- En la zona centro del país, se desarrolla un novedoso proyecto que conecta a pescadores artesanales con los consumidores.
- Ofrecen de manera directa y a precios justos los productos del mar que ellos extraen de manera sostenible.
- Este enfoque no solo garantiza la conservación de las especies, sino que también promueve el bienestar de las comunidades pesqueras.
La Jaiba Marmola (Metacarcinus edwardsii) es un cangrejo que habita sobre fondos de arena, roca y algas a lo largo de todo el litoral chileno y su captura sostiene la economía de numerosas familias pesqueras. Hace 20 años comenzó la historia de conservación de esta importante especie, cuando los pescadores vieron que en la zona de Ancud, en la isla de Chiloé, al sur del país, se comenzaron a desembarcar grandes cantidades de jaibas pequeñas. “Nos dimos cuenta de que estábamos desembarcando individuos de tamaño muy reducido que no alcanzaban la madurez reproductiva y eso no era bueno”, cuenta Claudio Pichaud, un pescador artesanal dedicado a la extracción de jaibas. Esta autocrítica llevó a la implementación de medidas de manejo para proteger la población y asegurar la sostenibilidad de la pesquería.
Tras varias reuniones para tratar estas mejoras, los jaiberos, como se conoce a los pescadores que extraen este recurso, detectaron la necesidad de realizar una evaluación para identificar las falencias dentro de su pesquería. Para esto, contactaron a la ONG Pesca Sustentable, que promueve mejoras en la pesca, para lograr una actividad ecológicamente sostenible. A lo largo de los años, y tras un trabajo mancomunado, lograron fortalecer el manejo pesquero del recurso tras una serie de medidas sustentables.

Sin embargo, aún persiste un desafío difícil de implementar: un comercio justo que asegure que los pescadores reciban un precio equitativo por sus capturas. “Los dolores de estas comunidades pesqueras son los bajos ingresos que obtienen en las ventas de sus productos”, dice Gonzalo Araya, director de Pesca Sustentable, ya que a pesar de todo el trabajo que se ha venido realizando, es difícil distinguir un recurso capturado a través de prácticas sostenibles de otro que proviene, por ejemplo, de la pesca industrial.
Para abordar esa brecha, en 2021, Pesca Sustentable en alianza con Future of Fish, una organización que apoya a pescadores en la promoción de la pesca artesanal responsable y su comercialización, lanzó Mi Caleta, una plataforma que combina un sitio de comercio electrónico con una tienda física ubicada en Viña del Mar. El proyecto tiene como objetivo conectar a las comunidades de pesca artesanal con los consumidores, ofreciendo productos del mar de calidad, a precios justos y provenientes de pesquerías sostenibles.
Este nexo representa “un paso crucial” hacia la sostenibilidad y el comercio justo en la pesca artesanal, dice Araya, ya que la iniciativa no solo busca mejorar los ingresos de los pescadores sino también garantizar la conservación de los recursos marinos a través de prácticas responsables y sostenibles.
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Comercio justo
En Mi Caleta es posible encontrar además de productos del mar, conservas, condimentos, principalmente en formatos de 500 gramos y un kilo. Distribuyen productos del archipiélago Juan Fernández como jurel, vidriola, bacalao y la tan apetecida langosta. Además, disponen de navajuelas, róbalo, locos, ostiones, machas, pejerrey, reineta y corvina, entre otras variedades. Además, los usuarios pueden suscribirse para recibir ofertas de productos. Los pedidos se entregan a domicilio diariamente en las ciudades de Viña del Mar, Valparaíso y Concón, y semanalmente en Santiago, la capital de Chile.
La ONG Pesca Sustentable lleva más de 10 años trabajando con las comunidades de pescadores artesanales a lo largo de los más de 6 mil kilómetros de costa que tiene Chile. El equipo está conformado por cuatro biólogos marinos que, desde un inicio han estado exclusivamente ligados a la pesca en pequeña escala. Por lo mismo, asegura, son testigos de los bajos ingresos que obtienen los pescadores en las ventas de sus recursos.
“Este es un tema recurrente que a los pescadores artesanales se les escapa de las manos”, dice Miguel Espíndola, director de conservación de Pesca Sustentable, quien junto al equipo comenzó a estudiar la problemática y buscar soluciones.

