- Global Forest Watch reveló las altas y preocupantes tasas de deforestación de bosque primario el año pasado. Esto hace que cada vez esté más lejos el objetivo de alcanzar la no deforestación en 2030, compromiso adquirido por gobiernos y empresas en la cumbre climática COP26 del 2021.
- En Latinoamérica, las tasas de deforestación se mantuvieron altas en Brasil y Bolivia, lo que opacó los avances de otros países asiáticos y africanos como Indonesia y Gabón. Los trópicos perdieron el equivalente a 10 campos de fútbol de bosque primario por minuto durante el 2021, liberando 2500 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero (GEI).
El mensaje fue contundente: la pérdida de bosques tropicales fue alta en 2021 y no se observó ninguna tendencia de desaceleración, a pesar de los compromisos de las empresas y los gobiernos para frenar la deforestación, según nuevos datos de la Universidad de Maryland, disponibles en la plataforma Global Forest Watch administrada por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés).
Las cifras muestran que los países tropicales perdieron 11,1 millones de hectáreas de bosques, un área del tamaño de Cuba. De esta pérdida total de árboles, 3,75 millones de hectáreas ocurrieron en bosques primarios tropicales, los ecosistemas más biodiversos del mundo.
En otras palabras, los expertos consideran que esto significa que el planeta no está en camino de detener y revertir la pérdida de bosques para 2030, como prometieron 141 países durante la cumbre climática COP26 del año pasado en Glasgow.
Un puñado de naciones, sobre todo Indonesia y Gabón, han visto cómo sus tasas de pérdida de bosques primarios vienen disminuyendo en los últimos años. Sin embargo, esta buena noticia contrasta con las altas tasas de deforestación en otros países tropicales como Brasil y Bolivia, por lo que, al final, se puede decir que la pérdida de bosques muestra un balance negativo.
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Un compromiso lejos de cumplirse
Uno de los datos más preocupantes del análisis de Global Forest Watch es que los trópicos perdieron el equivalente a 10 campos de fútbol de bosque primario por minuto durante el 2021, liberando 2500 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero (GEI). Esto es equivalente a las emisiones anuales de combustibles fósiles de la India.
Si bien los trópicos perdieron un 11 % menos de bosques primarios en 2021 que en 2020, la cifra es casi la misma que la del 2019. Esto significa que la deforestación sigue siendo “obstinadamente persistente a lo largo de los años”, dijo Rod Taylor, director global del programa de bosques de WRI.
Frances Seymour, investigadora principal del programa de bosques de WRI, calificó la tendencia como “un desastre para el clima, la biodiversidad, los pueblos indígenas y las comunidades locales”.
Un estudio publicado recientemente muestra cómo los bosques, y en particular los tropicales, donde las tasas de almacenamiento y secuestro de carbono forestal son más altas, son más importantes de lo que se pensaba anteriormente si se quiere “enfriar” todo el planeta.
Esto se debe a que los bosques ayudan a mantener el aire fresco y húmedo debido a la forma en que transforman físicamente la energía y el agua. Entonces, cuando se talan los bosques tropicales, inmediatamente aumenta el calor extremo a nivel local y disminuyen las lluvias a nivel regional y local. Sin bosques, la temperatura global sería alrededor de 0,5° Celsius más alta.
Con este nuevo hallazgo, es fundamental que los países cumplan sus compromisos de detener la deforestación para 2030, dijo Seymour. “Pero esas acciones tendrán que ser drásticas”, añadió.
Esto se debe a que frenar la deforestación para 2030 requerirá una disminución constante en la pérdida de bosques cada año durante el resto de la década; y esa es una disminución que aún no está ocurriendo en los trópicos en su conjunto.
“Tenemos 20 años de datos que muestran esa pérdida anual persistente de millones de hectáreas de bosque tropical primario, pero no nos quedamos sin dedos contando la cantidad de años que nos quedan para reducir ese número a cero. Es preocupante”, aseguró Seymour.
