- Durante las últimas décadas, muchas especies de rana arlequín —género Atelopus— han sufrido graves declives poblacionales y extinciones, principalmente por culpa de un hongo. Hoy en día, de las 94 especies evaluadas por la UICN, 83 % están en peligro de extinción.
- La Iniciativa de Supervivencia Atelopus es una nueva alianza de más de 40 organizaciones de 13 países que busca trabajar colectivamente para salvarlas antes de que sea demasiado tarde: alrededor del 40 % de las especies de Atelopus han desaparecido de sus hogares conocidos y no se han visto desde principios del nuevo milenio, a pesar de grandes esfuerzos para encontrarlas.
En 2019 la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES) dio uno de los mensajes más alarmantes de los últimos tiempos sobre la flora y fauna de nuestro planeta: alrededor de un millón de especies de animales y plantas están ahora en peligro de extinción y muchas podrían desaparecer en pocas décadas, lo que representa una amenaza sin precedentes en la historia de la humanidad.
Los anfibios están en gran peligro con aproximadamente el 40 % de sus especies bajo alguna categoría de amenaza. Entre ellos, uno de los géneros que más preocupa es Atelopus, originario del neotrópico, cuya distribución va desde Costa Rica hasta Bolivia, extendiéndose al oriente hasta la Guayana Francesa. De las 94 especies evaluadas por la UICN, el 83 % se encuentran en la Lista Roja de Especies Amenazadas. Es más, un 40 % de las especies de este género son consideradas como posiblemente extintas en la naturaleza y cuatro ya desaparecieron oficialmente del planeta.
Debido a este preocupante panorama nació la Iniciativa de Supervivencia Atelopus (ASI, por sus siglas en inglés), una alianza de más de 40 organizaciones de 13 países que buscan salvar de la extinción a este género de anfibios. Además, hace pocas semanas ASI publicó el Plan de Acción para la Conservación de las Ranas Arlequín (Atelopus) 2021-2041.
Un llamado urgente al trabajo colaborativo
Una de las principales causas de las declinaciones poblacionales y extinción de algunas especies del género Atelopus, más conocido como ranas arlequín, es el Batrachochytrium dendrobatidis, unhongo quítrido mortal que tuvo sus peores efectos en los anfibios en la década de los ochenta.
“Hace cerca de tres años Re:wild, la organización en que trabajo y que auspicia la Lista Roja para anfibios de la UICN, debido a la grave situación de las ranas arlequín, empezó a indagar y nos dimos cuenta que mucha gente, en varios países, estaba trabajando activamente por la conservación de algunas especies, pero no había mucho intercambio de conocimientos y experiencias, ni un esfuerzo articulado a nivel de región para salvar el género”, dice Lina Valencia, bióloga colombiana fundadora de ASI, co-coordinadora del Grupo de Trabajo Atelopus del Grupo Especialista en Anfibios de la UICN y coordinadora de los países andinos para Re: wild.
En noviembre de 2019 lograron reunir, en el parque Explora en Medellín, a más de 40 personas de distintos países y concluyeron que era vital una gran iniciativa que promoviera la participación activa de diversos grupos, no solo científicos y académicos, sino también de representantes de comunidades locales, personal de ministerios y parques nacionales, ONG, zoológicos, entre otros.
De esa primera reunión salió la idea de crear el primer plan de acción para la conservación de las ranas arlequín, el cual fue publicado hace pocas semanas. Dicho plan se sustenta en cinco objetivos: producir conocimiento de línea base, asegurar poblaciones viables en hábitats naturales, mantener y manejar colonias de rescate, aumentar la visibilidad de las Atelopus y crear un mecanismo de colaboración y participación.
El primer objetivo se centra en recopilar y producir información científica clave sobre el estado poblacional actual, la historia natural y las amenazas a las poblaciones de Atelopus. En segundo lugar se desarrollarán y aplicarán estrategias y protocolos para reducir los impactos de las principales amenazas que afectan al género. El tercer objetivo se enfoca en crear capacidades técnicas y científicas y compartir mejores prácticas para implementar tecnologías de reproducción asistida en los casos de los anfibios más amenazados, así como aplicar programas de reintroducción y de seguimiento posterior a la liberación.
El cuarto eje del plan tiene que ver con concientizar a las personas sobre la existencia de las Atelopus “y promover las ranas arlequín como joyas de los bosques, páramos y arroyos del Neotrópico, convirtiéndolas en un género emblemático y en un símbolo internacional, regional y nacional de prosperidad, esperanza y biodiversidad”, dice el documento.
Finalmente, otro de los objetivos clave es garantizar el apoyo técnico, logístico y financiero necesario para asegurar la conservación a largo plazo de las ranas arlequín.
Sobre este último objetivo, Valencia dice que es muy importante desarrollar estrategias para fomentar la colaboración, comunicación y el trabajo interdisciplinario. “Fue interesante ver cómo en nuestra primera reunión había personas que llevaban décadas trabajando con el género y no se habían visto las caras antes” y añade que lo que buscan no es solo publicar un documento, “sino de verdad cambiar el estatus de conservación de las ranas. Si no trabajamos colectivamente, este género se nos va a extinguir”.
