- Una creciente industria de algas marinas para el aprovechamiento del alginato, un componente utilizado en la industria alimentaria, textil y farmacéutica, ha incentivado la extracción de algas en Chile y Perú.
- A pesar de la creciente demanda, poco se sabe sobre la capacidad que tienen los bosques de algas para recuperarse de su explotación.
- Para llenar este vacío de información y hacer un correcto manejo de este recurso, científicos se encuentran realizando una importante investigación.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Los bosques de algas marinas, también conocidas como kelp, son el hogar de una amplia variedad de especies. De hecho, “los kelps se encuentran entre los productores más prolíficos del planeta y respaldan una productividad similar a la que encontramos en las selvas tropicales”, señala un documento elaborado por un grupo de científicos del proyecto Kelper que estudia estos ecosistemas.
Las especies de algas que viven bajo el mar son el huiro palo (Lessonia trabeculata) y el huiro canutillo o flotador (Macrocystis pyrifera), y las mayores reservas naturales de estas algas se encuentran en las costas de Chile y en el sur de Argentina, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esta abundancia es aprovechada sobre todo por Chile, donde existe una importante pesquería dirigida a estas especies de algas, principalmente a la huiro palo, lo que convierte al país en el mayor productor mundial de macroalgas.
De ellas se extrae un carbohidrato llamado alginato que es utilizado en una gran cantidad de productos de la industria alimentaria. Postres, helados, lácteos, salsas y condimentos. Pero también es aprovechado por otras industrias como la textil, la farmacéutica y la dental para la fabricación, por ejemplo, de cremas y pasta de dientes.
Hasta el año 2005, todas estas algas eran recogidas en la playa por pescadores recolectores cuando, tras una marejada, el mar las arrancaba del fondo y las dejaba varadas en la orilla. A partir de ese año, sin embargo, la expansión de la industria de alginato estimada en mil millones de dólares, según el mismo documento redactado por los científicos, aumentó la demanda de kelps y las algas comenzaron a ser extraídas de manera dirigida, una práctica conocida como barreteo. Según las últimas cifras publicadas por el Servicio Nacional de Pesca en Chile, se desembarcaron, en 2018, 40 261 toneladas de huiro palo.
Pero a pesar de esta expansión, las algas son poco estudiadas y algunos científicos llaman la atención sobre este vacío de información, considerando que su cosecha puede generar grandes impactos ecológicos.
¿Cómo se deben aprovechar las algas marinas para no generar efectos negativos en los ecosistemas? Es la pregunta que buscan responder precisamente los científicos del proyecto Kelper, que tras ponerse en marcha en Chile se ha expandido hacia el Perú con el objetivo de estudiar la conectividad de estos ecosistemas en toda la corriente de Humboldt.
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Experimentos para salvar los bosques de kelp
Al contrario de muchas otras especies, cuya reproducción es en el medio marino y los huevos fecundados y larvas son arrastrados por las corrientes, la fecundación de las algas ocurre en el fondo del mar, entre las rocas donde se adhieren las raíces de estos árboles submarinos. Por lo mismo, el potencial de dispersión de nuevas pequeñas algas es mucho más bajo y por ende la posibilidad de que se conformen nuevas colonias también es menor.
Alejandro Pérez Matus, profesor asistente del Departamento de Ecología de la Universidad Católica de Chile e investigador principal del proyecto, explica que mientras más grande sea el bosque de algas, mayor es la capacidad de reproducción. Es por ello que uno de los principales objetivos del proyecto kelper es identificar cuáles son las colonias fuentes o padres, es decir, aquellas que tienen la capacidad de proporcionar nuevos ejemplares.
Para lograrlo, los investigadores se encuentran realizando pruebas genéticas para determinar cuál es el grado de parentesco que hay entre las poblaciones de algas y ver a qué distancia se encuentran unas de otras. La idea es “saber qué poblaciones podemos extraer y qué poblaciones no podemos extraer”, explica Alex Gamarra, investigador del Instituto del Mar del Perú (IMARPE), y miembro del proyecto.
