- Durante poco más de 30 años, el doctor en antropología David B. Bray ha seguido la evolución del manejo forestal comunitario en México.
- A las decenas de artículos y libros que ha escrito sobre el tema, se suma el que se publicará en los próximos días y en donde plantea que el manejo forestal comunitario es una herramienta de mitigación y adaptación al cambio climático.
A finales de los años ochenta, el doctor en antropología David B. Bray conoció Capulalpam de Méndez, en la Sierra Norte de Oaxaca. Para ese entonces, esta comunidad ya tenía un lustro manejando sus bosques, aprovechando la madera e, incluso, ya tenía su propio aserradero.
El investigador que, en ese entonces era representante en México de la Fundación Interamericana, conoció cómo los ejidos y comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca, pero también de Durango o Chihuahua empezaron a trazar la ruta de lo que ahora es el manejo forestal comunitario.
En 1997, David B. Bray regresó de tiempo completo a la academia, como investigador del departamento de Tierra y Medio Ambiente de la Universidad Internacional de Florida, en Estados Unidos. Desde entonces, los bosques comunitarios son los protagonistas de sus investigaciones.
Treinta años después de que ser testigo de los los primeros pasos de la silvicultura comunitaria en la Sierra Norte de Oaxaca, David B. Bray decidió realizar un nuevo análisis del pasado, presente y futuro del manejo forestal comunitario en México. El resultado es el libro Mexico’s Community Forest Enterprises: Success on the Commons and the Seeds of a Good Anthropocene (Empresas forestales comunitarias de México: el éxito de los bienes comunes y las semillas de un buen Antropoceno) que se publicará en inglés a mediados de noviembre; entre abril y mayo estará disponible la versión en español.
El texto con el que se presenta el libro plantea dos preguntas al lector: “¿Qué sucede cuando se otorga a las comunidades derechos sobre los bosques, así como capacitación, apoyo organizacional, equipo y capital financiero? ¿Las comunidades destruyen el bosque en nombre del desarrollo económico, o lo manejan de manera sostenible, generando ingresos para sus hijos?”. Estas interrogantes son las que Bray intenta responder en la publicación con los resultados recientes de su investigación.
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¿Cómo es que se interesa en estudiar este modelo de conservación de bosques?
Fue por un accidente muy agradable. En octubre de 1989 empecé a trabajar en México como representante de una agencia del gobierno de Estados Unidos: la Fundación Interamericana, que operaba dando apoyos, donaciones y subsidios a organizaciones no gubernamentales y organizaciones de campesinos.
Conocí el trabajo que realizaban las comunidades en la Sierra Norte de Oaxaca. En ese momento, no había artículos académicos publicados sobre el tema, aunque ya tenía como cinco años de desarrollarse.
1989 era el año en que había mucha atención sobre la quema de la selva amazónica. Un año antes, (el brasileño) Chico Mendes fue asesinado. Había mucha atención sobre la destrucción de los bosques tropicales y, en México, yo estaba viendo una experiencia totalmente opuesta.
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¿Cuáles son los factores históricos que permitieron el desarrollo del manejo forestal comunitario en México?
Depende de dónde quieres establecer los inicios. Puede ser con el reparto de tierras forestales a las comunidades. Pero sí se puede ubicar que fue en la década de los años sesenta cuando comenzó a cobrar mayor fuerza, especialmente en Durango. Ahí se da la primera experiencia en donde las comunidades exigen la oportunidad de tener sus propias empresas forestales comunitarias.
Después, en los setenta, con la presidencia de Luis Echeverría, se da un gran impulso a las políticas públicas para apoyar al sector.
Eso es algo que a muchos de mis amigos y colegas en México les cuesta aceptar, pero creo que la evidencia es bastante clara. Lo que se dio en el desarrollo del manejo forestal comunitario fue una dialéctica —en el sentido marxista— entre las políticas públicas y el vigor empresarial de las comunidades.