Una de las primeras acciones que realizaron fue implementar estudios de factibilidad de comercialización pues se dieron cuenta de que las organizaciones de pescadores suelen tener dificultades para vender sus productos en el mercado. Por ejemplo, el equipo de profesionales comprobó que en las pescaderías resulta muy difícil distinguir un producto capturado por pescadores artesanales que promueven prácticas sostenibles de otros extraídos con métodos invasivos como el arrastre.
Luego de observar esta debilidad, se embarcaron en la tarea de idear estrategias que apuntan a despertar el interés de los consumidores por adquirir productos obtenidos a través de buenas prácticas pesqueras.
Una de las principales iniciativas consistió en capacitar al personal de los restaurantes locales para que prefirieron especies que con una trazabilidad sostenible. “Los vendedores debían explicar el origen de los productos y, si era necesario, sugerir alternativas como pez espada o albacora, obtenidos mediante pesca artesanal, en lugar de salmón”, explica Araya.
Si bien el consumo responsable en Chile aún está en una etapa muy incipiente, “las nuevas generaciones exigen saber más información del impacto de sus decisiones de consumo”, señala Diego Undurraga, director de Future of Fish.
La estrategia de ofrecer los productos en restaurantes obtuvo grandes resultados y las personas comenzaron a preguntar dónde podían adquirir ese tipo de productos, cuenta Araya.

Fue entonces que los pescadores, junto al equipo de Future of Fish y Pesca Sustentable, detectaron que era urgente contar con un distribuidor de pesca sostenible que comercializara sus productos. Así que dieron origen a Mi Caleta. “Es un puente directo a la pesca artesanal sustentable”, explica Araya, que además es encargado de realizar los enlaces con el mercado nacional e internacional.
El pescador de jaibas, Claudio Pichaud, explica que un profesional especializado en manipulación de alimentos, que es parte del equipo de Mi Caleta, apoya a las comunidades pesqueras en las etapas que requiere un producto para ser competitivo y de alta calidad para el comercio local. “Nos ayuda en la selección, limpieza, conservación, procesamiento, empaque y distribución del producto”, dice.

Actualmente, Mi Caleta tiene miras hacia mercados exteriores como Europa, Estados Unidos e incluso Japón, países que han sumado fuertemente una demanda por recursos sostenibles. “Esa demanda nace también de la conciencia de consumo responsable de sus habitantes”, dice Araya.
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Pesquería sustentable
Araya comenta que al principio eran muy estrictos con la procedencia de la pesca. “Queríamos que fuera procesada por organizaciones de pesca artesanal cercanas a su caleta y sometida rápidamente a una cadena de frío”, dice. Sin embargo, descubrieron que pocas plantas de proceso administradas por pescadores funcionan bien. “Hay plantas que fueron financiadas pero no gestionadas adecuadamente, como la planta Puertecito que está abandonada en San Antonio”, señala el biólogo marino.
En respuesta a ese escenario, Mi Caleta creó una planta de proceso para apoyar a los pescadores artesanales que no cuentan con una planta, procesando y vendiendo sus productos.
En la planta de procesamiento, además, los pescadores pueden transformar sus capturas en productos finales con mayor rentabilidad. Esto les permite ampliar sus oportunidades comerciales y fortalecer su autonomía. Un ejemplo de ello ha sido el trabajo con los jaiberos de Ancud, quienes han logrado comercializar jaiba ahumada además de otros productos como cholgas, un molusco utilizado en varios platos de la gastronomía chilena, diversificando así su oferta y mejorando sus ingresos.
Pichaud explica que la colaboración con la planta de proceso Mi Caleta y los compradores “nos ayuda a entender el comercio y algunos costos”. Además, destaca que el comité de jaiberos de Ancud no solo obtiene ahora mejores precios por sus productos, sino que también mejora su calidad de vida al poder invertir más en sus comunidades. Además, “ha aumentado la transparencia en la cadena de suministro, beneficiando tanto a los productores como a los consumidores”, dice el pescador.

