- La pesca con explosivos se ha cobrado un precio tanto para los pescadores como para la vida marina de la Reserva de la Biosfera Bahía de Jiquilisco en El Salvador.
- En la última década, los funcionarios han priorizado la erradicación de esta práctica y han apostado por una alternativa creativa que sugirió un pescador local en 2009: la creación de arrecifes artificiales para restituir la vida marina.
- Ahora la pesca con explosivos ha descendido en un 90 por ciento y las comunidades intentan vender lo que pescan como “pescado limpio” a un precio superior.
BAHÍA DE JIQUILISCO, El Salvador — Al no haber policía a la vista, un joven pescador llamado José Salvador Soriano se arrodilló en su barca, larga y estrecha, y empezó a preparar explosivos con la fuerza suficiente para conseguir la pesca de casi todo un día. El explosivo contenía sulfuro, benzoato, clorato y azúcar en un tubo de papel de periódico con una mecha hecha con el manguito de freno de una bicicleta.
El mejor sitio para lanzar un explosivo era bajo las raíces largas y enmarañadas de los manglares a ambos lados del estuario, ya que los peces se concentran allí para poner sus huevos. Sin embargo, esta vez Soriano cometió un error de cálculo. Antes de poder lanzar el explosivo, con la mecha quemándose a toda velocidad, este le explotó en la mano y se la tuvieron que amputar hasta medio brazo.
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Soriano, que ahora tiene 47 años, salió bien parado en comparación con otros residentes de las 35 comunidades pesqueras de la Reserva de la Biosfera Bahía de Jiquilisco, un humedal de 241 kilómetros que aporta unas dos toneladas de pescado a los mercados del país cada día. Algunos residentes han sufrido graves quemaduras o han perdido un ojo o, debido a que normalmente fabrican los explosivos con el tubo entre las piernas, las piernas y los genitales.
La pesca con explosivos también ha afectado a la vida marina de la Bahía de Jiquilisco. Las poblaciones de róbalo de aleta amarilla (Centropomous robalito), tortuga carey (Eretmochelys imbricate) y pargo rojo del Pacífico (Lutjanus peru), además de seis tipos de árbol de mangle, han mostrado declives notables seis tipos de árbol de mangle, han mostrado declives notables.
En la última década, los funcionarios han priorizado la erradicación de esta práctica ilegal y han apostado por una alternativa creativa que un pescador local sugirió en 2009: ¿y si se instalara un arrecife artificial en la bahía donde solían pescar? Si se hacía bien, podía contribuir a que hubiera peces para pescar con facilidad y sería una forma sostenible de potenciar la biodiversidad.
“Puede que no sea tanto como con la pesca con explosivos”, dijo José María Argueta, director de programa de la ONG Asociación Mangle, “pero defendemos que es algo sostenible y no es peligroso. Te puedes relajar y pescar sin preocuparte de tener que huir de la policía”.
Se han cumplido 10 años desde que se ideara el proyecto del arrecife artificial y una decena de cooperativas locales han instalado más de 20 arrecifes artificiales —troncos agrupados y estructuras de hormigón huecas— para pescar con caña. Los funcionarios afirman que la pesca con explosivos continúa en algunas zonas y gestionar los arrecifes se ha convertido en otro reto.
“Es una forma sostenible de pescar”, dijo Argueta. “También permite que la gente pesque sin dañar el medioambiente ni a ellos mismos, pero necesitamos un plan para gestionar los arrecifes artificiales”.
Pesca con explosivos: “no es buena idea”
La transición de pesca con explosivos a arrecifes artificiales ha sido, y sigue siendo, lenta. Incluso después de perder la mano en 1997, antes de que los arrecifes fuera siquiera una idea, Soriano siguió utilizando explosivos durante otros cinco años, resistiendo los intentos de persuasión por parte de los funcionarios para que se pasara a métodos de pesca tradicionales.
Como la mayoría de los pescadores en la zona, Soriano buscaba la forma más eficiente de conseguir el mayor número posible de peces. A causa del coste de la gasolina, el cebo, el alquiler de la barca y los impuestos a su cooperativa pesquera, la pesca con caña antes de los arrecifes artificiales no tenía mucho sentido. Solo conseguía unas diez libras (4,5 kilos) de pescado en un día normal, vendidas por entre 1 y 2 dólares la libra. Por su parte, los explosivos, con un radio de hasta 24 metros, podían conseguirle más de 18 kilos en mucho menos tiempo.
Otros pescadores no conocían otra cosa que los explosivos. Sus padres nunca les enseñaron a pescar con caña, o las redes que habían utilizado en su infancia habían quedado abandonadas tras la guerra civil en el país.
La violencia motivada por la política en los 70 hizo que miles de personas murieran a manos de escuadrones de la muerte de ideología derechista, lo cual impulsó un movimiento de guerrilla de izquierdas y la retirada a los Estados Unidos hasta que acabó la guerra en 1992.
Muchos residentes de la bahía de Jiquilisco se unieron al Ejército Revolucionario del Pueblo y a las Fuerzas de Liberación Populares Farabundo Martí. En los 80, habían decidido hacer una guerra de desgaste, llevando a cabo ataques con francotiradores, emboscadas y minas terrestres. El Puente Dorado de 400 metros, a una hora de la bahía de Jiquilisco, fue destruido por la dinamita de los guerrilleros.
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Otros residentes huyeron a otros lugares de Centroamérica, como Panamá. Cuando volvieron más tarde, supuestamente se encontraron con dos militares que les enseñaron a hacer explosivos. Hoy en día, nadie sabe los nombres de esos dos militares, pero aún se habla de ellos en varias comunidades pesqueras, incluso se les menciona vagamente en informes del gobierno, casi como un mito: los que llevaron los explosivos a Jiquilisco.
Para los años 90, la bahía mostraba un descenso notable en la vida marina. Aunque en la época se registraba poca información, los pescadores recuerdan volver de sus viajes con cada vez menos pesca.
“Al principio era una buena forma de pescar, pero después de un tiempo ya no tanto porque lo matamos todo”, dijo el pescador Luis González, de 47 años, habitante de Puerto El Flor. “Más que nada, era un negocio. Empieza a salirte caro cuando vuelves sin peces”.
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Otras especies marinas también sufrieron. Las tortugas carey, en peligro crítico, ocupan unos 37 kilómetros de hábitat de anidación en la bahía de Jiquilisco y su alrededor, pero entre 2004 y 2008, la Fundación Zoológica de El Salvador informó de 18 muertes causadas por la pesca con explosivos, el principal motivo de la muerte de tortugas carey durante esa época.
Debido a los miles de acres de árboles de mangle de la bahía, esta se declaró sitio Ramsar (un reconocimiento internacional para los humedales) en 2005. Los manglares no solo son criaderos importantes para la vida marina, también son un actor clave en la prevención de la erosión costera. Los funcionarios sospechan que la actividad humana, como la pesca con explosivos, ha contribuido a la pérdida de un 10 por ciento de la cubierta de manglar de la bahía.
“La pesca con explosivos no es buena idea. Significa acabar con todos los peces”, añadió González.