mundo entero”, dice con orgullo.
Al terminar de cenar, los miembros de esta delegación, representantes de varias organizaciones que trabajan con los bosques de Sumatra, Java o Célebes, en Indonesia, van abandonando el restaurante. Solo se queda Arkilaus Kladit, proveniente de una comunidad indígena de Sorong del Sur, en la provincia de Papúa. Arkilaus, pequeño y muy moreno, el más reservado de la delegación, comienza a hablar cuando todos se han marchado.
“Yo estoy muy feliz de estar aquí —explica a Doña Neria, traducido desde el bahasa al español— porque aquí es todo bosque continuo, como el lugar de donde yo vengo. Yo soy del clan de los Knasoimos. Yo soy el primero de nueve generaciones que sale de Papúa. Y en el bosque yo me siento como en mi casa”, cuenta Arkilaus, secretario de este consejo indígena, uno de los 1118 grupos originarios reconocidos de Indonesia.
El bosque continuo de Papúa es ya una excepción en el archipiélago. Aunque en 1900 se calcula que el 88 por ciento de la cobertura de Indonesia era selva, durante el siglo XX, principalmente a partir de la década del 70, los programas de transmigraciones y las prácticas no controladas para deforestación para papel, celulosa y madera, así como la agresiva entrada de la palma africana, fueron dejando sus islas sin sus bosques.
Giro hacia la gestión forestal comunitaria
A partir del año 2013 se unieron dos factores que abrieron una nueva luz a la recuperación de los bosques de Indonesia.
El primero fue un fallo, ese mismo año, de la Corte de Constitucionalidad de Indonesia, que resolvió a favor de la Alianza Nacional de los Pueblos Indígenas (AMAN), y reconoció los derechos de estas comunidades sobre sus tierras y bosques, incluidos los derechos colectivos sobre el bosque consuetudinario, es decir, sobre los bosques en dominios ancestrales que, según esta resolución, no eran propiedad del Estado sino de las propias comunidades indígenas.
En 2014 la entrada de Joko Widodo a la presidencia supuso un giro gubernamental hacia la gestión los bosques. “Él es forestal y trabajó muchos años en el sector. Ahora ha lanzado todo un programa para otorgar 12,7 millones de hectáreas en el país en concesiones en manos de comunidades antes del año 2019”, explica a Mongabay Latam Benjamin Hodgdon, director de gestión forestal de Rainforest Alliance.
Rainforest Alliance lleva 20 años dando apoyo técnico a las comunidades forestales de Guatemala para la gestión de las concesiones forestales. Ahora, ha organizado este intercambio de experiencias junto a Rights and Resources, una red global que defiende los derechos de tierras y bosques de las comunidades y pueblos indígenas; y tres organizaciones de Indonesia: Samdhana Institute, Kaoem Telapak y AMAN.
Los representantes invitados fueron seis: Mohammad Zainuri Hasyim, facilitador de Kaoem Telapak, una organización que trabaja por los derechos de las comunidades indígenas de Indonesia, proveniente de la isla de Java; Muhammad Sidik, en representación de UKIR, una empresa forestal comunitaria de Lampung, Sumatra; Heri Susanto, de la organización KWLM Kulon Progo, quien llegó desde Yogyakarta, Java; y tres representantes de comunidades indígenas: Arkilaus Kladit, secretario de Anggota Dewan Adat Knasaimos, de Sorong Selatan —Papúa Occidental; Wahid, de la comunidad indígena Karang, de Lebak —Banten, Java; y Paundanan Embong Bulan, de la comunidad indígena Enrekang, de Enrekang – Sulawesi Selatan (Célebes).
Hasta el momento, sin embargo, las concesiones han despertado una serie de temores en los agentes de cambio forestal de Indonesia: “El peligro es que la gente de las comunidades lo vea como hacer lo que quieren en las concesiones, y puede haber un momento de caos, una fiebre. Se pueden perder los recursos del bosque de manera muy rápida. Pueden entrar empresarios. Es muy importante tener una preparación intensiva”, explica a Mongabay Latam Mohammad Zainuri Hasyim, facilitador forestal en la organización Kaoem Talapak.
“Aunque ahora el Gobierno reconoce a los grupos indígenas, y que estos pueden tener personalidad jurídica, de momento no tienen capacidad para el manejo forestal. Tampoco hay un sistema de comercialización ni transformación para los productos no maderables, como café, miel, resinas o caucho. Y, además, hay ciertos problemas en el mercado, con la cadena de comercialización y la burocracia”, explica Muhammad Sidik, representante de la organización Unit Kreatif Industry Rakyat, de Langung, en la isla de Sumatra. “Por eso vinimos, porque queremos ver cómo manejan el bosque los compañeros de ACOFOP, y cómo las comunidades lograron organizarse para trabajar junto con el gobierno para manejar un área de bosque”, agrega.
