- La lideresa indígena nasa y senadora electa de Colombia explica que los grupos armados, el narcotráfico, el despojo territorial y el interés por los recursos naturales, ponen en riesgo la vida de los pueblos indígenas.
En el Cauca, Colombia, la violencia es una constante. La amenazas y ataques a quienes defienden el territorio, el medio ambiente y los derechos de los pueblos indígenas, han escalado a niveles desproporcionados, alcanzando incluso la vida de las infancias. Por eso, para Aida Quilcué, agachar la cabeza no es una opción.
“Eso es lo que el enemigo quiere”, dice la lideresa indígena del pueblo nasa, quien ha vivido los ataques en forma directa: su esposo fue asesinado en 2008. “Pero ahí ha estado la comunidad, la gente que nos anima para continuar ese trabajo que hemos encaminado”, asegura.
Quilcué es originaria del resguardo indígena Piçkwe Tha Fiw, en el municipio de Páez, Tierradentro. Después de estar al frente de los procesos organizativos del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y participar en las luchas de su pueblo desde muy joven, hoy es senadora electa de la República por la Circunscripción Especial Indígena, como representante del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), una posición con la que busca legislar a favor de los pueblos indígenas.
“Mi comunidad es muy pequeña, pero muy activa y con muchos sueños; ahí hemos tejido procesos muy interesantes con la juventud”, dice al hablar de cómo a través del arte, la cultura y la educación han rescatado a este sector de la población de ser cooptadas por el crimen organizado.
“Son muchos procesos que me parecen muy bonitos y, lógicamente, están en riesgo por el hecho de que yo soy de esa comunidad”, continúa. “Casi no puedo permanecer ahí, porque en dos ocasiones intentaron asesinarme y también pusieron en riesgo a muchos líderes de la comunidad. Esas son las situaciones que toca afrontar”.
Mongabay Latam conversó con Quilcué sobre las amenazas a la vida de los pueblos indígenas en los territorios colombianos.
—¿Cuáles son las principales amenazas o problemáticas que ha detectado en los territorios indígenas colombianos y de qué forma están afectando a las comunidades?
—Las amenazas que siempre han persistido son, primero, las afectaciones al territorio. Ha habido desplazamiento forzado porque ha habido despojo territorial, pero en especial lo que ha causado esto es la guerra que duró más de 50 años. Ahora, en el post conflicto, se reactiva la guerra mucho más fuerte y existen muchos grupos armados, pero a la vez el narcotráfico y sus rutas, el interés por los recursos naturales de la Madre Tierra. Son muchos intereses en nuestros territorios hoy y nuestro pueblo tiene esas amenazas sistemáticas.
—Existen numerosos casos de defensores de la tierra que han sido asesinados, comunidades indígenas desplazadas por la violencia y por los proyectos extractivos en toda la región, ¿cómo estos hechos de persecución, de desaparición y de muerte están afectando a los pueblos indígenas colombianos?
—Las vulneraciones sistemáticas a las que hemos sido expuestos, desde hace mucho rato, conllevan al exterminio físico y cultural. Afectan de manera directa a las comunidades, a la cultura, la cosmovisión, al territorio y es una forma de desaparición forzada de muchos pueblos, porque muchos pueblos en Colombia están en riesgo de exterminio físico y cultural.
Las comunidades hemos ejercido gobierno propio, hemos hecho el ejercicio del control social y territorial. Muchos de nuestros guardias, autoridades, líderes sociales, mujeres, niños y la población en general han sido asesinados. Hemos tenido una situación muy compleja, especialmente en el Cauca y en el sur occidente colombiano, donde la vida está en riesgo y mucho más en estos tiempos electorales.
—¿Cómo es que se han organizado para hacerle frente, desde las comunidades, a todos estos riesgos?
—Yo diría que no ahora. Hemos estado organizados desde hace muchos años, en tiempos milenarios, con el ejercicio del gobierno propio, nuestra autoridad, la jurisdicción especial indígena y la misma guardia indígena que ha contribuido a proteger la vida y el territorio.
—¿Qué significa ser lideresa indígena en este contexto? ¿Cómo es vivir bajo amenaza y criminalización y, además, ver qué otras compañeras y compañeros están pasando por lo mismo?
—Las amenazas han sido una constante y nos ha tocado aprender a convivir con el riesgo. Tenemos que cuidarnos mucho, pero hay una situación muy difícil con nuestros liderazgos, nuestras autoridades, en los procesos sociales. El gobierno, primero, no da garantías individuales ni colectivas para proteger la vida, pero de todas maneras nos hemos organizado para salvaguardarnos y hacer las denuncias jurídicas, penales e internacionales. Pero eso ahora ya no es suficiente, porque simplemente no se garantiza ese derecho a ser protegido en el marco individual y colectivo.
—En un entorno que resulta violento en general para las comunidades, ¿qué está ocurriendo con la población joven y la niñez indígena en Colombia? ¿De qué forma trabajan para detener, por ejemplo, su incursión en actividades ilícitas?
—Los jóvenes son la población más vulnerable en el reclutamiento, en el desarraigo cultural del territorio y en muchas otras formas de violencia. Pero en el ejercicio de la gobernanza de nuestras autoridades, la Guardia Indígena y los mecanismos de operativizar los sistemas propios ha contribuido un poco a la protección de nuestros niños, niñas y jóvenes.
