- El Santuario de la Naturaleza Valle de Cochamó protege bosques templados primarios de gran importancia ecológica donde habita el pudú, el monito del monte, la ranita de Darwin, el puma, la güiña y el cóndor andino entre otros animales.
- El Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) Mar de Pisagua busca conservar una de las zonas más biodiversas del mar chileno donde habitan corales, ballenas, delfines, marsopas, lobos, chungungos, además de una gran diversas de peces.
Chile cerró el mes de enero con dos nuevas áreas naturales. El Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y el Cambio Climático aprobó el 26 de enero la creación del Santuario de la Naturaleza Valle de Cochamó, en la Patagonia, y del Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) Mar de Pisagua, en la región de Tarapacá.
El nuevo santuario de naturaleza se encuentra emplazado dentro de los límites de la Reserva de la Biósfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes, la cual fue creada por la Unesco en 2007 por tener uno de los remanentes de bosques templados más grandes del mundo y ecológicamente intactos.
Frente a la localidad de Pisagua, en tanto, se encuentra el área marina que ya había sido identificada como una zona de alto valor ecosistémico en expediciones científicas realizadas por la organización no gubernamental Oceana y la Universidad Arturo Prat. Hasta el momento, en esa zona se ha documentado la presencia de 15 especies de mamíferos marinos, incluyendo ballenas, y 49 especies de aves marinas, entre ellos el pingüino de Humboldt, además de bosques de macroalgas, bancos de corales, tiburones y una gran diversidad de peces.
Santuario de la naturaleza Valle de Cochamó
El valle de Cochamó, ubicado a unos 120 kilómetros de Puerto Montt, en la cordillera de los Andes, es uno de los destinos favoritos dentro del sur de Chile para vacacionar. Sus imponentes paredes de granito, sus abundantes bosques milenarios, ríos transparentes y color turquesa atraen cada año a miles de turistas. En los años 2000, sin embargo, era un secreto muy bien guardado dentro de la Patagonia, habitado por apenas una pequeña población dedicada a la agricultura y al tradicional oficio de arrear ganado entre Chile y Argentina.
“Empezó a llegar mucha gente cada año y por supuesto mucha basura, senderos destruidos, etcétera”, cuenta Tatiana Sandoval, presidenta de la Organización Valle Cochamó, una asociación comunitaria que nació por iniciativa de los habitantes del lugar para promover el desarrollo del turismo responsable y el ordenamiento territorial. “Comenzamos a hacer todo un sistema para que los turistas pudieran subir al valle solo con reserva y a medir la capacidad de carga (el número de personas que el lugar era capaz de recibir sin sufrir impactos)”, explica. Las medidas rápidamente disminuyeron la presión a la que estaban siendo expuestos los ecosistemas, pero además trajeron beneficios económicos. “Cuando los turistas no podían subir al valle empezaron a quedarse más en el pueblo de Cochamó, a ir a restaurantes y a alojarse en cabañas. Se generó entonces una economía circular muy interesante”, asegura Sandoval.
Al poco tiempo, la organización decidió dar un paso más y solicitarle al Estado que creara en la zona un área protegida.
Si bien Valle de Cochamó se emplaza dentro de los límites de la Reserva de la Biósfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes, esa categoría internacional de conservación no está considerada dentro de la normativa nacional, por lo que no existe ningún marco legal que obligue a que efectivamente se proteja el lugar, explican los expertos.
En ese sentido, el valle de Cochamó, a pesar de su importancia ecológica no contaba hasta ahora con una figura de protección “lo que dejaba vulnerable a esta zona ante distintas amenazas como el turismo descontrolado o el desarrollo de actividades extractivistas intensivas”, señaló la ministra de Bienes Nacionales, Javiera Toro.
Por otro lado, el río Cochamó cuenta desde el 2009 con un caudal de reserva, una figura de protección que permite reconoce el valor ecológico y social de determinados caudales limitando de forma significativa el otorgamiento de derechos de aprovechamiento de sus aguas, lo que permite protegerlos, por ejemplo, del desarrollo de proyectos mineros e hidroeléctricos.