La gestión de un bosque en términos sostenibles es, así, un reto para las comunidades y las organizaciones internacionales ambientales. “Lo importante es que finalmente existe una plataforma para ir construyendo de manera comunitaria, y estamos lanzando ese proyecto para que puedan conocer diferentes modelos de cómo organizarse desde el bosque, desde el manejo forestal hacia la construcción de empresas”, añade Hodgdon.
Tejido organizativo: punto principal para el éxito
En Santa Elena, Petén, el departamento que alberga la Reserva de la Biósfera Maya (RBM), hace calor. Ante la mirada atenta de los miembros de la delegación de Indonesia, Mario Rivas, coordinador de fomento productivo de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP), explica la forma en que diferentes asociaciones forestales de Petén obtuvieron las concesiones, y cómo han ido organizándose a lo largo de los años para gestionarlas.
“Los Acuerdos de Paz decían que el Estado debía dar 100 000 hectáreas a organizaciones comunitarias para su manejo. Esa cláusula nos sirvió de base para lograr la lucha con el Estado para que las concesiones fueran otorgadas a las comunidades”, dice Rivas.
En Guatemala, las concesiones forestales comunitarias comenzaron a darse a partir de 1994, cuatro años más tarde de la creación de la RBM, de 2,1 millones de hectáreas de extensión. Esta pasó a ser gestionada por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) que sustituyó en la gestión de la RBM al Plan de Fomento y Desarrollo de Petén (FYDEP), el propio programa guatemalteco de transmigraciones.
En aquel momento ya había comunidades asentadas en la selva y otras que vivían de ella. La entrega de las concesiones forestales fue un intento de preservar la paz social en los últimos momentos del conflicto armado interno. En 1996, con la firma de los Acuerdos de Paz, las concesiones forestales comunitarias de la RBM lograron un marco legal para poder continuar otorgándose.
Actualmente, son 11 las concesiones forestales comunitarias otorgadas por el Estado, que administran un total de 500 000 hectáreas, una cuarta parte de la reserva. Estas son las encargadas de gestionar los recursos maderables —principalmente caoba y cedro— y no maderables, como la semilla del árbol de ramón o la palma de xate. Según datos de ACOFOP obtienen unos ingresos aproximados de 2 millones de dólares.
Al día de hoy, gracias a los planes de manejo forestal ideados por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas y la asistencia técnica de organizaciones ambientales internacionales, el área concesionada es la zona donde menos incendios forestales se reportan de toda la Biósfera, y donde además, en términos de conservación, varios estudios han corroborado la conservación de los hábitats, incluida la permanencia del árbol de caoba.
La clave, explica Mario Rivas, es la organización. Cada comunidad forestal cuenta con una asociación con personalidad jurídica a través de la cual gestiona los recursos de su concesión; y todas ellas se encuentran a su vez unidas en la ACOFOP, mediante la cual hacen presión al Gobierno: “Hemos presentado amparos en la Corte de Constitucionalidad para frenar iniciativas de ley, porque los intereses en esta zona son grandes”, explica Rivas. Este añade que además, a través de ACOFOP, las comunidades ejecutan planes de desarrollo conjuntos.
“Tenemos el plan de control y vigilancia, el plan de prevención para incendios, el plan de inversión y una herramienta de monitoreo o evaluación de las concesiones, que se presenta cada año para que CONAP apruebe el plan anual”, enumera. Además, en el año 2003 crearon una empresa, Forescom, donde realizan transformación de la madera y ventas al por mayor.
En la sede de Forescom, mientras los invitados examinan con ojos conocedores la madera o las máquinas utilizadas para su secado o corte, Spencer Ortiz, gerente general dela empresa, ofrece detalles sobre ella. “Las comunidades son las dueñas de esta empresa, pero mantiene independencia comercial. Más de la mitad de su cosecha la venden de forma directa, y solo en negocios que salen rentables hacemos un negocio conjunto”, cuenta. “También tenemos un mecanismo financiero mediante el cual brindamos acceso a los socios para capital o materiales”, explica.
Tras estas dos visitas se puede observar que los miembros de esta delegación han logrado, al menos, un punto de partida sobre el que poder empezar a construir. “He quedado muy impresionado por la forma en que han logrado formar una corporación comunitaria, y estoy pensando en si sería posible hacer algo así en Indonesia y de qué forma sería diferente, es todo un reto cómo lo vamos a hacer”, expone a tras la visita Zainuri Hasyim, el representante de Kaoem Talapak.