Aunque las intenciones son las mejores, los integrantes de la iniciativa saben que uno de los principales obstáculos es la escasez de recursos económicos para implementar estrategias de conservación. Por eso, el trabajo colaborativo se presenta nuevamente como la principal apuesta. Lina Valencia comenta que en lugar de que 10 personas u organizaciones compitan por un mismo fondo, la iniciativa pretende que se junten experiencias y capacidades para aplicar como equipo a fondos más grandes y así reducir esa competencia que suele darse para obtener unos recursos que son bastante limitados.
El ataque mortal de un hongo
¿Por qué el género Atelopus fue uno de los más afectados por el hongo quítrido? Para el biólogo ecuatoriano Juan Manuel Guayasamín, esa es la pregunta del millón. Existen varias hipótesis pero es enfático al indicar que mucho todavía está en el plano de la especulación pues hace falta demasiada información sobre este tema, además que los principales impactos de la enfermedad causada por el hongo ocurrieron hace varias décadas, cuando pocos científicos trabajaban con anfibios y se desconocía la existencia de este patógeno.
Lo que se sabe es que el hongo empezaba afectando la piel de las ranas, causándoles luego muchos problemas fisiológicos, desde respiratorios hasta circulatorios. “Muchas de estas ranas mueren de ataques cardíacos por estrés asociado a la enfermedad”, dice Guayasamín, investigador de la Universidad San Francisco de Quito y también co-coordinador del Grupo de Trabajo Atelopus del Grupo Especialista en Anfibios de la UICN.
Para el biólogo lo que está claro es que el hongo está asociado con declinaciones y extinciones de más de 500 especies de anfibios. “Si hablamos de pandemias que tienen un efecto en la biodiversidad esta es la peor pandemia reportada en la historia, no hay un caso similar de un patógeno que infecte y afecte a tantas especies”, destaca.
Sin embargo, el hongo no actúa solo y los biólogos creen que se trata de una combinación de factores que incluye la destrucción y degradación de los hábitats —como resultado de la agricultura, la ganadería, la tala, la minería y el desarrollo de infraestructura—, la introducción de especies invasoras como la trucha arcoíris que se alimenta de renacuajos de ranas arlequín, la contaminación, la recolección ilegal para el comercio de mascotas y los efectos del cambio climático.
“Parece que también tiene que ver con el sistema inmune de las Atelopus, no tienen un mecanismo para protegerse de la enfermedad”, dice Guayasamín y asegura que el hongo está bastante diseminado entre los anfibios pero, al parecer, muchas especies ya han generado mecanismos de tolerancia. O por lo menos, eso esperan.
Por otro lado, el biólogo comenta que es muy interesante que en los últimos 10 años varias especies que se pensaban extintas han sido redescubiertas, “aunque siempre se redescubren en densidades muy bajas y en pocas localidades, bajo escenarios que podríamos determinar como catastróficos”.
Guayasamín y un grupo de investigadores que forman parte de la nueva Iniciativa de Supervivencia Atelopus ganaron recientemente un fondo para ir a campo a estudiar a la redescubierta Atelopus ignescens, que antes de la década de los ochenta era muy abundante en los Andes ecuatorianos, incluso muy cerca de Quito. Esta especie no se había visto por décadas a pesar de que era muy común y recientemente pasó de Extinta a en Peligro Crítico.
Hace poco también se volvió a ver a la Atelopus mindoensis. El lugar donde se le vio de nuevo es un bosque en una reserva privada donde hay ríos sin truchas arcoíris —una rareza actualmente en los Andes ecuatorianos según los investigadores—. “De cierta forma esto te da tranquilidad pero también te encuentras con otras poblaciones que están en situaciones graves, como Atelopus ignescens. Ahí sí te preocupas y es urgente trabajar”.
Un indicador de la calidad del agua
Como otros anfibios, las ranas arlequín son vitales para ecosistemas saludables. Sus renacuajos dependen del agua limpia y, debido a esto, su presencia indica agua de mejor calidad en un ecosistema, mientras que su declive o ausencia es a menudo el primer signo de un ecosistema en problemas.
“Proteger y restaurar las ranas arlequín y sus hábitats también beneficiará a otras especies que comparten los ecosistemas en los que viven y que proporcionan agua a decenas de millones de personas y, en última instancia, a toda la vida en la Tierra”, dice Lina Valencia. “Esperamos que la Iniciativa de Supervivencia de Atelopus sea un modelo exitoso que los conservacionistas puedan emular para otros grupos de especies amenazadas”, añade.
Juan Manuel Guayasamín recalca que es urgente entender cuestiones cruciales como cuáles especies realmente están extintas, cuáles sobreviven, por qué sobreviven y si son más tolerantes al hongo. Este estudio debe hacerse en paralelo con actividades de protección “porque la situación es tan frágil que no sabemos qué va a pasar en el corto plazo”.
El biólogo asegura que algunas especies de Atelopus tienen a sus últimas poblaciones literalmente luchando por su vida en zonas bastante alteradas por los humanos “y eso sí te da susto. Tienes actividad agrícola, ganadera, minería y truchas en los Andes que se comen a todos los renacuajos. Tenemos que trabajar bastante de la mano con las comunidades”.
Finalmente, Valencia resume el objetivo de la iniciativa en pocas palabras: “este [Atelopus] es un género diverso, con diversas amenazas, que necesita diversas soluciones que vienen de diversas perspectivas”.
*Imagen principal: Atelopus spumarius. Foto: Jaime Culebras/Photo Wildlife Tours.
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