Por otro lado, un segundo objetivo clave es evaluar la recuperación y la resiliencia de los bosques de algas. “Buscamos saber cuánto tiempo se demora un bosque en recuperarse después de eventos de barreteo”, explica Pérez Matus. Para lograrlo, los investigadores también están estudiando cuáles son los agentes ecológicos que causan una recuperación más rápida o lenta de los kelps, por ejemplo, la presencia de peces herbívoros que se alimentan de estas plantas.
Para poder detectar estos agentes, los científicos realizan distintos experimentos en paralelo. Uno de ellos consiste en fecundar algas en laboratorio a distintas temperaturas para evaluar los impactos del cambio climático. Otro es instalar jaulas en el mar para excluir todos los peces, por ejemplo, en una área de 50 cm de diámetro. También han instalado jaulas para excluir únicamente erizos e invertebrados herbívoros que pueden consumir las algas.
“El objetivo es ver cuál es el agente que determina la falta de recuperación de estos ecosistemas”, señala Pérez Matus. La idea, según el investigador, es que los resultados de las investigaciones sirvan para “proponer medidas de manejo con los pescadores para determinar dónde, cuándo y cómo extraer estas algas”.
Los experimentos se han realizado hasta ahora de manera experimental desde Caldera, al norte de Chile, hasta Las Cruces, en la zona central del país. Sin embargo, el objetivo es realizarlos también en Perú, de hecho debían empezar este trabajo en marzo de este año, pero la crisis del COVID-19 detuvo el desarrollo de esta etapa del proyecto hasta nuevo aviso.
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Una gran diversidad amenazada
Lo que los científicos han podido observar hasta ahora es que un bosque de algas se demora unos cuatro años en recuperarse tras ser explotado. Un tiempo considerado lento para una especie que es formadora de hábitat. Alrededor de 110 especies viven únicamente en la base de estas algas que permanecen adheridas a las rocas y varias de ellas son de interés comercial, como el loco (Concholepas concholepas) o el erizo rojo (Loxechinus albus).
Pérez Matus asegura que en Chile ya hay lugares en donde es posible ver los impactos negativos del barreteo. “En Tongoy y en Caldera, las algas no se han podido recuperar tras su extracción”, asegura el científico, aunque menciona que esto aún no se ha podido cuantificar. Por otro lado resalta que no hay que perder de vista el problema que genera la disminución de los bosques de algas: “Hay evidencia de que en ausencia de algas las especies comerciales disminuyen, lo que genera un impacto en los pescadores”.
Alex Gamarra explica que en Perú no fue hasta el año 2001 que se observó que había grandes poblaciones de algas y se comenzó a explotar este recurso. Sin embargo, “viendo la experiencia de Chile de que sacaban mucho huiro palo, nosotros prohibimos la extracción de esta especie”, asegura Gamarra.
El experto explica que en Perú, el aprovechamiento de algas se hace principalmente por medio de la recolección cuando el recurso es varado. Sin embargo, “si alguien quiere extraer una pradera, el IMARPE hace una evaluación poblacional. Movemos embarcaciones, buzos, personal a bordo que hace un muestreo de las algas para saber qué tanto hay y si se puede aprovechar una fracción”, asegura Gamarra.
El investigador señala que la solicitud de extracción se ha vuelto más recurrente. Explica que los pescadores artesanales complementan su pesca de perico (Coryphaena hippurus) o pota (Dosidiscus gigas) con la extracción de algas, sobre todo cuando el recurso habitual escasea y en fechas donde se hace necesario un mayor ingreso, como navidad o el inicio del año escolar. “Se está viendo una tendencia hacia aprovechar el alga”, señala Gamarra, por lo que “es importante que podamos mejorar nuestra capacidad de respuesta frente a esta demanda de la pesquería artesanal”.
Los científicos estiman que los experimentos en Perú comenzarán a realizarse el próximo año, una vez que la crisis sanitaria por COVID-19 permita que el equipo pueda realizar los estudios en terreno con total seguridad. Por ahora avanzan en las tareas que el confinamiento permite para poder contar lo antes posible con los resultados del proyecto. Establecer un manejo sustentable de este recurso cada vez más explotado es urgente para proteger no solo los bosques submarinos sino también la rica diversidad marina que depende de ellos.
*Imagen principal: Algas pardas en Islas Desventuradas. Foto: Oceana / Eduardo Sorensen.
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