Los pueblos indígenas y los recursos no maderables del bosque
La comunidad de Uaxactún fue la última en adquirir la concesión forestal de la Biósfera Maya y fue la que menos interesada se mostró en la gestión de los recursos maderables. Esta comunidad, que nació como un campamento chiclero, llevaba ya más de 100 años viviendo de los recursos no maderables de la selva. Primero fue la resina del árbol de chicozapote para chicle, y más tarde la hoja de xate, el nombre común con el que denominan a tres especies de palma de porte pequeño (Chamaedorea elegans, Chamaedorea oblongata, Chamaedorea erumpens) que se utiliza en la industria ornamental, principalmente en iglesias.
Cuando inició la concesión fue la que obtuvo una parte mayor de terreno: 83 000 hectáreas para su gestión. Con la madera los miembros de esta concesión fueron cautos y actualmente extraen 600 árboles al año, mientras que enfocan gran parte de sus energías en proyectos alternativos. Entre estos se encuentra la venta de las hojas de xate, la transformación de la semilla del árbol de Ramón o el turismo comunitario. Estos proyectos han supuesto grandes avances en cohesión y empleo a través de los productos no maderables y además han dado entrada a las mujeres en la cadena de producción, y así como en las diferentes juntas que gestionan el bosque.
Los productos no maderables son los que despiertan más interés de los representantes de comunidades indígenas de Indonesia que acompañan la visita, quienes se encuentran actualmente mapeando sus territorios, como parte de “One Map Initiative” (Iniciativa del Mapa Único).
Tal como explica Benjamin Hodgdon, de Rainforest Alliance, la iniciativa de mapeo, a través de la cual las comunidades de Indonesia podrán ir titulando sus bosques ancestrales, se desarrolla de forma paralela a las concesiones forestales. “Por un lado, existe la meta del presidente de otorgar 12,7 millones de bosque bajo diferentes modalidades de gestión local, bajo el entendimiento de que el bosque es del Estado. Por otro lado, existe el tema del mapeo y la titulación. Son entre 20 y 30 millones de hectáreas que pertenecen a pueblos indígenas. Ya se han entregado 14 títulos hasta la fecha en áreas más o menos pequeñas, y lo que se quiere hacer es mapear, reconocer, y titular territorios indígenas en todo el resto del país”, explica Hodgdon.
En el caso de los pueblos indígenas, se suma un factor que complejiza la gestión forestal: la visión ancestral y espiritualidad vinculada a los bosques. “En todo los derechos indígenas existen leyes que se rigen por que el manejo del bosque siga intacto”, explica a Mongabay Latam Paundanan Embong Bulan, líder comunitario de Komunitas Adat Enrekang, una de las 37 comunidades indígenas de Sulwasi Solatan Indonesia (Islas Célebes). Ellos se encuentran, hasta el momento, realizando el mapeo de su territorio, ya mapearon tres de sus 10 comunidades, con una dimensión de 10 000 hectáreas.
Bulan añade que, en todo caso, además del bosque sagrado, cuentan con “bosque normal”. “Ahí se podría hacer un manejo, siempre que esté bajo la ley consuetudinaria. Una cooperativa por el mercado del café, tal vez ese podría ser el futuro. ACOFOP es un bueno modelo y ejemplo y lo vamos a prestar al jefe del distrito”.
Para Arkilaus, el significado del bosque es parecido. “El bosque es nuestra madre, todo lo que necesitamos para vivir proviene del bosque”. Él explica que en 2006 realizaron mapeo a larga escala que abarca 96 000 hectáreas, en su mayoría bosque. Y, una vez más, muestra su interés por los recursos no maderables. “Lo que más me ha interesado ha sido el derecho del pueblo a manejar su bosque. Y, además, la organización comunitaria, la supervisión en términos de ‘management’, el control del bosque, patrullas contra incendios, la conexión con los mercados y la venta de productos no maderables”. En su caso, la diferencia sería que la tierra es comunal. “La gran diferencia es que allí todo es colectivo, o y se hereda de forma colectiva a través de los clanes, viene de los ancestros. Allí tenemos muchos sitios sagrados”.
Así, el modelo organizativo de las comunidades forestales guatemaltecas, dio un punto de partida a los representantes forestales indonesios, quienes a pesar de las diferencias en cuanto a la visión del bosque y las diferentes formas de titularidad, buscan en su conjunto lo mismo que en la Reserva de la Biósfera Maya: una gestión sostenible de los recursos naturales, donde la mano humana no sea sinónimo de destrucción de los recursos. “La experiencia en Guatemala por supuesto no será igual. Pero el país centroamericano fue la punta de lanza en cuanto a las concesiones forestales. Rompió el esquema que decía que para preservar un terreno no podía haber intervención humana. Ahora vamos viendo que sí se puede”, concluye Benjamín Hodgdon, el director de gestión forestal de Rainforest Alliance.