Una deforestación impulsada por Brasil
Los puntos críticos de deforestación identificados por el análisis de Global Forest Watch se concentran en tres países: Brasil, República Democrática del Congo y Bolivia; dos de ellos están en Latinoamérica.
Brasil es el país con la mayor cantidad de selva tropical primaria en el mundo y ha encabezado constantemente la lista de mayor deforestación y durante 2021 tuvo, nuevamente, un papel protagónico en las cifras. Más del 40 % de la pérdida total de bosques primarios tropicales en el mundo el año pasado ocurrió en Brasil. El país perdió 1,5 millones de hectáreas y la región más afectada fue la Amazonía.
Parte de la deforestación amazónica encuentra su respuesta en los incendios. La región experimentó un aumento en el número de fuegos en 2020 a pesar de que el gobierno federal de Brasil prohibió la quema y envió al ejército para abordar el problema.
Aunque la deforestación por incendios disminuyó en 2021, según Mikaela Weisse, subdirectora de Global Forest Watch, las pérdidas de bosque que no se relacionan con incendios aumentaron un 9 % a partir de 2020. En Brasil, ese fenómeno suele asociarse con la expansión agrícola.
En gran medida los números son consistentes con el sistema de monitoreo oficial de Brasil, PRODES, que encontró que la deforestación total en su Amazonía en 2021 fue la más alta desde 2006, cuando se implementaron esfuerzos y medidas para reducir la pérdida de bosque.
Weisse dijo que la deforestación es particularmente preocupante en el oeste de la Amazonía brasileña, ya que los bosques primarios allí experimentaron una intensificación de la tala en 2021. Algunos de los estados vieron un aumento de más del 25 % en la pérdida de bosques primarios que no se relacionan con incendios entre 2020 y 2021.
Según Weisse, algunos de los nuevos puntos críticos están asociados con la agricultura a gran escala y pastos para ganado a lo largo de las carreteras existentes.
“Y la pérdida de bosque primario en la Amazonía es particularmente preocupante este año como se confirma en una nueva investigación que muestra que la región está perdiendo resiliencia y probablemente esté más cerca de alcanzar un punto de inflexión, es decir, un punto en el que una vasta área del bioma se transformará en una sabana, lo que resulta en emisiones masivas de carbono”, aseveró la investigadora.
Fuegos y más fuegos
El segundo lugar en deforestación total durante el 2021 lo ocupó la República Democrática del Congo con casi 500 000 hectáreas de bosque primario perdido. La tasa de pérdida de bosque en este país ha sido alta desde 2016.
La mayor parte no es causada por incendios sino por la expansión de la agricultura a pequeña escala y la tala de árboles para la producción de carbón vegetal y leña para satisfacer las demandas de energía, según comenta Elizabeth Goldman, gerente senior de investigación del sistema de información geográfica en Global Forest Watch.
“Los vastos bosques y las turberas de la República Democrática del Congo son un sumidero de carbono de importancia mundial y se necesitan grandes cambios para frenar esta pérdida forestal persistentemente alta, incluida la búsqueda de nuevas vías de desarrollo, mejorando los rendimientos agrícolas para que la expansión de la agricultura no continúe sin control en el bosque primario”, dijo Goldman.
En tercer lugar el año pasado estuvo Bolivia, donde la pérdida de bosque primario alcanzó un récord en 2021 de 291 000 hectáreas. Como en Brasil, gran parte de esta deforestación se debió a los incendios. En los últimos tres años, la quema representó más de un tercio de la pérdida de bosques del país.
Los incendios no son un fenómeno natural en la Amazonía boliviana y casi siempre son provocados por humanos. Cuando aparecen, tienden a propagarse sin control debido al clima seco y cálido que se ve agravado por el cambio climático, comentó Weisse. “Y en los últimos dos años hemos visto una quema significativa de bosques dentro de las áreas protegidas del país”, añadió.
Como resultado, por ejemplo, Bolivia superó a Indonesia en términos de pérdida de bosques primarios por primera vez en 2020.