Las políticas públicas fueron muy importantes. Las comunidades no hubieran conseguido lo que hoy han logrado sin no hubiera existido una aperturas desde arriba.
Las comunidades forestales mexicanas son muy activas, muy emprendedoras, muy capaces de organizarse, pero si México es el único país en el mundo en donde el manejo forestal se ha desarrollado a tal nivel de madurez y de sofisticación, es porque ha habido una integración entre la apertura desde arriba (las políticas públicas) y la respuesta de las comunidades. Ha sido algo dialéctico entre esos dos factores.
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¿Este modelo ha inspirado el desarrollo de la silvicultura en otros países?
Sí, ha tenido influencia en El Petén, en Guatemala. Hay un sector de bosques comunitarios muy poco estudiado en Bolivia. Pero no es común tener bosques manejados por las comunidades para producir madera. Eso es clave: la producción de madera.
Es más común encontrar bosques en donde a las comunidades se les permite aprovechar productos forestales no maderables, como plantas medicinales, frutas, forrajes para animales… Pero se trata de productos que tienen poco valor en el mercado. Sí pueden ser muy útiles para la sobrevivencia, pero no permiten el desarrollo económico. Es difícil que las comunidades que tienen este tipo de aprovechamiento realmente avancen económicamente.
La situación es diferente cuando las comunidades tienen acceso a la madera; un producto que tiene un valor más o menos estable en el mercado. En el mundo es poco común que campesinos pobres tengan acceso a un producto de esa naturaleza; no es maíz, no es café, no es arroz.
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A lo largo del libro aborda una serie de consecuencias positivas que han tenido las empresas forestales comunitarias de México. ¿Cuáles resaltaría?
Hay muchos estudios académicos, citados en el libro, que demuestran que las comunidades que están manejando sus bosques para la producción comercial de madera no están deforestando. En muchos casos, la cobertura forestal está ampliándose; en parte porque los programas de manejo lo contemplan, pero también por sus propias prácticas y las decisiones que las comunidades toman.
Hay mucho bosque en conservación. Sí pueden ser bosques de encino, que no es una especie muy comercial, pero son bosques que están siendo conservados como fuentes de agua y que tienen muchas ventajas para la biodiversidad y la cobertura forestal.
También tienen muchos beneficios económicos para las comunidades. Aunque eso depende del tamaño del bosque. En bosques grandes, hay mucho empleo. En la mayoría de los casos, las comunidades no se ven como empresas normales que buscan rentabilidad. Estas empresas buscan generar empleos y beneficios para la comunidad; hacen inversiones en caminos, en computadoras para las escuelas, algunas construyen casas para los comuneros, tienen pensiones de vejez. Eso es algo muy raro en el campo mexicano.
En comunidades con bosques más pequeños se tienen algunos empleos; pueden parecer no gran cosa, pero sí lo es para la comunidad. Hay beneficios económicos a todos los niveles.
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También identifica algunos de problemas que enfrentan hoy las empresas forestales comunitarias.
En este momento, el problema principal es el crimen organizado.
Hay estados en el norte de México en donde, al parecer, el crimen organizado se ha apoderado de algunas empresas forestales comunitarias, a veces con apoyo de fuerzas internas de la comunidad. Esas son situaciones muy difíciles. Hay comunidades que tienen que pagar al crimen organizado una cuota de “protección”. En Durango y Chihuahua ese es un problema importante.
Otro problema es que desde el gobierno de Enrique Peña Nieto —y tristemente ha seguido con el de Andrés Manuel López Obrador— hay recortes fuertes a la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Antes sí había apoyos importantes en términos de lo que llamo los cinco capitales del sector: físico, humano, financiero, social y natural.
En muchos casos, las empresas forestales comunitarias sí pueden sobrevivir sin esos apoyos; aunque es cierto que no ayuda la disminución de los apoyos.
