- Durante años, las ONG y los funcionarios del gobierno intentaron convencer a los pescadores de la bahía de Jiquilisco de El Salvador para que dejaran de pescar con explosivos, una práctica que no solo pone en peligro la vida y la integridad física, sino que también afecta a las poblaciones y los hábitats marinos.
- Fue un pescador llamado Eleuterio Lara, ahora de 69 años, quien ideó una alternativa convincente para acabar con la pesca con explosivos en El Salvador: los arrecifes artificiales.
BAHÍA DE JIQUILISCO, El Salvador.- La bahía de Jiquilisco de El Salvador se ubica en la costa del Pacífico, entre estuarios, ríos y las zonas de reproducción de las tortugas marinas. La reserva de 241 kilómetros de largo (150 millas) contiene seis tipos distintos de manglares que la protegen de la erosión del suelo, al tiempo que dan alojamiento a los peces que desovan. La bahía también es una fuente importante de mariscos del país. Sin embargo, después de una guerra civil que se extendió entre 1979 y 1992, la zona ha luchado contra el problema de la pesca con explosivos.
La guerra les dio a los ciudadanos de a pie acceso a los materiales necesarios para construir explosivos caseros, que se pueden arrojar al agua para matar o aturdir a los peces en masa. Para la década de los noventa, la práctica había diezmado muchas de las poblaciones marinas de la bahía.
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A pesar de los esfuerzos que durante años realizaron las ONG locales y los funcionarios del gobierno para detener la práctica, fue un pescador llamado Eleuterio Lara, ahora de 69 años, quien propuso una alternativa convincente. Aunque parezca extraño, arrojó ramas viejas de árboles, rocas y partes de bicicleta a un solo punto de la bahía para lograr la reproducción del denso hábitat provisto por los manglares. Posteriormente, la invención se consideraría un “arrecife artificial” que daría sustento a la cantidad de vida suficiente para que la pesca con caña y sedal fuera una opción viable. Pronto, los funcionarios comenzaron a invertir en estructuras de cemento más avanzadas que pudieran crear incluso mejores arrecifes.
Lara mismo fue de reunión en reunión en las aproximadamente 35 comunidades pesqueras, ubicadas alrededor de la bahía de Jiquilisco, para ayudar a los funcionarios a convencer a los residentes de que ellos mismos se beneficiarían al abandonar la pesca con explosivos. Les llevó varios años acostumbrarse a la idea, en gran parte porque, con la merma de vida marina en otras zonas, Lara era el único pescador que volvía todos los días con una pesca decente.
Mongabay habló con Lara durante unos minutos en la ciudad de Puerto El Flor. Él iba pedaleando por un camino de tierra, pero parecía bastante contento de detenerse a conversar sobre su experiencia con la pesca con explosivos, su inspiración para los arrecifes artificiales y el futuro que le espera a la bahía de Jiquilisco.
Mongabay: La mayoría de los pescadores de las comunidades que rodean a la bahía de Jiquilisco salieron al agua de muy jóvenes y hasta heredaron las prácticas de pesca de sus padres. ¿A qué edad comenzó usted?
Eleuterio Lara: Comencé a trabajar en este océano cuando tenía unos 20 años. Al principio, comencé con esparaveles, redes de arrastre. Luego, cuando vi que todos los demás se convertían en pescadores con explosivos, yo también comencé a pescar así. Era un pescador con explosivos.
¿Por qué decidió cambiar aquellos métodos de pesca tradicionales por la pesca con explosivos?
Comenzó así. Un día, mis compañeros me invitaron a salir. Me dijeron: “Vamos a pescar”. Les pregunté con qué lo haríamos, y me respondieron: “Vamos a lanzar bombas”. Así fue como lo dijeron. Yo nunca lo había hecho, así que me dijeron: “Solo ven a ver y a nadar un poco”, porque también era lindo meterse al agua. Fue ese día que aprendí que era un trabajo mucho más fácil, más rápido que lo que habíamos estado haciendo antes. Después de unas dos o tres horas, volvíamos a casa.
Después de esa vez, aprendí el trabajo con mis compañeros, cómo hacer las bombas, ya sabe. Me dije: “Yo también tengo que hacer esto”. Comencé y me gustó mucho. Ni siquiera se nos ocurrió que estuviéramos destruyendo nuestro propio sustento.
¿Durante cuántos años siguió pescando con explosivos?
Pesqué con explosivos por tres o cuatro años. Era una vida difícil. Hasta pasé un tiempo en la cárcel durante la última época de mi trabajo como pescador con explosivos. Estuve preso por 14 días, gracias a Dios. Querían encerrarme por cerca de 14 años. Dijeron que fue porque me atraparon con dos menores de edad, mi sobrino y mi hijo.