Sin embargo, puesto que el caudal de reserva del río Cochamó fue declarado mediante decreto presidencial, la comunidad temía que este pudiera, en algún momento, ser revocado por la misma vía. Por lo mismo, la posibilidad de que se instalaran proyectos hidroeléctricos en el río era una preocupación para los habitantes del valle, así como el aumento cada vez más acelerado de las parcelaciones para el desarrollo de proyectos inmobiliarios.
La comunidad acordó que la figura de protección que mejor se adaptaba al Valle de Cochamó era la de Santuario de la Naturaleza, puesto que permite proteger predios fiscales y privados. “Puede ser mixto”, precisa Sandoval. Además, “es una figura más flexible en el sentido de los usos que se han llevado a cabo en el territorio”, sostiene el geógrafo, Gabriel Gómez, encargado de planificación territorial de la ONG Puelo Patagonia que asesoró técnicamente a Organización Valle Cochamó. “Permite que la gente que ha vivido en ese lugar y que tienen formas de vida que son compatibles con el medio ambiente, puedan seguir haciendo sus actividades y puedan seguir viviendo como vivían”, explica Gómez.
El Santuario de la Naturaleza también resguarda objetos culturales, como el oficio de los arrieros y el sendero histórico utilizado por ellos, “que también es muy importante para la comunidad”, agrega Sandoval. De esa manera, esta figura de protección permite que la comunidad se apropie del proyecto, algo clave para que la conservación del lugar pueda ser efectiva, sostiene la presidenta de la organización ciudadana.
Con la decisión favorable del Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y el Cambio Climático son más de 11 400 hectáreas en el Valle de Cochamó las que ahora están protegidas, de las cuales el 98 % corresponde a tierras fiscales. En ellas se ubica el río Cochamó y hay bosques primarios que al estar bien conservados son “un refugio climático que entrega servicios ecosistémicos que generan bienestar a las personas”, explicó la ministra de medio ambiente, Maisa Rojas.
También hay humedales ribereños e importantes especies de flora que, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se encuentran En Peligro de extinción como es el caso del alerce (Fitzroya cupressoides), uno de los árboles más longevos del mundo. Además, hay al menos 50 especies de animales, entre ellos varios que se encuentran en la lista roja de especies amenazadas de la UICN, como el pudú (Pudu puda), el monito del monte (Dromiciops gliroides), la ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii), el puma (Puma concolor), la guiña (Leopardus guigna) o el cóndor andino (Vultur gryphus).
Con esta decisión, dijo la ministra Rojas, “continuamos avanzando en nuestros compromisos adquiridos en la última Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), en la que nos comprometimos a proteger un millón de hectáreas de aquí a 2030”.
A futuro, las organizaciones civiles que impulsaron la creación del santuario esperan que más propietarios quieran sumarse para ampliar de esa manera la superficie del área protegida. Por ahora, el siguiente paso será redactar un plan de manejo para zonificar el área y establecer con precisión cuáles son las actividades que se podrán desarrollar en su interior y en dónde.
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Mar de Pisagua
La nueva Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) Mar de Pisagua, de 73 500 hectáreas de superficie, protegerá el hábitat de uno de los lugares más biodiversos y productivos del mar chileno. Así lo aseguran investigadores de Oceana y de la Universidad Arturo Prat que desde el 2017 estudian el área.
Grandes biomasas de peces, invertebrados, bosques de algas, corales, tiburones, aves, ballenas, lobos marinos, entre otros animales y plantas habitan este espacio que ahora está resguardado mediante una categoría de protección que permite que se siga desarrollando la pesca artesanal en su interior, pero que excluye las actividades industriales.
Una de las características que destaca en esta nueva área marina protegida, aseguran los investigadores, es el hecho de que se ubica en la primera franja de mar desde la costa. Y es que a pesar de que Chile tiene más del 40 % de su mar bajo alguna categoría de protección, la mayor parte de ese territorio se ubica mar adentro, en las islas oceánicas. El problema, es que justamente es la zona marina costera en donde se concentra la mayor abundancia y diversidad de especies, aseguran los expertos. Proteger, por ende, las primeras millas del mar chileno es uno de los pendientes que el país tiene en materia de conservación.