Undurraga explica que cada día aumenta el interés de los pescadores por adoptar prácticas sostenibles. Esto se debe a la creciente conciencia sobre la importancia de preservar los recursos marinos para las futuras generaciones y a los beneficios económicos que conlleva la certificación de productos pesqueros sostenibles. Además, los pescadores están viendo cómo estas prácticas mejoran la calidad de sus capturas y les abren nuevas oportunidades en mercados que valoran la sostenibilidad.
Aunque la jaiba marmola, conocida localmente como jaiba lisa, no está clasificada en ninguna categoría de conservación, es crucial “monitorear sus poblaciones y las amenazas que enfrenta, como la sobreexplotación, la degradación de su hábitat y el cambio climático, para asegurar su sostenibilidad a largo plazo”, dice Pichaud. Por estos motivos, en 2016, los pescadores artesanales dedicados a la captura de este recurso pesquero en la región de Los Lagos, formaron el Comité Productivo de Jaiberos de Ancud.
Según un informe de Futuro Azul, una plataforma abierta creada por la ONG Pesca Sustentable que evalúa la salud y abundancia de las especies el 50 % de los productos marinos en Chile está en alto riesgo de no ser sostenibles.
Frente a ese escenario, es urgente implementar prácticas pesqueras sostenibles, aseguran los expertos y eso es, justamente, lo que viene desarrollando el Comité de Jaiberos de Ancud. Pichaud cuenta que el comité comenzó a trabajar en una bitácora de pesca para registrar el desembarque diario ya que necesitaban saber cuántas jaibas pequeñas se devuelven al agua, cuántas son machos o hembras, cuál es la fauna acompañante que se extrae, los kilos de carnada que se utilizan, las especies de carnada que se usan y cuáles son los lugares donde se capturan las jaibas.
“Este trabajo comenzó desde cero y, hasta ahora, ha tenido éxito en su implementación”, dice el pescador. De hecho, el comité fue invitado en 2024 al Summit Latinoamericano por la Sustentabilidad Pesquera y Acuícola realizado en México, un encuentro que congrega a diferentes actores del sector pesquero y acuícola para intercambiar experiencias, conocimientos e ideas con el fin de desarrollar soluciones prácticas y compromisos sostenibles en Latinoamérica.

Además, el comité implementó un sistema de rotación de áreas de pesca permitiendo que ciertas zonas se recuperen mientras otras son explotadas. También implementó la talla mínima de captura, establecida en 11 centímetros. Esto significa que los pescadores no pueden extraer individuos más pequeños, permitiendo que las jaibas inmaduras continúen creciendo y reproduciéndose. Para cumplir con esta norma, diseñaron trampas con vías de escape que permiten a las jaibas más pequeñas regresar al mar.
Aunque los jaiberos de Ancud aún tienen importantes desafíos —como resolver el problema de la pesca fantasma, que es cuando las especies marinas continúan siendo capturadas involuntariamente por artes de pesca abandonadas—, el camino hacia la sostenibilidad de esta pesquería ha sido exitoso. De hecho, una de las metas futuras en las que trabaja el comité junto a Pesca Sustentable es conseguir el sello de la Marine Stewardship Council (MSC), una certificación que garantiza que los productos pesqueros provengan de fuentes sostenibles.
Imagen destacada: en la zona centro de Chile, se desarrolla un novedoso proyecto que conecta a pescadores artesanales con los consumidores. Foto: Pesca Sustentable