¿Fue eso, entonces, lo que lo convenció para que dejara de pescar con explosivos?
Tampoco quería matarme. Me había quemado todo el cuerpo y había quemado mi casa. Se incendió mientras arreglaba una bomba. Había un recipiente de clorato que tenía con un poco de azufre que también estaba arreglando. Destruyó la casa. Me quedé sin nada ni siquiera la ropa que llevaba, porque también se prendió fuego.
Para este entonces, ¿ya había empezado a notar un cambio en la vida marina de la bahía? La pesca con explosivos debió de haber pasado factura y mermado las poblaciones de peces.
Había muchos menos peces. Muchísimos menos. Solo quedaban los más pequeños. Nadie pescaba los grandes. Los habíamos matado a todos. Matamos a los grandes, luego matamos a los pequeños y ya no pescábamos nada. Finalmente, vi que se debía a nuestra estrategia y dije que, en nombre de Dios, teníamos que hallar otra opción.
Decidí hacer un cambio. Me dije: “No voy a seguir con este trabajo”. Había tantos problemas. Tantas dificultades… ¿y para qué? Sabía que todavía tenía mis redes y mis sedales. Luego, se me ocurrió la idea de arrojar ramas y otras cosas al agua para crear el arrecife.
Todos los demás me fastidiaban por eso. Me decían: “No vas a atrapar nada”. Y oí eso durante mucho tiempo. En el arrecife, durante dos o tres años, atrapé mis 20 o 30 pescados. Poco a poco, la gente empezó a decirme: “¿Me dejas probar a pescar ahí también?”
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Esta idea de un arrecife artificial es muy creativa. ¿Cómo se le ocurrió exactamente? ¿Por qué pensó que funcionaría?
¿Cómo no se me hubiera ocurrido? Para atrapar peces con una bomba, había que destrozar las ramas de los manglares donde se escondían los peces, donde desovan. Me di cuenta de que los peces se agrupaban en las ramas gruesas de esa manera. Así que pensé: “¿Y si arrojamos un poco de madera y los pescamos con un sedal?”. A partir de ahí, comenzamos a arrojar troncos de árboles y rocas. Así pudimos atrapar algunos peces.
¿Por qué, al principio, no había otros pescadores interesados en la idea?
No, al principio fue muy difícil. Les parecía que su trabajo de pesca con explosivos era muy sencillo para comenzar a usar una caña y un sedal. Les parecía que, al pescar de esa forma, no podrían controlarlo. Sin embargo, al ver que no había peces en ningún otro lado y que esta era la única manera de encontrar algunos, comenzaron a considerarla.
Ahora hay una diferencia notable en la cantidad de peces. De cualquier manera, hubo algunas mejoras. Están talando los manglares cada vez menos. Están aprendiendo a no abusar tanto de los peces. Allí están los pececitos que no se pueden llevar, que necesitan crecer y poner huevos. Esos no los tocamos. Y si lo hacemos, al menos los comemos y no los matamos solamente. Antes, los matábamos con bombas y simplemente los dejábamos en el agua. No había una mejor forma de cuidar el medio ambiente como tenemos ahora con la pesca con caña en los arrecifes.
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Sin embargo, hoy en día, todavía queda un puñado de personas en cada comunidad que continúan dependiendo principalmente de la pesca con explosivos. Las comunidades y los funcionarios aún están tratando de encontrar una manera de evitar los abusos en los arrecifes artificiales.
Gracias a Dios, solo hay dos o tres personas que practican la pesca con explosivos en esta comunidad. En cuanto a los arrecifes artificiales, todavía hay algunos problemas porque la gente no quiere trabajar para obtener la comida que consume. Quieren obtenerla por el camino fácil, ¿sabe? Entonces vienen a los arrecifes con sus redes. Intentamos detenerlos marcando en qué parte del agua comienza el arrecife. Sin embargo, quieren hacerlo de la forma sencilla. Vienen y tenemos que detenerlos para que no se acerquen demasiado. Si pescan con esparaveles o redes de arrastre, van a matar a todos los peces y a arruinar el proyecto.
En general, ¿tiene esperanzas en que su arrecife artificial aguante en los años venideros? ¿en que la bahía de Jiquilisco se recupere con el tiempo?
Sí, tengo la esperanza de que, en el futuro, la situación siga mejorando…Cada vez son más las personas que tratan a la bahía de una manera que les permite mejorar.
*Imagen principal: Pescadores en un arrecife artificial en la bahía de Jiquilisco. Foto: Max Radwin para Mongabay.
Nota del editor: Esta entrevista se editó ligeramente para propósitos de claridad y extensión.
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