El Salvador: pescadores cambian pesca con explosivos por los corales artificiales

Nacimiento de los arrecifes artificiales

A mediados de la década pasada, los funcionarios del gobierno y las ONG empezaron a organizar encuentros con la comunidad para hablar de los problemas de utilizar explosivos para pescar. Sin embargo, durante años, las reuniones estaban casi vacías. Los pescadores no querían escuchar que había estrategias alternativas y además sospechaban que los funcionarios los querían llevar a una trampa legal.

Al final, los funcionarios recurrieron a ofrecer a los pescadores un explosivo prefabricado a cambio de su asistencia. Aun así, la mayoría seguían sin quedar convencidos con los discursos de la policía o las advertencias de los ambientalistas.

Durante una reunión que había sido poco productiva en 2008, un pescador llamado Eleuterio Lara propuso construir algún tipo de estructura bajo el agua, algo que ayudara a recuperar las poblaciones de peces pero que también los hiciera más fáciles de pescar. Con una estructura así, parecida a los manglares, se podría concentrar la vida marina en un único sitio. En la reunión no había nadie que pareciera muy entusiasmado con la idea, recuerda Lara. Sin embargo, se decidió a intentarlo igualmente, recogió ramas muertas del manglar y partes de bicicleta y las depositó en la bahía.

Al igual que Soriano y González, Lara había sufrido la fuerza destructiva de la pesca con explosivos en primera persona. Una vez, cuando preparaba un explosivo antes de salir a pescar, este se encendió y quemó su casa. Lara fue uno de los pocos pescadores que se dio cuenta de que el declive en las poblaciones de peces era un problema ambiental además de económico.

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“Empezamos a cambiar nuestro trabajo porque empezamos a sentir que la pesca no nos aportaba mucho”, dijo Lara. “Y todos perdíamos los brazos o moríamos, y el producto ya no era el mismo”.

Su arrecife improvisado funcionó. Cuando atrajo especies marinas, Lara empezó a capturar más pescado que con la pesca con caña o con red. Sin embargo, seguía siendo menos que con la pesca con explosivos. Muchas comunidades tardaron años en aceptar la idea, pero ONG como la Asociación Mangle, EcoViva y Vista Hermosa empezaron a invertir en arrecifes artificiales a principios de 2009.

Querían mejorar el diseño de ramas y partes de bicicleta de Lara, pero para diseñar un arrecife artificial mejor harían falta varias pruebas. Al principio dejaron un conjunto de cilindros de hormigón de un metro en círculos de 100 a 300 metros. Con el tiempo, lo cilindros acumulaban sedimentos que amenazaban con cambiar el paisaje del suelo marino de forma que se podía perjudicar a la vida marina. Más tarde, lo intentaron con una forma cúbica con un diseño más abierto.

Diagrams show the cubical structure of some of the artificial reefs in Jiquilisco Bay. Images courtesy of the Mangrove Association.
Diagramas que muestran la estructura cúbica de algunos de arrecifes artificiales en la bahía de Jiquilisco. Imágenes cortesía de la Asociación Mangle.

A los funcionarios les preocupaba que estas estructuras se comportaran como trampas para los peces más que como arrecifes y que pudieran dañar las poblaciones aún más. Un informe de 2019 de las ONG que trabajan en la zona reveló que los arrecifes funcionaban como tenían que hacerlo, no solo como nuevo hábitat para 28 especies de peces —de las cuales 14 son valiosas para el comercio— sino también para especies de coral que pocas veces se veían en la bahía.

Durante finales de los 2000, tuvo lugar un fervor por los arrecifes artificiales. Se instalaron unos 40 en la bahía de Jiquilisco; algunos con cilindros de hormigón y otros con ramas y partes de bicicletas. Estos arrecifes los pagaban las ONG locales pero los instalaban y supervisaban las cooperativas pesqueras. Sin embargo, poco a poco se redujo a la mitad el número de arrecifes en los que se pescaba de forma activa, ya que muchos pescadores descubrieron que no tenían la experiencia necesaria para aprovechar los arrecifes y acabaron por abandonarlos. Después de años utilizando bombas o redes, no sabían qué cebo prefieren los peces, las horas a las que comen ni qué tipo de sedal era el mejor. Algunos pescadores creían que con un sedal más grueso pescarían peces más grandes, cuando en realidad es demasiado visible y asusta a la mayoría de peces.

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Gracias a los continuos proyectos con arrecifes y los seminarios educativos, las ONG pudieron inculcar la cultura de pesca sin explosivos en las comunidades de la bahía de Jiquilisco para 2010. Se produjo un descenso del 90 por ciento en el uso de explosivos, según un informe de 2017 del Fondo Iniciativa para las Américas. Incluso los pescadores que habían abandonado los arrecifes y sus cooperativas optaron por redes antes que seguir utilizando la pesca con explosivos.

“Sin los arrecifes, ahora no estaríamos pescando porque no habría peces”, dijo Matilde Salazar, vicepresidente de Remansón, cooperativa pesquera cerca de la comunidad de Santa Rosa.

Matilde Salazar, vice president of the Remansón fishing cooperative, fishes on an artificial reef in Jiquilisco Bay. Image by Max Radwin for Mongabay.
Matilde Salazar, vicepresidente de la cooperativa pesquera Remansón, pesca en un arrecife artificial en la bahía de Jiquilisco. Imagen de Max Radwin para Mongabay.