Para Weisse, los dos tercios restantes de la deforestación en Bolivia probablemente se asocian con la ganadería y con la agricultura a gran escala como el cultivo de soya. “Una nueva investigación que WRI realizó el año pasado muestra que Bolivia se está convirtiendo cada vez más en un punto crítico para la deforestación relacionada con la soya en particular”, comentó la investigadora.
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Algunas luces de esperanza
En Indonesia, hogar de la tercera mayor extensión de selva tropical del mundo —después de Brasil y la República Democrática del Congo—, la tasa de pérdida de bosques primarios disminuyó por quinto año consecutivo. El país del sudeste asiático registró 202 905 hectáreas de pérdida de bosques primarios en 2021, lo que representa una disminución del 25 % con respecto a 2020.
Según Hidayah Hamzah, gerente sénior de monitoreo de bosques y turberas en WRI Indonesia, esto indica que el país se dirige en la dirección correcta para cumplir con algunos de sus compromisos climáticos como prevenir la deforestación y rehabilitar los bosques para convertirlos nuevamente en sumideros de carbono para 2030.
Hamzah atribuyó la tendencia positiva a los compromisos empresariales y las acciones gubernamentales. Luego de los incendios forestales de 2015, el gobierno ha incrementado sus esfuerzos de control y prevención de fuegos. Otras políticas que probablemente contribuyeron incluyen una moratoria permanente sobre la conversión de bosques primarios y turberas, y el mandato ampliado de una agencia estatal de restauración de turberas para incluir la protección y restauración de manglares, dijo Hamzah.
También citó compromisos corporativos para proteger los bosques como los llamados compromisos NDPE (abreviatura en inglés de “no deforestación, no uso de humedales y no explotación”) que ahora cubren el 83 % de la capacidad de refinación de aceite de palma y más del 80 % de la industria de pulpa y papel en Indonesia.
Además, la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO por sus siglas en inglés) reforzó sus requisitos de certificación en 2018 para prohibir la deforestación y la destrucción de turberas.
“Estos factores sin duda ayudan a Indonesia a reducir su tasa de deforestación y finalmente a lograr sus compromisos climáticos nacionales”, dijo Hamzah y agregó que, no obstante, “Indonesia deberá reforzar las medidas de protección forestal para mantener su tendencia a la baja”.
Y es que la preocupación está en que se vienen dando acontecimientos que podrían conducir a la reversión de esta tendencia en los próximos años. Uno de ellos son los precios del aceite de palma que comenzaron a subir en 2020 y actualmente se encuentran en su punto más alto en 40 años, de acuerdo con la experta.
Otro punto que preocupa es que el año pasado expiró la moratoria sobre los permisos para nuevas plantaciones de palma aceitera. El gobierno dice que la prohibición temporal ya no es necesaria porque algunas de las disposiciones originales se han trasladado a una ley sobre creación de empleo.
“La ley está diseñada para que las empresas adquieran licencias y tierras en Indonesia de manera mucho más fácil al reducir drásticamente las protecciones ambientales”, comentó Andika Putraditama, subdirectora de programas de agricultura, bosques y uso de la tierra en WRI Indonesia.
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Países con historias opuestas
Frances Seymour, investigadora principal del programa de bosques de WRI, dijo que las tendencias en Indonesia y Brasil crean un contraste interesante. “Sus trayectorias de pérdida de bosques han divergido en dos momentos diferentes”, dijo.
En 2004 Brasil logró reducir altísimas tasas de deforestación en la Amazonía y las mantuvo bajas durante una década mediante una combinación de acciones gubernamentales y del sector privado.
“Pero en los últimos años, las políticas de una nueva administración han logrado desentrañar esa historia de éxito”, destacó la investigadora e indicó que “por el contrario, durante los primeros años del siglo, Indonesia se encontraba en una trayectoria ascendente e incesante de pérdida de bosques pero esta culminó con los catastróficos incendios forestales de 2015”. Desde entonces el país asiático logró reducir su tasa de deforestación, comentó Seymour.