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—En materia política, ¿qué relación están manteniendo las organizaciones indígenas con el Estado? ¿En qué grado están siendo escuchadas y atendidas por el gobierno del país?
—El gobierno siempre nos ha atendido en la medida en que nos hemos movilizado, en la medida en que hemos exigido los derechos. Así se ha hecho, pero realmente ha sido muy difícil porque los gobiernos de derecha nunca atienden los requerimientos de las comunidades y, sin embargo, acudimos a los procesos de movilización y exigibilidad.
—¿Qué significa, entonces, su reciente llegada al Senado al resultar electa para una de las curules especiales indígenas? ¿Qué simboliza esto para el movimiento de los pueblos originarios en Colombia?
—Es muy importante, pero también es fundamental, porque en Colombia, por primera vez, hay un congreso alternativo de la República, a donde hemos llegado muchos procesos alternativos y que seguramente vamos a hacer un equipo, una importante bancada para avanzar en la estrategia de legislar a favor de los pueblos y las comunidades.
—¿Y para las mujeres indígenas?
—Creo que es un camino. Es una contribución a que las mujeres se preparen para avanzar en la participación, en la conducción y la orientación de los verdaderos procesos.
[Quiero] saludar a todas las mujeres que nos escuchan y que, a pesar de las dificultades, nos animemos, nos acompañemos, nos solidaricemos y que podamos sacar nuestra forma de ser mujer adelante, pero también a nuestros hijos y nuestras familias. Ojalá algún día tengamos un mundo mejor.
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—¿Hacia dónde está mirando usted? ¿Qué objetivos tiene de frente?
—Creo que mi propósito no es individual, vengo de un proceso orgánico, del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y del movimiento indígena colombiano, y son esos procesos los que voy a llevar y a coadyuvar en los espacios que vamos encaminar de aquí en adelante.
—Respecto a los territorios de los pueblos indígenas colombianos, ¿qué tanto es el avance en su titulación? ¿Ha habido voluntad política del Estado para reconocer estos espacios?
—Nunca ha habido voluntad del gobierno colombiano: todos los procesos que hasta el momento hemos logrado, han sido bajo los mecanismos de exigibilidad, de movilización y de diálogo. Hemos avanzado en la medida en que hemos exigido y, lógicamente, nos falta mucho todavía.
—Desde su perspectiva, ¿el Estado colombiano le está dando prioridad a los proyectos extractivos y a su propia economía por encima de los intereses de los pueblos?
—Claro que sí, porque en este momento aprobaron la ley del fracking y esa es una política de muerte acelerada, no solamente en los pueblos indígenas, sino todos los pueblos rurales del país y así otras políticas extractivas que ponen en riesgo la vida: la de la Madre Tierra y la de los pueblos.
—¿Cómo se lograría entonces que exista un reconocimiento pleno y un respeto del Estado hacia los pueblos, sus conocimientos y los territorios?
—Primero, si la derecha continúa, con los mecanismos de exigibilidad, que es a lo que siempre hemos acudido. Y segundo, si gana un gobierno alternativo, sería un camino que nos ayudaría para trabajar la política de vida que se requiere para el país.
—¿Ha habido hechos positivos que se han gestado desde las comunidades indígenas colombianas? ¿Victorias legales, por ejemplo, contra el Estado o las actividades extractivas?
—Claro, ha habido sentencias de la Corte donde se ha podido parar muchos procesos de extracción minera, por ejemplo, en los páramos, en las lagunas y claro que hemos logrado muchos procesos, pero hay que seguir en esa misma lucha.
—¿Cómo inició usted en la defensa del territorio y los derechos de los pueblos indígenas? ¿Por qué decidió que esta sería su forma de vida y qué costos personales le ha implicado ser defensora?
—Creo que no es una decisión, es un tema que surge a partir de la necesidad de nuestras comunidades locales. Nací siendo indígena y, en los procesos indígenas, culturalmente, somos sujetos colectivos y trabajamos de manera colectiva. De ahí he surgido, de un proceso colectivo donde he caminado los procesos comunitarios, organizativos, sociales, y he contribuido en los distintos espacios del movimiento indígena y social en Colombia.
Obviamente, los riesgos siempre van a estar: amenazas, persecución, estigmatización, judicialización… el asesinato a mi esposo y otros temas que, de alguna manera, han afectado el proceso del caminar. Pero aquí estoy.
—¿Por qué, pese a todas estas situaciones que han atravesado su vida, usted ha decidido continuar?
—Hay que continuar porque nosotros no podemos agachar la cabeza frente al enemigo. Eso es lo que quiere. Y ahí ha estado la comunidad, la gente que nos anima para continuar ese trabajo que hemos encaminado.
—¿Qué significa para usted la palabra territorio?
—Es nuestra Madre Tierra, la que nos da la vida, nos cuida, nos protege, pero que retornamos a ella y que sin ella podría ser difícil existir como pueblos indígenas en el mundo. Por eso se hace necesario que tengamos esa relación permanente, en equilibrio, armonía y con una gran responsabilidad de protegerla y cuidarla. Sin el territorio, no habría vida.
* Imagen principal: Aida Quilcué lideresa indígena nasa y senadora electa de la República por la Circunscripción Especial Indígena. Foto: MAIS
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