La riqueza del mar frente a la localidad de Pisagua, en la región de Tarapacá, al norte de Chile, comenzó a ser descubierta en 2017. Fue a partir de ese año que la ONG Oceana, junto a investigadores de la Universidad Arturo Prat, comenzaron a realizar expediciones a lo largo de 250 kilómetros desde la desembocadura del río Loa hasta Playa Chipana, y desde Punta Patache hasta Punta Pichalo en Pisagua, donde se tomaron muestras biológicas de la fauna marina y se hicieron filmaciones con un Vehículo de Operación Remota.
La primera conclusión a la que llegaron los investigadores fue que el sector más biodiverso de todos era Pisagua. Observaron unas 50 especies de peces, entre ellos enormes cardúmenes de anchovetas y juveniles de jurel, y grandes biomasas de peces costeros de roca como el bilagay (Cheilodactylus variegatus), que “solo habían sido vistas en las prístinas aguas del archipiélago Juan Fernández”, aseguraron desde Oceana.
La diversidad es tan grande que, según los científicos, “entre los bosques de macroalgas se registró casi el 100 % de peces conocidos del norte grande”. Pero además se encontraron macroinvertebrados y langostinos en tapices de megabacterias (Thioploca spp.) conocidas como bacterias de espagueti. Las Thioploca, que se piensa tienen 3500 millones de años, forman mantos espesos en el fondo del mar constituyendo la comunidad de bacterias visibles más grande del planeta.
También comprobaron que a mayores profundidades, entre los 350 y 800 metros, existen bancos de corales látigo, tiburones, cangrejos, palometas y congrios, siendo estos últimos, peces de alto valor para la pesca local artesanal.
La alta productividad de este lugar y su riqueza de alimento, hace que la costa de Pisagua sea también el hogar de 15 especies de mamíferos marinos, entre las que destacan ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae), delfines nariz de botella (Tursiops truncatus), marsopas (Phocoenidae), lobos (Otaria flavescens), chungungos (Lontra felina), nutrias (Lutrinae) y 49 especies de aves marinas, entre ellos el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti).
La creación de Mar de Pisagua es un primer e importante paso en la protección de la costa tarapaqueña. Sin embargo, todavía está pendiente la protección de dos zonas que son clave incluso para asegurar la biodiversidad de la bahía de Pisagua. Se trata de Punta Patache y Punta Pichalo.
Guillermo Guzmán, académico de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad Arturo Prat que ha participado de las expediciones junto a Oceana, cuenta que en los años 1982 y 1983, un violento fenómeno del niño azotó la costa de la región de Tarapacá dejándola “prácticamente despauperada de fauna y flora”. Las rocas, asegura el científico, “básicamente quedaron desnudas producto de la elevación de la temperatura del agua y de la migración y mortandad de organismos marinos”. Según Guzmán, sin embargo, él junto con otros investigadores observaron que en Punta Patache y Punta Pichalo, donde el territorio terrestre se adentra en punta hacia el mar, prevaleció toda la biodiversidad.
“Al parecer ahí hubo ondas que proporcionaron una especie de bolsón para taponar el efecto de las masas de agua que estaban ingresando. Entonces en las bahías se elevó muchísimo la temperatura del agua, mientras que en esas puntas permaneció una condición más normal que permitió que los organismos no murieran”, explica Guzmán.
Además, según el científico, se cree que fue justamente desde esos sectores provinieron las especies que recolonizaron la costa luego de la retirada de El Niño. Es por eso, sostiene el experto, que “las puntas de la costa tenemos que preservarlas”.
Científicos y conservacionistas esperan que la protección de Chipana y Patache, que están catalogados como sitios Prioritarios Marino-Costero para la Conservación de la Biodiversidad, se concrete pronto. “Ya salió Pisagua y esperamos que este año por fin Patache logre su calidad de sitio protegido y ojalá que en el futuro cercano Chipana también tenga esta característica”, dijo Guzmán.
* Imagen principal: Santuario de la naturaleza Valle Cochamó. Imagen: Organización Valle Cochamó.
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