Las otras tendencias positivas en 2021 se vieron en la cuenca del río Congo, que se extiende a lo largo de seis países africanos.
Mientras que la República Democrática del Congo experimentó altas tasas persistentes de pérdida de bosques, tanto Gabón como la República del Congo tuvieron dos años de disminución en la pérdida de bosques primarios. La República del Congo, en particular, vio disminuir la deforestación en un 26 % en 2021 en comparación con 2020. Además, recientemente aprobó una ley que permite a los pueblos indígenas y las comunidades locales poseer, administrar y, por lo tanto, proteger legalmente sus bosques, dijo Elizabeth Goldman de Global Forest Watch.
“El año pasado Gabón experimentó una disminución del 17 % en las pérdidas de bosque en comparación con 2020 y se convirtió en el primer país africano en recibir un pago por reducir las emisiones de carbono en la deforestación”, agregó Goldman.
Bosques boreales en llamas
Si bien el WRI se centró en los trópicos para su análisis anual de pérdida de cobertura arbórea, los bosques boreales de Eurasia y América del Norte también tuvieron protagonismo ya que experimentaron las tasas más altas de deforestación por fuera de los trópicos en 2021. Se alcanzó un nivel sin precedentes: un aumento de un 29 % con respecto a 2020. Gran parte de esto se debió a los incendios en Rusia, que experimentó la peor temporada de fuegos desde que comenzó el registro de Global Forest Watch en 2001.
Rusia perdió más de 6,5 millones de hectáreas de cobertura vegetal en 2021, donde más de las cuatro quintas partes de esta pérdida se debieron a los incendios.
“Los incendios rusos son particularmente preocupantes dada la vasta área de turberas de Siberia y el derretimiento del permafrost, los cuales pueden liberar una gran cantidad de carbono cuando el humedal se seca o se quema y cuando el permafrost se derrite”, enfatizó Goldman.
“Esto puede conducir a un circuito de retroalimentación en el que las condiciones más cálidas y secas, relacionadas con el cambio climático, conducen a un aumento de los incendios, lo que lleva a un aumento de las emisiones de carbono que, a su vez, conduce a condiciones más cálidas y secas, y así sucesivamente”, añadió la investigadora de Global Forest Watch.
Para Rod Taylor, director global del programa de bosques de WRI, la deforestación y los incendios en los bosques boreales siguen siendo una gran preocupación ya que exacerban el cambio climático, además que “el calentamiento global generalmente ocurre más rápido a medida que te acercas a los polos. Como resultado, los ecosistemas boreales están siendo agobiados”.
“Y luego también tenemos el hecho de que estos bosques [boreales], incluso si no se trata de una deforestación total, tardan mucho más en volver a crecer, cientos de años en lugar de décadas. Entonces, cualquier cosa que esté sucediendo ahora nos afectará durante mucho tiempo”, agregó Taylor.
Para él, la preocupación se hace más grande al considerar que los incendios forestales a menudo están relacionados con las condiciones más cálidas y secas que trae el cambio climático, lo que lleva a una pérdida de resiliencia de los bosques “que nos está acercando cada vez más al punto de inflexión, como la conversión total de la selva amazónica en una sabana que liberaría suficiente carbono a la atmósfera para hacer desaparecer el objetivo de los Acuerdos de París”.
Por lo tanto, frenar la deforestación no es suficiente, dijo Seymour. La investigadora considera que los países también deben reducir las emisiones de los combustibles fósiles para que sea más fácil salvar los bosques restantes del planeta. “Tenemos que hacer ambas cosas y tiene que ser ahora, antes de que sea demasiado tarde”, sentenció.
*Imagen principal: Incendios en Bolivia 2020 en el Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Foto: Fundación Noel Kempff Mercado.
**Este reportaje fue publicado inicialmente en Mongabay en inglés. Puede leer el artículo original aquí.
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