- La vulnerabilidad de América Latina frente al cambio climático es incluso mayor que la de países desarrollados debido a que las condiciones de pobreza e inequidad agudizan los impactos.
- La falta de financiamiento, pero también de gobernanza son las principales razones que impiden que América Latina avance hacia la adaptación.
Como se esperaba, las conclusiones del último reporte del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) no han sido alentadoras. Más de 270 científicos de 67 países evaluaron los impactos del cambio climático, la vulnerabilidad de distintas poblaciones y las medidas de adaptación que se han tomado para que la humanidad pueda sobrevivir a las nuevas condiciones climáticas.
Los expertos han advertido que hagamos lo que hagamos las temperaturas seguirán aumentando inevitablemente, pero que sí es posible limitar este aumento a 1,5 °C. Sin embargo, aún si logramos mantenernos en esa meta no se eliminarán los riesgos y ciertos impactos ya son irreversibles. Los hielos continuarán derritiéndose y el aumento del nivel del mar es una realidad. “No hay vuelta atrás en algunos cambios del sistema climático”, aseguraron los expertos.
Es por eso que los esfuerzos no solo deben estar destinados a mitigar el cambio climático, sino también a adaptarse a las nuevas condiciones. En esa tarea, uno de los grandes desafíos de América Latina es lograr proteger la biodiversidad. Conservar y restaurar los ecosistemas es una de las herramientas de adaptación más poderosas, aseguran los expertos, ya que no solo son grandes sumideros de gases de efecto invernadero, sino que también pueden contener los embistes de las tormentas cada vez más frecuentes o pueden ser reservorios de agua en sequías cada vez más prolongadas.
Sin embargo, poco se ha avanzado en una verdadera estrategia de adaptación. Aunque en todos los sectores hay planes de adaptación, existe una brecha enorme frente a su implementación. En otras palabras, mientras miles de millones de personas viven en contextos que son altamente vulnerables al cambio climático, las ideas se están quedando en el papel.
América Latina ya siente los impactos
“La situación es muy compleja”, dice el exministro de Ambiente colombiano, Manuel Rodríguez Becerra, en conversación con Mongabay Latam.
El blanqueamiento y la mortalidad de los corales, las sequías cada vez más largas, el aumento de la mortalidad de árboles por falta de agua, los incendios forestales cada vez más agresivos, los ciclones y huracanes cada vez más frecuentes y el aumento de la mortalidad humana por las olas de calor son algunos de los principales impactos que ya está causando el cambio climático. “El alcance y la magnitud de esos impactos son mayores que los estimados en evaluaciones anteriores”, asegura el último reporte del IPCC.
Millones de personas están expuestas a la inseguridad alimentaria producto de los fenómenos meteorológicos extremos y aproximadamente la mitad de la población mundial experimenta actualmente una grave escasez de agua durante al menos una parte del año. Además, el calentamiento y la acidificación de los océanos también han impactado en la acuicultura y la pesca poniendo en riesgo la que, para muchas comunidades costeras, es la principal fuente de alimentación.
Por otro lado, el aumento de las temperaturas, las lluvias y las inundaciones han provocado la aparición de enfermedades diarreicas, como el cólera, que habían disminuido a nivel mundial. Las enfermedades animales y humanas, incluidas las zoonosis, también están surgiendo en nuevas áreas, producto de la intrusión de los seres humanos en los ecosistemas silvestres.
Lo peor es que los impactos continuarán en aumento y a corto plazo la mayor frecuencia, severidad y duración de los eventos extremos “pondrán a muchos ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos en alto o muy alto riesgo de pérdida de biodiversidad”, señala el estudio.
El problema de esto, explica Manuel Pulgar-Vidal, exministro de Ambiente de Perú y hoy líder de Clima y Energía para WWF, es que la pérdida de biodiversidad implica la pérdida de los servicios ecosistémicos y eso, a su vez, expone a los seres humanos a una mayor vulnerabilidad frente al cambio climático. Por ejemplo, los manglares y las barreras de coral actúan como una barrera de contención ante las tormentas y marejadas. Ante la ausencia de esos ecosistemas, los habitantes de las zonas costeras son más vulnerables a inundaciones. Así como los manglares y las barreras de coral, todos los ecosistemas prestan servicios ofreciendo seguridad, proveyendo alimentos y agua, y regulando el clima. Por lo tanto “la biodiversidad afectada deja de proveer estos servicios que son esenciales para la supervivencia de los seres humanos”, añade Pulgar-Vidal.