Refinar la pesca en arrecifes

No está claro qué podría convencer a los pocos pescadores que hay en todas las comunidades que aún utilizan explosivos. En algunos casos la comunidad les ha hecho visitas personales en sus domicilios para explicarles los argumentos a favor y en contra de la pesca con explosivos. Los funcionarios incluso han subvencionado los gastos de subsistencia para facilitar la transición a los arrecifes artificiales. Aun así, sigue habiendo pesca con explosivos ocasional.

Según Salazar, una forma de proteger la bahía es organizar patrullas comunitarias. Su cooperativa pesquera tiene 21 miembros que salen por parejas a monitorear sus arrecifes en turnos de 24 horas. Algunas ONG locales como la Asociación Cicahuite y la Asociacion Mangle han ayudado a financiar la construcción de pequeñas casetas sobre el agua donde los pescadores pueden descansar, comer o esperar a que deje de llover mientras están de servicio.

Los pescadores que aún eligen los explosivos tienen que tener más cuidado que nunca. Normalmente se adentran en la bahía entre enero y mayo, solo después de que haya llovido o cuando el agua está muy clara, así pueden detectar los bancos de peces.

Fishers rest in a lookout shelter during a 24-hour shift watching over the Remansón artificial reef. Image by Max Radwin for Mongabay.
Los Pescadores descansan en una caseta de vigilancia durante un turno de 24 horas para supervisar el arrecife artificial de Remansón. Imagen de Max Radwin para Mongabay.

La Policía Nacional Civil, los guardaparques y la Dirección General para el Desarrollo de la Pesca y la Agricultura, entre otras instituciones gubernamentales también realizan patrullajes rutinarios además de viajes especiales cuando los pescadores informan de actividades sospechosas, como árboles de mangle arrancados. Sin embargo, informes independientes de ONG de la zona han señalado que la vigilancia policial alrededor de la bahía es limitada. A menudo les faltan recursos básicos como ordenadores y gasolina, lo cual ha hecho que sea difícil llevar a cabo un monitoreo efectivo.

Los funcionarios dijeron que también es importante controlar si los propios miembros de las cooperativas pesqueras utilizan los arrecifes de forma correcta. Los peces inmaduros se deben devolver al agua, y está prohibido utilizar redes porque presentan una ventaja injusta cerca de los arrecifes. No obstante, aún no se ha desarrollado una forma uniforme y sistemática de supervisar todas las prácticas de pesca ni los matices en las consecuencias que tienen para las especies alrededor de los arrecifes.

Los funcionarios dijeron que también es importante controlar si los propios miembros de las cooperativas pesqueras utilizan los arrecifes de forma correcta. Los peces inmaduros se deben devolver al agua, y está prohibido utilizar redes porque presentan una ventaja injusta cerca de los arrecifes. No obstante, aún no se ha desarrollado una forma uniforme y sistemática de supervisar todas las prácticas de pesca ni los matices en las consecuencias que tienen para las especies alrededor de los arrecifes”.

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Una forma de hacerlo, explicó Chica, es seguir reforzando la idea de que el estado ambiental de la bahía tiene un impacto directo en el bienestar económico de las comunidades. De este modo, los pescadores tienen menos alicientes para volver a utilizar explosivos, incluso los días en los que los arrecifes no cuentan con suficientes peces para cubrir el coste de la gasolina y el cebo.

Aunque las cifras exactas de los estudios que se están desarrollando aún no han llegado, la mayoría de pescadores tienen claro que, incluso contando con arrecifes artificiales, la bahía no se ha recuperado por completo de los años de pesca con explosivos. Algunos se han visto obligados a dividir su tiempo entre pesca con caña en los arrecifes y con redes en otras zonas.

Los peces que pescan se venden a través de las cooperativas locales a un intermediario que revende el pescado en San Salvador y otros grandes mercados. Como el intermediario puede engordar el precio hasta más del doble, la mayoría de los beneficios que se generan en la bahía de Jiquilisco no acaban en los bolsillos de los pescadores, según informa la Asociación Mangle.

Fishers on the Remansón fishing cooperative’s artificial reef. Image by Max Radwin for Mongabay.
Pescadores en el arrecife artificial de la cooperativa pesquera Remansón. Imagen de Max Radwin para Mongabay.

Las ONG de la zona ayudan a las comunidades a invertir en una estrategia para los productos de “pescado limpio”, pescado capturado de forma sostenible en los arrecifes que no se ha maltratado. La esperanza es que mostrar la marca de forma adecuada permita que el producto que sale de la bahía de Jiquilisco se venda por un precio más alto del habitual y aporte más beneficios a las comunidades.

Se están llevando a cabo estudios sobre precios justos y la posibilidad de construir un centro para la recogida y comercialización del “pescado limpio”. Las comunidades están a punto de adentrarse en un mercado regional en la ciudad cercana de Usulután. Un grupo de ocho mujeres de comunidades de la bahía de Jiquilisco venderá “pescado limpio” allí por un precio más alto, aproximadamente 2 dólares por un pargo rojo, en lugar de los habituales 1.25.

“La pesca limpia es la base fundamental para la sostenibilidad de las comunidades en la Reserva de la Biosfera de Jiquilisco”, dijo Chica. “La comercialización de la pesca está en buen camino y cada día hay más hombres y mujeres que contribuyen a la actividad y tienen en cuenta que una pesca más limpia significa más sostenibilidad para el ambiente y para dar de comer a las familias”.




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