La sobrerregulación ha sido identificada por algunos como un factor que pesa sobre el sector. Yo digo que eso es relativo. En muchos casos, las comunidades han aprendido a manejarlo. Sí son fuertemente reguladas, de eso no hay duda, pero no creo que sea un problema muy grave. Puede serlo para las comunidades pequeñas y las que están empezando.
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En el libro dedica un espacio importante para hacer un análisis sobre la teoría de los comunes de Elinor Ostrom (premio nobel de economía 2009).
Hago una crítica para ampliar la teoría de los comunes que presenta Elion Ostrom. Ella es mi héroe intelectual. Tuve la gran oportunidad de conocerla y hablar con ella varias veces.
Ostrom conocía la experiencia de México pero, en mi opinión, no entendió bien el tema de los bosques comunitarios. Creo que ella no apreciaba la importancia de las políticas públicas para crear y dinamizar, dar vigor y fuerza a la propiedad común.
En diferentes momentos del gobierno mexicano, las políticas públicas fueron clave para la creación del sector.
Por otra parte, también hay que tomar en cuenta la importancia de los mercados. Los casos que ella presenta son básicamente de producción para la subsistencia, donde los mercados no son muy importantes. Como ya comentaba, el hecho de que la madera sea un producto con tanta importancia económica hace que se deban tomar en cuenta los cinco capitales.
Las empresas comunitarias necesitan el capital natural; eso es básico y lo obtuvieron con la reforma agraria. El capital físico son los caminos forestales, que requieren mucha inversión y que, en algunos casos, las comunidades los heredaron de la época de las concesiones privadas. En otras ocasiones han sido dotados por el gobierno. El capital humano es la experiencia directa y empírica para operar una empresa. También el gobierno, en diferentes momentos proporcionó mucha capacitación a las comunidades.
Lo que yo planteo es que es necesario tener los incentivos del mercado, un sentido fuerte para el desarrollo de capital social, agregado al capital natural. Es necesario que, en diferentes momentos y en diferentes grados, se tengan los cinco capitales. Ostrom solo se concentró en el capital social.
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¿Las empresas forestales comunitarias tienen futuro en el panorama actual?
En México, sí tienen futuro, porque es algo muy arraigado.
¿Y fuera de México?
Eso es más difícil. En el caso de México se repartieron las tierras y devolvieron los derechos a las comunidades sobre los territorios forestales. Eso implica que élites políticas y económicas cedan derechos a la gente del campo; en la mayoría de los países no están dispuestos a ceder esos derechos. Así que es voluntad política. Hay poderes políticos, económicos que no quieren ceder. Eso es una gran barrera en cualquier país, a pesar de que la evidencia muestra que se podría tener muchos beneficios económicos para la población y podría ayudar a la estabilidad política.
¿En México, por qué sí cedieron los diferentes poderes?
En México, el sector forestal nunca ha sido muy importante económicamente, en términos de porcentaje del producto neto bruto. Entonces, los intereses económicos asociados con lo forestal sí existían, tenían peso en ciertos momentos, pero finalmente no fueron muy fuertes. En México no se tocaron intereses económicos muy poderosos, como sí sucede en países como Indonesia, donde el sector forestal es mucho más importante económicamente.
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Usted destaca que durante los setenta se dieron tierras forestales a varios ejidos y se dio un impulso al sector. En esos años, México tenía varios movimientos guerrilleros y había una represión muy fuerte en estados como Guerrero.
En los setenta, por un lado, el gobierno reprimía fuertemente y con mucha violencia, utilizando el “terror del Estado” contra la guerrilla y la población civil. Eso sucedió especialmente en la sierra de Atoyac de Álvarez, en Guerrero. Pero, por otro lado, a ejidos de la región se les dio tierras. Está el caso del Balcón, en Tecpan de Galeana. En esa zona se entregaron 20 mil hectáreas de bosques a comunidades de campesinos. Lo único que se les pidió, implícitamente, fue que se olvidaran de la guerrilla. Se utilizó esa dotación de tierras como un instrumento de “pacificación rural” para enfrentar a la guerrilla.