El reporte del IPCC advierte que América Latina ya está siendo afectada por el incremento del nivel del mar, por la erosión costera, la acidificación del océano y las sequías extremas. De hecho, las altas temperaturas registradas en la Amazonía durante los últimos años se pueden atribuir al cambio climático, asegura el informe. “Una sequía de esas implica una degradación del ecosistema y por consiguiente una disminución de la biodiversidad”, explica Rodríguez. Además, Thelma Krug, vicepresidenta del IPCC, sostuvo que América Latina enfrenta mayores vulnerabilidades que los países desarrollados por el cambio climático, “cuyos efectos se ven profundizados por la pobreza e inequidad”. Ello podría afectar el rol de la región como productor de alimentos y generar inseguridad alimentaria, agregó.
El grupo de expertos advierte que la agricultura en la región se verá seriamente afectada por la escasez de agua debido al retroceso de los glaciares. “En los Andes, desde la década de 1980, se ha perdido entre el 30 % y el 50 % del área glaciar y los Andes del Sur muestran las tasas más altas de pérdida de masa glaciar en todo el mundo”, asegura el informe. Es así como la región Andina, pero también el noreste de Brasil y los países del norte de América Central son las regiones más vulnerables a la migración y los desplazamientos climáticos.
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Adaptación sin financiamiento
“La evidencia científica es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta. Cualquier retraso adicional en la acción global concertada perderá la ventana para asegurar un futuro habitable”, dijo Hans-Otto Pörtner, presidente del Grupo II del IPCC, que fue el encargado de escribir este capítulo del informe.
Aun así, “hay muy pocos países de la región que tienen planes nacionales de adaptación”, señala Pulgal-Vidal. De hecho, a nivel mundial solo lo tienen 31 países, asegura el experto, lo que es “realmente serio”, dice.
Aunque la adaptación ha sido tema fundamental de la Convención desde el inicio de la misma, “siempre se ha quedado muy rezagada para la parte de financiamiento porque la mayor parte de los recursos se han ido a mitigación, es decir, a reducir las emisiones”, explica Sandra Guzman, gerente de financiamiento climático de Climate Policy Initiative, un laboratorio que trabaja para mejorar las políticas energéticas centrándose especialmente en su financiación.
Según la experta, esto se debe principalmente a que, contrario a la mitigación, la adaptación no genera ganancias financieras. “Como medida de mitigación puedes cambiar un coche de diésel a un coche eléctrico y además de reducir emisiones generas un negocio, pero la adaptación no es así”, dice Guzmán. “La adaptación es un medio de supervivencia y toma años en lograr impacto, entonces obviamente lo hace menos atractivo para los países desarrollados o para los inversionistas”, explica.
Pero Pulgar-Vidal sostiene que una de las razones importantes por las que todavía no se destinan suficientes recursos a la adaptación es que, contrario a la mitigación, no existe aún una meta global. “No tenemos una meta sobre la cual podamos medir progreso de la adaptación y que nos permitiría saber con exactitud que los recursos están siendo bien destinados y que estamos reduciendo nuestras condiciones de vulnerabilidad”, explica el experto. Sin embargo, la necesidad de establecer una meta global de adaptación fue parte de las discusiones de la COP26 y Pulgar-Vidal asegura que “se esperan muchos avances en la COP27”.
Mientras tanto, la falta de financiamiento impide, por ejemplo, acabar con la deforestación de la Amazonía, asegura Rodríguez, una misión que vale millones. “No es que los gobiernos no estén de acuerdo en que hay que detener la deforestación, claro que están de acuerdo, pero a la hora de la verdad, países como Colombia o Perú tienen más territorio que Estado”, explica, y una mayor presencia del Estado en la región amazónica implica importantes recursos, agrega.
Pulgar-Vidal, por su parte, precisa que no solamente se trata de dinero, “sino también de tener condiciones políticas habilitantes, condiciones de gobernanza”, es decir, “que estés organizado para la adaptación, cosa que lamentablemente muchas veces no ocurre”, dice.
Aunque el análisis del reporte del IPCC sostiene que existen numerosas acciones de adaptación en marcha, como la mejora en la cantidad y calidad del suministro de agua, diversificación de cultivos, sistemas de alerta temprana, pago por servicios ecosistémicos, infraestructura verde o soluciones basadas en la naturaleza, también reconoce que “existen brechas entre los niveles actuales de adaptación y los niveles necesarios para responder a los impactos y reducir los riesgos climáticos”. En otras palabras, existen buenos proyectos pero no alcanzan la escala requerida.
Además, muchas iniciativas dan prioridad a la reducción del riesgo climático inmediato y a corto plazo, pero al final tienen un balance neto negativo. Ejemplo de ello son la construcción de reservorios de agua para asegurar el riego que, en ciertos casos, puede a la larga tener efectos negativos sobre la sequía.
El camino por recorrer para lograr sociedades adaptadas al cambio climático capaces de soportar los impactos actuales y también los futuros es todavía largo. La adaptación actual es menor a la que se necesita, pero el tiempo apremia porque los impactos del cambio climático ya están aquí.
*Imagen principal: Hace años que el cauce del río Putaendo no trae agua y se ha transformado en un basural. Foto: Michelle Carrere.
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