En el libro también habla de la capacidad de resiliencia de las comunidades forestales de México…
Son resilientes porque son propietarios de sus bosques. Tienen un producto valioso en el mercado y eso los hace resilientes económicamente. Son resilientes políticamente, porque sí están reconocidos como un actor importante en el sector forestal. Son resilientes ecológicamente, porque su aprovechamiento es sustentable. Son un factor importante en la resiliencia al cambio climático, tanto para la adaptación como para la mitigación.
En el tema del cambio climático hay dos visiones. Una señala que tenemos que conservar los bosques porque son reservorios de carbono. Eso es cierto, pero lo que no aprecian de comunidades como las de México —donde se hace aprovechamiento maderable de los bosques—, es que cuando cortan madera, la cantidad de CO2 que están emitiendo a la atmósfera es mínima. Además, el carbono que se encuentra en esa madera, que se utiliza para la construcción o muebles, va a estar almacenado por décadas.
Además, estas comunidades propician el crecimiento de nuevos árboles. Ese es su interés: asegurar que el bosque se reproduzca. Entonces, un bosque bien manejado está capturando más CO2 de la atmósfera que un bosque totalmente conservado.
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¿Considera que la capacidad de resiliencia de estas comunidades es tan fuerte que les permitirá enfrentar el crimen organizado?
Eso es lo más difícil. Y eso sí es una falla importante del Estado mexicano. Hay una definición clásica de Max Weber, donde señala que el Estado tiene el monopolio de la violencia con el ejército y la policía; legalmente son los únicos que, en determinadas situaciones, pueden usar la violencia. En México se ha perdido el control de eso.
Hay casos contados de comunidades que han logrado hacer frente al crimen organizado. Uno de ellos es Cherán, en Michoacán. Después de años muy difíciles y mucha violencia, lograron organizarse y expulsar al crimen organizado dedicado a la tala ilegal de la madera. Pero no creo que haya muchos casos así, porque es muy difícil. A menos que el gobierno de México comience a tener más presencia en zonas forestales.
¿Cuál es el hallazgo principal de su investigación?
Este es el hallazgo más importante: devolviendo (a las comunidades) los derechos sobre el bosque y dando apoyos en los cinco capitales, se logran muchas ventajas económicas y políticas para las comunidades y para la nación. En ese sentido, cuando se habla de manejo forestal, México es un modelo para el mundo en vías de desarrollo.
ALGUNOS ARTÍCULOS CIENTÍFICOS DE DAVID BARTON BRAY:
- Bray, D. (2018). Democracy in the Woods: Environmental Conservation and Social Justice in India, Tanzania, and Mexico, by Prakash Kashwan (Oxford University Press, 2017).
- Bray, D. B., Duran, E., Ramos, V. H., Mas, J. F., Velazquez, A., McNab, R. B., … & Radachowsky, J. (2008). Tropical deforestation, community forests, and protected areas in the Maya Forest. Ecology and Society, 13(2).
- Bray, D. B., Antinori, C., & Torres-Rojo, J. M. (2006). The Mexican model of community forest management: The role of agrarian policy, forest policy and entrepreneurial organization. Forest Policy and Economics, 8(4), 470-484.
- Bray, D. B., Merino-Pérez, L., & Barry, D. (Eds.). (2005). The community forests of Mexico: Managing for sustainable landscapes. University of Texas Press.
- Bray, D. B., Ellis, E. A., Armijo-Canto, N., & Beck, C. T. (2004). The institutional drivers of sustainable landscapes: a case study of the ‘Mayan Zone’in Quintana Roo, Mexico. Land Use Policy, 21(4), 333-346.
* Imagen principal: Bosques comunitarios en la Sierra Juárez en Oaxaca, donde hay una larga tradición de manejo forestal comunitario. Foto: Edel Bautista/Tomada de la página de Facebook de Turismo Ecológico comunitario Capulálpam.
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